Pnl Con Tus Hijos
Referencia: 9788478088065
an> Ser padre nunca ha sido tarea fácil, pero si eres de los que se han adentrado con valentía en esta fascinante aventura, ahora cuentas con una completa guía que te ayudará a educar con responsabilid
GUIA PARA PADRES
Ser padre nunca ha sido tarea fácil, pero si eres de los que se han adentrado con valentía en esta fascinante aventura, ahora cuentas con una completa guía que te ayudará a educar con responsabilidad a tu hijo y hacer de él un triunfador. Fruto de su dilatada experiencia en el campo del desarrollo personal y partiendo de los últimos descubrimientos en neurociencia y psicología, Eric de la Parra te da las claves para que te conozcas mejor a tí y a tu hijo, y mejores significativamente la calidad de vuestra relación para conducirla al éxito. Con claras explicaciones y exhaustivos cuestionarios, este libro te descubrirá desde el estado de ego (Niño, Padre o Adulto) predominante en tu personalidad y como utilizarlo del modo más apropiado, hasta el estado social preferencial (Soltero, Padre o Pareja) que te define y cómo repercute en tu papel de padre; así como reconocerás el tipo de inteligencia con la que cada uno percibís el mundo y cómo puedes potenciar las aptitudes y seguridad de tu hijo según la suya y las preferencias cerebrales que le son asociadas, para lo cual dispondrás de las técnicas más efectivas de programación mental. Sin duda, la guía que todo padre estaba esperando para acometer con garantías la más extraordinaria de las travesías.
Cuando un ser humano se convierte en padre o madre, algo se hace evidente en su vida: nunca más volverá a ser la misma persona. Ahora será guía, asesor, amigo, entrenador, compañero, médico y muchas más cosas relaciona-das con otro ser humano al que llamará hijo. Algunas preguntas que entonces surgen son: ¿Está preparado para esa labor? ¿Le han servido las fórmulas que conoce para triunfar en la vida? ¿Se conoce a sí mismo? ¿Recuerda lo que es ser niño?
Aquí es donde empiezan los problemas. Los niños no nacen trayendo consigo un manual de instrucciones, y son mucho más complejos que cualquier otro ser sobre la faz del planeta. Para poder relacionarnos con ellos de manera efectiva, es necesario un cono-cimiento preciso sobre la identidad y la esencia del ser humano.
El principal objetivo de este libro es suministrar a todo aquel que se ha con-vertido en padre, una guía para afrontar la enorme responsabilidad y el gran compromiso que es educar a un ser humano, sin renunciar a la esperanza de aportar al mundo unas semillas que puedan ayudar a la evolución de un hombre nuevo.
Prólogo
Querido lector, prepárate, porque vas a entrar en una aventura fascinante. Tratar de descubrir qué es un ser humano ya es, de por sí, algo impresionante. Es por ello por lo que muchas veces decimos que al ser humano es preferible amarlo a analizarlo, es decir, describirlo por fuera y con un alto riesgo de error. Es preferible, repito, amarlo tal como es. Sin embargo, conozco a un hombre magnífico, Eric de la Parra, que se ha dado a la tremenda tarea de estudiar a fondo todos los aspectos que tratan de desentrañar el misterio del ser humano, con el objeto de ayudar, de proporcionarles herramientas a los jóvenes padres y maestros para hacerles más fácil, si cabe, la formación de ese ser precioso que es un niño; y no me refiero a educarlo, porque la educación no acaba nunca, sino que dura toda la vida.
No es tarea fácil educar, y quien afirme lo contrario o está loco o no tiene idea de lo que dice. No soltar ni retener demasiado; no asfixiar de amor ni ser indiferente. Estoy segura de que los padres, en el momento en que deciden serlo, emprenden ellos mismos su auténtica educación, centrada en la observación y la prudencia —única virtud intelectual que consiste en la actitud constante de la inteligencia para actuar cómo y cuándo se debe—. Esta virtud es equiparable a la sabiduría. Por eso decía Kant: «El hombre no es otra cosa que lo que la educación hace de él». Tan difícil es que por eso estamos como estamos...
Educar precisa cierto tiempo. Educar es arte y es ciencia, es saber amar y estar empeñado en el bien del ser amado, dar tiempo al tiempo y saber esperar, darle al ser humano ciencia, moral, arte y religión, para que realice su destino de hombre.
Ahora tienes en las manos un auténtico tratado de educación. La investigación y el conocimiento se unieron para que puedas disfrutar, y no padecer, este periodo tan importante en la vida de las personas. Y no
es para menos, pues un niño es un universo en sí mismo; es un todo de sentido, y será feliz en la medida en que lo conduzcamos a su plenitud, y esta es la causa final de la educación.
Quisiera hablarte acerca de Eric, aunque advirtiéndote de que continúo en la postura de que más vale amarlo que conocerlo, y te voy a decir por qué... Hace muchos años conocí a un jovencito, miembro del staff de una empresa muy importante. Era un muchacho flacucho, con pelo cortado al cepillo y camiseta o t-shirt, como dicen los elegantes. En ese momento estábamos preparando mi conferencia para el cierre de un gran evento y les dije a los miembros del equipo: «Por favor, cambien la bandera de sitio». A lo que mi hijo, patriota recalcitrante y de siglos pasados, replicó: «Mamá, no pueden cambiar la bandera, no la pueden tocar; se necesita una escolta del ejército para hacerlo». Bueno, pues yo tenía que resolver el problema sin faltar al respeto a nadie, así que llamé al frente a Eric —creo que porque siempre sonreía—, y le dije: «Te nombro general cinco estrellas, media vuelta, y por favor, cambien de sitio la bandera». Eric se lo tomó muy en serio, y con mucho respeto y honor, junto con los demás jóvenes, la cambió... y todos contentos.
Y a partir de ahí, parece que sí eran cinco estrellas, digo a partir de ahí, porque en mi opinión sucedió algo que encierra bastantes incógnitas. Muchos años después de dejar de verle, había crecido integralmente. En gran medida, se había transformado y absorbía todo aquello relacionado con conocimientos previos que él ya poseía. Tuve la suerte de tenerlo en un seminario de liderazgo que yo impartía a profesionales de distintas disciplinas. ¡El era el mejor! Más tarde, nos volvimos a encontrar, y me dijo que estaba impartiendo un máster en PNL (programación neurolingüística), certificado por los creadores americanos. Asistí y me trató delante de todos con mucho cariño y respeto; tal vez me veía como un ser de luz... Yo a él lo había visto como un general de cinco estrellas, aunque más tarde comprendí que, efectivamente, se trataba de cinco estrellas, pero cósmicas.
No te extrañe que las exposiciones de este prólogo vayan del lado izquierdo al derecho del cerebro... Estas líneas, al igual que este magnífico libro, están dirigidas a personas que se mueven sin dificultad por todas partes y que son capaces de leer entre líneas lo que aquí aparece.
Yo sé, por lo demás, que Eric de la Parra es un ser sin límite que siempre ha tenido un genio en su interior y que ahora lo está dejando salir. Y sé, también, que seguirá creciendo y que nos seguiremos viendo con el mismo cariño y admiración.
¡Dios te bendiga, Eric, por hacer tanto bien!
Marina David Buzali
Introducción
Cuando un ser humano se convierte en padre o madre, algo se hace evidente en su vida: nunca más volverá a ser la misma persona. Ahora será guía, asesor, amigo, entrenador, compañero, médico y muchas cosas más relacionadas con otro ser humano al que llamará «hijo». Pero, inevitable-mente, surgen las preguntas: ¿estará preparado para esa labor? ¿Le han servido las fórmulas que conoce para triunfar en la vida? ¿Se conoce a sí mismo? ¿Recordará lo que es ser niño?
He aquí donde empiezan los problemas: los niños no nacen trayendo consigo su manual de instrucciones, ya que son mucho más complejos que cualquier otro objeto que conozcamos sobre la faz de la Tierra y, por tanto, se requiere un conocimiento preciso sobre la identidad y esencia del ser humano para poder relacionarse con ellos.
En realidad, ¿sabemos lo que significa ser niño? Miremos detenidamente esta cualidad: ser niño significa creer en el amor puro, en la belleza más allá de la forma, en las historias; significa ser tan pequeño que los duendes y las hadas pueden acercarse a cuchichearle a uno al oído; significa transformar las calabazas en carruajes, los ratones en corceles, lo ruin en sublime, la nada en todo, pues cada niño lleva en su alma su propia hada madrina que lo guía por el mundo de la imaginación a des-cubrir formas de vida que pueden ser mejores para el espíritu humano, ya que se basan en la naturalidad, la sencillez, la hermandad y el amor. Viven con la ilusión que representa el mundo de la esperanza.
Cuando un niño viene al mundo, personifica lo más sublime de la vida, tal como se concreta en una piedra, una planta o un animal. Recordemos el axioma que afirma: «Dios duerme en el mineral, Dios crece en el vegetal, Dios se mueve en el animal, Dios piensa en el ser humano y Dios ama en el ángel».
El niño, en su contexto único, tiene una libertad primera y última, y es llegar a ser o no ser. Le toca a él escoger entre el mundo de los vivos o el mundo de los muertos en vida y, aunque no lo creamos, es solo una cuestión de elegir. Para ello, el niño requiere una profunda y cuidadosa ayuda por parte de sus padres, profesores y familiares, para que su elección sea la correcta.
Erich Fromm decía precisamente: «El trágico destino de los hombres es morir antes de haber nacido». Vivir así es la máxima traición a la vida. En algunas ocasiones he reflexionado sobre nuestro paso por la escuela: algunos profesores nos han enseñado fórmulas para triunfar en la vida que a ellos mismos no les han servido, ya que han llevado una existencia muy precaria y sin una visión elevada. Lo mismo sucede con los padres, pues muchos de ellos exigen a sus hijos comportamientos y actitudes que jamás han practicado.
Precisamente este es el principal objetivo del libro: que todo aquel que se ha convertido en padre cuente con una guía para la enorme responsabilidad y compromiso que requiere educar a un ser humano que lleva consigo la esperanza de aportar a su mundo unas semillas que ayuden a la evolución de un nuevo hombre.
El primer deber de un padre o educador es comprender a ese ser que inicia una nueva vida, ayudarle a crecer en el respeto, permitirle llevar al máximo sus potencialidades sin sofocarlas, sin traicionar nunca el porqué y el para qué de haber nacido.
Quien viene al mundo pierde, por el solo hecho de que se le corta
el cordón umbilical, el contacto fisiológico directo con su madre. Pero existe otro cordón umbilical que los adultos deben evitar cortar a cualquier precio o por cualquier pretexto mezquino: el del parentesco esencial con el todo universal, con el resto de las expresiones vitales, aunque
no sean humanas. Quien conserva este segundo cordón durante toda su vida se nutre de esa esencia maravillosa que lo hace sentirse partícipe del acuerdo cósmico, y que le permite llevar su ritmo vital armonizado con la totalidad rítmica y armónica de la vida. El hombre nunca estará solo si mantiene ese contacto, a menos que sus educadores le hayan cortado este segundo cordón con sus ideas, trato, creencias, valores y formas de vivir.
Con el corte del cordón umbilical físico, al niño se le separa de la seguridad material, del paraíso que lo une a su madre. Con el corte del cordón umbilical espiritual, por llamarlo de un modo metafórico, que lo une al universo y al más allá, el hombre pierde esa respiración íntima que lo libera de la infelicidad, la oscuridad interior, la soledad, la limitación y la esterilidad espiritual.
En los antiguos templos griegos estaba muy bien establecida la sentencia: «Hombre, conócete a ti mismo, y conocerás el mundo y el universo». Bajo este principio, y partiendo de su veracidad, he fundamentado este libro. Para educar y ayudar a los hijos en su paso por la vida, es importante que previamente nos conozcamos a nosotros mismos.
El hombre de hoy día continúa caminando, más o menos inconscientemente, hacia el abismo y se arriesga a caer en cualquier momento, llevando consigo a sus hijos. Tiene una sola posibilidad para evitarlo: de-tenerse, establecer con la lucidez de la conciencia una parada enérgica y reflexionar humildemente sobre algunas verdades.
Podría empezar a desandar su camino, volver a una vida de sabiduría, reconociendo precisamente algunos errores de base demasiado importantes para que los siga ignorando, instaurando de nuevo una relación justa con los pequeños e inocentes representantes de nuestra raza que son los niños y reanudando el diálogo con la vida interrumpido hace tanto tiempo.
Observemos cómo se ocupa el adulto de mejorar el rendimiento de los caballos de carreras para ganar más dinero, cómo hace modificaciones genéticas o injertos para obtener plantas y frutos más codiciados en el mercado pero, en cambio, casi nunca se ocupa de hacer que evolucione la raza humana.
Definitivamente, no podemos esperar más para realizar esta labor de levantar a un nuevo ser humano desde su más temprana edad, ya que disponemos de un recurso que difícilmente podremos recuperar si lo perdemos: el tiempo. Hoy día los niños están dispuestos a vivir y aprender; mañana puede ser demasiado tarde, aun para la esperanza que traen consigo los hijos: construir un mundo mejor.