El laberinto de los dioses, de Virginia Blanes  Memorias de un angel caído

El laberinto de los dioses

Referencia: 9788493423117
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Memorias de un angel caído

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El laberinto de los dioses es una relato emocionante, sombrío y al mismo tiempo tierno, en el que se reflejan muchos conflictos internos del ser humano, así como la eterna pugna de las fuerzas contrapuestas que conforman la realidad.
A través de su prosa poética, cada frase se transforma en una hermosa reflexión sobre la luz y la oscuridad, el amor y el miedo, que calan, delicadamente, en la psique del lector.
El protagonista es un demonio que narra su trayectoria junto a una mujer a la que ha acompañado a través de múltiples existencias, procurando mantenerla atrapada en su propio temor, enfrentándose con su ángel guardián, que intenta impulsarla en su proceso de consciencia y liberación. En esta danza sagrada, todos los personajes descubrirán que en los claroscuros del alma surge la posibilidad del abrazo perfecto entre los opuestos.

Virginia Blanes

Durante algunos años busqué mi proyección profesional en el mundo de los negocios. Licenciada en Publicidad y empresaria en diferentes áreas del entorno de la música, reconocí que ese no era mi camino y decidí dedicarme por completo al estudio del ser humano y de las realidades no visibles. Llevo desde 1995 canalizando e impartiendo talleres orientados al crecimiento interior, a la restauración de los valores fundamentales, al conocimiento profundo de cada uno y al desarrollo de la felicidad y de las potencialidades del ser.
Mi percepción de otros planos y de seres espirituales desde mi niñez, junto a mi inquietud por encontrar respuestas a la complejidad de la vida, que puedan valer para todos, me han llevado a estudiar: cábala, astrología, numerología, programación neurolingüística, cromoterapia, reiki, tarot, cristaloterapia, biodescodificación y diversas terapias alternativas.
Los cursos, al igual que los viajes que organizo, son muy intensos, profundos, prácticos y vivenciales. En ellos incito a conocerse honestamente, y a buscar un mayor grado de consciencia, comprensión y serenidad. La base de mi trabajo es desmitificar lo que parece inalcanzable, para mostrar la entrada a un mundo donde la espiritualidad es sinónimo de responsabilidad y compromiso con uno mismo. Para ello comparto herramientas eficaces destinadas a alejarse del sufrimiento y acercarse a la consciencia y por tanto a la felicidad.
Ejerzo la espiritualidad práctica. No creo en aquella que sólo sirve para escapar de unas circunstancias insanamente construidas. Creo y confío en la vida en sus múltiples formas, y en ella recorro el sendero de la consciencia, sabiendo que cada paso me sitúa en el principio de un nuevo camino, con todo por aprender. Conozco, desde que era una niña, dimensiones paralelas a la que vemos, a seres alados, a maestros y a otras entidades de las que nunca se habla. De la misma forma, conozco el dolor y el sufrimiento que provocan las emociones, el boicot de la mente y del ego, la derrota, la impotencia, el agotamiento y el temor. Sé que no existen vías rápidas, ni recetas mágicas, no hay caminos estándar, ni nadie que vaya a hacer por mí lo que yo estoy capacitada para hacer. Como, a través del tiempo que llevo dedicándome a esta labor, he ido dándome cuenta de que estas bases son idénticas para todos, promulgo la responsabilidad, la honestidad y la coherencia por encima de cualquier credo. No me adhiero a modas, pues son sólo eso, demasiado temporales y demasiado vacías, mientras lo divino pervive más allá de nuestras necesidades y enquistados dogmas. Tampoco juego a ser maestra ni redentora de nadie. El maestro mayor de cada cual espera ser atendido en su propio corazón. Lo que sí puedo hacer es compartir lo que conozco, lo que he experimentado, sin olvidar que mi camino es sólo mío y cada cual debe seguir el suyo.
Porque comparto con seres sabios, con personas que se han perdido y con aquellos que en verdad quieren volver a ser, sé que más allá de las palabras y las creencias, hay un camino en que la espiritualidad es real. Es real cuando se vive en lo cotidiano y nos sirve aquí y ahora, suceda lo que suceda. Cuando, venciendo al miedo, es capaz de transformar los credos en que hemos estado atrapados y nuestras falsas verdades, para otorgarnos libertad y serenidad.
No vendo recetas fáciles, ni remedios de urgencia, aunque hable de magia, no enseño brujería, aunque hable de otras dimensiones, nunca olvido la madurez y la atención que ésta requiere. Simplemente, procuro mostrar el potencial que se haya escondido en el interior de los que llegan hasta mí y, restaurar las memorias de lo que en el fondo, ya saben. Lo que haga cada uno con esos descubrimientos forma parte de su historia personal.

  • Nº de páginas: 200 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda

PRIMER CAPÍTULO

A veces todo está oscuro. Igual que el rostro de la luna cuando derrama sus lágrimas.
Durante eternidades me he empeñado en gritar bus­cando alguna respuesta.
He aullado en todas las formas de que soy capaz, y nada.
Me gustan las lágrimas que destruyen entornos. La imposibilidad absoluta en los ojos. Saber que algu­nos están atrapados por sus sentidos. Los ruidos que acompañan al miedo y los silencios que custodian a la muerte. Observar desde los rincones del alma partida. Perseguir a los osados y en su camino ofrecerles poder, dolor, pesadillas, temor, realidad y confusión.
Me gusta mi mirada, profunda y antigua, la que me ayuda a recordar lo que fue y a adivinar lo que puede llegar a ser. Me gusta el hueco donde antes de mis re­cuerdos debió existir un corazón.
Vivo en las tinieblas de la vida, donde todos en alguna forma existimos, aunque nadie lo quiera saber... pocos se atreven a ver su sombra.
Conozco los secretos de los inocentes y de los culpa­bles; de todos ellos me alimento. Soy la trampa eterna en la que se enredan una y otra vez, mientras me con­vierto, poco a poco, en su aliento.
Vivo cruzando juegos de palabras, que nadie escucha, con los ángeles amados y amantes; esos que rescatan pedazos del paraíso dentro del infierno.
Hace, no recuerdo cuanto, que el amor desapareció. Aún tengo sueños en los que puedo percibirlo, dudo si no son pesadillas. Algunos de los humanos, los más vivos, me lo recuerdan; tal vez por eso sigo aquí. Como ellos, como todos, esperando... Aunque la mayoría me haga creer que mi espera es tan vana como la suya.
Al principio sólo la oscuridad. Gracias a ella, la luz fue posible. Recuerdo aquella explosión. El estruendo del que intentamos escapar sin conseguirlo. Buscamos re­fugio, encontrar de nuevo el sueño de la inexistencia; sólo el latido acompasado de la vida y la muerte. No fue posible. Todos, sin forma pero con voz, lloramos. El lati­do se transformó en desgarro; nada fue igual. Surgió la distancia en lugar de la unidad, y nos perdimos.
Desde entonces quiero descansar. Continúo siendo sombra en las tinieblas, aunque en ocasiones algunos destellos amenacen con cegarme.
 

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