Neijing tu, El cuerpo energético en el Daoísmo por Jordi Vilà i Oliveras. Editorial Alas

Neijing tu, El cuerpo energético en el Daoísmo

Referencia: 9788420306049
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En lugar de tener por bárbaraslas culturas no europeas, empezaremos a respetarlas como estilos de enfrentamiento con el cosmos equivalentes al nuestro

José Ortega y Gasset

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Tomando como hilo conductor una imagen daoísta del siglo XIX, grabada en el muro de un templo de Beijing, el autor, maestro de Qigong y experto en Daoísmo, nos guía a través de la anatomía imaginaria empleada por los antiguos meditantes para ilustrar las transformaciones psicofísicas de las técnicas energéticas tradicionales, usando un lenguaje poético y repleto de símbolos. Tres años de investigación y recopilación de datos, han dado como resultado esta obra única en su género.
Un libro absolutamente imprescindible para todas aquellas personas interesadas en la meditación, las artes de la energía interior (Qigong, Taijiquan), la medicina tradicional china y el simbolismo oriental.
 La Ilustración del Entramado Interior (Neijing tu) es una de las representaciones pictóricas más fascinantes del cuerpo humano tal y como se lo visualiza en la tradición daoísta china. Es una imagen especialmente rica en simbolismo y sutileza interpretativa, en comparación con otras figuras surgidas en el seno del Daoísmo a lo largo de la historia. Los delicados procedimientos psicofísicos están claramente definidos en esta figura, que desgrana las distintas etapas de la práctica contemplativa de manera artística, mezclando imágenes y versos, que deberán trabajar sobre los diferentes niveles de la conciencia del estudiante.

Jordi Vilà

Maestro de Artes marciales chinas, Jordi Vilà es especialista en estilos Internos (Xingyiquan, Taijiquan, Baguazhang) y Licenciado en Medicina Tradicional China. Es Director de cursos de formación de profesores de Qigong.
Su amplísimo currículum, que se inicia en el año 1975, demuestra su gran vinculación y entrega con las Artes Marciales Chinas, en múltiples aspectos que van desde la traducción de libros, asesor de diversos estamentos, cursos de diversa índole, entrenador, maestro... Su prestigio y fama, totalmente merecidos, van más allá de nuestras fronteras, con lo que es un orgullo para esta editorial publicar su excelente y cuidadoso trabajo.

SUMARIO

CAPÍTULO 1
Introducción: El jardín

CAPÍTULO 2
Comprender el lenguaje daoísta
El Dao como fundamento del Neijing tu

CAPÍTULO 3
La alquimia interior (neidan)

CAPÍTULO 4
¿Qué representa el Neijing tu?

CAPÍTULO 5
Origen histórico del Neijing tu

CAPÍTULO 6
Significado del nombre Neijing tu

CAPÍTULO 7
Fuentes de la ilustración

CAPÍTULO 8
Los tres tesoros

CAPÍTULO 9
Dantian: los campos del elixir

CAPÍTULO 10
La órbita microcósmica

CAPÍTULO 11
Las tres barreras

CAPÍTULO 12
Los tres carros

CAPÍTULO 13
Erigir los fundamentos
El trabajo de los cien días

CAPÍTULO 14
Sobre la traducción e interpretación del Neijing tu

CAPÍTULO 15
Parte inferior

CAPÍTULO 16
Parte central

CAPÍTULO 17
Parte superior

CAPÍTULO 18
Inscripción de Liu Chengyin

CAPÍTULO 19
A modo de conclusión

PRÓLOGO

El taxi me conduce a través de una de las grandes arterias de comunica­ción de Beijing, la carretera Guang'an men nan binhe lu, en dirección a la parte Oeste de la capital.
El tráfico es intenso y la autovía de varios carriles en cada sentido va repleta de automóviles.
Cuando el taxista entra en el distrito Xicheng, deja esta ruta principal y entra en lianhua chi donglu, aparca y me dice que hemos llegado.
Un poco perplejo, miro a mi alrededor y veo una calle muy amplia, bullicio­sa, repleta de negocios, pequeñas tiendas, ruido y música. El tráfico de auto­móviles particulares, taxis y motocicletas —casi todas eléctricas, sin el menor ruido—, es intenso.
Lo primero que pasa por mi mente es que ha habido una confusión...
¿He dado una dirección errónea al conductor?
Pero no.
Allí está.
Justo en esa agitada calle... Una elegante y monumental portalada pintada
con colores rojos, azules y amarillos.
Es verdad. Allí está Baiyun Guan, el Templo de la Nube Blanca, sede
principal del Daoísmo de la Completa Perfección.
Pago la carrera y agradezco al taxista su eficiente conducción.
Todavía asombrado, con un shock visual en mis pupilas (¿Cómo puede ser
que un templo tan hermoso y tan grande esté en medio de la calle y no en una bucólica colina o a la orilla de un lago?) emprendo la marcha hacia la entrada.
Cruzo la portada del Templo —pagando diez yuan—, pasando junto al arco decorado bailou , que se remonta a la dinastía Ming (1443), y que consta de siete tejados y cuatro columnas, en el que se pueden leer los caracteres dongtian shengjing o Sublime paisaje de las grutas celestiales, sien­do las grutas celestiales el lugar preferido por los inmortales daoístas.
Seguidamente, entro en un patio, antiguamente reservado para la observa­ción del Cosmos por parte de los monjes. Este detalle me recuerda porqué a los templos daoístas se los denomina guan (observatorios).
Los daoístas siempre han mostrado una auténtica pasión por comprender el Universo que nos rodea.
Paso por debajo de un triple arco que forma la entrada real al enorme con­junto de edificios daoístas que configuran el Templo de la Nube Blanca.
Este conjunto arquitectónico fue construido en el año 739, durante el rei­nado del Emperador Xuanzong T de la dinastía Tang.
A lo largo de su historia fue destruido y reconstruido varias veces.
A partir del siglo XII se convirtió en el templo principal de la orden Quanzhen (de la que hablaremos más adelante), y ya en el s. XX pasó a ser la sede de la Asociación China de Daoísmo.
Es temprano. No hay mucha gente.
Me cruzo con algunos turistas —chinos, todos ellos—, con devotos que reali­zan ofrendas de incienso en diferentes capillas, y de vez en cuando, con algún monje daoísta de túnica blanca, sonrisa franca y moño recogido.
El conjunto arquitectónico del Templo de la Nube Blanca se divide en las alas central, occidental y oriental, y los patios interiores traseros. Cuenta con diecisiete salas, construidas en distintos momentos históricos.
Una sutil neblina serpentea a ras de suelo y los sonidos de la calle se van amortiguando cada vez más hasta desaparecer por completo.
De repente, me siento transportado.
La paz y el silencio podrían ser los de una montaña sagrada, aislada del "mundo del polvo". Podría estar paseando tranquilamente por la montaña sagrada Hua, o recorriendo los caminos que rodean los templos en los mon­tes Wudang, en vez de estar en el centro de Beijing.
Además de pasar junto a los edificios principales, siguiendo el eje norte-sur, me voy encontrando con pequeñas capillas dedicadas a algunos de los gran‑
des maestros daoístas como el Dios de la Abundancia (caishen    los Ocho
Inmortales, Laozi o personajes históricos, como los patriarcas Qiu Chuji, los Siete Perfectos del Norte o el médico Sun Simiao, llamado el rey de la medi­cina (yaowang).
Me sumo a las ofrendas de incienso de los fieles, agradeciendo a estos maestros sus enseñanzas, que han cruzado el espacio y el tiempo para llegar hasta nuestros días.
Entrando en la sala consagrada a Lü Dongbin, el antepasado de los practi­cantes de la alquimia interior, realizo una corta meditación, en su honor.
De repente, suena la vibrante música de cuerda de un qín.
¿Hay hilo musical en el templo? Siento un principio de irritación...
Giro sobre mí mismo buscando el posible altavoz y veo a un daoísta real (¿o es un sueño?) tocando una pausada melodía.
Yo sonrío. Él sonríe. No hace falta usar palabra alguna.
Cruzando el eje principal del Tempo, llego a los jardines de la parte trasera.
Entro en un patio interior, llamado "ermita donde se congregan las nubes" (yunjí shanfang) conocido como "la pequeña Penglai", en homenaje a la isla donde viven los inmortales de la tradición daoísta.
Alrededor de mis pies ondula una niebla etérea que justifica el nombre del lugar.
A mi derecha se alza la Terraza de la Ordenación (jíetaí), lugar sagrado donde los abades ordenaban a los novicios y realizaban grandes ceremonias.
El entrenamiento era duro, en los viejos tiempos.
Solía durar cien días, y a veces llegaba a costar la vida a los neófitos, hasta que un abad, consternado, se apiadó de los jóvenes iniciantes y redujo la ini­ciación a cincuenta y tres días, rebajando el coste financiero y también la- in­tensidad de las pruebas.
En el muro exterior que flanquea la Plataforma de la Ordenación hay distin­tas estelas conmemorativas, incrustadas en la pared.
Entre ellas, se distinguen dos losas de piedra, de un metro veinte de altura, más o menos.
Muestran dos representaciones esquemáticas del cuerpo humano.
Lo que me llama la atención de estas estelas es lo imaginativo de las ilus­traciones: el cuerpo no se describe de forma literal, sino que está dibujado de manera levemente esbozada; el contorno del cuerpo es apenas discernible, puesto que todo el conjunto está plagado de personajes, animales, bosques y montañas, lunas y dragones, símbolos esotéricos e inscripciones místicas.
Ambas imágenes se complementan:
— La de la izquierda lleva el nombre de Neijing tu, la Ilustración del Entramado Interior y representa un cuerpo humano visto de perfil, sin mos­trar las piernas.
— La de la derecha se denomina Xiuzhen tu       la ilustración para el Cultivo
de la Perfección, y muestra un meditante sentado en postura de loto, visto de frente.
La primera describe los procesos alquímicos mediante paisajes y activida­des humanas como arar un campo; hilar con una rueca, impulsar una noria hidráulica...
La otra, emplea un complejo lenguaje, que incluye figuras abstractas extra­ídas del Libro de los Cambios y las fases de la Luna...
En realidad, mi viaje me ha traído hasta aquí en busca de pistas que aporten luz suficiente sobre las prácticas psicofísicas del cultivo interior del Daoísmo que he seguido durante décadas, tanto en el plano teórico como en su aspec­to más práctico.
Las dos imágenes representan una guía para la práctica de la Alquimia Interna (neidan), un sistema complejo de trabajo físico y mental, cuyo objetivo es fomentar la salud global del cuerpo para usarlo como vehículo de libera­ción de la mente y, en última instancia, realizar la fusión definitiva con el Dao, el Camino, la fuerza primordial de la Naturaleza, origen y causa de todos los fenómenos y todos los seres del Universo.
Aunque las dos estelas contienen un excelente resumen de los métodos de transmutación de la energía vital, me centro en la que muestra la figura de perfil del Neijing tu.
Respirando profundamente, observo la figura con atención, permitiendo
que mi mente se expanda.
Entro en un estado de consciencia distinto, que debería ayudarme a conse‑
guir una comprensión intuitiva del contenido de la misma.
Estoy iniciando un viaje.
Un viaje hacia tierras desconocidas.
Sin salir de mi interior.
Una ascensión, desde las profundidades del mar de lo cotidiano hasta las
cimas de las montañas de la sabiduría.
¿Tendré la suficiente presencia de ánimo como para recorrer el camino?
¿Alguno de los secretos contenidos en las imágenes me será desvelado?
Ahora me siento preparado.
¿No dijo Laozi: "Un viaje de mil millas comienza con el primer paso"?

Concentrando mi mente,
Relajo mi cuerpo,
Afino la respiración,
Doy el primer paso,
Y emprendo el viaje.

Alas
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