Tu vida es un juego cuántico (Christian Bourit) Ed. Obelisco  ISBN: 9788491110958

Tu vida es un juego cuántico

Referencia: 9788491110958
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Accede al campo cuántico y crea la realidad que deseas

Abandona definitivamente la creencia de que la vida es lucha y prepárate a jugar con lo invisible a fin de hacer aflorar tus deseos.


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En el juego cuántico no hay fronteras que te separen de tus aspiraciones, basta con unirte a las fuerzas energéticas del universo, las cuales no piden otra cosa que manifestarse de manera armoniosa en tu vida cotidiana. Aprende a cultivar, día a día, esa conexión y podrás escribir un nuevo escenario en tu vida lleno de alegría y libertad.
Ése es el propósito de esta obra, que te propone un acceso sencillo e inmediato a la teoría cuántica y te ofrece una nueva forma de pensar, de actuar y sobre todo de amar, profundamente transformadora e inspiradora. Libérate de tus dudas y crea la realidad que deseas. ¡Sé un jugador capaz de hacer milagros!

CHRISTIAN BOURIT

El doctor Christian Bourit dirige talleres y cursos formativos en los que propone una manera novedosa de pensar y de actuar en la vida cotidiana. Su formación ha sabido integrar los descubrimientos revolucionarios de la ciencia moderna en la vía de la realización personal desde la alegría y la libertad.

  • Prefacio de Marion Kaplan
  • Formato: 15,5 x 23,5 cm
  • Páginas: 144
  • Traducción: Pilar Guerrero
  • Maquetación: Marga Benavides
  • Corrección: Sara Moreno
  • Diseño de cubierta: Enrique Iborra

 

Índice

Prefacio      9
Agradecimientos      11
Prólogo     15
Entrar en un mundo de posibilidades      17
Escoger la alegría      18
La extraordinaria noción de campo cuántico     19
Abrirse a la expansión     23
El punto de partida del cambio: la responsabilidad     24
Toda novedad empieza en una dimensión superior     26
Abrirse a una nueva consciencia     27
Adquirir confianza     28
Emitir una nueva frecuencia     29
El campo cuántico es el terreno de juego
de nuestras creencias      31
Tus creencias positivas son tu fuerza     31
Saber pasar a la acción      33
¡Vigila a quién frecuentas!     34
Eliminar las dudas, la insatisfacción, el miedo     35
Recuperar la visión de tus deseos     37
La trampa de las comparaciones     38
Atreverse a cambiar     42
Jugar tu mejor papel     45
El descubrimiento de tu razón de ser: una etapa esencial     45
Nuestro mejor papel es siempre el que
nos permite amar     45
Conviértete en actor de tu éxito      47
El condicionamiento de la infancia     49
Creer que una cosa es verdad no implica que lo sea     50
La necesaria revisión de nuestros condicionamientos     50
Empujar los límites de una creencia      51
Dominar la ley de la atracción      57
El conjunto del universo funciona con un modelo
vibratorio     57
Una crisis siempre debería ser entendida como
una llamada a cambiar de energía     57
El poder de escoger     58
La necesidad de nuevas referencias      60
Aprender a pensar en términos de vibración . . . . . . . . .     .      63
Cambiar para que el mundo cambie     65
¿Cuáles serán las consecuencias de nuestros actos?     67
Modelar el campo cuántico     69
Conocer las reglas del juego cuántico      69
Descubrir el poder de las emociones     77
Aprender a transformar una emoción negativa     78
Vivir en armonía     83
Embellecer nuestras relaciones      84
El ego es la fuente de nuestros mayores errores     84
El fin de los juicios     86
Amarse para saber amar      88
Vivir a dúo el juego cuántico      90
Dar un nuevo empujón a una relación      95
De la lucha a la inspiración     97
Más allá del mundo ordinario     97
Unirse a la energía cósmica     99
La enfermedad: una llamada a la vida     100
Manifiesta quién eres      101
¿Somos prisioneros de nuestra herencia?      103
Una nueva relación con la energía cósmica     104
El poder de la gratitud      105
La magia de la fe     110
Transformar la vida cotidiana en una realidad alegre      113
¿Cómo dar forma a tus deseos?      113
Toda evolución pasa por un cambio de consciencia     115
Mirar con el corazón     118
Prepararse para recibir     120
Soltar lastre     121
Tu nuevo proyecto de vida     123
Conclusión     129
Contacto      131

Prefacio

La vida es una escuela. Nos plantea preguntas en forma de problemas, de conflictos, de pruebas, de enfermedades, y tenemos que responder según nuestro grado de madurez y según nuestro nivel de consciencia.
El hombre está constituido por dos elementos: uno material –el cuerpo– y otro inmaterial –el alma y la consciencia.
Si te centras en tu cuerpo, éste crecerá, envejecerá y morirá. Basta con alimentar bien a un niño para verlo crecer, y eso lo sabe hacer todo el mundo. También puedes modificar tu cuerpo y hacerlo evolucionar haciendo gimnasia, culturismo o triatlón, aunque tu cuerpo tiene ciertos límites. Sin embargo, el alma es ilimitada. Solamente puedes crecer indefinidamente en tu consciencia; y crecer implica adquirir una cierta madurez, no sin esfuerzos. Cada ejercicio que la vida te propone, te enfrenta a llegar a ser lo que has aprendido. Ser maduro significa desarrollar la capacidad de hacer elecciones y responder a las preguntas que el mundo exterior te hace.
La vida es, por tanto, la escuela del devenir. Está en continuo movimiento, nunca se detiene.
«Conócete a ti mismo y conocerás el universo y los dioses». Sócrates, antes que nadie, reveló que para comprender el mundo exterior, los acontecimientos de nuestra vida, los escenarios que se repiten, hay que pasar por el conocimiento profundo de sí mismo. Nuestro mundo exterior es la repercusión de nuestro mundo interior.
¿De qué sirve quejarse de lo que nos pasa, de escenarios catastróficos que se están viviendo, cuando somos nosotros mismos los creadores? Entiendo que es difícil de admitir. Sin embargo, con la experiencia
que me proporcionan mis más de sesenta años, puedo hablar así. Durante mucho tiempo fui víctima, como todo el mundo, de mi propia vida. Por más que me quejaba, nada cambiaba. Hasta que un día me puse en marcha, trabajé en mí y superé las barreras de la consciencia. La evolución no se hace de forma lineal, sino por etapas. Avanzamos con saltos cuánticos.
Christian Bourit nos propone considerar la vida como un juego cuántico en el que cada cual es el creador de su propia realidad: basta con ponerse al unísono con la energía del universo, que sólo exige poderse manifestar de manera armoniosa en nuestra vida cotidiana.
Todos hemos jugado en un cajón de arena, todos nos hemos pegado para quitarle el cubito a nuestro hermano o hermana, todos hemos tenido pataletas, hemos gritado, reído y hemos tenido que aprender a ser menos egoístas, a compartir, a ofrecer algo que guardamos como un tesoro y hemos tenido que comprender que para amar a los demás hay que saber amarse a uno mismo. Las mayores alegrías nunca son solitarias.
Aliándose con uno mismo podemos intentar desarrollar un poco más de humanidad a nuestro alrededor. La sabiduría consiste en asumir y hacer lo que se pueda para ser más humanos con los demás y dejarse cuestionar por la humanidad del prójimo.
Déjate guiar a través de esta propuesta de juego cuántico en el que la vida deja de ser un combate para convertirse en una alegre experiencia, muy pedagógica y accesible. Es un juego en que sólo se gana, una vez que se han descubierto las reglas. Genial, ¿no?
Marion Kaplan

Prólogo

La física cuántica nos enseña que estamos sumergidos en un mundo de energía. Nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras creencias tienen un carácter magnético. Se transforman en ondas y, de este modo, contribuyen de manera evidente a relacionarnos con toda suerte de circunstancias.
La mejor prueba llega siempre de nuestras propias vivencias. Empezando a actuar según los principios revolucionarios –en el cruce entre la psicología y la ciencia– expuestos en este libro, permitirás que se abran ante ti nuevas y maravillosas perspectivas.
A manera del mundo físico, el mundo cuántico1 tiene sus propias leyes y sus principios. Es esencial tener el control para avanzar de manera perfectamente feliz.
Mantenerse en la ignorancia de sus reglas conduce a descubrirlas tarde o temprano, pero corriendo el riesgo de pagar las consecuencias, en ocasiones brutalmente. La tierra es una escuela que, a veces, se convierte en un correccional.
Cuando comprendemos que el poder de modificar nuestra realidad nos pertenece, podemos liberar nuestros sueños y entrar con entusiasmo en el campo de las potencialidades.
En ese momento, en ese preciso instante, con este libro, tendrás la ocasión de transformar tu vida para convertirla en un juego cuántico extraordinario.
Para vosotros, de todo corazón.
CHRISTIAN BOURIT


Algunos, los menos, no dudan en luchar encarnizadamente, como auténticos pitbulls, para conseguir sus objetivos. Pero cuando obtienen lo que tantísimo ansiaban, suelen seguir tan insatisfechos como cuando no tenían nada porque el deseo engendra más deseo. Cuando un deseo se ve satisfecho, se reemplaza por otro deseo nuevo.
Aproximarse a las cosas de la vida en modo combate sistemático difícilmente funciona, porque suele acompañarse de miedo. La obsesión por la eficacia, por la competición, no es garante de éxito; sólo la aproximación vibratoria de las circunstancias permite que nuestros deseos se cumplan más fácilmente.
Luchamos por resolver nuestros problemas, pero el problema es que no habría que luchar.
El hombre moderno, fascinado por lo superficial, ha asimilado, desafortunadamente, que la felicidad de una carrera en la que los ganadores serán los que consigan tener más juguetes. Con total evidencia, este olvido de lo esencial entraña muchas desilusiones y conduce más a la insatisfacción que a una expresión alegre.
Dejarse dominar por el exterior no da sentido a la vida, ni mucho menos, y cuando las condiciones materiales se degradan, muchos caen de torres bien altas.
Por todas estas razones, la gente suele tener la sensación de una lucha sin fin. Normalmente culpan a las circunstancias en vez de empezar a mirarse a ellos mismos y comprender que han olvidado la noción fundamental: la realidad exterior es el reflejo de nuestra realidad interior.
Escoger la alegría
Muchos hombres y mujeres parecen capaces de soportar durante mucho tiempo situaciones difíciles. Solamente el día en que el sufrimiento supere sus límites, se deciden a actuar para arreglar las cosas.
Existe una innegable fascinación por lo negativo en muchas personas, demasiadas, para las que la desgracia se convierte en una regla
habitual de comportamiento. No piensan que se merezcan lo mejor y otorgan más valor al sufrimiento que al placer.
«Te ganarás el pan con el sudor de tu frente» o también «Parirás con dolor» son frases que han atravesado el paso de los siglos. Han participado en mantener la idea, en mucha gente, de que el dolor tiene un valor redentor.
Afortunadamente, la vida no tiene por qué ser un combate, independientemente de las vivencias de cada cual; en todo momento es posible aprender a crear condiciones para una vida más expansiva.
Una nueva certidumbre debe dirigir la forma de pensar: evolucionamos en un mundo de energía.
Si una energía es invisible, tenemos tendencia a negarla. Ésa es la principal razón por la que hemos rechazado durante tanto tiempo la energía primordial del universo, gracias a la cual todo existe.
Vivimos en un mundo en que todo está relacionado.
La física cuántica nos ayuda a comprender que todo está unido y que, en consecuencia, todo actúa sobre todo. Esta constatación abre las puertas de un mundo de posibilidades. Podemos inducir los cambios que deseamos y no hay ninguna razón para resignarse a vivir en la frustración.
La capacidad para conseguir nuestros objetivos no debe reposar en la noción de combate, sino en la noción de «conexión energética» con esos mismos objetivos. Así, determinamos nuestro futuro mediante las elecciones que hacemos en el instante presente.
La extraordinaria noción de campo cuántico
Los descubrimientos de la física cuántica demuestran la existencia de una trama de energía en lo que llamamos espacio.
Flotamos en un océano de energía viva. Cuando se observa, con microscopio electrónico, no importa qué objeto, percibimos que está compuesto de electrones.
A medida que crece, todo objeto se transforma en un torbellino de vibraciones. A escala infinitesimal, las fuerzas que sostienen el universo material son electromagnéticas. En cuanto a la materia, es simplemente energía ralentizada hasta el punto de hacerse visible.
Al mismo tiempo causa y substancia, la energía cuántica forma la esencia del universo, relacionando todas las cosas. Está en el origen de todo lo que existe y de todo lo que un día existirá.
Las fuerzas fundamentales de la naturaleza reposan en el campo cuántico, que es comparable a un terreno de juego en el que todas las potencialidades existen en forma latente. Basta con que nuestra consciencia las llame para que tengan la posibilidad de materializarse.
Sin la religión, la ciencia es débil. Sin la ciencia, la religión está ciega.
ALBERT EINSTEIN
Con el paso del tiempo, la mayoría de los seres humanos ha olvidado su relación íntima con este principio vital, esta energía creadora gracias a la cual todo existe. La primera consecuencia de dicha situación ha sido que hayamos vivido en el miedo y en hacernos creer que estamos limitados por las «leyes» de la física y la biología.
Un ser humano es mucho más que un cuerpo físico
Es urgente que dejemos de considerarnos como seres confinados en los límites intrincados de las etiquetas. Si hemos perdido nuestro poder, es en gran parte por culpa de las creencias limitantes que la sociedad y la educación nos han inculcado.
Comprendiendo la importancia de actuar en una interacción armoniosa con el campo de energía que está en el origen de todo lo que nos rodea, podemos hacer de nuestra vida una corriente de felicidad.
Es necesario, para empezar, dejar definitivamente de lado los prejuicios sobre nuestras propias capacidades y abrirnos a la idea de que no estamos limitados a nuestro cuerpo.
La naturaleza positiva o negativa de nuestra relación con dicho campo energético dependerá enteramente del contenido de nuestro pensamiento, de nuestras palabras y nuestras acciones. En realidad, encontramos en la vida el reflejo de nuestra manera de ser, el reflejo de nuestra consciencia en forma de circunstancias cotidianas.
Tus deseos y tus intenciones positivas
pueden transformar el mundo
El mundo moderno ha creído poder hacer abstracción de la Fuente Creadora, pero lo cierto es que no hemos tenido mucho éxito. La re-conexión con la energía creadora, que cada cual, según sus creencias, llamará Fuente o Matriz Divina, parece ser ahora más necesaria que nunca para el hombre moderno.
Este «redescubrimiento» de lo esencial puede ser la experiencia más enriquecedora de tu vida. Desde ese momento, tus intenciones, tus sueños, que existen en estado latente, no tienen razón alguna para seguir durmiendo el sueño de los justos.
Lo que vemos como un mundo sólido no es, en absoluto,
un mundo sólido
Está establecido que la naturaleza de todo lo que nos rodea es vibratoria. El universo se revela como enteramente constituido de energía, y lo que durante tanto tiempo ha sido considerado como vacío, se convierte en un vasto campo de energía invisible. Ese «vacío», que no es vacío, puede asociarse a la idea de Dios para algunos, dado que es omnipresente: constituye el útero del universo.
Einstein fue el primer científico que abordó el universo en términos de energía.
En esto, recogía tradiciones antiguas que, detrás de la trama del mundo, percibían una especie de «inteligencia organizadora», una potencia soberana.
Si descomponemos todo lo que nos rodea, el resultado sería una energía pura, no física, calificada como campo cuántico, que puede ser mentalmente dirigida para crear lo que queramos. Todo lo que es visible fue invisible en algún momento, una partícula asociada a una onda.
Esta fuerza invisible está por todas partes y une toda la creación. Está en la brizna de hierba que crece y en el baile de un vuelo de golondrinas.
El fundamento de la naturaleza se sitúa a nivel cuántico
El átomo no es la partícula más pequeña del universo. Más allá de átomos y moléculas, a nivel del quantum (de 10 a 100 millones de veces más pequeño que un átomo), allá donde la materia y la energía son intercambiables, los quanta, las más pequeñas cantidades de energía indivisible, en estado latente, forman torbellinos. Son una suerte de nebulosas que tienen la potencialidad de materializarse.
Al lado del mundo de la materia, con sus particularidades corpusculares, existe también un mundo vibratorio caracterizado por ondas. Un ser humano no es ninguna excepción: es carne, corpúsculos, pero también un cuerpo energético que emite su propia frecuencia.
Estamos unidos a un campo de energía que tiene la fuerza para hacer circular la sangre por nuestras venas y que mantiene la cohesión de las partículas de nuestro cuerpo.
Las vibraciones que emitimos nos transforman en emisores-receptores.
Esta toma de conciencia abre perspectivas considerables a los hombres y mujeres que quieren coger las riendas de sus destinos. Permite comprender por qué, en el momento en que cambiamos, las circunstancia evolucionan en respuesta a dicho cambio.
Es verdaderamente extraordinario ver la manera en que el mundo reacciona en función de las elecciones de todos los que deciden elevar su mirada para encontrar el nivel vibratorio más sutil.
Abrirse a la expansión
Nuestros deseos están ligados a la fuerza de la Fuente. La vida siempre nos conduce a querer algo diferente. Así, el universo sigue su proceso de expansión.
El campo cuántico puede considerarse como el entramado de inteligencia que gobierna el cosmos. Conectarse armoniosamente a dicho campo de potencialidades puras es unirse a una marea natural de abundancia en todas sus formas.
El principal obstáculo que impide ser, tener o hacer lo que queramos está en contrarrestar la corriente de energía primordial de la vida a causa de la falta de armonía vibratoria.
De hecho, la energía creadora que nos rodea está siempre en funcionamiento, pero es importante dejarla actuar libremente a través de nosotros, sin interferir con dudas, miedos, convicciones erróneas, etcétera.
Somos los creadores de nuestra realidad
Para la física cuántica, un electrón, una partícula elemental, se comporta como una onda mientras que no haya un observador. Ahora bien, cosa fascinante, si un observador pone su atención sobre dicho electrón, éste se comportará como una partícula. De este modo, todo lo que es observado se ve afectado por el observador, hasta tal punto que parece convertirse en la fuente, el observador y la cosa observada se convierten en uno solo.
Nuestro pensamiento modela la realidad con todas las variantes de nuestras creencias
Cuando se evoca la noción de «realidad», hay que tener en la cabeza que cada uno tiene su propia comprensión del mundo a través de los filtros de su historia personal.
El depresivo y el afectuoso no tienen la misma visión del día que empieza y se les presenta por delante. Puede haber un abismo entre una verdad absoluta y una verdad individual. Cada cual crea su propio mundo en función de su consciencia en cada momento.
El punto de partida del cambio: la responsabilidad
«¿Cómo es posible que yo sea responsable de todo lo que me pasa?».
Generalmente, cuando una persona se ve enfrentada a dificultades de la vida tales como la enfermedad, un accidente o cualquier forma de pérdida, no se le pasa por la cabeza tener responsabilidad alguna en lo que le está pasando.
El simple hecho de sugerir esta hipótesis choca invariablemente contra una oposición feroz. Por el contrario, la misma persona reconocerá abiertamente que juega un papel activo en todos los éxitos de los que goza.
Si nuestra responsabilidad es fácil de admitir en la consecución de los éxitos, no debemos olvidar que tenemos la misma responsabilidad y el mismo papel activo en los fracasos.
Lo que es completamente cierto es que tenemos una total responsabilidad en nuestra reacción frente a las circunstancias. Y ahí también está la diferencia entre los que agarran al toro por los cuernos y los que se instalan en la renuncia o la conformidad.
Ante las dificultades, la tentación de rebelarse puede parecer legítima. Sin embargo, no es menos estéril ni proporciona de ningún modo la necesidad de abrirse a una aproximación más constructiva de la situación en causa para conseguir mejorar.
Una persona que va de víctima inocente preferirá lamentarse y echarle las culpas a las circunstancias, ignorando que participa en su suerte manteniendo una vibración base que, a su vez, genera otras dificultades. Rechazar tomar conciencia de ello tiene un alto precio.
El hecho de aceptar la idea de que, de una forma u otra, se tiene un papel activo en los problemas que nos llegan, sean de la naturaleza que sean, constituye una primera toma de conciencia fundamental para todos los que se ven enfrentados a dificultades permanentes.
La idea de responsabilidad debe comprenderse como un formidable instrumento de libertad que lleva implícita la oportunidad de escribir un nuevo escenario: «Si participo en la atracción de lo que no quiero, significa que también puedo participar en la atracción de lo que sí deseo».
La ley que te ha mantenido en la esclavitud es la misma que puede liberarte.
Asumir la responsabilidad implica dejar de jugar el papel de víctima, que no conduce a nada. La persona que se compadece de sí misma se condena a la impotencia. Cada vez que decimos: «La culpa es de tal..., el problema son las circunstancias...» nos estamos olvidando de nuestro poder.
El principio de responsabilidad supone hacer los esfuerzos necesarios para llevar esa carga. También es la ocasión para reivindicar positivamente lo que somos, creadores. Pero para que esta toma de conciencia se corone con el éxito, hay que respetar una regla: prestar mucha atención a lo que deseamos. La mayor parte de los seres humanos lo olvidan y suelen concentrarse en lo que no quieren, mientras que el secreto es actuar de manera inversa, llevando toda la atención a lo que queremos ver llegar a nuestra vida.
Poca gente se da cuenta de que están fascinados por la desgracia y la discordia, esperando que llegue algo mejor, lo cual es completamente ilógico.
El jardinero que planta un manzano sabe perfectamente que no verá crecer otro árbol, pero es eso lo que hacemos con el pensamiento cuando sembramos negatividad y esperamos que la situación mejore. Eso es imposible. Nuestros errores suelen provenir de dicha incoherencia.
Toda novedad empieza
en una dimensión superior
Cada vez que una cosa se manifiesta en el mundo físico, ha empezado previamente en forma de deseo, de intención y, desgraciadamente, también de un miedo.
Llegar a conseguir el cambio que queremos
Nosotros cambiamos porque el mundo cambia y tenemos que adaptarnos, pero es esencial abrirse a la realidad inversa: el mundo cambia cuando nosotros cambiamos.
Es la forma en que evoluciona nuestra frecuencia vibratoria la que marca la diferencia. La gran ilusión consiste en permanecer hipnotizado por nuestro pasado y en mantenerse en la misma energía de nuestros problemas.
Escojamos acceder a un nivel vibratorio superior poniendo entusiasmo, amor y generosidad ante todo lo que vayamos a hacer. Cuantas más emociones positivas vengan a dinamizar nuestro campo energético, más positivas se irán volviendo las cosas.

PUNTOS IMPORTANTES
La energía cuántica conforma la esencia del universo.
El vacío no existe, todos flotamos en un campo de energía.
Eres algo más que un cuerpo físico.
Creas tu propia realidad.
La vida no tiene ninguna necesidad de ser un combate.
Autorízate a lo mejor.
La visible y lo invisible son indisociables.
Abrirse a una nueva
consciencia

La manera más poderosa de cambiar tu vida es cambiar tu nivel de consciencia porque no atraes lo que quieres, sino lo que eres.
Nuestra consciencia representa la suma de nuestras aceptaciones, de nuestras creencias conscientes y subconscientes. Determina, en gran parte, la calidad de nuestra frecuencia vibratoria.
Dado que existe una correspondencia energética entre nuestro nivel de consciencia y las condiciones de vida, debemos construir, por tanto, la equivalencia mental de lo que queremos ser o poseer.
La primera cosa que hay que hacer es dirigir nuestra atención a nuestros deseos, la alegría, el placer, la abundancia, la paz... y nunca hacia aquello de lo que dudamos, para así entrar en la vibración de la felicidad.
Allá donde unos ven la crueldad del destino, hay que ver, sencillamente, una respuesta a cierto nivel vibratorio. Donde unos ven la expresión de la buena suerte, hay que ver una respuesta a cierto nivel vibratorio. Creamos nuestra vida con sentimientos, palabras, gestos... y, evidentemente, nuestra imaginación.
Sea cual sea el ámbito de nuestra atención, adquirirá más importancia en nuestra vida.
Es fundamental evitar permanecer concentrados en nuestras carencias porque atraeremos a nuestra vida cosas malas que absorben nuestra atención. Es la razón principal por la que los ricos, por ejemplo, se enriquecen más y más y los pobres se empobrecen más y más, porque
no tienen las mismas creencias sobre el dinero ni se expresan mediante las mismas vibraciones.
Una persona acostumbrada a orientar su espíritu hacia la abundancia, ve llegar el dinero con mucha más facilidad. A la inversa pasa lo mismo: el que vive pensando en su miserable existencia y se acomoda en su papel de víctima, no hará sino atraer dificultades y problemas que confirmarán sus miedos y su afirmación en la desgracia.
La vida cotidiana cambia cuando cambiamos nuestro centro de atención.
Tanto si se trata de alegría, de amor o de abundancia, esos estados requieren de una equivalencia espiritual antes de poderse expresar.
La liberación de nuestros sueños reposa, esencialmente, en nuestra capacidad para dirigir nuestro pensamiento y controlar nuestras emociones a fin de emitir una frecuencia positiva. El futuro no es otra cosa que el presente maduro.
Al tiempo que nuestra consciencia se transforma, las circunstancias evolucionan al unísono.
Adquirir confianza
Más allá de la aproximación clásica de la confianza en sí mismo, que reposa en la adquisición de un cierto lenguaje, de ciertos gestos y de una capacidad para pasar a la acción sin detenerse demasiado tiempo a pensar, cuando comprendemos cómo unirnos a la Fuente, se desarrolla en nosotros un formidable sentimiento de seguridad.
Tener confianza significa «tener fe», pero más que fe en uno mismo, es tener fe en nuestra relación con el principio vital que anima todo el universo, siempre dispuesto a darnos respuestas. Es en eso en lo que debemos tener fe.
La toma de conciencia de nuestra unión con la Fuente Creadora debe permitirnos vencer todo sentimiento de impotencia. Es ahí donde reside la verdadera facultad de cambiar nuestra vida.
Cuando esos lazos se han adquirido verdaderamente, la primera consecuencia es el abandono del miedo. No es posible la vuelta atrás. Se desarrolla una profunda sensación de paz, al mismo tiempo que se percibe que hay fuerzas invisibles que acuden a ayudarnos. Todo deseo que aparezca lleva en sí mismo el mecanismo de su realización.
A nivel cuántico, nada se interpone con nuestros deseos
Para los hombres y las mujeres que aprenden a conectarse a este campo de posibilidades puras, las cosas se cumplen manifiestamente de forma más fácil, la Fuente Creadora trabaja al servicio de su cumplimiento. Entonces, evolucionan a un nivel en el que no hay interferencias que impidan la magnificencia del universo.
Tienen grandes objetivos de vida orientados a los demás. Su entusiasmo es reconocible y avanzan serenamente sin temer los cambios, que siempre contemplan como nuevas oportunidades.
Cuanto más mantienen y desarrollan una relación íntima con la energía creadora, más crece su capacidad de realización.
Emitir una nueva frecuencia
Desde el momento en que adoptamos un nuevo sistema de pensamiento, que tiene en cuenta la naturaleza vibratoria del universo, así como de nuestra facultad para cambiar de energía, ponemos encima de la mesa las condiciones de la renovación, importando poco lo que pasara ayer.
La comprensión de nuestra naturaleza vibratoria es una formidable oportunidad de asumir el control en nuestra vida.
Atraemos siempre lo mismo que somos
Las creencias populares han conservado en la memoria dos refranes contradictorios: «Dios los cría y ellos se juntan» y «Los opuestos se
atraen». Si, efectivamente, en términos electroestáticos los opuestos se atraen formando pares –lo cual se explica por una necesidad intrínseca de complementariedad–, en la vida cotidiana y general reina otra ley: todos atrae lo que se les parece.
Es fácil de observar que toda energía atrae otra energía de la misma naturaleza. Así, la negatividad atrae negatividad y la positividad atrae positividad. Que la ciencia no haya reconocido aún el lado fascinante de esta observación no implica que no sea cierta.
Esta constatación debe transformar completamente nuestra forma de actuar para realizar nuestros deseos. La persona que ignora la influencia de esta noción vibratoria está dejando de lado una cosa fundamental.
¿Mi manera de actuar, de pensar, me liga a lo mejor?
Ésta es la cuestión que todos deberíamos tener en mente para preguntárnosla varias veces al día. Lo que somos, lo que poseemos y lo que experimentamos está en relación directa con nuestra forma de vibrar.
Los que se pasan el tiempo hablando de sus dificultades deben, imperativamente, cambiar de discurso si es que quieren redirigir su vida hacia días mejores. Del mismo modo que no por vigilar hasta el menor síntoma físico ni pasándose la vida consultando informes médicos vamos a gozar de una salud radiante.
Cuando se tiene el sentimiento de que las cosa van a complicarse, la energía emitida es incompatible con una realización acertada de nuestros deseos. Cuando estás persuadido de que nada funciona bien, que el universo conspira contra ti, lo que estás haciendo es programar futuras complicaciones.
Cuanto más se observa la influencia de nuestros pensamientos, más evidente resulta que nuestras dificultades están ligadas al hecho de que dejamos que nuestra atención se fije, de manera recurrente, sobre proyecciones negativas.
Los problemas recurrentes que algunos cuentan no demuestran en absoluto la intervención del azar, sino que son el reflejo de la emisión de una frecuencia negativa.
Nadie puede tener éxito en sus relaciones personales si vive permanentemente en la crítica o el odio, que sólo llevan a la confusión y a la violencia. Nadie puede hacerse rico pensando como un pobre miserable.
El campo cuántico es el terreno de juego de nuestras creencias
Nuestras creencias nos gobiernan, sin embargo, es extraordinario ver hasta qué punto ignoramos esta evidencia.
En efecto, poca gente se da cuenta de la evidente necesidad de controlar las creencias y la manera de pensar. La mayor parte del tiempo, la cosa es al revés: sin darse cuenta, sus vidas están dirigidas por sus creencias, con todos los riesgos que ello implica. En cierto modo, esto hace de ellos creadores inconscientes.
Tanto si se considera la vida como un aliado o como un adversario, en ambos casos las circunstancias nos darán la razón.
Examinando atentamente la influencia positiva o negativa de nuestras creencias, es completamente posible transformar profundamente la calidad de nuestra existencia.
Algunas creencias estimulan... y nos dan energía («Tengo la suerte de... Siempre estoy en forma... Yo hago amigos en todas partes...»), pero otras nos hunden y nos privan de energía («Todo me sale mal... Nunca estoy en el sitio adecuado... No se puede confiar en nadie...»).
Es así como nuestras creencias nos manipulan y crean nuestra realidad porque, a través de ellas, nos relacionamos de manera positiva o negativa con la energía fundamental del universo.
Tus creencias positivas son tu fuerza
Todos los ámbitos de la vida se ven afectados por las creencias. En el ser humano, las creencias son lo que marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad.
Si el milagro es posible para algunos, eso quiere decir que también puede serlo para otros. Cuando uno piensa en ciertas curaciones milagrosas, aparentemente, escoger entre innumerables métodos y técnicas de curación se convierte en una tarea muy compleja.
Algunos recuperan la salud gracias a un ayuno, a una dieta concreta, otros se persuaden de las virtudes de un suplemento alimenticio o se reconfortan rezando. A veces, la curación también se atribuye a la práctica de ciertos ritos que pueden parecer más o menos descabellados.
Todas las personas que se han curado creen haber encontrado la verdad, pero lo cierto es que casi siempre es imposible sacar conclusiones, por lo que difieren los métodos. Por el contrario, existe un punto en común sin el que ningún proceso de curación habría sido posible y la razón es siempre la misma: es el cambio de creencia en relación a su estado la que ha permitido la recuperación de la salud mediante un verdadero «salto cuántico». Es el caso de la persona que rechaza el diagnóstico de un médico que le anuncia una enfermedad terminal, incurable.
Desde el principio de los tiempos, las curaciones están íntimamente ligadas a las creencias de los enfermos. En la antigua Grecia, muchas curaciones tenían lugar en el templo de Esculapio porque la tradición decía que este dios curaba todas las enfermedades.
En esta época, como en Egipto, la curación se consideraba un arte divino. Los sacerdotes eran los únicos médicos y sabían del poder de las creencias y de la sugestión.
Si los enfermos recuperaban la salud era gracias a su fe en el poder de los sacerdotes para interceder por ellos con los dioses.
De hecho, no importa mucho qué sugestión inspire la fe en un enfermo, porque todas tienen poder terapéutico.
Del mismo modo, las expectativas positivas de un profesor frente a las capacidades de un alumno participan en la creación de las condiciones adecuadas para el éxito escolar. Niños con un currículum escolar ordinario se presentaron como particularmente dotados frente a nuevos profesores. Se pidió a estos maestros que valorasen y animasen sus potencialidades. Sólo esto bastó para cambiar la relación de estos
niños con su aprendizaje, y alumnos que jamás habían dado muestras de tener una inteligencia superior, empezaron a mostrar excelencia al inicio del experimento.
Cuando estamos armoniosamente ligados a ese campo de energía e información, se abre ante nosotros un mundo de posibilidades infinitas.
La naturaleza del campo cuántico está preparada para responder a la frecuencia vibratoria que emitimos. Del mismo modo, cada vez que nos enfrentamos a dificultades en el ámbito que sea, es necesario comprender que cada cosa que tenemos dentro es un obstáculo y un impedimento para que la energía circule libremente, que no se puede contemplar la lucha como solución primera.
La distancia entre la pena y la alegría puede parecer inmensa y difícil de franquear, y también se ha aceptado que se puede restar.
La abundancia, la satisfacción personal, siguen siendo a menudo un tabú, como si hubiera alguna virtud en la pobreza y en el sufrimiento. Sin darse cuenta, las personas en ese estado lamentable, niegan lo que realmente desean. Tal comportamiento los conduce, inevitablemente, a la frustración.
Incluso algunos tienen escrúpulos de llevar una vida alegre porque hay mucha gente que vive con dificultades cotidianas. Sin embargo, el sufrimiento de una persona no elimina el sufrimiento de otra. Al contrario, lo aumenta porque a más energía negativa más vida se le da a la egrégora en cuestión. Pero es posible avanzar hacia los beneficios de cualquier tipo (espirituales o materiales) desde el momento en que nos comprometemos de manera positiva en el juego cuántico.
Saber pasar a la acción
Si la gente se acomoda a una vida triste, no actúa. El problema no es que no tengan otra elección, sino que se persuaden de que no tienen elección.
El miedo a lo desconocido paraliza la posibilidad de cambio. Así, muchos se aferran a su manera de vivir, incluso cuando son infelices.
Por otra parte, esforzarse por mantenerse en «la zona de confort» acaba siempre por resultar incómodo. Es típico ver a una persona deprimida encerrarse en sí misma y renunciar a toda acción. Puede que el deprimido piense en multitud de cosas, pero no hace absolutamente ninguna y, por miedo al fracaso, prefiere la inacción.
Pocas personas han sido animadas en su juventud a ver lo mejor de su personalidad, tanto en ellos mismos como en los demás. Un niño aprende a juzgar muy pronto y empieza por juzgarse a sí mismo. A partir de ahí empieza a ser dirigido por la vocecita de su conciencia, siempre dispuesta a echarle las culpas.
Las elecciones dictadas por el autoenjuiciamiento son más desastrosas que la culpabilización y condena de sí mismo, además de estancar la corriente de la energía cósmica. Por otra parte, los demás nos juzgan con más facilidad, si cabe, de la que tienen para juzgarse a ellos mismos.
Una persona que se siente culpable acumula situaciones negativas por la sencilla razón de que busca un castigo. Eso se traduce, siempre, por comportamientos incoherentes en la búsqueda de la felicidad.
Una marea de gente vive separada de la energía creadora por sus exigencias inconscientes frente a ellas mismas y a los demás. Al mismo tiempo, no dejan de lamentarse haciendo siempre el inventario de sus desgracias. Subrayando sus dificultades sólo consiguen invitar más problemas a sus vidas.
¡Vigila a quién frecuentas!
Cuando estamos pasando el rato en un bar, es fácil dejarse ir un poco, relajarse, pero nada nos obliga a ir tomando un cubata detrás de otro para acompañar a los que quieren emborracharse. Del mismo modo, nada nos obliga a seguir a la gente que vive con una visión limitada de la realidad.
¿Estás siempre en compañía de gente depresiva? En un momento u otro, influirán negativamente en cualquier persona ordinaria, equilibrada. Ésa es la razón por la que es preferible evitar a ciertas personas y hablarles lo menos posible de nuestros proyectos. En ocasiones, la única solución es alejarse y escapar al torrente de negatividad.
Una flor marchita entre miles de flores y no ve más que eso...
Desde hacía años, me encontraba cada semana con una amiga. Con el tiempo, empecé a sentir que acababa más y más cansado de estar con ella, pero no me atrevía a decírselo.
Estoy seguro de que habría tenido éxito desmoralizando a todo un regimiento. Ahora que he comprendido que el pensamiento es creador, muchas veces he intentado llevarla a reflexionar sobre la peligrosidad de su actitud, pero ella no hace nada.
Un día fuimos juntos a una exposición floral soberbia. Estando ambos delante de miles de flores, ella supo ver de inmediato la única flor marchita entre toda aquella belleza; ¡me estuvo hablando de la flor marchita la tarde entera! Ahí me di cuenta de que tenía que dejar de verla porque esa chica devoraba, literalmente, mi energía.
Así que acabé distanciándome. Al principio me sentía un poco culpable, pero enseguida pensaba que vivir sufriendo y quejándose era su elección de vida, que yo la aguantase no le servía de ayuda.
En efecto, una persona que vibra elevadamente puede aportar su ayuda sin verse afectada por la persona con problemas. El objetivo debe ser repartir luz, no acabar también en la sombra.
Eliminar las dudas, la insatisfacción, el miedo
Acumulando bienes materiales o relaciones amorosas no se consigue dicho objetivo. Por el contrario, tu vida se vuelve completamente diferente desde el momento en que comprendes tus fracasos, tus limitaciones están íntimamente relacionadas con tus creencias autodestructivas y con un uso negativo de tu imaginación.
Las dificultades llegan, esencialmente, del hecho de que has aprendido a seguir un conjunto de hábitos y creencias que van detrás de una expresión personal satisfactoria.
Un niño que oye como le dicen, una y otra vez, un día sí y otro también, que es un inútil y que no llegará nunca a nada, es un niño marcado a fuego. El día que se aleje, la distancia con la familia no le bastará para cambiar su información emocional.
Creencias con consecuencias dramáticas como «Nadie me quiere», o peor, «No me merezco nada», nacen de ese modo.
Pasará mucho tiempo antes de que sea capaz de rechazar lo que se haya podido decir sobre él, y ese niño se verá enfrentado a situaciones parecidas y topará con un entorno que le reabrirá sus antiguas heridas.
Michéle vive en la negación de ella misma...
Hay que decir que su infancia no contribuyó a hacer de ella una mujer expansiva. Contaba así su historia:
De mi madre sólo conservo la imagen de una mujer enferma en la cama. Cuando se murió yo tenía seis años y me tuve que ir a vivir con mi abuela paterna, que me hizo comprender de inmediato que no era bienvenida.
Con diez años tenía que desenvolverme sola con las tareas de la casa, tanto si fregaba platos como si hacía la colada, nunca nada le parecía bien hecho. Me sentía, realmente, como la Cenicienta.
Por el contrario, cuando llegaban mis primas por vacaciones, nada era lo bastante bueno para ellas. En esa época yo no podía hacer otra cosa que callarme y cumplir con todas sus órdenes absurdas y sus pataletas.
Mi padre, por su parte, jamás se ocupó de mí; se contentó con pagarme los estudios y lo cierto es que es lo único que le debo. Trabajaba mucho para no tener que pedirle nada a nadie, y en cuanto pude ganarme la vida sola me largué.
Me casé mucho antes de lo que hubiera debido, sin duda, con el primer chico que me habló con respeto y educación. Una vez casados, pronto empezó a hacer su propia vida como si yo no estuviera, sólo le preocupaba su equipo de fútbol. Finalmente, aunque mi vida no fuera un camino de
rosas, los hijos que tuve me aportaron grandes satisfacciones, aunque seguía teniendo la sensación de no existir realmente.
Ahora, gracias a muchas lecturas, empiezo a construirme a mí misma. Pronto cumpliré los sesenta años, pero más vale tarde que nunca. Ahora soy capaz de hacer cosas que antes jamás hubiera osado, como irme sola a un espectáculo que no le interesa a mi marido o salir de cena con una amiga.
Mi nuevo comportamiento no gusta siempre a mi marido porque me he vuelto independiente, pero ha comprendido que jamás renunciaré a lo que he conseguido.
A veces, oigo decir a mujeres que piensan en divorciarse tras treinta o cuarenta años de matrimonio. Antes me sorprendía que hubiera gente con ganas de cambiar de vida después de tantos años, pero ahora las comprendo perfectamente porque hay un momento en que el deseo de vivir se vuelve indispensable, aunque se trate de cosas que yo misma no haría.
Recuperar la visión de tus deseos
Un montón de gente muestra dificultades para tener claros sus verdaderos deseos porque están persuadidos, en lo más profundo de sí mismos, de que no merecen ser felices, que nunca lo conseguirán o que tienen pájaros en la cabeza. Dan la impresión de vivir esperando el permiso de alguien para ser felices, olvidando que son ellos los únicos autorizados para permitírselo.
Más allá del miedo a seguir adelante, el hecho de sentirse sin valor alguno participa mucho en la costumbre de dejar las cosas para otro momento, incluso en lo relativo a los deseos más profundos.
La vida parece responder, como un eco,
a nuestra autoestima
Renunciar a afirmar la propia personalidad, denigrarse, comporta falta de energía, demasiada pasividad asociada al miedo a la intimidad.
Nuestra capacidad para ser felices es un reflejo de nuestra facultad para aceptarnos.
Cambiar de punto de vista sobre uno mismo puede ser bastante difícil para una persona que siempre ha oído repetir, desde la infancia, que nunca llegaría a nada bueno en la vida, que no sabe estar a la altura. Por el contrario, demasiadas expectativas ajenas sobre la espalda de un niño pueden llevarlo a acabar dudando de sí mismo y a renegar de sí.
Quererse no significa decir permanentemente «Soy un crack, soy la caña, soy el más guapo y el más chulo...», aunque esto podría participar en crear una buena disposición, siempre a condición de que la mente no esté muy cargada de negatividad.
La trampa de las comparaciones
El rechazo a la propia imagen es una causa evidente de desvalorización, pero hay muchas otras. Entre la multitud de razones, frecuentemente encontramos el medio social, el origen de cada cual..., pero si muchos hombres y mujeres no se sienten queridos es, ante todo, porque ellos no se quieren a sí mismos.
El miedo a ser juzgados
Si un gran número de personas duda de la opinión de los demás, el verdadero peligro está en lo que pensamos de nosotros mismos. Los demás no son sino espejos, tienen tendencia a pensar de nosotros, en primer lugar, lo que nosotros pensamos sobre nosotros mismos, La condena de sí mismo nunca aporta nada más que fracaso y sufrimiento.
Él pensaba que los demás siempre eran mejores o más fuertes... Siempre dudando, me esforzaba constantemente en presentar una versión aceptable de mí mismo. Algunos días, sólo encontraba en el alcohol la
forma de borrar diferencias y olvidarme de mi soledad, pero, afortunadamente, me supe retirar a tiempo.
Mi hermano y yo recibimos la misma educación debilitante. Nunca le gustábamos a nuestro padre y encontraba un extraño placer en humillarnos.
Sobre mi hermano, todas las críticas paternas parecían resbalar como el agua sobre las plumas de un pato, pero ése nunca fue mi caso. Mi hermano nunca perdió su tiempo preguntándose si era lo bastante bueno, lo bastante inteligente... De hecho, siempre se ha encontrado en excelente situación y nunca le ha faltado el éxito entre el sector femenino.
En cambio yo, cuando intentaba tener una cita con una chica, me ponía a mí mismo excusas de todo tipo: no le vas a gustar, te verá ridículo...
No caía en la cuenta de que compararme con los demás hacía de mí un perdedor y ya sabía perfectamente que nadie quiere a los perdedores.
Una pregunta inútil: ¿qué dirán de mí? Sammy ya no se la hace...
Eso no quiere decir que ignore a los demás, pero creo que no aporto nada al mundo si renuncio a vivir con alegría.
Me gusta la gente, me gusta la vida. Sin duda, soy un privilegiado en esta vida pero soy yo mismo quien ha conseguido los medios para ello. Tomé mi decisión, después de mucho tiempo. Ya no pierdo más tiempo escuchando Cassandras. Para conseguirlo hay que protegerse y me niego a participar en la histeria colectiva del miedo, de la negatividad vehiculada por los medios de comunicación. Al contrario, me he acostumbrado a buscar ejemplos de vidas triunfantes.
Cuando uno se quiere realmente, cuando uno se aprueba y se acepta tal y como es, todo funciona bien en la vida. Es como si pequeños milagros surgieran por todas partes. LouISE L. HAY

 
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