La chispa de la máquina
Referencia: 9788484457183
Los enigmas de la medicina occidental desvelados por la ciencia de la acupuntura
Un asombroso paralelismo entre el - paradigma científico de la embriología y el planteamiento holístico de la ancestral medicina china.
Conoce la fuerza vital que recorre nuestros canales energéticos y que impulsa la vida humana
¿En qué consiste esa bioelectricidad que fluye por nuestro cuerpo? ¿Existen realmente el Qi (Chi) y los canales energéticos de acupuntura? ¿Cómo logran los animales primitivos regenerar extremidades enteras o los niños pequeños hacer que sus dedos cortados vuelvan a crecer?Esta obra del doctor Daniel Keown es el puente perfecto entre la medicina occidental y la medicina china, capaz de dar respuesta a estas y otras muchas cuestiones. Gracias a su conocimiento y experiencia tanto en la práctica médica occidental como en el campo de la medicina china, el Dr. Keown demuestra que ambas disciplinas describen los mismos procesos corporales y se apoyan mutuamente. La medicina occidental ratifica las teorías de la medicina china y esta, a su vez, explica un buen número de misterios del cuerpo humano que Occidente desconoce.A partir de un original planteamiento y con un sentido del humor poco frecuente en los textos médicos, La chispa de la máquina nos traslada al principio de los tiempos y nos explica cómo se forma nuestro cuerpo a partir de células individuales, por qué los corazones de dos personas enamoradas palpitan realmente al unísono y la razón por la que los astronautas contraen osteoporosis en el espacio, entre otras múltiples curiosidades.
Una obra muy accesible que aúna el rigor médico occidental con la sabiduría de la medicina china.
El doctor Daniel Keown conoce en profundidad tanto la medicina occidental como la teoría y la práctica de la acupuntura y la medicina china. Gracias a sus amplios conocimientos de anatomÍa y fisiología ha demostrado que tanto los médicos orientales como los occidentales hablan el mismo idioma médico, aunque a veces lo expresen en términos diferentes.
Con esta obra entenderás el funcionamiento de la acupuntura según el paradigma de la ciencia médica moderna y descubrirás los secretos de la fuerza vital que fluye por nuestros órganos y canales energéticos, lista para organizar y regenerar nuestra máquina biológica.
Daniel Keown
ha trabajado como médico desde que en 1998 terminó su licenciatura en medicina por la Universidad de Manchester.
En el año 2008 se graduó en medicina china y acupuntura por la Universidad de Kingston, y ha estudiado con el prestigioso acupuntor Dr. Wang Ju-Yi en el Institute of Channel Diagnosis de Pekín, China. En la actualidad vive y ejerce su profesión en Tunbridge Wells, Reino Unido.
Índice
Prefacio 15
Prólogo: ¿Por qué los humanos no pueden regenerarse? 17
PRIMERA PARTE:
LA CIENCIA DE LA ACUPUNTURA O QUÉ OLVIDÓ
CONTAR DIOS A LOS CIRUJANOS
- Génesis 25
- El universo unicelular 26
- Con nombre pero sin forma 29
- La triple hélice 37
- La chispa de la vida 42
- ¿Qué es el Qi? 46
- Clonación de ovejas con Qi 50
- La fábrica perfecta 57
- El Qi del órgano 61
- Cómo pliega el cuerpo el Qi 68
- Tricky Dicky y los pinchacitos 72
- Fractales humanos 79
- Los Leonardos y el hombre perfecto 89
- La evolución a la máxima velocidad 93
- El puñetazo de Sonic Hedgehog 98
- ¿Qué son los puntos de Acupuntura? 104
- Corrientes de Qi 111
SEGUNDA PARTE:
LA EMBRIOLOGÍA EN LA MEDICINA CHINA
- Una introducción... al Yin y al Yang 125
- El Tao 127
- Angmión. Belleza y cerebro 137
- La Yema de nuestro cuerpo 141
- Sangre. La capa intermedia 146
- Jing. Los 10000 148
- Surfistas embriológicos 153
TERCERA PARTE:
EL MING MEN Y LOS SEIS CANALES
Los TRES CANALES YIN 163
- ShaoYin (Pequeño Yin) 167
- TaiYin (El Gran Yin) 215
- JueYin (Bisagra del Yin) 262
Los TRES CANALES YANG 297
- TaiYang (El Gran Yang) 298
- YangMing (Yang Brillante) 305
- ShaoYang (El Pequeño Yang) 320
Epílogo 327
Apéndice 1 335
Apéndice 2 338
Apéndice 3 342
Notas finales 349
Índice temático 365
Prefacio
FUE MIENTRAS ESTUDIABA en China con probablemente uno de los acupuntores más respetados del mundo —el doctor Wang Ju-Yi— cuando se concibió el embrión de este libro. El doctor JuYi eligió sus palabras con la paciencia estudiada de un hombre que ha pasado la mayor parte de sus setenta años pensando profundamente en los misterios de la Acupuntura*. La hermosa y maravillosamente modesta asistente Mei tradujo sus palabras antes de que pudiera empezar a entender cualquier cosa. A su vez, yo asentía con la cabeza, a veces para expresar que comprendía, pero a menudo, probablemente, más bien de forma estúpida.
El doctor Ju-Yi comprendió que era en los espacios del cuerpo donde actuaba la Acupuntura, y cuando habló de sus relaciones me di cuenta de que su profundo conocimiento de esta área tenía mucho en común con la ciencia embriológica. Esto me emocionó. Por primera vez sentí que tenía algo interesante que decirle: ¿era consciente de ello, de los paralelismos entre la embriología y los canales de Acupuntura chinos?
El doctor Ju-Yi reflexionó durante un rato y luego, hablando con su característico ritmo lento y constante, pero con un brillo añadido en sus ojos, me respondió: «No..., pero debes escribir un libro sobre ello». Y he aquí ese libro, que puede ser leído y disfrutado por cualquier persona con interés en cómo se forman nuestros asombrosos cuerpos. Es un libro que aúna lo último de nuestra comprensión moderna de la embriología con la más antigua de las tradiciones médicas.
Espero iluminar de alguna manera tu conocimiento del cuerpo y de la tradición médica más completa del mundo.
PRÓLOGO
¿Por qué los humanos no pueden regenerarse?
CUANDO TENIA TRES AÑOS, me pillé el pulgar con una silla ple gable. Debió de ser un episodio lleno de sangre y dolor, y aunque yo no lo recuerdo, mi madre sí lo tiene muy presente. Cogió el trozo de dedo amputado, lo metió en hielo y me llevó corriendo a urgencias, donde un cirujano me lo cosió de nuevo. Todavía tengo la cicatriz, paralela a la base de la uña.
Lo que mi madre no sabía, y lo que la mayoría de los médicos aún ignoran, es que mi dedo seguramente hubiese crecido perfectamente de nuevo sin ningún otro tratamiento. Se hubiera regenerado de la misma forma en que las colas y las patas de los anfibios pueden volver a crecer. Hueso, uña, nervios, vasos sanguíneos: el lote completo. Todo lo que necesitaba era un vendaje no adherente y limpio y una piruleta para calmar mis nervios de niño de tres años.
Resulta que los humanos pueden regenerarse, aunque solo las puntas de los dedos y solo cuando se trata de niños, ya que todavía tienen un Qi fuerte (un tema que volveremos a tratar más adelante). En los años setenta, una pediatra de Sheffield publicó incluso un artículo sobre este fenómeno en el Journal of Paediatric Surgeny1. Sus resultados eran inequívocos: las amputaciones por encima de la última articulación en niños menores de seis años se curan de manera natural y el dedo vuelve a crecer. Sorprende que este hecho sea prácticamente desconocido en la comunidad médica. He trabajado durante diez años en el Servicio de Urgencias y solo he conocido a un compañero que fuese consciente de ello, a pesar de la enorme importancia que tiene en el tratamiento de pacientes. Y tengo claro el motivo: el problema es que cuestiona todo lo que creemos saber sobre la medicina. Si las personas pueden regenerar los dedos, ¿cómo lo hacen? ¿Podrían regenerar algo más? Las facultades de medicina deberían crear un nuevo departamento.
Las investigaciones sobre regeneración humana son tan escasas que solo he visto un libro al respecto, a pesar de que el tema representa el núcleo del principio de la curación 2. Un cirujano ortopédico estadounidense, R. O. Becker, dedicó décadas a investigar la habilidad de regeneración de las salamandras. Su interés se centraba en la no-unión en fracturas óseas, un problema literalmente incapacitante que puede ocurrir sin razón aparente. Sus hallazgos llevaron a aprobar aparatos médicos que usaban electricidad para curar esas «no-uniones»; pero fueron los descubrimientos en sí lo que más sorprendió.
Becker eligió salamandras para el experimento por la habilidad de estos animales para hacer crecer de nuevo sus extremidades, pero podría haber usado cualquier ser primitivo que se regenerase. Las salamandras no sufren nunca de no-unión en huesos rotos, porque no tienen que unirse a ninguna extremidad, sino simplemente hacer crecer una nueva. Aunque las salamandras son anfibios, sus patas son funcionalmente muy parecidas a nuestras piernas. Tienen huesos, articulaciones, nervios, vasos sanguíneos, músculos, tendones y ligamentos. De hecho, tienen todo lo que nosotros tenemos en nuestras piernas, solo que en pequeño y envuelto por una piel verde.
Si a una salamandra se le quita una pata, genera un coágulo que crea un tapón en el corte. Y después, durante las semanas siguientes, le crece una nueva y resplandeciente pata verde. ¡Es la magia del anfibio!
A Becker le intrigaba este poder. Después de algunas investigaciones, comenzó a medir las corrientes eléctricas que se producían en el lugar donde estaba la herida después de amputar la pata a la salamandra. Se percató entonces de que existía un pequeño gradiente eléctrico entre la cabeza del animal y sus dedos (si eso es lo que tienen las salamandras). Se dio cuenta de que esa corriente era tan pequeña que casi no se podía medir. Estaba en microamperios, pero era constante y consistentemente más negativa en la cabeza. Lo que descubrió fue que después de amputar una extremidad, la polaridad de la corriente eléctrica se revertía y era ese cambio lo que producía la regeneración del miembro.
La mayoría de los estudiantes de medicina no encuentran nada inusual en que los animales generen electricidad. Los nervios son capaces de producirla continuamente e incluso algunos animales pueden generar grandes descargas eléctricas. Lo excepcional de esta electricidad es que se trata de corriente continua. La electricidad de los nervios es corriente alterna (oscila entre un máximo y un mínimo), como la corriente en la red eléctrica. La corriente que Becker estaba midiendo era constante, como si viniese de una batería.
En este punto, sería estupendo decir que ningún animal ha sido herido en estos experimentos, pero claramente no es cierto... Sin embargo, por increíble que parezca, ¡al final de los experimentos parecía que no se le había hecho daño a ningún animal. La regeneración es realmente un evento milagroso.
Becker descubrió que esa inversión en la corriente eléctrica causaba cambios en las células sanguíneas de la zona herida en la salamandra. Perdían su diferenciación (el proceso por el que células madre se convierten en células especializadas, como las musculares). En otras palabras, los glóbulos rojos rebobinaban su reloj embriológico y desbloqueaban su ADN hasta que volvían a convertirse de nuevo en células madre primitivas. Entonces comenzaban a reconstruir la extremidad desde cero, diferenciándose en huesos, nervios, músculos y todo lo que fuese necesario. En unas semanas, el trabajo estaba terminado y la salamandra volvía a tener cuatro patas. Y mientras tuviese comida, podría repetir este proceso varias veces.
Cualquier estudiante de medicina se daría cuenta de que hay un error —intencionado— en lo anterior: los glóbulos rojos no
tienen ADN en su interior; no tienen núcleo. En efecto, es cierto que no lo tienen en humanos; pero en animales más primitivos, estas células poseen núcleo. Tienen presente todo el código genético: se le han desactivado grandes zonas para que la célula pueda trabajar como glóbulo rojo, pero el ADN todavía está ahí. Es más, con el mensaje correcto, podrían crear cualquier célula del cuerpo. Este fue el proceso que se empleó para donar a la oveja Dolly, y eso, amigos míos, es una de las razones por las que animales más primitivos que nosotros pueden regenerar sus extremidades: tienen una sangre más sólida.
Becker fue más allá. Estuvo jugando con la electricidad en salamandras y otros animales, e hizo que les creciesen extremidades de más, e incluso cabezas. Usando pequeños electrodos, re-revirtió la polaridad en las extremidades dañadas y frenó su regeneración. Demostró también que, en ocasiones, animales más evolucionados, como las ratas, podían regenerar sus extremidades, especialmente si en la zona dañada se aplicaba un estímulo eléctrico. Se percató de que esta fuerza disminuía
conforme la rata se volvía mayor y conforme los daños eran más severos. A medida que trabajaba con animales más evolucionados, se dio cuenta de que la capacidad de generar una corriente continua potente se reducía, y con ello la posibilidad de regeneración, a la vez que desaparecían los glóbulos rojos con núcleo.
Finalmente, llegó a la conclusión de que cuanta más energía hubiese invertido una especie determinada en desarrollar un cerebro de gran tamaño, menor era su habilidad para regenerarse. Los humanos, al tener el mayor cerebro de todos los animales en relación con su tamaño, se han llevado la peor parte respecto a las regeneraciones.
La regeneración está presente en la vida, pero lo importante en los humanos es que no podemos hacer que nuestras extremidades crezcan de nuevo fácilmente. La regeneración es embriología y el proceso implicado es el mismo. Es el mismo ADN usando las mismas vías y el mismo sistema de mensajería. Nos regeneramos cada vez que curamos un corte o un hueso roto, y a nivel microscópico lo hacemos todo el tiempo en nuestro cuerpo, un millón de veces al día. Las células del intestino están continuamente regenerándose y formando revestimiento intestinal, la médula ósea está constantemente regenerando la sangre y el sistema inmune, y los órganos internos están involucrados en el desarrollo de la reparación y reemplazo de las células desgastadas.
Existen ciertos tejidos que no pueden repararse; los daños más devastadores ocurren en el cerebro y la médula espinal. Las lesiones en estas estructuras puede llevar a un derrame cerebral o una parálisis sin ninguna esperanza de regeneración (sus células están demasiado especializadas como para poder rebobinar su reloj embriológico).
Como he comentado anteriormente, la electricidad que Becker descubrió en las extremidades dañadas no era la misma que la de los impulsos nerviosos. Era constante, corriente continua, en lugar de tener los altibajos propios de la corriente alterna de los nervios. Becker no estaba seguro de dónde venía, pero un médico visitante del ejército preguntó si era el mismo mecanismo que se observaba en la Acupuntura. ¿Era esto lo que los chinos llamaban Qi?
Ficha técnica
- Autor/es:
- Daniel Keown
- Editorial
- Gaia Ediciones
- Formato
- 14,5 x 21 cm
- Páginas
- 384
- Encuadernación
- Rústica con solapas (tapa blanda)