E al cuadrado. Potencia tu energía, por Pam Grout. Editorial Zenith

E al cuadrado. Potencia tu energía

Referencia: 9788408128762
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Nueve experimentos que puedes hacer tú mismo y que demuestran que tus pensamientos crean tu realidad

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E al cuadrado (E²) Potencia tu energía se puede describir como un laboratorio manual con experimentos sencillos que demuestran que la realidad es maleable, que la conciencia supera a la materia y que puedes dar forma a tu vida con !a propia mente.
En lugar de confiar en la fe, este libro nos invita a demostrar determinados principios:

  • Existe una fuerza o un campo invisible de infinitas posibilidades.
  • Influyes en el campo de energía y recibes cosas de él en función de tus creencias y expectativas.
  • Tu conexión al campo de energía te proporciona unas orientaciones precisas e ilimitadas.
  • Tus pensamientos y tu conciencia influyen en la materia.
  • Estás conectado a todo y a todas las personas que existen en el universo.
  • El universo es ilimitado, exuberante y extrañamente complaciente.

Sí, lo has leído bien. Está demostrado. ¡Y ahora tú mismo podrás comprobarlo!

Pam Grout

es autora de 16 libros, tres obras de teatro, una serie de televisión y dos aplicaciones móviles. Escribe en la revista People.

  • 192 páginas
  • Formato: 13 x 21 cm.
  • Presentación: Rústica con solapas
  • Traductor: Gloria Padilla

«Me encantó este libro. Pam combina a la perfección
el divertido estilo de Ellen DeGeneres con la
profunda sabiduría de Deepak Chopra.»

Jack Canfield, coautor del bestsel ler Sopa de pollo para el alma.

Sumario

Prólogo de Joyce Barrett     13
Prefacio     17
Introducción: El colapso de la onda: Cuando nos enteramos de que hemos recibido información muy equivocada     33
Los preliminares     55
Experimento 1: Principio del amigo siempre disponible: Existe una fuerza o un campo de energía invisible con posibilidades infinitas     59
Experimento 2: Principio del Volkswagen Jetta: Tienes un impacto en el campo y obtienes de él lo que indican tus creencias y expectativas     73
Experimento 3: Principio de Beto Einstein: Tú también eres un campo de energía     85
Experimento 4: Principio del abracadabra: Aquello en lo que enfocas tu atención se expande     97
Experimento 5: Principio de la guía interior: Tu conexión con el campo te proporciona una guía precisa e ilimitada     119
Experimento 6: Principio del superhéroe: Tus pensamientos y tu conciencia influyen en la materia     133
Experimento 7: Principio de Jenny Craig: Tus pensamientos y tu conciencia proveen el andamiaje para tu cuerpo físico     149
Experimento 8: Principio de los 101 dálmatas: Estás conectado con todo y con todos en el universo     159
Experimento 9: Principio de los panes y los peces: El universo
es vasto, abundante y extrañamente complaciente     171
Epílogo: Elevémonos los unos a los otros     185
Agradecimientos     189

 

Introducción

El colapso de la onda:

Cuando nos enteramos que hemos recibido información muy equivocada

El principal delirio del hombre es su certeza de que existen otras causas aparte de su propio estado de conciencia.

NEVILLE GODDAxD, escritor y místico barbadense

Cualquier ilusionista digno de agitar una varita mágica sabe per­fectamente que el ingrediente más importante de su repertorio de prestidigitación es la distracción. Un mago distrae la atención de su público de lo que realmente está haciendo y la dirige hacia otra cosa que parece esencial, pero que, por supuesto, no lo es.
Esto es justo lo que hacemos en nuestra vida diaria: desviar toda nuestra atención hacia el mundo físico. Estos «engaños» sensoriales han provocado que pasemos por alto el hecho de que aquello que es invisible, aquello que no podemos ver con los ojos es, de hecho, más importante para la vida que lo que sí vemos.
La física cuántica nos dice que la esfera de la energía invisible —que generalmente se conoce como el campo, o el CP como yo lo llamo— es la principal fuerza que gobierna el mundo material. Es el plano que forma la realidad. En efecto, ahora sabemos que el univer­so no está hecho más que de ondas y partículas de energía que se conforman según nuestras expectativas, juicios y creencias.
Las energías sutiles, los pensamientos, las emociones y la con­ciencia representan los papeles principales en nuestras experiencias de vida, pero debido a que son invisibles, no hemos intentado com­prenderlas o utilizarlas a nuestro favor. Para cambiar el mundo sim­plemente se necesita cambiar estas expectativas y creencias. Así de fácil. Para lograr que una cosa se materialice en el mundo físico se requiere centrar la atención no solo en aquello que vemos, sino tam­bién en lo que queremos ver.

Buenas vibraciones

Estamos en presencia de El Niño de la conciencia humana. DinNNE CoLLiNs, autora de Do you Quantum Think?
Seguro que estás pensando: ¿Cómo es posible que algo tan sim­ple como el pensamiento influya sobre el mundo? Permíteme recor­darte que hace cien años nadie se hubiera creído que fuera posible que las canciones de los concursantes de Operación Triunfo pudie­ran atravesar ladrillos, vidrio, madera y acero para viajar de una to­rre de transmisión a tu aparato de televisión. Nadie hubiera creído posible que un teléfono móvil, que no es más grande que un mazo de cartas, pudiera permitirte hablar con tu hermana a 3.000 kilómetros de distancia.
Tus pensamientos, como los 289 canales de televisión y como tu voz en un móvil, son ondas vibratorias. Cuando escuchas a Emi­nem rapeando sobre su hija Hailie, tu tímpano capta la vibración de las ondas sonoras. Cuando ves el bastón de Brad Pitt o el guante de cuero de Madonna (accesorios que llevaban en la celebración de los Globos de Oro en 2012), estás captando ondas vibratorias lumí­nicas.
Y eso es lo que son tus pensamientos: ondas vibratorias de energía que interactúan e influyen en el CP. Cada pensamiento que tie­nes, hayas tenido o llegues a tener, crea una vibración que llega al CP y se extiende hasta el futuro infinito. Estas vibraciones se en­cuentran con otras vibraciones y se entrecruzan en un increíble la­berinto de energía. Si se reúne suficiente energía, se aglomerará en materia. Recuerda lo que dijo Einstein: la materia está formada de energía.
El campo de potencialidad simplemente responde a la energía que tú envías. Y tus vibraciones de pensamiento atraen otras vibra­ciones que se les asemejan. Aquí va otro ejemplo: hace pocos años necesitaba un pasapurés. No se lo mencioné a nadie. Tan solo me propuse recordarlo: La próxima vez que vaya al supermercado, tengo que comprar un pasapurés. Esa misma noche, mi amiga Wendy, que había estado limpiando los cajones de su cocina, pasó por mi casa con un par de utensilios que ya no necesitaba e incluían un pasapurés. En otra ocasión decidí que mi vida necesitaba más risas, y después de un par de semanas empecé a salir con Todd, un simpático compañero de trabajo que a la larga se convertiría en actor cómico.
Las coincidencias que suceden en nuestras vidas son solamente energía y el producto del CP. La mayor parte del tiempo empleamos la energía de modo inadvertido y somos totalmente inconscientes del hecho de que aquello que pensamos, decimos y hacemos influye en la realidad. En consecuencia, activamos este poder ilimitado para que funcione siguiendo un programa automático que no utiliza la imaginación ni las posibilidades.
La gente piensa que Jesús es lo máximo de lo máximo porque tenía una extraordinaria capacidad para manipular la energía y la materia. Pero, como él mismo señaló de modo conmovedor (aunque estas no son sus palabras exactas): Tú también puedes.
Soy madre soltera, aunque no cumplo exactamente con ese «este­reotipo». Al igual que cuando se es negro o judío, ser madre soltera trae a la mente ciertas ideas preconcebidas. La gente supone de forma automática que soy pobre y quizá dependa de la ayuda económi­ca del Gobierno.
Aunque ciertamente ese es uno de los canales disponibles, yo prefiero ver otro canal. Prefiero enfocarme en una realidad dife­rente.
Esto es lo que dice mi sitio web: «Pam Grout ha viajado por todo el mundo, es una madre amorosa, exitosa autora, millonaria y testi­monio inspirador para todos los que la conocen». Empecé a enfo­carme en esas cosas hace veinte años, antes de tener un hijo, antes de viajar por todo el mundo o convertirme en escritora y, lo que es más, cuando ni siquiera sentía mucho agrado por mí misma. Como es obvio, enfocarme en las cosas que quería funcionó, porque ahora puedo decir con orgullo que todas esas cosas, excepto una, son cier­tas. Dejaré que adivines cuál falta todavía por manifestarse. Hasta la fecha he escrito dieciséis libros, dos guiones para cine, una teleno­vela y suficientes artículos para revistas como para no morirme de hambre en los últimos veinte años, a pesar de no tener un trabajo fijo. Tengo un blog sobre viajes que me ha llevado a viajar por todo el mundo. He escrito sobre todos los temas, desde el salto con bungee en Nueva Zelanda hasta la compra de tapetes en Marruecos, pasando por la cosecha de café en Nicaragua.
Todavía me falta saltar desde un avión, pero tengo que guardarme algo para mi nonagésimo cumpleaños.

El primer paso para la iluminación espiritual:
Deja de lado tu poderoso apego a la realidad convencional.

Todos somos cautivos de una historia. DANiEL QuiNN, autor de Ishmael

La realidad no es lo que nos han contado.
De hecho, no es exagerado decir que todo lo que creías real no lo es. Desde hace cien años, los físicos no han sabido qué interpreta­ción darle al hecho de que la perspectiva newtoniana clásica del mundo no tiene absolutamente nada que ver con la manera en que funcionan las cosas en un sentido esencial. El ámbito subatómico desafía de tal manera toda razón y lógica que la mayoría de los cien­tíficos, que temen poner en riesgo su renombre académico, han ig­norado en mayor o menor grado el hecho de que la vida no se parece en nada a lo que suponemos que es.
Realmente es tan extraña —partículas que saltan de la nada, tiem­po que se vuelve más lento o se acelera, partículas que reaccionan y se comunican entre sí, a pesar de estar a cientos de kilómetros de distancia unas de otras— que lo único que los científicos han hecho hasta la fecha con esta información es desarrollar tecnologías que nos permitan volar en pedazos, enviarnos mensajes de texto por mó­vil y calentar en el microondas nuestras cenas congeladas.
Incluso las dos bases principales de la realidad física —tiempo y espacio— no son lo que parecen. Los dos pilares físicos no son más que ilusiones ópticas sumamente convincentes. Físicos como Ber­nard d’Espagnat, reciente ganador de los 1,4 millones de dólares del Premio Templeton, nos dicen que ha llegado el momento de cambiar nuestra vieja formulación de las leyes de la física por una perspecti­va radicalmente diferente y más precisa de la realidad; a saber, que la conciencia misma es la que crea el mundo físico.
Aunque todos los físicos del planeta conocen este extraño uni­verso donde la materia salta de pronto a la existencia a partir de la nada, y donde los electrones pueden trasladarse de una órbita a otra sin viajar por el espacio que las separa, la mayoría ha elegido igno­rarlo, encogerse de hombros y decir con la misma displicencia de cualquier niño: «¡Lo que tú digas!».
No quiere decir que estén en total negación. Como he menciona­do, han utilizado la nueva física para desarrollar láseres, transistores,
superconductores y bombas atómicas. Pero ni siquiera pueden em­pezar a explicar cómo funciona este mundo cuántico. Como señaló el físico James Trefil: «Nos hemos topado con un área del universo que nuestros cerebros no están preparados para entender».
Unos cuantos físicos valientes están empezando a reconocer que es posible que sus preciosas suposiciones sean incorrectas. Están admitiendo que los dogmas fundamentales de la realidad material sencillamente no tienen sustento. Algunos incluso han tenido el va­lor suficiente como para admitir que la conciencia misma crea el mundo físico. (Como el doctor Fred Alan Wolf, un físico al que se conoce popularmente como el doctor Quantum, que dijo: «Todo esto se reduce a lo siguiente: el universo no existe sin alguien que perciba ese universo».)
Lo único que me queda por decir es que ya era hora.
Un curso de milagros, un programa de estudio personal sobre la psicología espiritual que he practicado y enseñado durante veinticin­co años, siempre ha defendido la idea de que la conciencia crea el mundo material. Dice que los seres humanos decidimos de antema­no cómo experimentaremos la vida, elegimos por anticipado lo que queremos ver.
El problema es que todos vemos el mundo con una actitud de resentimiento. Lo único que necesitamos para cambiar el curso de nuestra desdichada vida es superar nuestro continuo rencor con­tra el mundo, para ver y esperar de manera activa una realidad dife­rente. En la actualidad dedicamos todo nuestro tiempo y atención (nuestra conciencia, por decirlo de algún modo) a las cosas que no queremos.
Pero eso no es más que un mal hábito. Y como cualquier mal há­bito, se puede cambiar con esfuerzo consciente y deliberado.

Es lo que no es

El concepto del mundo que tiene el hombre y que se basa en la ex­periencia de los cinco sentidos ya no es adecuado y, en muchos ca­sos, tampoco es válido.

SHAFICA KARAGULLA, psiquiatra de origen turco

En este momento, el planeta que conocemos como nuestro hogar gira a una velocidad aproximada de 1.500 kilómetros por hora. Or­bita alrededor del Sol a la asombrosa velocidad de 107.000 kilóme­tros por hora. Pero a menos que te hayas tomado un par de jarras de cerveza, es probable que no te des cuenta de ese movimiento. Este es solo un pequeño ejemplo de cómo distorsionamos la realidad.
Resulta que casi todos los conceptos y juicios que damos por sentados son distorsiones. Desde muy temprana edad —digamos, alrededor del nacimiento— nuestras mentes establecen un patrón de percepción y luego proceden a filtrar todo lo demás. En otras pala­bras, solamente experimentamos las cosas que cuadran con nuestra muy limitada percepción.
Una chica de Filipinas me contó que después de haber llegado a Estados Unidos, pasaron semanas, si no meses, antes de que se per­catara de que algunas personas eran pelirrojas, incluyendo aquellas a las que conocía y con quienes se relacionaba de manera habitual. El pelo rojo era incoherente con lo que ella estaba condicionada para ver y esperar. Así que durante meses fue subjetivamente ciega al cabello rojo, viéndolo como el pelo castaño común en su cultura.
Ahora los científicos saben que el cerebro recibe 400.000 millo­nes de bits de información cada segundo. Para darte una idea de cuánta información representa eso, considera lo siguiente: se reque­rirían cerca de 600.000 libros de tamaño medio solo para impri­mir 400.000 millones de ceros. No hace falta decirlo, eso es un mon­tón de realidad. ¿Entonces, qué hacemos? Empezamos a seleccionar.
Empezamos a reducirla. Tomaré ese bit de información y ya vere­mos; este encaja muy bien con mi telenovela actual acerca del sexo opuesto. Al final nos quedamos con dos mil míseros bits de informa­ción. Acepta el aplauso del público, porque eso es bastante impresio­nante. Estamos hablando de dos mil bits de información cada segun­do. Pero hay un problema. Lo que elegimos es solo la mitad de una millonésima de uno por ciento de todo lo que está ahí afuera.
Supongamos que cada punto escrito con la punta de una pluma es un bit de información. He estado practicando y lo más que puedo escribir razonablemente bien en un segundo son cinco puntos. Pero seamos generosos y supongamos que tú eres más rápido escribiendo puntos; supongamos que puedes hacer diez puntos por segundo. De nuevo, estamos suponiendo que cada punto es un bit de información. Para hacer tantos puntos como tu cerebro procesa en un segundo se requieren cerca de tres minutos y medio a tu velocidad sumamente superior de diez puntos por segundo. Pero si tu cerebro estuviera procesando toda la información disponible (400.000 millones de puntos), ¡se necesitarían ochocientos veintiún años!
Nuestro cerebro tamiza las posibilidades y elige los bits de infor­mación que «ve» y cree. Por pura pereza, las cosas que elegimos percibir —y no te equivoques... es una elección— son las cosas que ya sabemos. Son cosas que decidimos en nuestro pasado remoto. No vemos, sentimos, probamos, tocamos ni olemos el mundo real, sino una versión drásticamente condensada del mundo, una versión que, de manera literal, inventa nuestro cerebro. El resto pasa a gran velo­cidad sin que lo reconozcamos. John Maunsell, un neurocientífico de la Universidad de Harvard, dice que: «La gente imagina que está viendo lo que existe en la realidad, pero no es así».
Una vez que tu cerebro decide qué bits de información admite, crea puentes entre diversas neuronas que entrelazan las fibras ner­viosas para crear vías neuronales. El ser humano promedio tiene 100.000 millones de neuronas, cada una con innumerables exten­siones, así que en cada cerebro se construyen diferentes vías. Los mapas de las vías neuronales en tu cerebro y, digamos, el cerebro de Johnny Depp, son tan diferentes como los mapas de Australia y Japón.
Una vez que estableces tus vías neuronales, dejas de viajar por el resto del país. La interestatal 70 en mi estado natal de Kansas repre­senta una perfecta metáfora. Aunque no lo creas, Kansas —el estado que El Mago de Oz presentó en blanco y negro— contiene en reali­dad gran cantidad de hitos geológicos. Por ejemplo, en el extremo noroeste existe un Gran Cañón en miniatura, así como una gigantes­ca formación de piedra caliza que mide el equivalente a siete pisos y se llama Castle Rock, cerca del pueblo de Quinter. Pero dado que la gente que cruza Kansas rara vez deja la interestatal 70, nadie tiene ni la menor idea de que existen esas formaciones geológicas. Literal­mente han pasado de largo por todas las cosas bellas y que merecen la pena, y han llegado a la conclusión errónea de que Kansas es un lugar plano y aburrido. Pero esa no es la realidad.
Como aquellos ingenieros que trazaron la interestatal 70 sobre la ruta más llana, simple y fácil, nosotros hemos formado nuestras vías neuronales siguiendo las rutas menos complicadas, aquellas por las que hemos viajado antes en muchas ocasiones. Pero esto no nos muestra la realidad. No estamos ni cerca de ella. Ni siquiera empe­zamos a ver todo lo que hay: solo tres minutos y medio, en compara­ción con ochocientos veintiún años.
Las carreteras y las vías de nuestro cerebro se establecen a una edad bastante temprana. Al nacer existen todas las posibilidades. Por ejemplo, veamos el lenguaje. Dentro de cada recién nacido está la capacidad para pronunciar todos los sonidos en todos los idiomas. Tiene el potencial de arrastrar la R del idioma español. También pue­de pronunciar los fonemas guturales del alemán.
Pero desde los primeros días, nuestros cerebros establecen las vías neuronales que encajan con los sonidos que oímos todos los días, descartando los sonidos propios de otros idiomas.
Con la posible excepción de Elmer Gruñón, casi todos los hablantes del español pueden pronunciar la siguiente frase: «R con R ciga­rro, R con R barril, rápido corren los carros cargados de azúcar del ferrocarril». Pero cuando la gente que viene de China intenta apren­der el español, ya no cuenta con las vías neuronales adecuadas para pronunciar las erres y esa es la razón por la cual «arroz rojo» se con­vierte en «aloz lojo». Así que, para que nadie piense que estoy siendo etnocentrista, es probable que deba añadir que he intentado pronun­ciar fonemas guturales propios de la lengua alemana y mis vías neu­ronales para el alemán han pasado las de Caín.
Quizás el mejor ejemplo de cómo tu mente crea su propio juego de realidad virtual es cualquier sueño que hayas tenido. Cuando aquella periodista se apareció en tu puerta anoche y te hizo todas esas preguntas embarazosas, parecía algo bastante real. Pero cuando sonó el despertador, la periodista y su entrevista virtual desaparecie­ron como una frágil pompa de jabón.
Nuestras vías neuronales transmiten refritos de lo que ha ocurrido antes. Como la niña de tres años que insiste en ver La sirenita una y otra vez, nos aferramos tenazmente a nuestras ilusiones distorsiona­das. ¡Quita tus sucias manos de mi ilusión! Aunque nos haga sentir desgraciados, preferimos poner nuestra fe en el desastre que hemos creado.

Hacemos que las cosas adquieran forma
a través de nuestra observación

No se necesita un ápice de fe. Lo que se requiere es imaginación. [...] Si está claro en tus pensamientos, en este mismo momento se abalanza sobre ti como un tráiler.

RiCHARD BACH, autor de Ilusiones y de otras novelas metafísicas

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