Shantala - Arte Tradicional De Masaje Para Bebes

Referencia: 9788496865372
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El masaje de bebés es un arte tan antiguo como profundo. Simple pero difícil dificil porque es simple. Como todo lo que es profundo. En todo arte hay una técnica. Que es necesario aprender y dominar. El arte en sí mismo no aparecerá, sino después. De hecho, existía todo el tiempo. Justamente porq...
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El masaje de bebés es un arte tan antiguo como profundo. Simple pero difícil
dificil porque es simple.
Como todo lo que es profundo.
En todo arte hay una técnica. Que es necesario aprender y dominar.
El arte en sí mismo no aparecerá, sino después.
De hecho, existía todo el tiempo. Justamente porque está más allá de la duración.
Pero, por el momento,
cesemos de preocuparnos por él. Y dediquémonos a la técnica. Que es de una gran precisión.

Si los bebés aúllan cada vez que se despiertan, no es porque el hambre los atenace.
No están muriendo de inanición.
Están aterrados por la novedad de la sensación. Por ese "algo dentro" que toma proporciones inmensas justamente porque, afuera, el mundo ha muerto.
Hay que alimentar a los bebés.
Sin ninguna duda.
Alimentar su piel tanto como su vientre.
Y después, en ese océano de lo nuevo, de lo desconocido, hay que devolverles las sensaciones del pasado. Que son las únicas, por el momento, capaces de aportar un sentimiento de paz, de seguridad.
Esa piel, esa espalda, no han olvidado.
He narrado cómo las primeras contracciones en el seno materno habían aterrorizado al niño.
Dije cómo, pasada la sorpresa, el pequeño ser había comenzado a gustar de esa fuerza, había comenzado a anhelar esa fuerza que se adueñaba de él, que lo aplastaba, Y que después lo dejaba estupefacto y saciado.
Y dije cómo, semana tras semana, el abrazo se había hecho más apasionado, más poderoso.
Para, finalmente, culminar en el delirio, en la embriaguez del parto, del pujo.
Sería un grave error imaginar que el nacimiento es necesariamente doloroso para el niño.
El dolor no es ninguna fatalidad
en esto, no más que en el parto.
Así como "dar a luz" puede ser para la mujer, si se libera del temor, una experiencia embriagadora a la que nada puede compararse,
el nacimiento puede ser, para el bebé, la más extraordinaria, la más fuerte, la más profunda de las aventuras.
Así, su grito no es más que una protesta apasionada contra el he-cho de que un placer tan intenso acabe de cesar, bruscamente.
Dije que justamente en el nacimiento es necesario tocar al niño, masajearlo.
Así, al prolongar la sensación poderosa, lenta, rítmica, al hacerla morir lentamente,
se evita la ruptura brutal, causa de sufrimiento y de rechazo.
Así al niño le parece que la contracción lo acompaña hasta el final, para no abandonarlo sino cuando esté bien establecido en esa nueva y mareante libertad.
Lo que se hace en el nacimiento hay que repetirlo cada día, duran-te semanas, durante meses.
Porque por largo tiempo todavía el bebé, cada vez que se despierte, experimentará el choque de volver a encontrar el mundo al revés: las sensaciones fuertes "en" su vientre, su estómago,
y "afuera", ¡nada!
Es esencial restablecer el equilibrio.
Y alimentar el "afuera" con tanto celo como el "adentro".
Para ayudar a los bebés a atravesar el desierto de los primeros meses de la vida,
para que no experimenten más la angustia de sentirse aislados, perdidos,
es necesario hablar a su espalda,
es necesario hablar a su piel,
que tienen sed y hambre
igual que se vientre.
Los bebés tienen necesidad de leche, sí.
Y de recibir caricias.
Pero más todavía de ser amados.
Oler...
Oler por medio de la nariz es percibir el mundo más allá de lo que puede extenderse la mano.
Escuchar es explorar todavía más lejos.
Y ver, ¡ah!, ver... es, con los ojos, acariciar el universo a miles de leguas a la redonda.
Cada sentido nos dice el mundo. Su mundo. Y la mezcla se hace. Cada sentido extiende las fronteras un poco más lejos, haciendo al universo más vasto, más variado y más rico.
Pero tocar: todo comenzó —muy simplemente— por esto. El lenguaje, que sabe tantas cosas, lo recuerda:
"Me tocó en lo más hondo..."
"Realmente, amigo mío, su atención ha tocado un punto muy sensible en mí, muy sensible..."
En los bebés, la piel ante todo.
Es el sentido primero.
Es ella la que sabe.
En los niños muy pequeños, ¡qué fácilmente se inflama! Enrojecimientos, eritemas, pústulas...
¿Microbios? ¿Infección?
No, no.
Mal tocados.
Mal cargados. Malos cargadores.
Mal llevados. Mal amados.
Ah, sí, hay que cuidar de esa piel, alimentarla.
Con amor. No con cremas.
Ser cargados, acunados, acariciados, tocados, masajeador; cada una de estas cosas es alimento para los niños pequeños,
tan indispensable, si no más, que vitaminas, sales minerales y proteínas.
Si se lo priva de todo eso
y del olor, del calor
y de la voz
que tan bien conoce,
el niño, aunque esté harto de leche, se dejará morir
de hambre.

Lu
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