Alquimia y espagiria. Por Joseph Cannillo. Sincronía Editorial

Alquimia y espagiria

Referencia: 9788494545290
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La plenitud del ser

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Este libro es un viaje para ver adelante y llenar todos los espacios que nos separan de lo que no está definido con el fin de ir hacia lo que es infinito. En esta obra hay información valiosa, a menudo inédita, sobre las antiguas ciencias de la Alquimia y la Espagiria: Kabbalah y Alquimia; Alquimia hindú, árabe, china, taoísta, metalúrgica; los Cuatro Elementos; los Tres Principios (Azufre, Mercurio y Sal), Microcosmos y Macrocosmos. Habla del encuentro con Roger Carò, los Rosacruces y sus emanaciones; los Templarios y sus rompecabezas; los Esenios y los monjes alquimistas. Alquimia práctico. El camino del Cinabrio; Materiales y métodos; Astrología y Alquimia. Iatroquímica; Aurum Potabile; la Piedra Filosofal; cómo obtener la Piedra Filosofal; los Tres Principios del reino de las plantas; Paracelso; procedimiento práctico en terapia espagírica; correlación entre los metales y las plantas; tinturas espagíricas y diccionario de alquimia.

Joseph Cannillo,

licenciado en Biología y Medicina quiropráctica en la Universidad de Quiropraxia de Nueva York, especializado en Biología molecular, Homeopatía y Fitoterapia en los Estados Unidos.
Profesor de Fitoterapia y Me­dicina complementaria, ponente en conferencias internacionales, colabora con centros universita­rios y centros privados de edu­cación superior. Es el fundador y director científico de los laborato­rios Forza Vitale, con sede en Ita­lia (Corato, Bari), especializados en el campo de la investigación y de la producción de prepara­dos fitoterapéuticos. Experto y promotor en Europa del método holístico, junto con la actividad profesional, actualmente partici­pa en programas de investigación sobre nanoemulsiones. Es autor de varios artículos científicos so­bre Fitoterapia espagírico y autor del presente libro, editado en ita­liano, castellano y próximamente en inglés.

  • Editorial: Encuadernación: Rústica
  • Dimensiones: 15 x 21,5 cm
  • Nº Pág.: 168

PRÓLOGO

Actualmente estamos viviendo un cambio de paradigma en el cual «ciencia» y «espiritualidad» se han convertido en un binomio in­herentemente relacionado y en constante interacción.
En pleno siglo XXI, el ser humano vive una incesante búsqueda de bienestar, el cual comprende no solo su estado físico, sino tam­bién el mental y el espiritual, siendo la salud una parte fundamen­tal de dicha trinidad.
Es por ello que en la sociedad aumenta la necesidad de méto­dos terapéuticos no nocivos e integrales en los que cuerpo-mente­espíritu estén englobados de forma holística.
Así ocurre con la Espagiria, metodología médica capaz de tra­tar no solo lo físico, sino también lo sutil, y que será desarrollada ampliamente en esta obra.
El Dr. Joseph Cannillo nos invita a compartir el largo camino que ha recorrido para sumar finalmente a su extensa formación científica un nuevo conocimiento obtenido a través de las distintas fuentes (herméticas, místicas, espagíricas, así como de sus inves­tigaciones en Física cuántica y su paralelismo con la vieja Alqui­mia).
A partir de las teorías cuánticas hablamos de una Conciencia divina condensada en conciencia humana, lumínica, hecha de un entramado de hilos. Así mismo, cuando hablamos de Alquimia, en realidad estamos hablando del progresivo crecimiento de con‑
ciencia, con significados ascético-religiosos, cuyo fin último es di­cha consciencia de luz.
La Alquimia no se resume solo como una técnica de transmu­tación de metales impuros en puros, como plata y oro, a través de la acción de la piedra filosofal, ya que para convertir el plomo en oro el alquimista debe ser transmutado previamente en su interior.
Y dicha trasmutación surge al comprender que este está he­cho de la misma materia que los astros y cumple la ley de la Tabla Esmeralda: «Lo de abajo es igual a lo de arriba».
En realidad, la Alquimia define al ser humano como un reflejo del cosmos, del Universo, de sí mismo. El valor de la Alquimia es ser el espejo de las verdades espirituales.
Ibn el Arabi , gran maestro sufí, nos dice: «El mundo de la Na­turaleza consiste en múltiples formas que se reflejan en un único espejo, o mejor, es una forma única que se refleja en múltiples espejos». ¿Las realidades cuánticas?
Así mismo, Carl Gustav Jung, gran conocedor de la Alquimia, se refiere a ella como un proceso de individuación en el cual lo que observa el alquimista en su atanor no es más que una proyec­ción de su inconsciente. Y el oro simboliza la perfección, un metal que resiste inmutable al paso del tiempo.
En esta obra, el Dr. Joseph Cannillo nos habla de todo ello, re­cordándonos que «el verdadero fin de las operaciones alquímicas, más allá de la tradición popular y de las innumerables historias surgidas en el tiempo, es la transformación del alquimista mismo para poder alcanzar un estado de conciencia superior. [...] La transformación del mismo hombre hacia su divinización, en fusión con la Energía divina».
El autor, en síntesis, intenta explicar al lector, paso a paso, un último postulado: cuando el alquimista empieza la gran Obra, no desea conquistar lo imposible, sino que desea, a través de pacientes etapas de maduración, llegar al arte de comprender su propia obra.
Tras disfrutar de la lectura de Alquimia y Espagiria. La plenitud del ser, este fantástico relato de un alquimista, solo me resta añadir que el fin último del verdadero alquimista es convenirse en el ata­nor de su propia obra sagrada.
Quisiera terminar este prólogo con una frase que escuché del Dr. Joseph Cannillo sobre la Alquimia, en uno de sus seminarios.
De todos mis estudios con respecto a la Gran Obra, su defini­ción me pareció la más acertada y coherente que había oído: «La Alquimia es una expresión exacta, una metafísica, un orden de conciencias suprasensibles, una transmutación de la conciencia como premisa de la transmutación de los metales. Es una conver­gencia de fuerzas físicas y espirituales».

Dra. Carmen López Sales

PREFACIO

Empiezo a escribir estas páginas en un intento de rememorar el largo camino recorrido. A las muchas personas que he encontrado, a las innumerables veces que he muerto y renacido, atravesando cada rincón de mi conciencia.
El Camino, el acto de moverse hacia algo, es la predisposición esencial para quien aspire a un conocimiento distinto, alejado de los parámetros materiales y de la decadencia del mundo moderno.
Antiguas y sendas reglas forman parte integrante de un siste­ma de vida, ya echado a perder, que tenía sus propias raíces en el sentir de las cosas y en la asimilación de las energías de la Tierra, dejando así evidentes signos de su propio paso para las generacio­nes futuras.
Aún hoy me sorprendo al preguntarme quién soy y, aún hoy, continúo respondiéndome, aludiendo siempre a lo mismo... «sim­plemente soy uno que camina».
El Camino, el acto de ir hacia... y dirigirse más allá, colmando los espacios que nos separan de lo indefinido y asomándonos ha­cia el Infinito.
En un mundo en el que todos se mueven frenéticamente, don­de la prisa es madre del estrés, donde no se observa, se mira de soslayo, perdiendo todos los matices de la vida, el simple acto de «caminar» es signo de humildad, cualidad que albergan los gran­des corazones.
Caminar es un movimiento lento. Significa cruzar y cruzarse, concebir la vida como un recorrido durante el cual es preciso no solo prestar atención a los obstáculos, sino también al que viene hacia nosotros y al que se ha quedado atrás.
El que tiene prisa por alcanzar la meta y está dispuesto a dejar a todos atrás con tal de llegar el primero, al alcanzar la cima no encontrará a nadie con quien compartir su victoria.
Caminar es también compartir, detenerse para escuchar, to­marse tiempo y «no dejarse tomar por el tiempo».
Por todos estos motivos, he decidido crear esta especie de dia­rio, con la intención de compartir la necesidad de dar a conocer, de divulgar un pensamiento y, a la vez, ponerme en la actitud del que está preparado para confrontarse.
Muchas de las cosas que escribiré son antiguas reglas de vida, las cuales, aun evidenciándose a través del simbolismo propio del arte alquímico, representan la meta que todos anhelamos desde siempre, la plenitud del ser.
El UNO se vuelve DOS, el DOS se vuelve TRES y desde el TERCERO vuelve a convertirse UNO como CUARTO.
Desde el UNO, el Principio, a través de la doble polaridad de los opuestos (UNO/DOS), se produce la Plenitud, el TRES, Cuerpo-Alma-Espíritu.
Cuando esta Plenitud se expande en el Cuaternario (TIERRA-AGUA-AIRE-FUEGO), se diseña el Pentágono, es decir, el pe­rímetro de la figura resultante del conjunto del Cuadrado y del Triángulo o, mejor aún, la plenitud del ser.
Por muy difícil o complicado que pueda parecer en un primer análisis, esto es el HOMBRE.
Al lector de estas páginas le deseo, de verdadero corazón, que pueda encontrar una meta por compartir y, si esto no ocurriera, que al menos este sea el inicio de su viaje de investigación, ya que encontrarse en la actitud del que con profunda convicción anhela una respuesta implica el hecho de encontrarse ya a mitad del ca­mino.

 

 

 

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