Quantum Economics, por Amit Goswami. Ed. La Esfera de los Libros

Quantum Economics

Referencia: 9788490608395
23,90 €
Impuestos incluidos

Descubre un nuevo paradigma económico basado en la consciencia

Por fin una economía en la que nadie pierde y todos ganamos.

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Con explicaciones accesibles y ejemplos reveladores, el padre de la «ciencia dentro de la consciencia» nos inicia en los secretos de la física cuántica aplicada a la economía, integrando en su modelo lo válido de los sistemas económicos actuales y desmontando las trampas de sus visiones parciales, tanto de izquierda como de derecha, que polarizan la realidad y condenan a los ciudadanos a padecer un sistema rígido e injusto.

Quantum Economics nos descubre:

  • cómo puede la economía ofrecer la satisfacción plena y el desarrollo integral del consumidor
  • cómo las tecnologías de energía vital harán obsoletos los sistemas de producción actuales
  • cómo poner a trabajar la creatividad cuántica para desarrollar los nuevos productos y servicios
  • cómo la política educativa necesita reorientarse a la nueva realidad

Amit Goswami ofrece todas las respuestas desde un nuevo modelo económico basado en la consciencia y orientado a la realización del potencial humano y la satisfacción de nuestras necesidades, no solo materiales. Los empresarios que adopten este enfoque revolucionarán el mercado, con un posible crecimiento ilimitado en los nuevos sectores emergentes; y los consumidores o trabajadores que se comprometan con él serán los impulsores del cambio y los mayores beneficiados.

Amit Goswami

El doctor Amit Goswami, profesor jubilado del Departamento de Física Teórica de la Universidad de Oregón, es pionero del nuevo paradigma científico conocido como «ciencia dentro de la consciencia».
Además de un útil manual, Quantum Mechanics, ha escrito varios libros sobre sus investigaciones. En su influyente obra The Self-Aware Universe, resolvió el problema de la medición cuántica, esclareciendo el famoso efecto del observador y sentando las bases de un nuevo paradigma científico apoyado en la primacía de la consciencia. En La ventana del visionario -publicado por La Esfera de los Libros-, demostró que es posible integrar ciencia y espiritualidad. La Física del alma desarrolló una teoría sobre la supervivencia después de la muerte y la reencarnación. En El médico cuántico integra medicina convencional y alternativa. En Dios no ha muerto explora lo que la física cuántica nos cuenta sobre nosotros y nuestros orígenes. Por su parte, en Evolución creativa -también publicado por esta editorial- reconcilia el concepto de evolución espiritual de Sri Aurobindo y Teilhard de Chardin con el neodarwinismo. En su última obra, How Quantum Activism Can Save Civilization, desarrolla ideas que pueden establecer una economía espiritual, una democracia de evolución conscientes, religiones poslaicas, educación creativa, y medicina integrativa rentable. Y su siguiente libro, Quantum Creativity, es un tour de force sobre cómo desarrollar la creatividad tanto interna como externa. Sus textos han sido traducidos a dieciséis idiomas.
Goswami practica la espiritualidad y la transformación. Se considera un activista cuántico. Ha colaborado en las películas ¿¡Y tú que sabes?!Dalai Lama: renacimiento y en la galardonada The Quantum Activist.

  • Páginas 322
  • Formato 15x23
  • Rústica
  • Traducción del inglés Isabel Murillo

 

Índice

Presentación, por Rinaldo S. Brutoco  11
 Prefacio.    13

PRIMERA PARTE
UNA INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA CUÁNTICA

1. Introducción: la necesidad de una nueva economía 21
2 El capitalismo de Adam Smith y las modificaciones que han acompañado los cambios en nuestra visión  delmundo    53
3 Experiencias humanas, la visión cuántica del mundo  y la base científica de la economía cuántica  87

SEGUNDA PARTE
¿QUÉ PUEDE HACER POR NOSOTROS
LA ECONOMÍA CUÁNTICA DE LA CONSCIENCIA?

  1. Las bases conceptuales de la economía cuántica 135
  2. La economía cuántica de la consciencia comosolución a los problemas del ciclo económico 161
  3. El cambio en empresas y consumidores en sincronía con el movimiento de la consciencia  183
  4. Política y economía   211

TERCERA PARTE
LA IMPLEMENTACIÓN: ACTIVISMO CUÁNTICO

  1. La mentalización para la nueva economía  229
  2. Liderazgo empresarial al estilo cuántico  251
  3. La expansión de la economía en el ámbito de lo sutil: los inicios   285
  4. Siete pasos hacia la economía cuántica de la consciencia   312

 

Bibliografía.    317

Presentación

Amit Goswami ha desafiado una vez más, y de manera brillante, nuestras percepciones fundamentales de la realidad. En su nuevo libro, Quantum Economics, describe las razones por las que debería­mos unificar nuestra creciente percepción de la consciencia con nuestra creciente percepción de lo tremendamente desfasados que están nuestros actuales sistemas económicos y políticos. Con su re­ciente oferta de libros en los que trata de su forma tan exclusiva de aplicar la física cuántica a la sociedad actual, Goswami recorre de manera muy atractiva el paisaje intelectual que va desde la teoría del entrelazamiento hasta «la nueva economía de la consciencia». Con un punto de vista asombroso y arrasador, características que siempre se repiten en este físico de formación clásica, este libro establece la necesidad de una visión cuántica de la economía y nos describe cómo sería.
No deberíamos considerar este libro como un «manual», en el sentido más habitual del término. Se trata, más bien, de un cautivador diálogo que Goswami mantiene con el lector y en el que expone sus premisas cuánticas y su aplicación a la esperada revolución de la teoría económica. Más que un simple ataque contra el «materialismo cien­tífico» y, sin duda alguna, más que una respuesta a la desalmada economía del efecto «filtración», este libro abre la puerta a una forma radicalmente distinta de ver la economía y su relación con el bienestar de la humanidad.
En los pasajes más eruditos, en los que describe los fundamentos de la física cuántica en un lenguaje completamente inteligible, y en sus explicaciones sobre los beneficios de la globalización y la subcon­tratación a lo que podría ser un público escéptico, jamás renuncia a su premisa fundamental: somos capaces de poner en marcha una eco­nomía holística. Somos capaces de comprender la energía vital de la que deben alimentarse nuestros seres de macro realidad. Somos capa­ces de interactuar creativamente con la potencialidad pura que la pers­pectiva cuántica fomenta. Resumiendo, somos capaces de tener una nueva «visión del mundo basada en la consciencia» que abarque la Economía Cuántica.

RINALDO S. BRUTOCO
presidente fundador y consejero delegado de World Business Academy

Prefacio

Contemplando el reciente colapso de la economía que ha dado lugar a una gran recesión, es evidente que nuestros actuales sistemas económicos no funcionan. Pero los economistas no tienen ni idea de cómo modificar los modelos existentes. Los dos partidos políticos de los Estados Unidos están atascados en un forcejeo entre dos modali­dades económicas definitivamente ineficientes y pretenden elegir úni­camente entre la demanda y la oferta como vías excluyentes de inter­vención gubernamental para sacarnos de la recesión. Mientras que parecen coincidir en aceptar que solo existe una manera de devolver la salud al sistema: una economía en eterna expansión alimentada por la demanda del consumidor.
El capitalismo de Adam Smith, el modelo económico básico en la mayoría del mundo actual, se formuló en una época dominada por el pensamiento moderno o dualismo cartesiano que valoraba tanto la materia como la mente. Sin embargo, como sucede con todas las teorías científicas, la teoría del capitalismo de Adam Smith sufrió numerosas modificaciones. Algunas de las modificaciones fueron mo­tivadas por cuestiones políticas, como es el caso de las llamadas polí­ticas de oferta y de demanda. Junto con estas modificaciones conse­cuencia de las presiones políticas, hubo también otras, esta vez debidas
a que el punto de vista científico fue volviéndose cada vez más parcial, favoreciendo la materia y excluyendo la independencia de la mente. Al final, el dualismo pasó el relevo al materialismo científico posmo­derno (la supremacía de la filosofía materialista), lo que conllevó im­portantes modificaciones en el capitalismo de Adam Smith.
Una de estas modificaciones fue la reubicación de la economía como ciencia matemática. Aunque esto es como mucho una buena aproximación, por mucho que insistan los materialistas científicos (al fin y al cabo, como demuestra la experiencia, los seres humanos no son máquinas mecánicas). De modo que este modelo, a pesar de haber tenido éxito a corto plazo, en el sentido de haber hecho ganar mucho dinero a sus protagonistas, falla a largo plazo; y es uno de los princi­pales causantes del colapso vivido entre 2007 y 2009.
Otro notable resultado de este giro materialista del capitalismo nos ha dejado la concepción de una economía que se expande infinitamen­te —se expande o se descalabra— impulsada única y exclusivamente por la demanda del consumidor. Sin embargo, teniendo en cuenta que nuestro planeta es finito y sus recursos materiales son también finitos, esta teoría nos plantea una pregunta: ¿es esto sostenible?
Por otro lado, en la ciencia se está produciendo un cambio de paradigma. Estamos pasando de una ciencia basada en el materialismo a una ciencia basada en la consciencia, de la primacía de la materia a la primacía de la consciencia como fuente de causalidad. La tarea que tengo ahora entre manos —este libro— es el resultado del desarrollo de la perspectiva cuántica que está sustituyendo poco a poco la pers­pectiva de la física materialista.
En 1999 estuve en una conferencia con el Dalai Lama como miembro de un grupo de treinta científicos defensores del nuevo pa­radigma. En el transcurso de la misma, el Dalai Lama nos desafió a aplicar nuestra nueva ciencia a los problemas sociales. Personalmente aquello me inspiró a estudiar los temas económicos. Pero otros pro­blemas sociales desviaron mi atención. No fue hasta años después, a consecuencia de una llamada del presidente de la World Business en la que me animaba a escribir un artículo sobre el impacto del nuevo paradigma en el pensamiento económico, que volví a concentrar mis esfuerzos en ese tema.
Desde un principio comprendí que si formulamos la ciencia ba­sándonos en la primacía a la consciencia, el poder de lo sutil (la psique) sería reconocido, organizado y desarrollado. Este nuevo en­foque, relativamente reciente en nuestra comprensión de la ciencia, permite afirmar con claridad que no solo las experiencias materiales pueden ser objeto de estudio científico, sino que también podemos someter al análisis de la ciencia nuestras experiencias internas más sutiles (lo que a veces denominamos, en sentido colectivo, el terreno de la mente).
¿Por qué no expandir la economía hasta el terreno de lo sutil, hasta el terreno de la energía vital que percibimos, del significado mental que pensamos e, incluso, de valores arquetípicos, como el amor, que intuimos? ¿Suena tal vez absurdo? ¿Acaso el gran Abra­ham Maslow no propuso una jerarquía de necesidades? Maslow sos­tenía que cuando tenemos las necesidades materiales satisfechas, ansiamos necesidades más elevadas como el amor. El capitalismo de Adam Smith versa en torno a emparejar bienes con necesidades, lo que da lugar, respectivamente, a la producción y al consumo, los dos lados de la ecuación económica de la oferta y la demanda. Y según Maslow, la necesidad de lo sutil ya está ahí. Mis investigaciones demuestran que tanto nuestra ciencia como nuestra tecnología están preparadas para afrontar lo sutil como bien y su producción. Ha llegado el momento de una economía de la consciencia: ¡la econo­mía cuántica!
Plasmé mis ideas iniciales en un breve artículo, que fue publicado en 2005 por la World Business Academy. En él expuse que, con la inclusión de lo sutil en nuestro sistema económico, es posible resolver el perpetuo problema del capitalismo de Adam Smith que ninguna de sus posteriores versiones ha logrado solventar: el problema de la alternancia entre expansión y contracción, lo que se conoce formal­mente como ciclo económico. Mi trabajo fue publicado posteriormen­te como parte de una antología sobre ideas relacionadas con el nuevo
paradigma económico que lleva por título What Comes After Money? Un par de años más tarde, me solicitaron colaborar en otra antología, y para ello amplié mis primeros conceptos, encontré la respuesta a la sostenibilidad y redacté un artículo más extenso que llevó por título «La economía de la consciencia».
Este libro es una ampliación directa de los primeros documentos en los que resolvía los principales problemas de la teoría de Adam Smith y, en consecuencia, los principales problemas económicos de la actualidad. Naturalmente, igual que sucede con la ciencia basada en la consciencia, esta nueva economía no está gozando de entrada de una amplia aceptación. Pero como conlleva la solución a todos los problemas de la economía que afectan a nuestro bolsillo, y también a los problemas medioambientales y sociológicos que vivimos, conside­ro que ha llegado su momento.
¿En qué sentido es buena esta nueva economía? Es buena porque resuelve los cuatro problemas ya mencionados, y algunos más:
La «nueva economía» se dirige a satisfacer los aspectos sutiles de las necesidades humanas, descubriendo así nuevas e infi­nitas dimensiones de expansión económica. La satisfacción de dichas necesidades sutiles genera una sociedad humana transformada en la que las económicas sostenibles son fáciles de imaginar. Y aún más, como ya hemos mencionado, la nue­va economía se libera de los ciclos económicos.
La «perspectiva cuántica» va en contra de las élites y, en con­secuencia, toda economía basada en los principios de esta perspectiva terminará con la brecha de riqueza que separa ricos y pobres. Acabará solventando pues, y en la medida de lo posible, el problema de la pobreza.
Ni la «perspectiva materialista» ni la «perspectiva religiosa» previa al pensamiento moderno fomentaban la creatividad por sí misma. La perspectiva materialista del mundo es deter­minista y no da mucha cabida a la creatividad. La creatividad religiosa denigraba lo mundano. Tal vez fuera creativa en la
exploración de la espiritualidad, pero se perdía luego en ritua­les y tradiciones. La perspectiva moderna del mundo intro­dujo la creatividad a niveles nunca vistos hasta entonces, pero el materialismo acabó agotándola. La perspectiva cuántica es todo lo contrario: fomenta la creatividad. De modo que, con su ayuda, la creatividad y la innovación regresarán de nuevo al terreno de lo económico.
4. La «polarización política» dejará de afectar a la economía. A la izquierda le gusta la ciencia. La nueva economía se basa en la ciencia. La derecha está del lado del cristianismo, que se basa implícitamente en valores espirituales. La nueva eco­nomía fomenta estos valores convirtiéndolos en bienes econó­micos que producir y consumir. Por ello, la economía cuán­tica debería obtener apoyos por ambas partes. Y más aún, como la perspectiva cuántica del mundo es integradora, en algún momento, hará que la polarización se agote en sí misma.
Este libro está escrito tanto para el hombre de negocios como para el consumidor, es decir, para todo el mundo. Cubre temas tan importantes como la creatividad y la ética en los negocios. Le intro­ducirá en las tecnologías de la energía vital, que ya son una realidad en el siglo XXI. Informa a todos los que viven en el seno de una eco­nomía desarrollada de que ha llegado el momento de buscar puestos de trabajo que aporten sentido y valor a la vida personal. Nos ofrece pistas cuánticas para un nuevo liderazgo empresarial: una ciencia via­ble de manifestación, cómo revitalizar el mundo de los negocios, cómo transformar la energía del dinero.
Doy las gracias al Dalai Lama por su inspiración inicial y a la maravillosa discusión que mantuve con Swami Swaroopananda con ese fin. Gracias asimismo a Rinaldo Bruttocko por haberme invitado a incorporarme a la World Business Academy. Quiero agradecer a muchas personas las útiles conversaciones que he mantenido con ellas y muy en especial a Willis Harman, Paul Ray, Adriano Fromer Piazzi,
Maggie Free y Eva Herr. Y por último, aunque no por ello menos importante, mi más sentido agradecimiento a Will Hamilton por la lectura completa y las numerosas sugerencias de mejora, por las cuales estoy sinceramente agradecido.

PRIMERA PARTE
UNA INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA CUÁNTICA

1

INTRODUCCIÓN: LA NECESIDAD
DE UNA NUEVA ECONOMÍA

«El viejo orden cambió y dio lugar a uno nuevo», escribió el gran poeta romántico Alfred Tennyson. Este libro habla sobre este cambio —un cambio de paradigma— en el pensamiento económico. ¡Pero re­lájese! La economía cuántica —puede llamarla también economía de la consciencia— que vamos a explorar aquí no consiste en un cambio ra­dical en la teoría económica, sino en una evolución natural del capita­lismo que desarrolló el gran Adam Smith en el siglo XVIII. Las diferentes interpretaciones de las ideas de Adam Smith que han tenido lugar desde los comienzos del capitalismo fueron motivadas por cuestiones políticas y por creencias y, más recientemente, por influencia del dogma científi­co. La nuestra se basa en una incipiente ciencia carente de dogmas que tiene sus fundamentos en la visión cuántica del mundo y que podemos demostrar que es más acorde con el concepto original de capitalismo propugnado por Smith. Con ella resolvemos todos los problemas rela­cionados con la crisis que los actuales modelos no son capaces de resol­ver: expansión y contracción, sobre todo esta última, las burbujas finan­cieras y los consecuentes colapsos, el crecimiento económico ilimitado, la creación de puestos de trabajo con sentido para el hombre, la conser­vación del libre mercado, la globalización, la sostenibilidad, la disparidad de ingresos entre clases sociales e, incluso, la pobreza.
El mensaje de la visión cuántica aplicada a la economía es muy sencillo: ¡la teoría economía y nuestra economía tienen una dirección nueva que seguir! No tenemos por qué quedarnos atascados en deba­tes vanos sobre alternativas inviables basadas en visiones del mundo incorrectas, elitistas y obsoletas. En consecuencia, este libro debería inspirar y empoderar a los líderes empresariales, a las personas que buscan trabajo y al consumidor y, de hecho, a todos los pensadores y a todas las personas que mueven los hilos de cualquier campo que esté relacionado con la economía.

La búsqueda de la dirección adecuada hacia un capitalismo sin problemas

El concepto básico de cualquier economía es conseguir que las activi­dades económicas —la producción y el consumo— funcionen sin ningún problema. El éxito del capitalismo de Adam Smith parte de la idea de que si productores y consumidores persiguen sus intereses individuales sin intervención de nadie, la mano invisible del libre mercado establecerá el equilibrio adecuado entre producción y con­sumo, distribuirá los recursos entre los diversos sectores de la econo­mía, estabilizarán los precios... Pero a lo largo de más de dos siglos hemos visto que, a pesar de que el capitalismo es un modelo factible, presenta fallos. Hemos estado buscando la dirección correcta hacia la que orientar el capitalismo desde el momento en que sus carencias, que ya hemos señalado, quedaron patentes. Existe además la cuestión del bien social. ¿Qué sucede cuando el bien individual entra en oposición con el bien social? Smith creía implícitamente que la mano invisible del libre mercado garantizaría también el bien social.
Lo cierto es que, desde los años ochenta, se ha hablado, aunque en contadas ocasiones, sobre un cambio de paradigma económico que extienda el concepto de persona como homo economicus al de persona en comunidad, para permitir que el concepto de interés individual incluya el bien social como parte integrante del mismo (Daly y Cobb, 1994). Pero sin contar con una definición científica que defina a este nuevo tipo de persona.
Después de la crisis económica de 2007-2009 que dio lugar a la gran recesión, la idea de un cambio de paradigma ha adquirido un sentido de urgencia. Muchos economistas han declarado que existe una necesidad apremiante de encontrar un nuevo pensamiento económico. Sin embargo, en la práctica, todos ellos se han quedado cortos.
Naturalmente, después de Adam Smith han surgido muchas teo­rías macroeconómicas. Algunas de sus ideas, que se implementaron por motivos políticos, estaban basadas en el concepto de la interven­ción gubernamental para anteponer el bien social y se utilizaron para encarrilar aceleradamente situaciones erróneas coincidiendo con el habitual ciclo electoral de cuatro años de los Estados Unidos. Estas teorías, sustentadas en la conveniencia del gobierno de turno, están en clara contradicción con el concepto esencial del libre mercado de Adam Smith, pese a que en parte buscan solucionar uno de los pro­blemas más destacados de su modelo: sus cíclicos altibajos. Estos mo­delos alternativos, conocidos como de demanda y de oferta, respecti­vamente, utilizan la intervención gubernamental para fomentar uno de los dos lados de la ecuación económica. El modelo de la demanda impulsa la creación de puestos de trabajo para la clase media median­te la reducción de sus impuestos, las prestaciones para los desemplea­dos y la inversión pública en infraestructuras. El modelo de la oferta abarata la financiación reduciendo los impuestos a los ricos; con idea de estimular las inversiones privadas en las empresas, lo que repercu­tirá en la clase media con la creación de puestos de trabajo. Actual­mente, en los Estados Unidos, los dos partidos políticos están atasca­dos en una batalla entre estas dos alternativas a las que se incorporan diversos trucos nuevos. Pero observando la situación con un punto de vista pragmático, todos los esfuerzos no son más que versiones de lo mismo de siempre, de lo mismo y viejo de siempre.
Otras modificaciones al capitalismo de Adam Smith surgieron a partir de la creencia cada vez mayor en el materialismo científico: el dogma de que todo está basado en la materia y en las interacciones
materiales. Estos modelos intentaron refundir la economía a imagen y semejanza de la anticuada física de Isaac Newton. De este modo, em­pezaron a utilizar las matemáticas para describir los cambios económi­cos. Estas versiones distorsionadas del capitalismo habrían estado bien si los seres humanos fueran máquinas newtonianas: robots, zombis, ordenadores o como queramos llamarlos que funcionasen según el sistema de creencias del materialismo científico. Pero los seres huma­nos, e incluso los animales, no son máquinas; los animales superiores, por ejemplo, poseen emociones que no son computables. Por todo ello no es de extrañar que estos enfoques materialistas, que a veces han alcanzado el éxito a corto plazo en el sentido de que han proporciona­do dinero a sus avariciosos protagonistas, no funcionen a largo plazo. De hecho, producen inestabilidades enormes. La crisis de 2007-2009 fue en parte debida a la inestabilidad desencadenada por la avaricia.
Y entre tanto, economistas de todas las tendencias coinciden en que para poder afrontar las recesiones periódicas e inevitables, la par­te baja del ciclo de altibajos, es necesario tener una expansión econó­mica indefinida. ¿Pero cómo va a poder un ecosistema finito con re­cursos finitos ofrecer una expansión infinita?
Los materialistas científicos malinterpretan la naturaleza del ca­pitalismo porque lo obligan a vivir en la camisa de fuerza que impone una visión del mundo basada en lo material. Antes de que apareciera el capitalismo ocurría algo similar, en occidente la economía feudal estaba encorsetada por el sistema de creencias del cristianismo. El capitalismo se descubrió en un momento en que la visión del mundo sostenía, a modo de compromiso entre la religión y la incipiente cien­cia newtoniana, que materia y mente eran partes importante de la realidad —una visión del mundo conocida como dualismo cartesiano que toma el nombre de su protagonista, René Descartes. Posterior­mente, esta visión del mundo pasó a denominarse pensamiento mo­derno y se convirtió en la base filosófica para una tregua entre los científicos y humanistas de la Ilustración, durante la cual ambos se repartieron la realidad dividiéndola en estos dos territorios. Como Adam Smith comprendió muy bien, el capitalismo depende en primer
lugar de la ética y la moral y, en segundo de la creatividad. Solo cuan­do el mercado opera desde dichos aspectos, conseguirán sus manos invisibles atender el bien social. Para resumir, el capitalismo de Adam Smith tenía el siguiente mensaje implícito, detallado por puntos:

  1. Tanto los productores como los consumidores velan por sus propios intereses, pero...
  2. Cuando se enfrentan a la competencia, tienen en cuenta la ética.
  3. Los productores nunca se olvidan de incentivar el poder crea­tivo de su equipo para generar con ello un renovado interés del consumidor en lo que producen.
  4. Entonces, la mano invisible del libre mercado distribuye el capital de tal modo que se crea espacio para la innovación, se genera la necesaria expansión económica, el capital crece y se mantienen el equilibrio y la estabilidad generarando no solo el bien personal, sino también el bien para todo el mundo: el bien social.

Sin embargo, el materialismo científico no da cabida ni la ética ni la creatividad con potencia causal, y como resultado de ello, su papel en nuestra sociedad quedó infravalorado cuando esta visión del mundo adquirió prominencia frente al humanismo. Gran parte de la actual crisis económica tiene su origen en el declive de la ética y la crea­tividad en nuestra sociedad, en general, y en nuestras empresas, en particular. No le quepa la menor duda.
La economía cuántica es una interpretación en la dirección co­rrecta del capitalismo de Adam Smith, puesto que se basa en una vi­sión del mundo que incorpora ese compromiso entre mente y materia, y entre religión y ciencia, que prevalecía en tiempos de Smith y que influyó su pensamiento. La nueva economía crea otra vez espacio, en el terreno económico, tanto para la mente como para lo material, solo que en esta ocasión lo hace de un modo integrado y científico. En consecuencia, la nueva economía logra que el capitalismo sea mucho
más adecuado para el ser humano consciente. No solo incorpora en la ecuación económica nuestro lado material, como hizo Adam Smith, sino que además le añade nuestro lado sutil —la consciencia, el emo­ción, el significado, la intuición—, algo que Smith no incluyó implí­citamente; en su época habría sido prematuro.
A pesar de que es muy posible que no piense conscientemente en ello, la experiencia más sorprendente de su lado sutil es su experiencia como sujeto de percepción. La percepción tiene dos polos: sujeto y objeto. Y en toda experiencia, usted es el sujeto que experimenta el objeto. La consciencia, en su aspecto de sujeto, influye de forma importante en nuestra manera de tomar decisiones empresariales, tan­to del lado de la producción como del lado del consumo. ¿Pueden estas decisiones surgir de las interacciones de partículas elementales de materia, incluso de las interacciones de nuestros genes? Es sorpren­dente descubrir que así es, por mucho que los materialistas intenten atribuir todo lo que parece guardar una relación causa-efecto a nivel humano a un epifenómeno del instinto de supervivencia de los genes (Dawkins, 1976; Dennett, 1996). En economía, esta actitud se con­vierte en la supremacía de la competencia como la clave que hace funcionar el mundo de los negocios. Sin embargo, nuestras recientes experiencias han demostrado claramente que la cooperación es igual­mente importante (Capra, 1982).
Los materialistas intentan socavar el poder causal de nuestro «yo» subjetivo destacando la naturaleza condicionada de dicho «yo», el ego. ¿Quién puede negar el poder del condicionamiento sobre el ego hu­mano? ¿Quién puede negar que muchas decisiones de negocios, tan­to de productores como de consumidores, evidencian los efectos de este condicionamiento tanto personal como social? De hecho, el con­dicionamiento sobre qué hemos de consumir del inconsciente social es muy poderoso. ¿Pero esto es siempre así? ¿Quién puede negar que las decisiones de negocios creativas y las innovaciones no conllevan siempre avances en la economía? ¿Quién puede negar que los actos de creatividad no son ejemplos de «creatividad mecánica» condicionada (Goswami, 2014)? ¿Quién puede negar que la ética en la toma de
decisiones del hombre viene de su sabiduría, de un nivel de conscien­cia superior al ego?
Pese a sus carencias, el capitalismo de Adam Smith valoraba enor­memente la creatividad y la innovación, y las reconocía como factores necesarios para que la economía supere los periodos de recesión. Así que la consciencia, que el capitalismo de Smith asume implícitamen­te, ha de extenderse más allá de su aspecto condicionado egóico. En resumidas cuentas: ¿tiene la consciencia un poder causal, se extiende más allá del ego?
¿Aciertan los materialistas al conducir el capitalismo por el cami­no hacia el que lo han llevado? En resumidas cuentas: ¿somos máqui­nas, o tiene nuestra consciencia un poder causal que habilita en no­sotros la ética y la creatividad? ¿tiene el poder causal de la consciencia alguna relevancia en las decisiones de negocios?

Economía y consciencia

¿Qué es la consciencia? Etimológicamente, la palabra «consciencia» tiene su origen en dos palabras en latin: cum, que significa «con», y scire, que significa «conocer». La consciencia es nuestra capacidad de conocer. Los materialistas asumen que cualquier cosa que poda­mos conocer viene de nuestro viejo repertorio condicionado, que no hay nada nuevo bajo el sol. Evidentemente, cuando tratamos con cosas conocidas no es necesario el poder causal; con el ego condicio­nado basta y eso, según los materialistas científicos, es una simple conducta cerebral. De hecho, los materialistas han enterrado las pre­guntas acerca del poder causal de la consciencia afirmando que la cons­ciencia es un epifenómeno (un fenómeno secundario) del cerebro; que es una experiencia de carácter decorativo asociada al cerebro y que es un concepto operacional; que en realidad carece de poder causal.
Para los materialistas científicos, las interacciones materiales com­plejas del cerebro pueden explicar toda la multiplicidad de las expe­riencias multicapas de nuestra consciencia. Si nos centramos en los
detalles, sin embargo, vemos que lo único que podría hacer el cerebro, de ser así, sería procesar estímulos conforme a los datos antiguos al­macenados en forma de recuerdos en el cerebro. Pero temas como la ética y de la creatividad generan preguntas que el conocimiento gra­bado no es capaz de resolver; la resolución de esas dudas implica la intervención de nuevos significados y nuevos contextos que antes no estaban presentes. Por lo tanto, los argumentos de los materialistas no consiguen responder a la siguiente pregunta: ¿cómo hace la conscien­cia para adquirir el nuevo conocimiento que necesita para procesar cuestiones éticas y cuestiones de creatividad?
La ciencia materialista tampoco aborda esta cuestión: ¿cómo in­cluir nuestras experiencias sutiles en la ciencia? Es un hecho consta­tado que, a partir de la experiencia material en bruto que obtenemos mediante los sentidos, tenemos emociones, pensamos, e incluso in­tuimos objetos tremendamente sutiles que valoramos y consideramos (Platón los llamaba arquetipos, asuntos como el amor, la belleza, la justicia, la bondad, la abundancia, la plenitud, incluso la verdad) que se supone que la ciencia tiene que valorar y perseguir. ¿Para qué sirven las leyes científicas si son una verdad relativa, y no una verdad abso­luta? Al contrario de lo que sucede con el pensamiento materialista, las experiencias que obtenemos a partir de los emociones, los pensa­mientos y la intuición no son computables o, como mínimo, no son totalmente computables y, en consecuencia, tiene sentido presuponer que surgen de mundos sutiles no materiales. Hasta aquí todo bien, pero ¿cómo podemos desarrollar una ciencia sobre la potencia causal de una consciencia inmaterial con potencia causal para generar tanto experiencias en bruto como sutiles?
Debido al problema inherente del dualismo, los materialistas científicos niegan el concepto de una consciencia no material con potencia causal y la existencia de otros mundos no materiales dentro de la misma. Y la paradoja de la interacción no los deja avanzar: ¿cómo interactúan estos mundos no materiales (de consciencia, men­te o cualquier otro mundo dual que planteemos) con la materia? Dado que no tienen nada que ver con la materia, para interactuar con
ella deben necesitar un mediador. En la ciencia materialista, esta me­diación requiere señales que transporten energía. ¡Y aquí llega la hora de la verdad! La energía del mundo material es siempre una constan­te; la energía ni sale del mundo material ni entra a él desde el exterior.
En tiempos de Adam Smith, no teníamos ni ciencia para resolver la paradoja del dualismo, ni tecnología para explorar cosas tan sutiles con la ciencia, y mucho menos con la economía. Pero ahora, tres si­glos más tarde, tenemos ambas cosas. Y debemos agradecérselo prin­cipalmente a un cambio de paradigma en la física que nos ha llevado desde la física newtoniana hasta la física cuántica.
Ahora estamos en condiciones de revelar el secreto más impor­tante de la visión cuántica del mundo: la física cuántica desencadena el poder creativo causal del individuo humano impregnándolo con una consciencia universal superior. Desencadena también el poder de lo sutil. Articulemos esto de otra manera: la física cuántica ofrece un marco teórico para poder incluir lo sutil en la ciencia: una consciencia con potencia causal con experiencias tanto materiales como sutiles. La física cuántica nos permite desarrollar una ciencia de la consciencia viable que incluya todas nuestras experiencias, también las sutiles (Goswami, 2000, 2004).
La física cuántica es la física de las posibilidades; todo objeto es una posibilidad de la consciencia susceptible de ser elegido. ¿Cómo elegimos conscientemente? Se trata de la elección en sí misma, sin necesidad de señales. ¿Cómo interactúan los mundos sutiles con la materia en bruto? A través de un sistema de comunicación instantánea sin señales que conocemos como no localidad cuántica, que es arbi­trado por una consciencia no local.
No se preocupe ahora por los detalles (véase capítulo 3). Intente comprender tan solo que la no localidad cuántica, que siempre habrá sospechado a través de experiencias personales como la telepatía, es ahora un hecho experimental gracias a los recientes experimentos re­plicados una y otra vez (Aspect et al., 1982; Grinberg et al., 1994). ¿No debería un descubrimiento de este alcance influir sobre nuestra forma de hacer las cosas y sobre nuestros asuntos personales y sociales?
Al mismo tiempo, el biólogo Rupert Sheldrake (1981), en el trans­curso de sus trabajos sobre el fenómeno de la morfogénesis —cómo se construye la forma biológica a partir de un embrión unicelular—, ha esclarecido el mundo no material (llamémoslo el mundo vital) del cual provienen nuestras experiencias emocionales. Las emociones son nuestras experiencias de energía vital, los movimientos de los campos morfogenéticos del mundo vital que actúan a modo de moldes de la forma biológica. La forma biológica —los órganos— son represen­taciones físicas de los campos morfogenéticos. El físico y matemáti­co Roger Penrose (1991) ha demostrado matemáticamente que la mente posee una cualidad para definir —su capacidad de procesar significados— que los ordenadores no pueden llevar a cabo y que las neuronas probablemente tampoco. El neocórtex del cerebro crea re­presentaciones mentales de esos significados. Muchos siglos atrás, Platón teorizaba que que conceptos como el amor, la belleza, la justi­cia, la bondad, la verdad, la abundancia y similares proceden de un mundo más sutil: la morada de los arquetipos. El filósofo Sri Auro­bindo (1996) define el mundo de estos arquetipos como lo supramen­tal. La mente y, después el cerebro, crean meras representaciones (con­ceptos) de estos arquetipos. De este modo, los arquetipos están, evidentemente, más allá del cerebro que crea representaciones con significado mental (los recuerdos).
Hay que agradecer también el cambio que ha efectuado el pen­samiento biológico sobre nuestro cuerpo físico. Desde la década de los cincuenta, los principales biólogos han insistido en que el cuerpo humano es pura bioquímica. Pero en la actualidad, una enorme can­tidad de investigaciones llevadas a cabo por biofísicos ha demostrado que, aparte de nuestro interior bioquímico, poseemos también un cuerpo biofísico al nivel de la superficie de nuestro cuerpo. Esto nos ha facilitado el desarrollo de la tecnología necesaria para medir me­diante datos biofísicos, las sutiles energías vitales asociadas con nues­tras emociones.
De un modo similar, la técnica de la resonancia magnética, inter­pretada bajo el prisma de la nueva ciencia, nos proporciona un medio
para medir objetivamente la mente —estados de significado mental­ mediante la medición de sus representaciones cerebrales.
Por lo tanto, ahora que disponemos tanto del respaldo de una teoría científica como de técnicas objetivas de cuantificación de lo sutil, podemos construir una extensión del paradigma del capitalismo de Adam Smith que incluya lo sutil en la ecuación económica. Y este será el tema de la siguiente sección.
Para ir al grano, hace ya un par de décadas que existe una pro­puesta para un nuevo paradigma científico basado en la visión del mundo cuántica de la primacía de la consciencia (Goswami, 1989, 1993, 2008a; Stapp, 1993; Blood, 1993, 2001). ¿Hacia dónde debe­ría conducirnos este cambio de paradigma como sociedad en general y, en particular, en el terreno de la economía, donde el cambio es más apremiante?
En 1999, participé en una conferencia en Dharamsala, India, en la que el Dalai Lama se reunió con treinta científicos y otros pensado­res new age con la intención de examinar este tipo de preguntas (en el documental Dalai Lama: renacimiento, podrá encontrar detalles sobre el encuentro). En esa conferencia no llegamos muy lejos en cuanto a temas concretos; pero desde entonces, he estado tremendamente inte­resado en el impacto del paradigma de la nueva ciencia sobre la eco­nomía, la política, los negocios, la salud, la educación y la religión.
Mi respuesta en el terreno de la economía es la protagonista de este libro; una economía cuántica dentro de la primacía de la cons­ciencia o, lo que es lo mismo, la economía cuántica de la consciencia. Se trata de una interpretación del capitalismo de Adam Smith que incluye las dimensiones sutiles de la experiencia humana.
Ha llegado el momento de tener un nuevo paradigma económico y resumiré las razones del porqué. La verdad es que el capitalismo requiere una economía que se expanda indefinidamente, lo cual no es realista en un mundo con recursos materiales finitos. Los indicios de escasez de recursos materiales están presentes por todas partes. Apenas pasa un día sin que los periódicos no hablen de los precios elevados del petróleo o de la posible escasez de agua en el futuro. La respuesta
materialista de extender nuestro territorio a la luna y los asteroides consume excesiva energía para poder ser tomada en serio. ¡Afronté­moslo! El paradigma actual de expansión económica indefinida no es sostenible si la tendencia actual continúa. Y además, está la amenaza de la contaminación medioambiental, con el calentamiento global en cabeza, que las tecnologías materiales generan sin poder evitarlo.
La señal más evidente de que en la teoría económica se necesita un cambio radical es el hecho de que el ciclo de altibajos económicos, que normalmente era de proporciones manejables, se ha vuelto caó­tico en dos ocasiones: durante la «gran depresión» de los años treinta y durante la «gran recesión» que tuvo lugar entre 2007 y 2009. Otro signo obvio es que el espacio de tiempo entre recesiones es cada vez es más pequeño y las recuperaciones son cada vez más lentas. Y no es necesario ser ningún genio para ver que, pese a toda la retórica polí­tica, se tardará mucho tiempo en eliminar los efectos nocivos de la reciente recesión sino incorporamos de nuevo en el juego la ética y la creatividad. Necesitamos ideas nuevas y persuasivas, una nueva ética, puesto que las grandes compañías impulsan actividades econó­micas poco éticas. Lo que nos llevó a superar la gran depresión fue la Segunda Guerra Mundial, no las teorías económicas. ¿Cómo podemos estar seguros, pues, de que no necesitaremos otra catástrofe similar para impedir grandes recesiones en el futuro?
La influencia materialista ha restringido la economía al creci­miento en la dimensión material —el dominio de los sentidos—, dejando fuera de ella las dimensiones sutiles de la existencia humana, los dominios de la consciencia y sus experiencias de percibir, pensar e intuir. Además, el actual paradigma material de la economía está di­señado para satisfacer única y exclusivamente las necesidades de nues­tro ego y no contempla nuestras necesidades emocionales, creativas y espirituales. Y lo que más importante del caso es que no funciona; basta con ver la reciente crisis económica, que ha conllevado la pérdi­da total de credibilidad de la economía como ciencia seria. ¿Podría la nueva economía cuántica de la consciencia, una economía idealista, no cabe duda, salvarnos de estas crisis? Como ya he anunciado antes,
en este libro demostraré que sí puede hacerlo. Demostraré que si in­cluimos lo sutil en la economía, si incluimos en la economía el poder causal de la consciencia y si recuperamos rápidamente la ética y la creatividad, no solo podremos evitar recesiones graves, sino que ade­más resolveremos el problema de los ciclos de altibajos económicos y recuperaremos el libre mercado lo suficiente como para conseguir el bien social además del bien a nivel individual. Eliminaremos asimis­mo la disparidad de ingresos entre clases y conseguiremos una econo­mía sostenible.
Le daré un gran ejemplo del poder potencial de lo sutil. La sani­dad constituye una parte muy importante de la economía. En los Estados Unidos, representa cerca de un dieciséis por ciento de la mis­ma, lo cual es muchísimo. Por otro lado, tanto en los Estados Unidos como en prácticamente todo el mundo, la sanidad está en crisis, y sus costes no hacen más que aumentar.
Dudo mucho que la sanidad puede ser tratada como un bien económico sujeto al libre mercado. Cuando llegamos a la vejez, la sanidad suele convertirse en una cuestión de vida o muerte; por de­cirlo de otra manera, es algo obligatorio, no opcional, como sucede con otras necesidades. En los años sesenta, bajo la presidencia de Lyndon Johnson, el gobierno norteamericano reconoció este hecho y puso en marcha Medicare, un programa sanitario gubernamental para las personas mayores. Pero con el paso de los años, los costes de Me­dicare se han disparado y se estima que, al ritmo que aumentan estos costes, no tardarán mucho tiempo en consumir la totalidad del pre­supuesto del gobierno de los Estados Unidos.
¿Qué remedio tiene esta situación? Algunos políticos sugieren cambiar el funcionamiento de Medicare privatizando parte de su ope­rativa y permitiendo que la competencia del libre mercado abarate los costes. ¿Pero qué sucede entonces con aquel viejo problema? Debemos recordar que, para la gente mayor, la sanidad no es una elección. ¿Aplica entonces aquí el libre mercado?
De modo que seguimos debatiendo sin remedio alguno en el horizonte. Resulta que lo que más caro resulta para la sanidad es la
medicina materialista, la alopatía. Existen otros sistemas médicos, tanto antiguos como nuevos, que son más baratos e igualmente efec­tivos. Son sistemas etiquetados como medicina alternativa y el prin­cipal ejemplo de ellos es la acupuntura. Pero la adherencia al materia­lismo científico impide a los practicantes de la medicina materialista —la alopatía— explicar el éxito de la acupuntura y de otras formas alternativas de medicina, como la homeopatía, y por ello se oponen, en general, a este tipo de medicina. Supongamos que se mostraran más receptivos con el poder de lo sutil. Hace un tiempo escribí un libro titulado The Quantum Doctor (Goswami, 2004), en el que des­tacaba que la medicina alternativa sería científica si reconociéramos el poder de lo sutil a través de la nueva ciencia cuántica de la conscien­cia. Demostré asimismo que, cuando nos guía la física cuántica, po­demos desarrollar una medicina integradora que abarque tanto la medicina alternativa —considerada como medicina del cuerpo sutil— como la alopatía convencional o medicina del cuerpo material. Juegan papeles complementarios: la alopatía es importante como medicina de urgencias, mientras que para la enfermedad crónica, la medicina alternativa es mucho más efectiva, preventiva y, en muchas ocasiones, adecuada.
¿Y qué tiene que ver todo esto con salvar Medicare? Resulta que el coste de las enfermedades crónicas representa entre un 75 y un 80 por ciento de la totalidad de los costes médicos de los ancianos. De modo que si extendiéramos la subvención del gobierno de tal modo que la alopatía se destinara solo a las necesidades urgentes y dejá­ramos la mayor parte del cuidado de las enfermedades crónicas a la medicina alternativa, los costes de Medicare disminuirían de inme­diato. Naturalmente, la medicina alternativa, en su aspecto preven­tivo, exige la cooperación del consumidor. Para consumidores no cooperativos y para aquellos que desearan disponer de sanidad adi­cional, la medicina alopática seguiría siendo una elección y podría quedar sujeta al capitalismo de libre mercado. Esto aplicaría al coste de los fármacos y la competencia en este mercado haría disminuir también sus precios.

Necesidades y bienes: el nuevo paradigma a grandes trazos

El concepto del capitalismo de Adam Smith se basa en la conjunción de bienes y necesidades: los bienes de la gente conducen a la produc­ción y las necesidades de la gente conducen al consumo (Eisenstein, 2011). Smith sugirió que cuando el mercado es libre, sus manos «in­visibles» establecen el equilibrio entre producción y consumo, los pre­cios se estabilizan y los recursos se distribuyen de manera adecuada entre los diferentes sectores de la economía. En el siglo XVIII, Smith veía a la gente satisfaciendo solo sus necesidades materiales y la ciencia materialista que se estaba desarrollando había madurado para brindar­les como regalo la producción de tecnología material. En el siglo XX, el psicólogo Abraham Maslow propuso que el ser humano, aparte de necesidades materiales, tiene una jerarquía completa de necesidades. La nueva ciencia, que tiene en cuenta la primacía de la consciencia, nos ayuda a elaborar y redefinir la jerarquía de necesidades de Maslow.
En la física cuántica, los objetos son ondas de posibilidades entre las que la consciencia elige antes de que se manifiesten en la realidad que aprecia el observador (Goswami, 1993; Stapp, 1993). En la vieja ciencia solo existen objetos materiales. Para permitir la existencia de todas nuestras experiencias —sensación, emoción, pensamiento e in­tuición—, la consciencia se establece como la base de los cuatro mun­dos de posibilidades cuánticas de los que surgen dichas experiencias: lo físico para la sensación, lo vital para la emoción, lo mental para el pensamiento y lo supramental (arquetípico) para la intuición. Cuando la consciencia elige una realidad entre las distintas posibilidades cuán­ticas, se manifiestan los cuatro mundos de nuestra experiencia: lo físi­co que percibimos a través de los sentidos, lo vital que sentimos, lo mental que pensamos y lo supramental que intuimos. De entre estos mundos manifiestos, solo lo físico es externo y público y, por lo tanto, lo denominamos «en bruto». Los demás mundos manifiestos se expe­rimentan como internos y privados y, en consecuencia, los denomina­mos «sutiles». Resulta útil considerar como un mundo incluso el fun­damento total de la existencia—la enchilada completa, la consciencia en sí misma— un mundo que incluye todos los mundos en potencia; llamémoslo el mundo de la felicidad, debido a su plenitud inclusiva. El mundo de la felicidad se conoce también como mundo causal, porque en él reside nuestro poder de causalidad descendente.
En cada uno de los «mundos» tenemos un «cuerpo»: el cuerpo físico, el cuerpo vital, el cuerpo mental, el cuerpo supramental y el cuerpo de la felicidad (para el cual no existe manifestación directa; es nuestro inconsciente). La jerarquía de Maslow de necesidades situadas más allá de las necesidades materiales brutas debe redefinirse como la jerarquía de las necesidades de nuestros cuerpos sutiles: las necesidades de energía vital que tenemos de sentirnos vivos; las necesidades men­tales que tenemos de explorar el significado de nuestra vida y de nues­tro mundo; las necesidades supramentales que tenemos de valores arquetípicos a explorar para obtener amor, claridad y satisfacción; y las necesidades de felicidad que tenemos de descanso, sanación holís­tica y rejuvenecimiento.
Para impulsar el desarrollo económico, los líderes económicos y empresariales del siglo XXI deben comprender y comprometerse con el poder de las necesidades sutiles. Pero apenas si estamos picoteando en ello; en anuncios publicitarios encontramos a menudo ejemplos en los que se aspira a la excitación de emociones sexuales (libido) para atraer la atención del consumidor. ¿Pero podemos ir más allá? ¿Pode­mos considerar las emociones en sí mismas como objetos comerciali­zables de consumo? Está el tema de la sexualidad, sí, y de las sustancias (afrodisiacos) que nos ponen más a tono que nunca, pero nadie se plantearía comprar la rabia por mucho que la empaquetáramos es­pléndidamente. Pero, ¿y el amor?
¿Le parece absurdo? ¿Cómo podemos estar hablando de extraer una emoción como el amor y empaquetarla? En la nueva ciencia, el origen de una emoción es la energía vital de movimiento que viene de los campos morfogenéticos, la base de la forma biológica. Por lo tanto, como cualquier ser vivo posee energía vital, seguro que conoce las emociones que le movilizan. En las sociedades tradicionales, por ejemplo las flores siempre forman parte del romanticismo Son bellas por supuesto, y huelen buen, ¿pero podría reconocerse en todas las culturas tradicionales que el romanticismo aumenta en presencia de rosas?
Supongamos que le digo que disponemos de los conocimientos necesarios para extraer toda la energía vital romántica de una habita­ción llena de rosas e introducirla en un frasquito de perfume. ¿No podríamos entonces pensar en productos sutiles como este como un sector adicional para la producción de bienes de consumo destinados a satisfacer las necesidades sutiles de amor romántico de los consumi­dores? ¿No podríamos utilizar entonces, en el siglo XXI, este sector sutil como vehículo de expansión económica?
Es algo que ya hacemos, hasta cierto punto, para satisfacer nues­tras necesidades mentales. Yo exploro el significado de la física cuán­tica; escribo sobre ella en un libro que se convierte luego en la repre­sentación física de mi significado mental, que después usted consume cuando lo lee y disfruta de mi libro. En jerga económica, he produci­do capital «cultural». De un modo similar, si asiste usted a un semi­nario impartido por mí y se divierte con ello, yo estaré satisfaciendo directamente a sus significados y usted estará pagando por ello.
Como he dicho, estamos picoteando en el desarrollo de produc­tos sutiles para su consumo. Y la situación es similar a la que se vivía antes de la revolución industrial, cuando hacíamos pequeños intentos de producción de productos de consumo con tecnología material. Una de las cosas que me gustaría dejar claras en este libro es que la tecnología de lo sutil está preparada para realizar un salto cuántico, puesto que disponemos de una ciencia de lo sutil —tanto en teoría como en cuantificación— suficiente para emprender este cambio re­volucionario.
No es casualidad que al mismo tiempo que estamos concibiendo la idea de que podría existir una demanda para bienes sutiles en un nuevo sector económico que sirviera para generar expansión econó­mica y empresarial, estemos también descubriendo que existen per­sonas dotadas para producir bienes sutiles. Hoy en día, la gente se queja de la falta de innovación en el mundo empresarial. La verdad es
que el pozo material de nuevas ideas empresariales se está agotando. Recientemente, un columnista escribía en un periódico que desde los años cincuenta apenas ha habido innovaciones que hayan dado pie a nuevas tecnologías innovadoras. Todas las grandes ideas actuales de innovación empresarial —ordenadores y robótica, satélites de comu­nicaciones y telefonía móvil, bioingeniería, energía nuclear, energía solar, aviación, nanotecnología— son producto de ideas creativas de antaño que ahora, simplemente, están refinándose.
En contraste con el mundo material, los mundos sutiles son mun­dos infinitos para la exploración creativa de producción de bienes sutiles que satisfagan las necesidades sutiles del consumidor a lo largo de todo el futuro que esté por venir hasta el fin de los tiempos.
Uno de los efectos colaterales del éxito de la ciencia materialista en la exploración de la materia y las máquinas es que, hoy en día, tenemos capacidad para mecanizar la mayoría de tareas rutinarias que el ser humano ha estado llevando a cabo desde los inicios de la agri­cultura y la industrialización. Tenemos ya robots, que cada vez susti­tuirán con más calidad a los humanos. Los futurólogos se muestran preocupados pero, en realidad, este problema ha quedado ya patente durante la recuperación de la gran recesión de 2007-2009: muchos puestos de trabajo ya no han quedado cubiertos por humanos porque se han mecanizado.
En la futura era de la tecnología sutil, el despliegue de las energías sutiles no implicará únicamente a lo no vivo, sino también a lo vivo, incluyendo en ello a las personas. Por lo tanto, en el sector de lo sutil, el ser humano no tendrá que preocuparse por la posibilidad de que las máquinas les quiten el puesto de trabajo.
A lo largo del libro exploraré en detalle todas estas ideas: cómo la física cuántica conduce a una nueva visión del mundo y a una nueva visión de la consciencia que incluye todas nuestras experiencias; cómo se desarrollan la producción y el consumo en los sectores sutiles; cómo una economía que incluye lo sutil y lo causal soluciona el pro­blema de los ciclos económicos, e incluso de la sostenibilidad y de la desigualdad económica entre clases.
Y muchas cosas más. Adam Smith nunca especificó a qué se re­fería cuando hablaba de la «mano invisible» del mercado. Hoy en día, corrompemos constantemente el libre mercado. Los gobiernos inter­vienen para crear puestos de trabajo en el sector público, hay recortes de impuestos para que los ricos tengan más dinero que invertir, la política monetaria controla el flujo de dinero y las tasas de interés. Hay tanto intervencionismo que el concepto de libre mercado se ha convertido en un mito. Y refrenamos a ciegas la libertad del mercado porque no sabemos realmente ni de dónde viene la libertad del mer­cado ni qué es lo que hace que el libre mercado siga siendo libre. Con una economía cuántica de la consciencia llegaremos a comprender la naturaleza de los movimientos que producen la libertad del mercado. Y podremos elegir alinearnos con ellos.
La nueva economía nos aporta además perspectivas sobre otros temas: la globalización, por ejemplo, es decir, la subcontratación, por parte de economías avanzadas, de las tareas rutinarias de fabricación y otros puestos de trabajo a economías aún subdesarrolladas pero en crecimiento. Algunos economistas y políticos están en contra de la globalización, otros están a favor. La nueva economía arroja otra luz sobre el tema y resuelve la controversia de manera satisfactoria me­diante una oportuna contextualización de las prioridades de la mano de obra. La realidad es que dichas prioridades no son las mismas para la mano de obra de las economías avanzadas que para la mano de obra de las economías en vías de desarrollo.
Como he mencionado, la nueva economía aborda, y resuelve incluso, la cuestión de la sostenibilidad. Hoy en día se habla mucho sobre sostenibilidad. La gente inteligente comprende que sin ella no solo nos quedaremos sin energía, sino que mucho antes que eso suce­da, el medioambiente estará tan afectado que la vida, tal y como hoy la conocemos, correrá grave peligro. Por desgracia, bajo el punto de vista del materialismo científico, nuestros valores, incluso el de la verdad, se han denigrado tremendamente. En los Estados Unidos, Fox News y Rush Limbaugh siguen desafiando la verdad del cambio cli­mático ocasionado por el calentamiento global e influyendo a mucha
gente con emociones de ira, a aquellos a quienes les gustaría volver a los viejos tiempos porque entonces, según su percepción, «reinaban los valores». Lo cierto es que debido a la polarización actual de la vi­sión del mundo —materialismo científico versus «dualismo» religio­so—, existe mucha confusión sobre el tema.
Por suerte, también hay mucha concienciación. Hace unos años, estaba en un hotel en Londres, cuando vi un cartel que explicaba que en el siglo XXI hay un nuevo conjunto de tres R: reducir, reutilizar y reciclar. Las antiguas tres R* eran: lectura, escritura y aritmética. De las tres nuevas R, reutilizar y reciclar ya son conocidas, aunque no tanto como sería necesario. ¿Pero reducir? ¿Cómo?
¿Podemos realmente retroceder en el tiempo y reducir la depen­dencia de nuestro estilo de vida de tecnologías que devoran energía y maltratan el medioambiente? Hace ya un tiempo, Gandhi sugirió este tipo de cosas y el economista E. F. Schumacher escribió un libro, Lo pequeño es hermoso, que incorporaba la idea de Gandhi a la economía. «Existen dos caminos distintos para hacerse rico —decía Gandhi—. Uno consiste en multiplicar de manera ilimitada la riqueza material [...], la otra consiste simplemente en reducir las necesidades humanas hasta el dominio de la plausibilidad, la educación y la elegancia».
«¡Eso no es factible!», fue el veredicto de los principales econo­mistas. Reducir el nivel de vida tampoco será nunca políticamente correcto. «No vamos a sacrificarnos», declararon.
¡Pero presten atención! Con la apertura de sectores sutiles para la expansión económica, daremos espacio a los consumidores para que propicien cambios transformadores que les llevarán a explorar emo­ciones nobles, y si disfrutan consumiendo estas emociones, tendrán
una percepción extendida de sí mismos que incluirá el entorno. La nueva visión del mundo subraya no solo la ecología en el sentido habitual del término, la ecología «superficial» —cuidar el ecosistema externo—, sino que reconoce además la transformación de nuestro ecosistema interno, incluso de nuestro inconsciente. Pero la verdad es que solo habrá sostenibilidad cuando la «otra» forma de vida, la pro­pugnada por Gandhi, se convierta en el «American way of life», bajo la tutela de la economía cuántica.
La disparidad de ingresos entre clases sociales y la pobreza siguen siendo una plaga en muchas partes del mundo. Las sufren las econo­mías que crecen con gran rapidez, como los países que componen el BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— y ni tan siquiera los países desarrollados quedan exentos de esos problemas. Cuando la economía pase a ser sostenible, gracias a la convivencia del sector «en bruto» y el sector sutil, la prosperidad económica dejará de calibrarse única y exclusivamente mediante el PIB (producto interior bruto). Se implementará también un índice de bienestar. Esto y la sociedad cuántica, con la visión del mundo cuántica y las demandas del estilo de vida cuántico, darán como resultado la tan necesitada redefinición de los conceptos de pobreza y riqueza y ayudarán a erradicar la dispa­ridad de riqueza entre clases e, incluso, la pobreza.
Para resumir, ¿qué puede hacer por nosotros la economía de la consciencia? Enumeraré a continuación las distintas maneras en que la nueva economía promete solventar los grandes problemas económi­cos que nos agobian hoy en día y que provocan con tanta frecuencia situaciones de crisis. ¿Qué nos aportará de bueno la nueva economía?

  1. El remedio de los ciclos económicos y la prevención de las crisis económicas.
  2. La creación de nuevos sectores de actividad económica que conllevarán puestos de trabajo con sentido para el ser humano.
  3. La creación de nuevo capital en forma de capital humano.
  4. La solución a problemas de intervenciones gubernamentales y el mantenimiento de un libre mercado lo más libre posible.
  5. La gestión de la globalización y del descontento que pro­voca.
  6. La consecución de una economía sostenible.
  7. La eliminación de la disparidad de riqueza entre clases, de la pobreza y del hambre.

Con asuntos tan críticos correctamente gestionados, mi exube­rante optimismo con respecto a la nueva economía me lleva a pensar que, con su ayuda, nunca volveremos a sufrir problemas económicos de difícil solución y nunca volveremos a tener debacles como la gran depresión o la reciente gran depresión.
Y haré un comentario más, de pasada. Hay un aspecto del poder de lo sutil que siempre podremos utilizar para sanar la enfermedad económica, y que ya hemos utilizado en otras ocasiones. Funciona inyectando esperanza. Ronald Reagan lo hizo en los Estados Unidos de los ochenta y Barack Obama lo hizo para sacarnos del callejón sin salida de la gran recesión.

Un cambio en nuestra forma de ver el dinero

Uno de los efectos colaterales más importantes de la nueva economía es que nos está obligando a pensar en el dinero de ot

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