En defensa del altruismo
Referencia: 9788479538880
El poder de la bondad
Olvida cuanto
te han enseñado.
Matthieu Ricard propone
una forma enteramente
nueva de pensar
al ser humano.
Tras el éxito de El arte de la meditación y En defensa de la felicidad, vuelve Matthieu Ricard con una de las obras más urgentes de nuestro tiempo: un completo tratado del altruismo como solución a la crisis personal y social que asola al individuo occidental. Ricard, asesor personal del Dalai Lama y uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo, no tiene dudas: el ser humano posee un enorme potencial de bondad y felicidad. Solo cultivando esta empatía innata seremos capaces de superar un modelo basado en el narcisismo que nos ha abocado al fracaso personal y global. La cristalización del ego, la violencia, la deshumanización o el egoísmo institucional frente a la meditación, la educación, el compromiso o la economía altruista son algunos de los temas que, con el rigor de un científico y la cercanía de un maestro, aborda el autor en su libro más importante hasta el momento. Una obra optimista y generosa, indispensable para superar el desaliento que se impone hoy en nuestra sociedad.
Una obra urgente, seguramente la más importante de nuestro tiempo: un exhaustivo ensayo sobre el altruismo, por el autor de El arte de la meditación y En defensa de la felicidad.
Matthieu Ricard, monje budista y asesor personal del Dalái Lama, propone la solución a la crisis personal y social que asola al individuo occidental: el altruismo, entendido no como una utopía ni una virtud, sino como una necesidad. La psicología, la filosofía e incluso la neurociencia coinciden en afirmarlo: el hombre tiene una increíble capacidad para la bondad y la felicidad. Solo cultivando esa empatía podemos superar un paradigma, el actual, basado en el narcisismo, que nos aboca al fracaso particular y global.
• Encuadernación: Rústica con solapas
• Formato: 150 x 225
• Páginas: 816
Matthieu Ricard. Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, este monje francés dejó su carrera para abrazar el budismo y es hoy el asesor personal del Dalai Lama. Autor de éxito internacional , reconocido en todo el mundo como el gran embajador del budismo en occidente, se ha dado a conocer con libros como En defensa de la felicidad y El infinito en la palma de la mano.
Introducción
Soy poco proclive a hablar de mí mismo y prefiero ceder la palabra a los grandes pensadores que han inspirado mi existencia. Sin embargo, hablarles de ciertas etapas que he recorrido en mi vida los ayudará a comprender cómo decidí escribir este libro y defender las ideas que en él expongo.
Después de haber crecido en Occidente, fui a la India por primera vez en 1967, a la edad de veinte años, para encontrarme con los grandes maestros del budismo tibetano, entre los que figuraba Kangyur Rimpoché, quien se convertiría en mi principal guía espiritual. Aquel mismo año empecé a trabajar en una tesis sobre genética celular bajo la dirección de François Jacob, en el Instituto Pasteur. A esos años de formación científica debo el haber aprendido a valorar la importancia del rigor y la honestidad intelectuales.
En 1972, una vez terminada mi tesis, decidí establecerme en Darjeeling, cerca de mi maestro. Durante los años posteriores a ese encuentro, llevé una vida sencilla en la India, luego en Bután, Nepal y el Tíbet. Apenas recibía una carta al mes, no tenía radio ni periódicos y no sabía nada de lo que sucedía en el mundo. Estudiaba con mis maestros espirituales, Kangyur Rimpoché, y después de su muerte en 1975, con Dilgo Khyentsé Rimpoché. Pasé, pues, cierto número de años en un retiro contemplativo en una ermita, dedicándome lo mejor que podía a las actividades de los monasterios con los que me había comprometido: Ogyen Kunzang, Chöling en Darjeeling, y Shechen en Nepal, trabajando al mismo tiempo en la conservación del patrimonio cultural y espiritual del Tíbet. Gracias a las enseñanzas que recibí de esos maestros fui tomando conciencia de los inestimables beneficios del altruismo.
En 1997 recibí un mensaje de Francia, en el que me proponían mantener un diálogo con mi padre, el filósofo Jean-François Revel. La publicación del libro surgido de dichas conversaciones, que tuvieron lugar en Nepal, El monje y el filósofo, marcó el final de una vida tranquila y anónima, pero me ofreció a cambio nuevas oportunidades.
Tras un cuarto de siglo de inmersión en el estudio y la práctica del budismo, lejos del escenario occidental, me encontré nuevamente enfrentado a las ideas contemporáneas. Reanudé el contacto con el mundo científico dialogando con el astro-
físico Trinh Xuan Thuan (El infinito en la palma de la mano, 2000). Tomé parte asimismo en los encuentros del Mind and Life Institute, una organización puesta bajo la égida del Dalái Lama y fundada por el neurocientífico Francisco Varela, que tiene por objetivo favorecer los intercambios entre la ciencia y el budismo. En 2000 empecé a participar activamente en programas de investigación en neurociencias, cuyo objetivo es analizar los efectos, a corto y largo plazo, del entrenamiento del espíritu por la meditación.
Mi experiencia se constituyó, pues, en la confluencia de dos grandes influencias, la de la sabiduría budista de Oriente y la de las ciencias occidentales.
A mi regreso de Oriente, mi mirada había cambiado, y el mundo también. Ahora me había acostumbrado a vivir en el seno de una cultura y entre personas cuya prioridad era convertirse en mejores seres humanos, transformando su manera de ser y de pensar. Las preocupaciones ordinarias como la ganancia y la pérdida, el placer y el desplacer, el elogio y la crítica, eran consideradas allí pueriles y fuentes de sinsabores. Por encima de todo, el amor altruista y la compasión constituían las virtudes cardinales de toda vida humana y se encontraban en el corazón del camino espiritual. Fui inspirado, y aún lo sigo siendo, por la idea budista según la cual cada ser humano posee en sí un potencial inalterable de bondad y alegría.
Tanto más desconcertante resultaba el mundo occidental con el que volví a encontrarme, un mundo donde el individualismo es apreciado como una fuerza y una virtud, al punto de que se confunde con el egoísmo y el narcisismo.
Interrogándome sobre las fuentes culturales y filosóficas de esta diferencia, recordé a Plauto, para quien «el hombre es un lobo para el hombre»1 —afirmación recogida y ampliada por Thomas Hobbes, que habla de «la guerra de todo hombre contra todo hombre»—,2 y a Nietzsche, quien afirma que el altruismo es la marca de los débiles, y finalmente a Freud, quien asegura «no haber descubierto sino muy poco “bien” entre los hombres».3 Yo pensaba que sólo se trataba de unos cuantos espíritus pesimistas, y calculaba mal el impacto de sus ideas.
Preocupado por comprender mejor este fenómeno, comprobé hasta qué punto la suposición de que todos nuestros actos, palabras y pensamientos están motivados por el egoísmo, ha influido en la psicología occidental, las teorías de la evolución y la economía, hasta adquirir la fuerza de un dogma cuya validez sólo ha sido impugnada recientemente. Lo más sorprendente sigue siendo la tenacidad de algunos grandes espíritus que quieren descubrir a cualquier precio una motivación egoísta en cada acto humano.
Al observar la sociedad occidental, no podía por menos de estar de acuerdo en que los «sabios» ya no eran los modelos, sino que habían sido sustituidos por la gente célebre, rica o poderosa. La importancia desmesurada que se concedía al consumo y al gusto de lo superfluo, así como al reino del dinero, me llevaron a pensar
que muchos de nuestros contemporáneos habían olvidado el objetivo de la existencia —alcanzar un sentimiento de plenitud— para perderse en los medios.
Por lo demás, ese mundo parecía ser presa de una curiosa contradicción, pues los sondeos de popularidad situaban en los primeros puestos a Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela y la madre Teresa. Durante años, el abate Pierre fue, según los mismos sondeos, el francés más popular. Esta paradoja se esclareció un poco cuando leí una encuesta en la que se preguntaba a varios centenares de estadounidenses: «¿A quién admiras más, al Dalái Lama o a Tom Cruise?» A esta pregunta, el 80 % respondió: «Al Dalái Lama». Luego les preguntaron: «Si pudieras elegir, ¿quién preferirías ser?» «Tom Cruise», declaró el 70 % de los encuestados. Lo cual demuestra que reconocer los verdaderos valores humanos no impide que nos seduzca el señuelo de la riqueza, el poder y la fama, y preferir la imagen de la felicidad a la idea de un esfuerzo de transformación espiritual.
En la realidad cotidiana, a pesar de toda la violencia que aflige al mundo, nuestra existencia está muy a menudo entretejida por actos de cooperación, de amistad, de afecto y deferencia. La naturaleza no es sólo «garras y colmillos rojos de sangre», como deploraba el poeta Alfred Tennyson.4 Además, a diferencia de las ideas recibidas y de la impresión que nos dan los medios, todos los estudios de fondo, sintetizados en una obra reciente de Steven Pinker, profesor de Harvard, demuestran que la violencia, en todas sus formas, no ha dejado de disminuir en el curso de los últimos siglos.5
Gracias al contacto con mis amigos científicos, me tranquilizó comprobar, no obstante, que durante los últimos treinta años, esta visión deformada de la naturaleza humana había sido corregida por un número cada vez mayor de investigadores que demostraron que la hipótesis del egoísmo universal había sido desmentida por la investigación científica.6 Daniel Batson, en particular, fue el primer psicólogo que se dedicó a probar, recurriendo a protocolos científicos rigurosos, que el altruismo verdadero existía y no se reducía a una forma de egoísmo disfrazado.
La fuerza del ejemplo
Cuando era joven, a menudo oía decir que la bondad era la cualidad más admirable del ser humano. Mi madre me lo demostraba constantemente con sus actos, y, a mi alrededor, muchas personas a las que respetaba me incitaban a tener buen corazón. Sus palabras y sus actos eran una fuente de inspiración y me abrían un campo de posibilidades que alimentaba mis esperanzas. Fui educado en un medio laico y nadie me inculcaba dogmas sobre el altruismo o la caridad. Tan sólo la fuerza del ejemplo me enseñó mucho más.
Desde 1989 tengo el honor de servir como intérprete de francés al Dalái Lama, quien declara a menudo: «Mi religión es la bondad», y la quintaesencia de cuyas enseñanzas es: «Todo ser, incluso hostil, teme como yo el sufrimiento y busca la felicidad. Esta reflexión nos lleva a sentirnos profundamente afectados por la felicidad del otro, amigo o enemigo. Es la base de la compasión auténtica. Buscar la felicidad permaneciendo indiferente ante los demás es un error trágico». Esta enseñanza la encarna el Dalái Lama en la vida cotidiana. Ante cualquier persona, la visitante o el transeúnte con el que se cruza en un aeropuerto, él está siempre presente de manera total e inmediata, con una mirada desbordante de bondad que penetra en vuestro corazón para depositar en él una sonrisa y retirarse luego discretamente.
Hace unos años, cuando me preparaba para partir a un retiro en las montañas de Nepal, pedí unos cuantos consejos al Dalái Lama. «Al principio, medita sobre la compasión, en el centro, medita sobre la compasión, al final, medita sobre la compasión», me respondió.
Todo practicante debe transformarse primero él mismo antes de poder ponerse eficazmente al servicio de los demás. No obstante, el Dalái Lama insiste en la necesidad de construir un puente entre la vida contemplativa y la vida activa. Si la compasión sin sabiduría es ciega, la compasión sin acción es hipócrita. Es bajo su inspiración y la de mis otros maestros espirituales como, desde 1999, yo consagro mis recursos y una gran parte de mi tiempo a las actividades de Karuna-Shechen.* Se trata de una asociación humanitaria, integrada por un grupo de voluntarios totalmente entregados a esa causa, y de generosos benefactores, que construye y financia escuelas, clínicas y hospicios en el Tíbet, Nepal y la India. Karuna Shechen ha realizado más de ciento veinte proyectos.
Los desafíos de hoy
Nuestra época se enfrenta a numerosos desafíos. Una de nuestras mayores dificultades consiste en conciliar los imperativos de la economía, de la busca de la felicidad y del respeto al medio ambiente. Estos imperativos corresponden a tres escalas de tiempo, el plazo corto, mediano y largo, a los que se superponen tres tipos de intereses —los nuestros, los de nuestro prójimo y los de todos los seres.
La economía y las finanzas evolucionan a un ritmo cada vez más rápido. Los mercados bursátiles se elevan y se desploman de un día al otro. Los nuevos métodos para hacer transacciones a gran velocidad, concebidos por los equipos de ciertos
bancos y utilizados por los especuladores, permiten efectuar 400 millones de transacciones por segundo. El ciclo de vida de los productos se vuelve extremadamente breve. ¡Ningún inversionista está dispuesto a colocar su dinero en bonos del Tesoro reembolsables al cabo de cincuenta años! Quienes viven holgadamente fruncen el ceño cuando se trata de reducir su tren de vida en beneficio de los más desfavorecidos y de las generaciones venideras, mientras que quienes viven en la penuria aspiran de manera legítima a tener más prosperidad, y también a entrar en una sociedad de consumo que anima a adquirir lo superfluo.
La satisfacción de la vida se mide en función de un proyecto de vida, de una carrera, de una familia y de una generación. Se mide también por la calidad de cada instante que pasa, de las alegrías y sufrimientos que colorean nuestra existencia, de nuestras relaciones con los otros; se evalúa además por la naturaleza de las condiciones exteriores y por la manera como nuestro espíritu traduce esas condiciones en bienestar o malestar.
En lo que respecta al medio ambiente, hasta hace poco su evolución se medía en términos de eras geológicas, biológicas y climáticas de decenas de miles de años, salvo en casos de catástrofes planetarias debidas al impacto de asteroides gigantes o de erupciones volcánicas. En la actualidad, el ritmo de estos cambios no para de acelerarse por los trastornos ecológicos provocados por las actividades humanas. En particular, los cambios rápidos que se han producido desde 1950 han definido una nueva era para nuestro planeta, el antropoceno (literalmente, ‘la era de los humanos’). Es la primera vez en la historia del mundo en que las actividades humanas modifican profundamente, (y de momento, degradan) la totalidad del sistema que mantiene la vida en la Tierra.
Para muchos de nosotros, la noción de «simplicidad» evoca una privación, un estrechamiento de nuestras posibilidades y un empobrecimiento de la existencia. No obstante, la experiencia demuestra que una simplicidad voluntaria no implica en absoluto una disminución del bienestar, sino que aporta, por el contrario, una mejor calidad de vida. ¿Es más agradable pasar un día con los hijos y los amigos, en casa, en un parque o en contacto con la naturaleza, o pasarlo recorriendo tiendas? ¿Es más agradable disfrutar de la alegría de tener un espíritu satisfecho o querer constantemente algo más: un coche más caro, ropa de marca o una casa más lujosa?
El psicólogo estadounidense Tim Kasser y sus colegas de la Universidad de Rochester han demostrado el coste más elevado de los valores materiales.7 Gracias a sus estudios, que abarcan una veintena de años, han descubierto que, en el seno de una muestra representativa de la población, los individuos que concentraban su existencia en la riqueza, la imagen, el estatus social y otros valores materialistas promovidos por la sociedad de consumo, están menos satisfechos de su existencia.
Centrados en ellos mismos, prefieren la competencia a la cooperación, contribuyen menos al interés general y se preocupan poco de las cuestiones ecológicas. Sus vínculos sociales se han debilitado y, si bien cuentan con muchas relaciones, tienen menos amigos de verdad. Manifiestan menos empatía y compasión con quienes sufren, y tienden a instrumentalizar a los otros según sus propios intereses. Tienen, paradójicamente, menos buena salud que el resto de la población. Ese consumismo inmoderado está estrechamente vinculado a un egocentrismo excesivo.
Por lo demás, los países ricos, que aprovechan al máximo la explotación de los recursos naturales, no quieren reducir su tren de vida. Sin embargo, son ellos los principales responsables de los cambios climáticos y de las otras calamidades (incremento de las enfermedades sensibles a los cambios climáticos, la malaria, por ejemplo, que se propaga en nuevas regiones o en altitudes más elevadas desde que la temperatura mínima ha ido aumentando) que afectan a las poblaciones más desposeídas, aquellas cuya contribución a esos cambios es la más insignificante. Un afgano produce dos mil quinientas veces menos CO2 que un catarí y mil veces menos que un estadounidense. El magnate estadounidense Stephen Forbes declaró a una cadena de televisión conservadora (Fox News), a propósito de la elevación del nivel de los océanos: «Modificar nuestros comportamientos porque algo acontecerá dentro de cien años es, diría yo, profundamente extraño».8 ¿No es una declaración semejante lo que resulta realmente absurdo? El jefe del mayor sindicato de la carne en los Estados Unidos es incluso más abiertamente cínico: «Lo que cuenta —dijo— es que vendamos nuestra carne. Lo que ocurra dentro de cincuenta años no es asunto nuestro».9
Ahora bien, resulta que todo eso es asunto nuestro, es asunto de nuestros hijos, de nuestro prójimo y de nuestros descendientes, así como de la totalidad de los seres, humanos y animales, ahora y en el futuro. Concentrar nuestros esfuerzos únicamente en nosotros mismos y nuestro prójimo, y a corto plazo, es una de las manifestaciones más deplorables del egocentrismo.
El individualismo puede, por sus aspectos positivos, favorecer el espíritu de iniciativa, la creatividad y la liberación de normas y dogmas desusados y apremiantes, pero también puede degenerar muy rápidamente en un egoísmo irresponsable y un narcisismo galopante, en detrimento del bienestar de todos. El egoísmo se halla en el corazón de la mayoría de los problemas a los cuales tenemos que enfrentarnos hoy: la distancia cada vez mayor entre ricos y pobres; la actitud de «cada cual para sí», que no hace sino aumentar, y la indiferencia hacia las generaciones venideras.
La necesidad del altruismo
Necesitamos un hilo de Ariadna que nos permita reencontrar nuestro camino en ese laberinto de preocupaciones graves y complejas. El altruismo es ese hilo que puede permitirnos enlazar naturalmente las tres escalas temporales: plazos corto, medio y largo, armonizando sus exigencias.
El altruismo se presenta a menudo como un valor moral supremo, tanto en las sociedades religiosas como en las laicas. Sin embargo, no tendría cabida en un mundo totalmente dominado por la competencia y el individualismo. Algunos se rebelan incluso contra la «imposición del altruismo», que consideran una exigencia de sacrificio, y elogian las virtudes del egoísmo.
Ahora bien, en el mundo contemporáneo, el altruismo es más que nunca una necesidad, incluso una urgencia. Es también una manifestación natural de la bondad humana, cuyo potencial tenemos todos, a pesar de las múltiples motivaciones, con frecuencia egoístas, que atraviesan y a veces dominan nuestros espíritus.
¿Cuáles son, de hecho, los beneficios del altruismo frente a los problemas mayores que hemos descrito? Tomemos unos cuantos ejemplos. Si cada uno de nosotros cultivara más el altruismo, es decir, si tuviéramos más consideración por el bienestar ajeno, los inversores, por ejemplo, no se entregarían a especulaciones salvajes con los ahorros de los pequeños ahorristas que han depositado en ellos su confianza, con el objetivo de cosechar los máximos dividendos a fin de año. No especularían con los recursos alimentarios, las semillas, el agua y otros elementos vitales para la supervivencia de los más desposeídos.
Si tuvieran más consideración por la calidad de vida de quienes nos rodean, los que deciden y otros actores sociales se preocuparían de mejorar las condiciones de trabajo, de la vida familiar y social, y muchos aspectos más de la existencia. Acabarían interrogándose sobre la distancia cada vez mayor que separa cada vez más a los más desposeídos de los que representan el 1 % de la población, pero poseen el 25 % de las riquezas.* En fin, podrían abrir los ojos sobre el destino de la sociedad de la que se aprovechan y sobre la cual han construido su fortuna.
Si tuviéramos más consideraciones para con los demás, actuaríamos todos tratando de remediar la injusticia, la discriminación y la indigencia. Reflexionaríamos entonces sobre la manera como tratamos a las especies animales, reduciéndolas a no ser sino instrumentos de nuestro dominio ciego que las transforma en productos de consumo.
En fin, si demostrásemos tener más consideración hacia las generaciones futuras, no sacrificaríamos ciegamente el mundo a nuestros intereses efímeros, no de-
jando a quienes vengan después de nosotros sino un planeta polucionado y empobrecido.
Por el contrario, nos esforzaríamos en promover una economía solidaria que deje un lugar a la confianza recíproca y valore los intereses ajenos. Consideraríamos la posibilidad de una economía diferente, la que sostienen ahora muchos economistas modernos,* una economía que repose sobre los tres pilares de la verdadera prosperidad: la naturaleza, cuya identidad debemos preservar, las actividades humanas que deben expandirse, y los medios financieros que permitan asegurar nuestra supervivencia y nuestras necesidades materiales razonables.**
La mayoría de los economistas clásicos han basado durante demasiado tiempo sus teorías en la hipótesis de que los hombres van en pos exclusivamente de intereses egocéntricos. Esta hipótesis es falsa, pero constituye el fundamento de los sistemas económicos contemporáneos basados en el principio del librecambismo que sistematizó Adam Smith en La riqueza de las naciones. Estos mismos economistas han pasado por alto la necesidad de que cada individuo tome en consideración el bien ajeno, necesidad claramente formulada, sin embargo, por Adam Smith en la Teoría de los sentimientos morales.
Olvidando asimismo el hincapié hecho por Darwin en la importancia de la cooperación en el mundo de lo vivo, algunas teorías contemporáneas sobre la evolución consideran que el altruismo sólo tiene sentido si es proporcional al grado de parentesco biológico que nos une a quienes llevan una parte de nuestros genes. Ya veremos cómo algunas nuevas tesis en la teoría de la evolución permiten tener en cuenta la posibilidad de un altruismo extendido que trascienda los vínculos de proximidad familiares y tribales y valore el hecho de que los seres humanos son esencialmente «supercooperadores».***
Contrariamente a lo que podría sugerir el alud de noticias alarmantes que aparecen con frecuencia en la primera página de los periódicos, un buen número de estudios demuestran que cuando ocurre una catástrofe natural u otro tipo de situación dramática, la ayuda mutua es más la regla que el cada cual para sí mismo, la calma es mayor que el pánico, la entrega afectuosa, mayor que la indiferencia, y el valor, más fuerte que la cobardía.10
Más aún, la experiencia de miles de años de prácticas contemplativas da testi-
monio de que la transformación individual es posible. Esta experiencia milenaria ha sido corroborada ahora por las investigaciones en el ámbito de las neurociencias, que han demostrado que toda forma de entrenamiento —aprender a leer o a tocar un instrumento musical, por ejemplo— produce una reestructuración en el cerebro, tanto en el plano funcional como en el estructural. Y es lo que ocurre asimismo cuando nos entrenamos para desarrollar el amor altruista y la compasión.
Los trabajos recientes de varios teóricos de la evolución* hacen, a su vez, hincapié en la importancia de la evolución de las culturas, más lenta que los cambios individuales, pero mucho más rápida que los cambios genéticos. Esta evolución es acumulativa y se transmite en el curso de las generaciones por la educación y la imitación.
Y eso no es todo. En efecto, las culturas y los individuos no cesan de influenciarse mutuamente. Los individuos que crecen en el seno de una nueva cultura son diferentes porque sus nuevas costumbres les transforman el cerebro a través de la neuroplasticidad, y la expresión de sus genes a través de la epigenética. Esos individuos contribuirán a hacer evolucionar su cultura y sus instituciones, de manera que ese proceso se repetirá en cada generación.
Para recapitular, el altruismo parece ser un factor determinante en la calidad de nuestra existencia, presente y futura, y no debe ser relegado al rango de pensamiento noble y utópico de unos cuantos ingenuos de gran corazón. Hay que tener la perspicacia de reconocerlo y la audacia de decirlo.
Pero ¿qué es el altruismo? ¿Existe el verdadero altruismo? ¿Cómo se manifiesta? ¿Podemos llegar a ser más altruistas? En caso afirmativo, ¿cómo? ¿Qué obstáculos es preciso superar? ¿Cómo construir una sociedad más altruista y un mundo mejor? Tales son las principales cuestiones que intentaremos esclarecer en esta obra.
Índice
Juan José del Solar Barden Traductor. Perú / España (Lima, 1946-2014) 25
Perfil biográfico 25
Actividad traductora 25
Bibliografía 26
Introducción 27
La fuerza del ejemplo
29
Los desafíos de hoy 30
La necesidad del altruismo 33
1
¿QuÉ ES EL ALTRUISMO?
1. La naturaleza del altruismo 39
Algunas definiciones 39
La acción sola no define el altruismo 41
Es la motivación lo que da color a nuestros actos 41
Darle toda su importancia al valor del otro 43
El altruismo no exige «sacrificio» 43
Estar atento y tener muy en cuenta las necesidades del otro 45
Estados mentales momentáneos y disposiciones duraderas 46
2. Extender el altruismo 48
Amor altruista, compasión y empatía 48
La importancia de la lucidez 50
Alegrarse de la felicidad del otro y cultivar la imparcialidad 50
Superar el miedo 52
Extender la comprensión de las necesidades del otro 52
Del altruismo biológico al altruismo extendido 53
Aspectos emocionales y cognitivos del altruismo y de la compasión 55
El amor y la compasión basados en el discernimiento 55
El altruismo no es ni una recompensa ni un juicio moral 59
La posibilidad de poner fin a los sufrimientos de los seres refuerza el altruismo 59
3. ¿Qué es la empatía? 62
Entrar en resonancia con el otro 63
Resonancias convergentes y divergentes 64
Empatía y simpatía 64
¿Es necesario sentir lo que el otro siente para manifestar altruismo hacia él? 65
Ponerse en el lugar del otro 66
Las diversas formas de empatía: el punto de vista de las ciencias humanas 68
Piedad y compasión 72
El punto de vista de la neurociencia: contagio emocional, empatía y compasión 73
Los beneficios de la empatía 76
¿Qué estado mental conduce al altruismo? 76
4. De la empatía a la compasión en un laboratorio de neurociencias 78
Sólo se cansa la empatía, no la compasión 79
El punto de vista del meditador 80
Impregnar la empatía de compasión 85
5. El amor, emoción suprema 87
La biología del amor 90
Cuando dos cerebros se ponen de acuerdo 90
La oxitocina y las interacciones sociales 91
Calmar y abrirse a los otros: el papel del nervio vago 94
Cultivar el amor a lo cotidiano 94
Amor y altruismo: emoción pasajera y disposición duradera 96
6. La realización del doble bien: el nuestro y el del otro 97
¿Es egoísta un acto cuando nos beneficiamos de él? 99
Todo el mundo pierde o todo el mundo gana 100
¿Está el altruismo intrínsecamente vinculado a nuestro bienestar? 101
II
¿EXISTE EL ALTRUISMO VERDADERO?
7. El altruismo interesado y la reciprocidad generalizada 105
El altruismo interesado y la realización del bien común 106
La reciprocidad a largo plazo 106
¿Hacia una reciprocidad generalizada? 109
El altruismo desinteresado
I 111
El desinterés evaluado en el laboratorio 112
La explicación más simple 113
Deshacerse del cinismo 114
9. La banalidad del bien 116
La omnipresencia del voluntariado 117
El surgimiento de las ONG 119
Los mitos del pánico, de las reacciones egoístas y de la resignación impotente 120
El heroísmo altruista 124
Heroísmo y altruismo 126
La historia de Lucille 127
11. El altruismo incondicional 131
La historia de Irene 133
Unidos en el altruismo 136
Una visión del mundo: «Todos pertenecemos a la misma familia» 138
12. Más allá de los simulacros, el altruismo verdadero: una investigación
rimental 141
El altruismo a la luz de la investigación experimental 143
Estudiar el altruismo en lo cotidiano 144
Ayudar para aliviar nuestro propio desamparo 146
La experimentación en laboratorio 147
Ayudar para evitar una sanción: el sentimiento de culpabilidad 150
Ayudar para evitar la reprobación del otro 152
La espera calculada de una contrapartida 153
Ayudar esperando una recompensa: el test experimental 154
13. Argumentos filosóficos contra el egoísmo universal 157
La teoría del egoísmo universal se sustrae a toda refutación por los hechos 158
¿Hacemos el bien a los demás porque eso nos hace sentir bien? 159
¿No había alternativa? 161
¿Es incompatible con el altruismo el hecho de desear el propio bien? 162
¿Actuar según nuestra voluntad y nuestros deseos vuelve todas
nuestras acciones egoístas? 163
Si el altruismo no existiera, lo mismo ocurriría con cualquier
otro sentimiento frente a otra persona 164
El egoísmo universal es incompatible con la existencia de la moral 164
Escapar al derrotismo y elegir el altruismo 165
¿La benevolencia es más natural que el odio? 166
Alimentar el potencial de bondad presente en cada ser 166
III
EL SURGIMIENTO DEL ALTRUISMO
14. El altruismo en las teorías de la evolución 171
Una iluminación revolucionaria sobre la evolución de lo vivo:
Charles Darwin 171
De la aparición de la vida al surgimiento de la cooperación y del altruismo 172
Cooperación frente a competición 174
¿Es compatible el altruismo con la «lucha por la vida»? 177
¿De qué altruismo hablamos? 178
Favorecer a quienes llevan nuestros genes 179
La odisea de George Price 181
La reciprocidad de los comportamientos benéficos 181
¿Genes egoístas? 183
Regreso a las fuentes 184
La noción de «grupo» desde el punto de vista de la evolución 187
¿Puede propagarse el altruismo? 188
15. ¿El amor maternal, fundamento del altruismo extendido? 190
Un gran número de «madres» 191
¿Y el papel de los padres en todo ello? 194
¿La facultad de la empatía corre el riesgo de disminuir en el hombre? 194
16. La evolución de las culturas 196
Enseñar, acumular, imitar, evolucionar 196
Más rápido que los genes 197
Pastores desconfiados y granjeros pacíficos 198
Las diferencias culturales no son de orden genético 199
Los mecanismos de la evolución de las culturas 199
Hacia una cultura más altruista 200
17. Los comportamientos altruistas en los animales 202
Sin negar la violencia 203
Los comportamientos benévolos 205
La ayuda mutua 205
La amistad 206
La alegría de los reencuentros, la tristeza de las separaciones 207
La empatía específica de los grandes simios 208
La gratitud 209
Las múltiples facetas de la empatía de los elefantes 209
Comportamientos altruistas en los delfines y otros cetáceos 210
La ayuda mutua entre animales de especies diferentes 211
El consuelo 212
La expresión del duelo 212
El fenómeno de la adopción 214
La transmisión de las culturas sociales 214
Saber lo que piensan los otros, o la «teoría del espíritu» 215
El delfín listo 216
Una bonobo que intenta hacer volar un pájaro 217
¿Es necesario ser capaz de hacerse una idea de sí mismo para hacerse
una idea del otro? 218
¿Hasta dónde llegan las pruebas? 218
¿Antropomorfismo o antropocentrismo? 221
18. El altruismo en el niño 225
Desde el nacimiento hasta los doce meses 226
Los bebés prefieren a la gente amable 226
De uno a dos años 227
De dos a cinco años 227
Una serie de experimentos reveladores 228
Los estímulos y las recompensas son inútiles 229
Elogios y críticas 230
La tendencia a ayudar al otro es innata 230
Cuando las normas sociales atemperan el altruismo espontáneo 231
Conciencia moral y juicios morales 232
Después de los cinco años de edad 232
Surgimiento y regresión de la agresividad en el transcurso de la infancia 233
Una toma de conciencia de la interdependencia de todas las cosas 234
Afirmación autoritaria del poder, suspensión del afecto e «inducción» 235
Arrepentimiento y culpabilidad 236
Cuatro actitudes esenciales 237
Brindar al niño la ocasión de ser útil a los demás 237
Las consecuencias dramáticas de la privación de afecto 238
Amar, facilitar, apoyar 239
19. Los comportamientos prosociales 241
¿Estamos generalmente dispuestos a ayudar a los demás? 241
El efecto espectador 242
Los determinantes del valor cívico 243
Ciudad y campo 244
Individualistas y colectivistas 245
Hombres y mujeres 246
Humores y circunstancias 246
Los valores personales 247
Los efectos de la empatía 248
La empatía facilita las negociaciones difíciles 249
Efecto de los comportamientos prosociales sobre el bienestar 249
IV
CULTIVAR EL ALTRUISMO
20. ¿Podemos cambiar? 253
La plasticidad neuronal 255
La importancia de los factores epigenéticos 257
Seres diferentes 259
Devolver su protagonismo a la transformación individual 260
21. El entrenamiento del espíritu: lo que las ciencias cognitivas
dicen acerca de él 261
Los efectos de la meditación a largo plazo 262
Los meditadores en el laboratorio 263
Una docena de años de experimentación 264
La atención puede mejorarse 264
Efectos del amor altruista y de la compasión 265
Meditación sobre la presencia abierta 267
El cerebro es modificado estructuralmente por la meditación 268
Conectividad cerebral 268
La captación de las expresiones faciales estaría asociada a nuestro
grado de empatía 269
Altruismo y control de las emociones 270
Los beneficios de un entrenamiento a corto plazo sobre
los comportamientos prosociales 270
Efectos de la meditación sobre la salud mental 271
Efectos de la meditación sobre la benevolencia en la relación social 271
Atenuación de los aspectos desagradables del dolor físico 272
La meditación puede frenar el envejecimiento de las células 273
Aplicaciones prácticas de estas investigaciones 274
22. Cómo cultivar el altruismo: meditaciones sobre el amor altruista,
la compasión, la alegría y la imparcialidad 275
La preparación para la meditación 276
Una postura física apropiada 276
Motivación 276
Estabilizar nuestro espíritu 277
Meditación sobre el amor altruista 278
Centremos primero nuestra meditación en un ser querido 278
Extender nuestra meditación 279
La compasión 279
La alegría del bien ajeno, la celebración y la gratitud 280
La imparcialidad 281
Cómo combinar estas cuatro meditaciones 281
Cambiar la propia felicidad por el sufrimiento del otro 282
LAS FUERZAS CONTRARIAS
23. El egocentrismo y la cristalización del ego 287
La formación del «Yo» y la cristalización del ego 287
Las distintas facetas de nuestra identidad 288
En busca del ego 289
Las caras frágiles de la identidad 290
Del «Yo» al «mío» 291
¿Qué hacer con el ego? 292
La fuerza benévola del no ego 292
Reducir los prejuicios entre grupos 293
El experimento de la Cueva de los Ladrones 295
Resolución de conflictos 296
24. La expansión del individualismo y del narcisismo 297
Las dos caras del individualismo 298
La libertad verdadera 299
La deriva del individualismo 300
El espejo deformante del narcisismo: todo el mundo estaría
por encima de la media 301
La personalidad narcisista contra el altruismo 302
La caída de Narciso 303
Delirios de grandeza 304
La epidemia del narcisismo 304
La autoadoración 307
Autoestima buena y mala 308
Las ventanas del narcisismo 309
El reino del niño rey 310
La soledad de la hiperconectividad 311
Dios no te ha creado para que seas como todo el mundo 312
Las virtudes de la humildad 313
25. Los campeones del egoísmo 315
El fenómeno Ayn Rand 316
Reducir a lo mínimo estrictamente necesario el papel del Gobierno 318
Los errores morales e intelectuales de Ayn Rand 319
Freud y sus sucesores 321
El altruismo sería una compensación malsana de nuestro deseo
de perjudicar 323
La exacerbación del egoísmo 324
¿«Liberar» las emociones o «liberarse» de las emociones? 326
¿Tiene el psicoanálisis valor científico? 326
Una generalización abusiva 330
Los sucesores de Freud han continuado evolucionando en la esfera del
egocentrismo 331
26. Sentir odio o compasión por uno mismo 333
¿Puede uno odiarse de verdad? 333
El sentimiento de no tener ningún valor 335
La violencia dirigida contra uno mismo 336
Instaurar una relación cálida consigo mismo 337
Comprender que uno es parte de la humanidad 338
El ejercicio de la plena conciencia 339
Autoestima y benevolencia hacia sí mismo 340
Autocompasión, compasión por el otro 340
27. Las carencias de la empatía 342
El burnout: agotamiento emocional 342
Regenerar la compasión en la práctica de la medicina 344
Los factores que contribuyen al burnout 345
El agotamiento emocional vinculado a un entorno desfavorable 346
Hombres y mujeres frente al burnout 348
¿Puede la compasión ser patológica? 348
Narcisismo y trastornos de la personalidad asociados a la falta de empatía 349
Cabeza llena, corazón vacío: el caso de los psicópatas 350
Psicopatía inducida por el ejercicio de la violencia 353
Los psicópatas de traje y corbata 354
El cerebro de los psicópatas 355
Tratamiento de los psicópatas 356
Regenerar la empatía, ampliar la benevolencia 357
28. En el origen de la violencia: la desvalorización del otro 360
La falta de empatía 360
El odio y la animosidad 361
La sed de venganza 362
El punto de vista del terapeuta 363
Violencia y narcisismo 366
El ego amenazado 366
La imprudencia de los megalómanos 367
Los mecanismos de la violencia 368
La ficción del mal absoluto 369
El placer de hacer el mal 370
La violencia como solución de facilidad 371
El respeto a la autoridad 372
La falsa prisión de Stanford, o el poder de las situaciones 374
La violencia surgida de la sed de riquezas y de poder 376
El dogmatismo ideológico: hacer el mal en nombre del bien 377
¿Existe un «instinto de violencia»? 378
Lo que las neurociencias esclarecen sobre la violencia 380
La influencia de los medios 381
El caso de los videojuegos 384
Los videojuegos benéficos 386
Las imágenes violentas exacerban la sensación de inseguridad 388
Temperatura, ruido y armas 388
Las mujeres y los niños, primeras víctimas de la violencia 390
La violencia moral 391
Cómo reducir la violencia 392
El valor de la no violencia 394
29. La repugnancia natural a matar 396
Evitar dispararle al otro 397
El miedo a morir traumatiza menos que la obligación de matar 397
Crear una distancia 398
Rituales de evitación 400
¿Quién mata? 401
Asfixiar la empatía mediante el condicionamiento 402
Aprender a matar antes de los veinte años 403
Solamente víctimas 404
¿Qué lecciones podemos extraer? 405
El punto de vista de las religiones 405
30. La deshumanización del otro: matanzas y genocidios 409
La desindividualización tanto de los autores corno de las víctimas 411
La deshumanización del otro 411
El asco 413
El matrimonio del miedo y del odio o la demonización del otro 414
La insensibilización 415
La compartimentación moral 416
Disonancia cognitiva y racionalización 417
La cohesión del grupo 418
Autoridad y situaciones 419
El caso del Batallón 101 420
La organización de un sistema 422
Más allá de las condiciones humanas 423
Un engranaje fatal 425
La fuerza moral: negarse a pactar con el opresor 428
La no intervención frente a la intensificación gradual del genocidio 429
La toma de conciencia de la realidad de un genocidio 430
Los sistemas totalitarios 432
La responsabilidad de proteger 433
31. ¿La guerra ha existido siempre? 434
¿Somos descendientes de monos asesinos? 435
Una vida social más bien apacible 435
¿De quién descendemos? 436
La violencia en los hombres prehistóricos 437
¿Ha existido siempre la guerra? 438
Los primeros signos de guerra 439
La violencia de las sociedades primitivas 442
¡Lanzad los venablos, pero procurad no herir a nadie! 444
Ni ángeles ni demonios: poner la violencia en perspectiva 445
32. El declive de la violencia 447
El declive de la violencia individual 447
El declive de la violencia institucionalizada 450
El rechazo a la violencia: una evolución de las culturas 451
El declive de las guerras y de los conflictos 454
¿Ha sido el siglo xx el más sangriento de la historia? 455
Atentados terroristas 458
Los factores responsables del declive de la violencia 459
La existencia de un Estado consolidado 460
La expansión de la democracia 461
Interdependencia e intercambios comerciales 462
Las misiones de paz y la pertenencia a organizaciones internacionales 464
La guerra ya no suscita admiración 465
El florecimiento del respeto a los derechos del hombre, de la mujer,
de los niños y de los animales 466
El declive de la intolerancia religiosa 467
La marginalización de la violencia 468
La educación y la lectura, catalizadores de la empatía 468
El aumento de la influencia de las mujeres 469
Más vale restaurar la paz y curar las heridas que vengar las afrentas 470
Los desafíos que hay que superar 471
La edad de la razón 473
33. La instrumentalización de los animales: una aberración moral 474
La magnitud de los sufrimientos que infligimos a los animales 475
La rentabilidad ante todo 477
La hipocresía de los «cuidados» 478
Una realidad oculta 479
Todos los días, todo el año... 482
¿Matar humanamente? 484
34. El tiro por la culata: efectos de la ganadería y de la alimentación cárnica
sobre la pobreza, el medio ambiente y la salud 487
La carne de los países ricos cuesta cara a los países pobres 488
El impacto en las reservas de agua dulce 490
Ganadería y cambio climático 491
Deyecciones de los animales 492
Los efectos de la pesca 493
Consumo de carne y salud humana 494
Las buenas noticias 495
35. El egoísmo institucionalizado 496
100 millones de muertos en el siglo xx: la historia del tabaco 498
¿Qué soluciones? 502
La negación del calentamiento del clima 503
La ciencia maltratada 505
La industria farmacéutica: un desafío para la salud pública 507
Una distorsión de la investigación científica 508
Las empresas farmacéuticas carecen totalmente de transparencia 509
Los reguladores no cumplen con su deber 511
El coste de la investigación es muy inferior a la inversión en publicidad 512
Los visitadores médicos influyen indebidamente en los médicos 513
Muchas investigaciones sólo sirven para producir un avatar
de lo que ya existe 515
Graves faltas éticas con «cobayas» humanas 517
Las soluciones posibles 517
Monsanto, arquetipo grotesco del egoísmo institucionalizado 519
Una ciudad envenenada 520
Los PCB se esparcen por el mundo entero 521
Proteger los negocios, no decir nada 522
Una severa condena, rápidamente olvidada 522
El agente naranja 523
El Roundup 524
Los transgénicos 524
Monsanto se reconvierte 526
La expansión de los transgénicos en todos los continentes 527
Algunas victorias 529
VI
CONSTRUIR UNA SOCIEDAD MÁS ALTRUISTA
36. Las virtudes de la cooperación 533
Las ventajas de la cooperación 534
Cooperación en el seno de una empresa, competencia entre las empresas 536
El cooperativismo 536
La confianza recíproca resuelve el problema de los bienes comunes 537
Cooperación y «castigo altruista» 540
Mejor que el castigo: la recompensa y la apreciación 544
Las condiciones favorables a la cooperación 546
37. Una educación ilustrada 548
La neutralidad no lleva a ningún sitio 549
Una revolución tranquila 550
Un logro espectacular 551
Una educación del corazón y de la mente 554
El aprendizaje cooperativo 555
Los beneficios de la tutoría 557
La iniciativa de las Escuelas Respetuosas con los Derechos 558
Filosofía con niños de ocho años 558
La clase a modo de rompecabezas 559
El Barefoot College (`Colegio de los pies descalzos'), la escuela de pastores
y el Parlamento de niños 560
La empatía de los profesores 561
Un bebé en la clase 563
Reconciliarse con la naturaleza 564
La educación positiva 565
38. Combatir las desigualdades 567
Las desigualdades económicas aumentan en casi todo el mundo 568
La excepción sudamericana 572
El precio de las desigualdades 573
Cómo reducir las desigualdades 575
39. Hacia una economía altruista 578
El Horno economicus, racional, calculador y egoísta 579
Las desviaciones del libre mercado 582
Protecciones por el bien de todos 588
El principio del fin de los incentivos exorbitantes: los suizos
muestran el camino 590
Unir la voz de la solicitud a la voz de la razón 591
Extender la reciprocidad 595
Hacia una economía positiva y solidaria 599
El auge del comercio justo 602
Los fondos éticos 604
Los bancos cooperativos 605
Crear una Bolsa de economía positiva 606
La ayuda al desarrollo 607
Devolver a la sociedad: la filantropía a nivel planetario 607
La llegada de una solidaridad masiva 610
El auge de la gratuidad del acceso al conocimiento 611
La innovación al servicio del bien común 613
40. La sencillez voluntaria y feliz 615
¿Qué se puede esperar del consumismo? 616
Consumo y altruismo 618
Alquilar y reparar en lugar de comprar 619
El dinero no hace la felicidad... salvo si lo donamos 621
Simplificar, simplificar, simplificar 623
Un llamamiento a la sencillez 624
41. El altruismo hacia las generaciones futuras 626
El holoceno: un período excepcional para la prosperidad humana 626
Preservar esta situación favorable sólo puede beneficiamos 628
Límites planetarios dentro de los cuales la humanidad puede continuar
prosperando 634
El futuro no duele... por el momento 638
La magnitud del desafío 639
¿Una violación desmesurada de los derechos humanos? 641
¿Tienen ya derechos los seres del futuro? 642
¿Qué piensan de esto nuestros contemporáneos? 643
Huella ecológica 644
Es indispensable una colaboración íntima entre la ciencia y los Gobiernos 645
Alimentar a 9 mil millones de seres humanos 646
La injusticia de los cambios medioambientales 648
Un ejemplo edificante de interdependencia 651
El pesimismo es una pérdida de tiempo: existen soluciones 652
La alternativa indispensable a los hidrocarburos 654
Una transición total hacia las energías renovables 655
Abastecer de energía a los países pobres 656
Gestionar racionalmente los recursos hídricos 657
Alimentación para todos sin destruir la biosfera:
una revolución realmente verde 658
Revitalizar los suelos 659
Instaurar una economía circular reciclando todos los metales raros 661
Una red inteligente de reparto de las energías renovables 662
Algunas señales alentadoras 663
Las ciudades verdes dan ejemplo 664
Pasar a la acción y no buscar más excusas para no hacer nada 665
Una cuestión de sentido común 667
42. Una armonía duradera 668
Ni crecimiento ni decrecimiento: una prosperidad equilibrada 668
Las debilidades del modelo económico actual 670
Hacia nuevos criterios de prosperidad 673
Tres indicadores esenciales: prosperidad equilibrada, satisfacción
con la vida, calidad del medio ambiente 675
•
Una contabilidad nacional que reconozca el valor del capital natural
y del capital humano 677
Una ecología del bienestar 681
Mutualidad: integrar el capital económico, el capital social y el capital
natural dentro de la empresa 682
43. Compromiso local, responsabilidad global 684
¿Qué gobierno queremos para el mundo? 686
Transformarse uno mismo para transformar el mundo 687
Compromiso comunitario: la revolución de las ONG 688
Dar más importancia a la sociedad civil 689
Integrar la comprensión de la interdependencia 691
La globalización tanto para lo mejor como para lo peor 691
Universalidad de los derechos, responsabilidad de cada uno 693
Una democracia informada y una meritocracia responsable 693
¿Hacia una federación mundial? 696
Conclusión 697
Notas 701
Fuentes de los gráficos 791
Bibliografía 793
Agradecimientos 803
Karuna-Shechen. Compasión en acción 806
Semblanza biográfica de Juan José del Solar Bardelli 807