Respirar Con Arboles

Referencia: 9788479533281
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EL PODER DE LA RESPIRACIÓN Y LA CONEXIÓN CON LA NATURALEZA Las emociones tienen lugar en el cuerpo. Son procesos químicos y energéticos que ofrecen información sobre nuestros deseos, necesidades y grado de satisfacci&
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EL PODER DE LA RESPIRACIÓN Y LA CONEXIÓN CON LA NATURALEZA

Las emociones tienen lugar en el cuerpo. Son procesos químicos y energéticos que ofrecen información sobre nuestros deseos, necesidades y grado de satisfacción.
Utilizando la analogía del árbol, cuya forma viene definida por las energías internas y externas que actúan en él, Brigitte Hansmann pone a disposición del lector veinticinco años de actividad profesional para ofrecerle una introducción accesible y muy completa a la técnica de los patrones somáticos,  un proceso que consiste en el reconocimiento de ciertos patrones del cuerpo para disolver nudos emocionales.
La clave está en la respiración. A través de la inspiración obtenemos acceso a las improntas que han dejado en nuestro cuerpo emociones negativas del pasado.  A través de la espiración, ofrecemos a esas zonas densas un apoyo y un centro de gravedad desde el cual empezar a liberarse.
Una guía práctica, accesible y rigurosa para descifrar los mensajes que nuestro cuerpo nos envía y entrar en contacto con la esencia de nuestro ser.

Nuestro cuerpo recuerda sensaciones de épocas en las que aún no teníamos palabras para describirlas, a veces de antes del nacimiento. Nuestras ideas inconscientes acerca de nosotros mismos y del lugar que ocupamos en el mundo surgen de un flujo de sensaciones corporales que mantienen nuestra experiencia actual constreñida conforme a las condiciones en las que se inició nuestro paso por la Tierra. Si queremos transformar esa impronta temprana y seguir avanzando, debemos recuperar el contacto con las zonas del cuerpo más tensas e inmóviles que nos impiden participar del movimiento de la vida. Igual que un árbol, el cuerpo es un proceso rítmico de partes interrelacionadas.
A través de la respiración obtenemos acceso a las huellas que han dejado en nuestro cuerpo emociones no resueltas del pasado. Mediante la espiración, ofrecemos a esas zonas densas un apoyo y un centro de gravedad desde el cual empezar a liberarse. La inspiración aporta energía y expansión.
Avalada por veinticinco años de práctica profesional, Brigitte Hansmann nos enseña a descifrar esos mensajes que nuestro cuerpo nos envía para desentrañar el misterio de nuestro ser y adquirir, de una vez por todas, verdadera inteligencia emocional.

Brigitte Hansmann Alemana afincada en Cataluña, Brigitte Hansmann es educadora e instructora de movimiento en DFA (Duggan / French Approach), dirigido al reconocimiento de patrones somáticos. Trabaja con la técnica DFA desde el año 1988. Es autora de varios libros y colaboradora habitual de la revista CuerpoMente.

Prólogo

Estaba atardeciendo cuando el señor Dietl, el guardabosque, abrió la verja al misterio. Mi padre esperaba en el asiento del conductor de su Opel gris a que el ingeniero forestal de la comarca volviera a sentarse a su lado. En el asiento de atrás, a mis cinco años, me esforzaba en mostrarme merecedora del inmenso honor que sentía por que mi padre y su amigo me llevaran a este incomprensible lugar.
Habíamos venido por una pequeña carretera que partía de la B5. En lugar de las hayas y los robles bañados por la luz del atardecer que flanqueaban la carretera federal, la pista asfaltada por la que habíamos llegado hasta la verja se hallaba a la sombra de oscuros pinos nórdicos. Después de recoger al señor Dietl en su casa, habíamos subido el monte aluvial desde el río Elbe por una pequeña carretera a través de un bosque de hayas cuya belleza siempre me cautiva, cualquiera que sea la estación del año. Mi padre solía referirse a ella como la pequeña Turingia. Es uno de esos lugares que refrescan el alma. Cuatro kilómetros más allá, por la B5, había otra carretera que conducía al Elbe a través de campos de cultivo. Pasaba junto a un idílico estanque y se adentraba en el barrio donde vivía el señor Dietl. La pista se encontraba en medio, entre ambas carreteras. Nunca, a mi corta edad, hubiera imaginado que, cerca de lugares tan bellos e idílicos y a tan poca distancia de donde vivíamos, pudiera haber un sitio tan tenebroso como el que se encontraba tras aquella verja.
La verja formaba parte de una inmensa valla que antes de aquel día nunca había visto. Se hallaba a ambos lados de la pista y llegaba hasta la B5, donde se extendía hacia ambos lados, cercando el terreno en que, en 1867, Alfred Nobel inició la fabricación de dinamita. Después de muchos ensayos en su taller flotante sobre el río, final-mente había descubierto que la tierra silícea, que en aquella región se encontraba en abundancia y que constituye un material muy absorbente, le permitía estabilizar la nitroglicerina que venía fabrican-do y que por su inestabilidad y volatilidad había costado la vida a muchas personas en todo el mundo, incluida la de su hermano menor. La tierra silícea es un residuo fósil de unas algas que, desde la era de los dinosaurios y hasta el día de hoy, contribuyen en gran medida a la producción de oxígeno y, por tanto, de la atmósfera que permitió que la vida evolucionara a las formas complejas y diversificadas del mundo actual.
Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial los aliados bombardearon la fábrica y, después de desmantelar todos los enseres que aún podían tener alguna utilidad, las ruinas fueron abandonadas. Habían pasado quince años desde el fin de la guerra. Yo aún no sabía leer pero, mientras esperábamos al señor Dietl, mi padre me explicó que los rótulos que había en la valla advertían al transeúnte de que el paso quedaba terminantemente prohibido y de que aquél que no hiciera caso corría el riesgo de perder la vida. Me quedé muy impresionada. Mi padre me advirtió de que, bajo ningún pretexto, debía bajar del coche una vez que hubiésemos cruzado la verja, y que el hecho de que el señor Dietl, autorizado a moverse por aquel lugar, nos hubiera pedido acompañarle era una oportunidad muy especial.
No sabía aún qué era la muerte pero reconocí que los restos de edificios y búnkeres que encontrábamos estaban de alguna manera relacionados con otros búnkeres destrozados que había visto en los otros bosques que rodeaban mi ciudad. No sabía nada de la guerra ni entendía para qué habían servido estas edificaciones ni por quéestaban destrozadas, pero no me gustaba nada la sensación que producían. No obstante, había tantas cosas por ver y conocer, tantos diferentes tipos de árboles, arbustos, setas, flores y hierbas, tantos animales y pájaros, que no solía entretenerme en esa desagradable sensación. Tampoco lo hice aquel día.
Después de pasar junto a lo que debía de haber sido el edificio principal de la fábrica, la pista dio un giro y salimos, de la sombra de los oscuros pinos, a la luz más cálida filtrada por las hayas y otros caducifolios que allí medraban. El sol ya casi se estaba poniendo pero, como es propio del verano en el norte de Alemania, la noche tardaba mucho en llegar. De repente, a nuestra derecha salió un cierva de la espesura vegetal, y otro y otro y muchos más. Mi padre de-tuvo el coche y apagó el motor. Nos quedamos en silencio observando a esos majestuosos animales desfilando despacio a nuestra derecha hasta que parecían ocupar todo nuestro campo de visión. 1 labia visto corzos antes y una vez, en un zoo, había visto unos ciervos, pero los que vimos aquel día estaban muy cerca y parecían tan interesados en nosotros como nosotros en ellos. Se quedaron para-dos y nos miramos mutuamente durante una eternidad. Cuando finalmente empezaron a marcharse y también nosotros volvimos a casa, se había hecho de noche. Nadie habló en el camino de vuelta salvo un «muchas gracias» y un «buenas noches» al dejar al señor Dietl en su casa. Nunca hablamos de lo que habíamos visto aquel atardecer; yo, desde luego, no habría sabido qué decir. Pero la experiencia dejó una profunda huella en mí y la mirada de esos ciervos inc ha acompañado en todas las decisiones importantes de mi vida.
Cuando me preparaba para escribir mi primer libro, Con los pies en el suelo: forma del cuerpo y visión del mundo*, sobre el Duggan
French Approach para el Reconocimiento de Patrones Somáticos, publicado en la editorial Icaria, el recuerdo de aquella experiencia se presentó a raíz de un ejercicio de relato breve durante el taller de escritura creativa que cursaba en la Llibreria de Dones Próleg. Aquella noche le pedí a mi madre que le preguntara a mi padre, el cual se sentía demasiado enfermo como para atender personalmente el teléfono, si realmente hubo tantos ciervos allí como yo veía en mi cabeza. Mi madre me contó que él recordaba perfectamente la ocasión y me confirmó que aquella tarde habíamos visto muchos ciervos, más de los que tanto al señor Dietl como a él les había parecido posible. Al día siguiente insistió en ingresar en el hospital porque tenía grandes esperanzas de que allí le curaran. O al menos eso decía. A la noche siguiente murió. Pero no sin antes venir a despedirse de mí. Me desperté a eso de las tres de la madrugada y me encontré en una conversación con él. Yo interpreté que estaba ensayando para una conversación que íbamos a tener cuando fuera a verlo la próxima vez, un par de semanas después. Desde que había enfermado yo viajaba a Alemania cada tres semanas aproximadamente. Fue por la mañana, cuando el teléfono sonó antes de las siete, y me llamó la atención que en aquel «ensayo de conversación» hubiera recibido respuestas claras, contundentes e inesperadas, y que al final yo le había contestado: «De acuerdo. Si lo que quieres es irte, vete tranquilo. Yo ya me las apañaré». La llamada era de mi madre; me dijo que aquella no-che, a eso de las tres, mi padre había muerto.
Me había enseñado mucho sobre la naturaleza y había insistido una y otra vez en que, por más cultivada que pueda llegar a ser nuestra vida, nunca dejamos de formar parte de ella, y que es nuestra obligación cuidarla y protegerla. Casi diez años más tarde, durante un verano extremadamente caluroso, hubo varios incendios foresta-les que arrasaron grandes superficies en la península Ibérica y también en los Estados Unidos. Un día esplendoroso de agosto tuve que ir a Girona a ver a mi dentista para una intervención en una raíz queno podía esperar hasta el mes de septiembre, cuando él volviera a su consulta en Barcelona. Me extrañó la felicidad con la que emprendí el viaje aquel día, a pesar de la perspectiva de lo que me tenían que hacer, pero la verdad era que me sentía dichosa. La luz era resplandeciente y la naturaleza parecía hecha de gemas preciosas. Todas las canciones del hilo musical del tren eran agradables. Por lo demás había silencio, la gente era respetuosa. Al volver a casa supe que aquel día, mi maestra budista, Ji Kwang Dae Poep Sa Nim*, había recibido unas sariras** del cuerpo del Buda Shakyamuni, de la región del corazón nada menos, con la documentación de todo el linaje de maestros que las había guardado a lo largo de los siglos. Fue como si la alegría de aquel acontecimiento se hubiera extendido alrededor de toda la tierra. Lamentablemente, no todo el mundo participaba de ella.
Por la mañana, el tren se quedó parado unos minutos a causa de unas obras en la vía, de tal modo que yo me quedé justo al lado de unos viveros. Por la ventana veía grupos de distintos árboles, como niños sentados en una clase. De hecho, en alemán, los viveros se llaman «escuela de árboles». Miraba a estos arbolillos con cierta ternura en el corazón porque mi estudio, «ermie», también es una es-cuela donde la gente aprende a respirar y moverse con integridad y coherencia en las estructuras de su cuerpo y su psique. Reflexionaba sobre la interrelación entre nuestra respiración y la de los árboles, que se complementan a la perfección. Pensé que, en el terreno de
cuidar y proteger este intercambio, nos queda mucho por aprender. Allí nació el germen de la propuesta que aquí os quiero presentar.
La intervención en la raíz de mi muela transcurrió sin complicaciones. Pero en el tren de vuelta, cuando nos acercamos al lugar donde el tren de la mañana se había detenido, mi corazón dio un vuelco. En la distancia se veía la negra columna de humo de otro incendio forestal. La idea que había brotado por la mañana, de repente cobró urgencia. A mediados de septiembre ofrecí el primer taller de Respirar con árboles. Sabía que debía desarrollar el tema más a fondo, pero la experiencia prometía. Realicé distintos experimentos y, en cada ocasión, la gente se sorprendió de lo mucho que había aprendido sobre su persona, su vida y las posibilidades inherentes a ella. Esto sucedía cuando tomaban conciencia de la profunda interrelación que existe entre ellos y su entorno, al tomarse tiempo para permitir los movimientos de la respiración y reconocer el apoyo que pueden encontrar en el suelo gracias al campo gravitatorio de la Tierra. La primera persona que llamó después de las vacaciones de verano para pedir sesiones individuales de DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos, mi trabajo desde hacía más de diecisiete años en aquellos momentos, era un piloto de helicóptero que trabajaba en la campaña antiincendios; la segunda, fue un jo-ven que se estaba preparando para las oposiciones de bombero. Era como si los bosques me dijeran: «Puedes empezar tu proyecto cuidando de esta gente y asegurándote de que estén en forma para protegernos».
El próximo paso era escribir un pequeño libro. La parte práctica, basada en mi experiencia en el trabajo en sesiones individuales y en grupos con personas de toda índole con el DFA Reconocimiento de Patrones Somáticos, no suponía ningún problema. Pero para los fundamentos científicos no quería referirme simplemente a unos libros que había leído y repetir lo que éstos decían, sino que quería relacionarme con gente ducha en temas como, por ejemplo, la físicade sistemas dinámicos aplicada a la biología y la psicología, para estudiar esas cuestiones a fondo con ellos y elaborar mi propia forma de presentar el material con palabras simples. Encontré el Assisi Institute for the Study of Archetypal Patterns, fundado por Michael Conforti*, quien basa la teoría de campos arquetípicos desarrollada por él sobre los hallazgos de las nuevas ciencias. Desde hace más de veinte años reúne a su alrededor a un equipo multidisciplinario para estudiar la confluencia entre materia y psique. Al haber entregado mi trabajo sobre la teoría de campos arquetípicos y las nuevas ciencias, y contar con unos meses hasta empezar a redactar el próximo, me di cuenta de que había llegado el momento de acabar este libro sobre respirar con árboles, tal como me lo propuse hace unos años.
Quiero que sea ameno, claro y simple. Ojalá sirva para motivar-te a explorar las posibilidades inherentes al continuo intercambio entre lo más hondo de tu ser y el entorno en el que vives, que tiene lugar con cada respiración. Quiero describir cómo llegar a encontrar, apreciar y disfrutar las delicias que este intercambio nos brinda, cómo abastecerte de la energía y el soporte que ofrece y cómo aprender del dolor que no podemos evitar. Intentaré presentar la información científica de una forma comprensible y práctica para abrir espacios en los que puedas experimentar con tu propia experiencia y sacar las conclusiones que de ella derives. Voy a hacer pocas referencias a otros autores que han publicado hallazgos que respaldan mi propuesta e indicar sólo algunas de las fuentes de información, algo que en una publicación académica formal sería preciso hacer de for-
ma más exhaustiva. Aquí simplemente quiero exponer unas observaciones que he realizado en veintidós años de dedicación profesional al reconocimiento de patrones somáticos y a la respiración consciente, y compartir contigo, que lees este libro, lo que pienso al respecto.
Aunque pretenda escribir un libro fácil y agradable de leer, los temas que trata son complejos. Además, al prestar atención en tu propio cuerpo a los movimientos y lugares quietos que describo, entrarás en contacto con partes de tu vivencia que pueden ser densas. Es posible que te encuentres con sensaciones que, al menos de entrada, no sean agradables. Voy a darte información que puede ayudarte a transitar por esos lugares desconocidos en tu propio ser y orientarte para que puedas dar salida a lo que espera poder desplegarse y ser expresado, y soltar lo que ya no te sirve. No obstante, tu organismo no va a renunciar fácilmente a las tensiones que conforman tus patrones habituales, aunque limitan la libertad de tus movimientos, porque las considera imprescindibles para sobrevivir. Tú eres la prueba viviente. A fin de cuentas, aquí estás, con vida. De lo que hay más allá de esas tensiones sólo queda una vaga sensación de que es amenazante, doloroso, indeseable. Tu organismo no sabe que el tiempo ha pasado y que ahora dispones de recursos con los que ni siquiera podías soñar cuando empezaste a tensarte en la forma que luego se volvió habitual. Por tanto, puede que no sea fácil poner en práctica lo que propongo. En todo caso, hace falta paciencia, constancia y tolerancia hacia el malestar. Pero es importante no forzarse y, según el caso, puede ser preciso recurrir a una ayuda profesional. Ten presente que al tomar contacto con los procesos que tienen lugar en el interior de tu cuerpo, probablemente desafíes a la forma habitual en la que has organizado tu experiencia en la vida. Aunque descubras cosas de ti que no sabías y nuevas formas de cómo relacionarte con lo que hay más allá de ti en el mundo, de entrada puede ocurrir que te desestabilices y pierdas la orientación. A lo largo dellibro daré referentes que te permitan orientarte de nuevo, momento a momento, más allá de los referentes habituales de tu vida. Sin embargo, a veces es imprescindible una persona de carne y hueso para volver a orientarte, para ayudarte a completar pasos del proceso de desarrollo que se quedaron truncados en el pasado o para resolver las huellas que determinadas experiencias traumáticas pueden haber dejado en el cuerpo y la psique.
Para abordar la experiencia sensorial de ser parte de la naturaleza, en el primer capítulo nos familiarizamos con los movimientos de la respiración y algunas características de nuestro desarrollo que in-fluyen en ellos. Aprenderemos a distinguir lo que se mueve y lo que no se mueve en el interior del cuerpo, y a encontrar maneras para que aquello que se quedó inmovilizado pueda volver a participar en los movimientos de la vida. Veremos que para ello es útil percibir el contacto entre nuestro cuerpo y su entorno, tanto las superficies materiales que tocamos con el cuerpo como los espacios aparente-mente vacíos a su alrededor. Intentaremos entender por qué es tan difícil permanecer con la atención enfocada en la respiración y cómo podemos manejarnos con las dificultades que podemos encontrar al llevar a cabo las prácticas descritas.
El segundo capítulo nos lleva de paseo al bosque. Exploramos diferentes formas de estar de pie y caminar e investigamos cómo influyen en nuestra relación con el entorno y con nosotros mismos y en nuestra percepción de todo ello. Descubrimos que somos libres de colocarnos de un modo u otro con respecto a los sucesos, objetos y seres vivos en nuestro entorno y de elegir también cómo queremos relacionarnos con los procesos que tienen lugar en nuestro interior.
En el tercer capítulo intentamos comprender el lenguaje de las sensaciones mediante las cuales cuerpo y psique nos guían hacia una vida satisfactoria. Mostraré procederes y actitudes útiles para descifrar los mensajes que las sensaciones nos comunican y adoptar medidas oportunas para ocuparnos de los asuntos comunicados, en vez
de dejarnos arrastrar o quedarnos inundados por emociones que surgen de nuestras reacciones habituales a esas sensaciones. De nuevo, tomar nota de la relación con nuestro entorno y ajustarla y optimizarla es un factor clave para esa libertad.
El cuarto capítulo supone una introducción a un aspecto del en-torno que a simple vista es invisible, pero que cuando se conoce su acción, queda patente su ineludible poder. La física reconoce cuatro campos de fuerza: gravitatorio, electromagnético, nuclear fuerte y nuclear débil, que afectan a la trayectoria de cuerpos físicos y modifican su movimiento a través del espacio. Por analogía, Michael Conforti propone la existencia de lo que llama campos arquetípicos, que persisten en el tiempo y causan desviaciones en las trayectorias de vida, marcando conductas en situaciones personales*. Durante años, el concepto de arquetipo solía producirme incomodidad, sobre todo porque consideraba que, más allá de un interés intelectual para personas eruditas, carecía de aplicación práctica. Al cabo de casi veinte años de experiencia con la integración de las estructuras humanas en el campo gravitatorio de la Tierra, llegué a comprender que los arquetipos son análogos a campos de información, que in-fluyen en la experiencia humana de un modo similar al modo en que la gravedad influye en la forma del cuerpo y de los procesos que tienen lugar en él, o cómo un campo magnético influye en los materia-les ferromagnéticos, como el hierro, que entran en sus confines. En este capítulo intento ilustrar cómo esos campos afectan a nuestravida, de manera que podamos encontrar en cada momento la forma de relacionarnos con ellos que mejor nos sirva para tener una vida feliz.
A lo largo de todo el libro, sigo un desarrollo lineal que empieza en la experiencia íntima y nos pone en relación con el universo en toda su extensión, desde lo microscópico hasta lo macroscópico. A la vez también me muevo en círculos alrededor del mismo tema para tratarlo desde diferentes ángulos y perspectivas. El epílogo da un giro al misterio abierto por el ingeniero forestal Dietl y 10 lleva un paso más allá: cincuenta años más tarde, otro ingeniero forestal abre un camino. Esta vez estoy sentada delante, a su lado. El misterio tiene un alcance que por ahora no puedo llegar ni a imaginar, pero espero y deseo que pase por tu corazón.

Índice

Prólogo     9
Agradecimientos     21

Respirar     25
Somos parte de la naturaleza     25
Los movimientos de la respiración     32
Practicar y practicar     36
Exploración en la horizontal     41
Diafragma, costillas y movimientos de respuesta     42

Un paseo por el bosque     47
Formas sólidas y patrones de movimiento     50
Encontrar la mejor relación posible en este momento
entre el cuerpo y el campo gravitatorio de la Tierra     55
Exploraciones     60
Presente recordado     62

El lenguaje de las sensaciones     69
La comprensión de una persona adulta     72
Paciencia y tolerancia     86
Una relación y un trato amable     87
Nombrar y comprobar     90
Atender las prioridades de una vida de adulto     93
Reconocer y agradecer lo agradable     94
Poner remedio a lo que falta     95
Puntos de referencia     99

Campos de fuerza     107
El alineamiento del cuerpo en el campo gravitatorio     107
Constantes de la naturaleza     115
Las dinámicas arquetípicas de la vida     119
Madre y padre de la vida     123
Inconsciente, conciencia analógica y conciencia analítica     129
El abrazo amoroso y su fruto     135
Campos in-formativos     149
Interacciones     158
Reconocer el reflejo     164
Reflejos en el agua     170
Jacinto     173
Un proceso que acelera, frena o inhibe reacciones     180
Rosa     183
Berta     190
El eje de giro preferido     193

Epilogo     199
Enlaces     217
Bibliografía     221

 

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