Las raíces del alma, canalizado por Alberto López Fernández. Reikiavik Ediciones

Las raíces del alma

Referencia: 9788494446313
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Un libro sorprendente que nos habla desde la perspectiva de un alma que quiere vivenciar una experiencia humana, un ser de luz, pura energía, que desea saber cómo es sentirse limitado por el espacio-tiempo.

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Son estas páginas una obra canalizada por el autor, Alberto López. Canalizar es una capacidad que todos los seres humanos tenemos y que en esencia supone apartar el ego para que el alma pueda expresarse en libertad. Es un acceso directo a la sabiduría universal que se puede plasmar en una partitura, un cuadro, en una charla… y también en un libro como este.
Así, a lo largo del texto vivimos a través de esta alma sus experiencias en sus distintas encarnaciones: el amor, la adicción, el camino interior, la muerte, el karma… Pequeños episodios que hablan de temas imperecederos y de cómo desde otro plano de la existencia, la verdadera existencia, tienen sentido incluso los sucesos más dramáticos. La lectura de este libro aporta muchas respuestas para aquellos que siguen andando su sendero espiritual. Son pequeñas lecciones, semillas de consciencia para conocerse mejor y vivir cada día más cerca de nuestra naturaleza divina.

Alberto López Fernández

1971 - Palencia, España

Alberto López, el Mensajero del Viento. Canalizador, lector de registros akáshicos y terapeuta del alma.  Imparte talleres sobre temáticas de contenido espiritual en varias ciudades españolas, así como consultas individuales. Ha escrito varios artículos en revistas especializadas en terapias alternativas. Las raíces del alma, publicado con Reikiavik Ediciones, es su primer libro.

Índice

Prólogo      9

Nota del autor      21

Nota del editor      25

PRIMERA PARTE

Las raíces del alma, un camino interior

Una estructura simple      37

El grillo y el viento      40

Puedo volar      44

Rayas en la selva      46

La suciedad      49

Sigo sin encarnar      51

Incontables vidas      52

Cambio de ciclo      53

Un día de invierno      55

En el viento      59

Principio de redención      62

Bruja      66

El frío      70

Tres hijos      74

No me acostumbro      77

El opio      82

El viento en las dunas      86

El deseo      88

El oro      90

Los árboles del bosque      94

El final        98

SEGUNDA PARTE

Un nuevo viento en mi camino, una historia de amor y evolución

Lo he decidido      105

En mi primera encarnación      107

Desde el amor      110

¿Qué es un redentor?       112

El viento está en calma      116

Escrito en el alma      120

Soy unidad      124

Soñando      129

Te rechacé      131

El amanecer      133

Perdido      136

Atlante      140

Alas de libertad      143

Un nuevo comienzo      148

Un día de verano      152

Me desnudé      157

Prólogo

Planteamiento

Por medio de una intensa y extensa serie de "canalizaciones", Alberto López Fernández nos ofrece en este libro, gracias a Reikiavik Ediciones, un camino interior hacia las raíces del alma. Esto plantea la conveniencia de reflexionar tanto sobre lo que las canalizaciones como tal, suponen y representan, como sobre las características y contenidos del referido camino interior, que no son teóricas, sino eminentemente prácticas de la mano de la llamada "Acción Correcta".

Sobre las canalizaciones

La humanidad, como especie, está en constante evolución. Y diver­sas tradiciones espirituales y estudios recientes en el ámbito de la psicología indican que, como fruto de tal evolución, el ser humano desarrollará un nuevo sentido que se añadirá a los cinco tradiciona­les. De hecho, siempre ha habido gente con ese nuevo sentido a flor de piel, pero se ha tratado de una minoría. La novedad radica en que el nuevo sentido estará presente y activo, lo empieza a estar ya, en un número significativo y creciente de personas —al inicio solo de manera testimonial, aunque se hará cada vez más patente-.

¿En qué consiste este nuevo sentido? Pues en el arranque y acti­vación de una serie de facultades psíquicas que ya comienzan a experimentar bastantes personas. A modo de ejemplo: lo que hoy se llama clarividencia (verbigracia, contactos con el más allá); per­cepciones difusas acerca del futuro; vislumbres y reminiscencias sobre el pasado; movilización de diversas energías; curaciones y sa­naciones; otras capacidades comúnmente calificadas como paranor­males; y también las canalizaciones citadas en el epígrafe anterior.

Ante la aparición de estas facultades, se nos ha enseñado -desde los Yoga-Sutras de Patanjali, que se remontan al siglo III a.C., y aún antes-que resulta primordial adquirir fundamentos, mediante el estudio riguroso y la experimentación consciente, acerca de lo que se está haciendo y se pone en acción. No son un juego ni un divertimiento y han de ser utilizadas con sentido común y responsabilidad.

Además, se nos ha advertido de la importancia de: no obsesionarse con estas facultades, evitando quedar abducidos por ellas y por el mundo fenomenológico; no efectuar prácticas de estados alterados de consciencia, sea cual sea el medio o procedimiento (cultos, re­zos, cánticos, ingestión de sustancias...); no caer en el psiquismo, frecuentemente debido a las influencias en nosotros del plano as­tral inferior cuando estamos en estados emocionales perturbados y densificados; ser cautos con asuntos tan delicados y trascendentes como la energía Kundalini o los Registros Akáshicos, cuya apertu­ra y uso solo debe hacerse cuando se ha avanzado notablemente en el Sendero espiritual (en caso contrario, sus efectos pueden ser muy nocivos desde el punto de vista físico y consciencial); no hacer negocio al ejercer y compartir facultades como las descritas; y no confundirlas con el desarrollo espiritual.

Es especialmente necesario hacer hincapié en esto último, porque se suele olvidar que una cosa es la evolución del ser humano como es­pecie y otra su evolución espiritual. No en balde, esta va unida a la evolución del alma, que va adquiriendo y ganando auto-consciencia por las experiencias desplegadas en cada una de las vidas o reencar­naciones de la cadena de vidas en la que se plasma nuestra encarna­ción en el plano humano.

Y el paulatino avance en auto-consciencia permite, entre otras co­sas, que entren en acción, como fruta madura y de manera natu­ral, una serie de dones relacionados con los mundos super-físicos que hasta entonces permanecían durmientes. En Teosofía, a estos dones se les denomina Siddhis, término sánscrito que puede tra­ducirse como "logros" o "poderes". En el capítulo o sección III de los Yoga-Sutras de Patanjali antes mencionados, se describen con detalle estos Siddhis, que nada tienen que ver con las facultades derivadas del nuevo sentido ya comentadas.

Cada uno de ellos se pone en marcha y se activa exactamente cuando corresponde, en función de nuestra evolución espiritual. Ni antes ni después. Y no hay atajos, por lo que no pierdas el tiempo buscán­dolos. Si lo haces, casi sin darte cuenta, caerás en el psiquismo y en la abducción por lo fenomenológico que antes se reseñaba. Además, la persona en la que los Siddhis se van realmente desarrollando, lo guarda en anonimato y, por supuesto, no alardea ni hace ostentación.

Y desde luego, hay que recordar que la evolución espiritual no es algo teórico, sino radicalmente práctico. Vamos a detenernos en ello, pues en el caso de las canalizaciones que nos ofrece Alberto López Fernández en estas páginas, las mismas beben de fuentes profundas que nos permiten avanzar en el camino interior o sendero de nues­tra evolución espiritual.

Características del camino interior por medio de la práctica de la Acción Correcta

Algunos de los signos exteriores del avance en el referido sendero son la armonía y el equilibrio de nuestros componentes físico, etérico, emocio­nal y mental; la confianza en la vida; la aceptación —que no es resigna­ción, sino resultado de esa confianza- y la ausencia de quejas; la puesta en práctica en la vida diaria de los consejos de conducta y comportamiento dados por todas las tradiciones espirituales serias, desde los Paramitas budistas y los Mandamientos cristianos al Yama-Niyama hinduista; y, des­de luego, la acción desde la sabiduría-compasión, es decir, la práctica del amor de la que fue ejemplo Cristo Jesús o la Acción Correcta enseñada por Buda Gautama en el contexto de "El Noble Óctuple Sendero" (que se divide en tres grandes categorías -sabiduría, conducta ética y entrena­miento de la mente-, siendo en la segunda de ellas en la que se integra la Acción Correcta).

¿Cuáles son las características de la misma? Pueden resaltarse las siguientes:

  • Confianza en la vida, aceptación y acción: La Acción Correcta tie­ne como premisas la confianza en la vida -en la honda compresión de que no hay casualidades y que todo tiene su sentido profundo, su porqué y para qué- y en la aceptación —que no es resignación, sino el fruto natural de esa confianza-. Podría pensarse que la con­fianza y la aceptación conducen a la inacción, pero en modo alguno es así. Fíjate: todos los maestros que han practicado en su día a día la confianza y la aceptación no practicaron la inacción, sino que fue­ron muy activos (Buda abandonó el retiro palaciego para meterse en el mundo, Cristo Jesús no paró de ir de un lado a otro divulgan­do sus enseñanzas...). Eso sí, su acción nada tuvo que ver con la que absorbe y atenaza el quehacer de la mayoría de las personas, sino que se basó en la Sabiduría-Compasión, fue una Acción Correcta.
  • Aquí-ahora y confianza en ti mismo: La Acción Correcta se plasma ineludiblemente en el aquí-ahora y en la confianza en ti mismo. La clave se encuentra en actuar en cada momento, ser consciente en cada momento, prestar atención en cada mo­mento... No te líes ni gastes energía en lo que hiciste o dejaste de hacer en el pasado. Tampoco llenes tu cabeza con clichés, prejuicios, creencias y nociones preconcebidas sobre lo que ha­rás o dejarás de hacer en el futuro, si pasa no sé qué, si sucede no sé cuánto... Un Bodhisattva, al preguntarle acerca de qué hará cuando pase esto o aquello, responderá de inmediato: "no tengo ni idea; lo sabré cuando me ocurra". Por tanto, céntrate en el aquí-ahora y, atento a lo que sucede delante de ti y en tu vida en el momento presente (no en el televisor, ni en la radio, ni en los periódicos, ni en lo que otros te cuentan, ni en tu ima­ginación...), actúa conscientemente y en coherencia con lo que desde el interior de tu ser se movilice, con lo que tu Corazón in­dique. Lo que exige, a su vez, confianza en ti mismo. Así, al ac­tuar en el aquí-ahora, tus acciones serán auténticamente tuyas, no reacciones derivadas de influencias exteriores y paradigmas impuestos. Y al estar sintonizadas con lo que realmente eres, su frecuencia vibracional será la del amor y la compasión. Si tie­nes dudas al respecto, pruébalo, ponlo en práctica, y lo podrás comprobar por ti mismo.
  • Fraternidad y atención a los intereses de los demás siendo un "buen amigo": La Acción Correcta bebe de la Fraternidad y la ma­terializa en la cotidianidad para que no sea una de esas cosas a las que la mente concreta se apunta —esto me gusta, dice-, pero no lleva a la práctica. Por esto, la Acción Correcta presta atención a los intereses de los demás, a las personas con las que se está en contacto en la vida diaria. Lo que se plasma en algo tan concre­to y práctico como ser un "buen amigo" de todos —quizás fuera más adecuado decir un "buen hermano"-, sea cuál sea el juicio que nuestra mente se empeñe en emitir sobre ellos. Ser un buen amigo de nuestros seres queridos, lo que implica, por supuesto, respeto y tolerancia hacia ellos; ser un buen amigo de nuestros vecinos y compañeros de trabajo; ser un buen amigo del desconocido con el que nos cruzamos en cualquier momento del día, que se sien­ta a nuestro lado en el autobús o coincidimos en el ascensor... Y el buen amigo, en la persona con la que ha estado en contacto, siempre deja la impresión de una consciencia algo más clara y la sensación un poco más fuerte de la dignidad esencial de esa per­sona, de su calidad crística innata. No en balde, actuando desde lo que somos como un buen amigo, transmitimos a la otra persona la posibilidad de la auto-trascendencia.
  • Ver los valores de los demás y su esencia divina innata: El buen ami­go ve siempre valores positivos en los demás, percibe las posibilidades espirituales para su crecimiento y desarrollo, reconoce el valor esencial de cada individuo con el que se encuentra y extrae de todo aquello con lo que entra en contacto una consciencia más profunda del Yo Supe­rior —inmortal y divino- que es, a su vez, el Yo Uno. No importa que

se trate de gente que parece estar negando la fraternidad o despliegan comportamientos egoicos. El buen amigo reconoce lo divino en todo y en todos y nunca pierde la consciencia de que todos los seres huma­nos poseen la esencia divina que impregna, anima y da forma a todo, desde el átomo más diminuto a los Logos solares. Son todavía escasas las personas que conocen y reconocen que dentro de cada ser mora la esencia divina. La Acción Correcta lo tiene muy presente.

  • Altruismo: Quien practica la Acción Correcta ya no será calcula­dor ni esperará beneficios para sí, sino para el mundo —la huma­nidad, la Tierra y todos los seres vivos, sin excepción-. Debemos transformarnos en una fuerza benéfica para la Naturaleza. H. P. Blavatsky, en su libro Ocultismo práctico, lo expuso así: "Aquel que no practica el altruismo, aquel que no está dispuesto a compartir su último bocado con uno más pobre o más débil que él mismo, aquel que deja de ayudar a su hermano de cualquier raza, nación o credo, dondequiera y cada vez que ve el sufrimiento, y que hace oídos sordos al llanto de las desgracias humanas; aquel que oye cómo di­faman a una persona inocente y no se dedica a defenderla igual que lo haría para sí mismo, no es un teósofo".
  • No caer en el "buenismo": Ahora bien, ser un buen amigo es una cosa y el "buenismo" es otra. No en balde, ser un buen amigo conlle­va a veces tomar decisiones duras y difíciles que desde el buenismo nunca se acometerían. Se trata de practicar la Sabiduría-Compasión. Y la Sabiduría conlleva discernimiento. El buenismo carece de este, se deja llevar por las tendencias emocionales y mentales y deriva en el voluntarismo.
  • No juzgar: Otra característica de la Acción Correcta es la ausencia de juicios, pues se actúa, pero sin enjuiciar a nadie ni a nada. Por ejemplo, ante un hecho de violencia u abuso que sucede ante ti, ac­túas impulsado por lo que tu interior indica en defensa del que la está padeciendo; y lo haces sin enjuiciar al que está ocasionando el daño y sin ningún atisbo de ira o enfado hacia él. Si no fuera así, tu acción, aunque aparentemente parezca lo contrario, estará contaminada con la misma frecuencia vibracional del que está infligiendo esa violencia o abuso. Defiende al débil, no mires para otro lado ante lo que pasa a tu alrededor, pero hazlo en sintonía con tu frecuencia de amor y sin juzgar al otro: su esencia y naturaleza es divina, idéntica a la tuya; él no lo recuerda, pero tú sí. Nunca lo olvides.
  • De forma gratuita, sin metas ni expectativas: De hecho, la com­pasión pura o amor incondicional surge no del amor a los seres, ni para poner fin al sufrimiento, sino de forma gratuita, sin ninguna meta o expectativa porque es la naturaleza misma del Bodhisattva estar en un estado continuo de Sabiduría-Compasión. En nuestro proceso de auto-transformación hemos de convertirnos en la ima­gen misma de la compasión: la compasión absoluta. Y el altruismo y la Sabiduría-Compasión constituyen la Acción Correcta y la gran transformación que hemos de plasmar en el aquí-ahora de nuestra vida cotidiana. Se trata, obviamente, de mucho más que una emo­ción. En cada momento presente, desprender de cada fibra, de cada poro de nuestro ser, esa compasión, esa comprensión profunda...
  • Amor: La Acción Correcta no se basa en la diferencia entre el bien y el mal, sino entre amor y no-amor. Así pues, en lugar de decir "esto está bien y esto está mal", debemos preguntarnos: ¿es esto amor o es esta una acción de no-amor?" Lo que es amor sigue siempre la dirección de despertar en el otro -y hay que volver a recordar que no existe "el otro", por lo que en realidad es un despertar en todos- esa semilla de la esencia divina, del Espíritu eterno e inmortal dentro de los demás. No-amor es, entonces, cualquier acción que de alguna manera contribuya a oscurecer esa luz interior. Siempre será correcta la acción que fluye del amor, del corazón. Podemos cometer lo que llamamos errores. Sin embargo, son parte del proceso de aprendizaje.
  • Pensamientos de alta gama vibracional: La Acción Correcta in­cluye mandar pensamientos de alta gama vibracional, es decir, de amor y de paz, a todo y a todos los que encontramos en nuestra vida cotidiana. Y no de una manera vaga, sentimental o superficial, sino positivamente y con una intención clara. En última instancia, se trata de dedicarnos plenamente a nuestra transformación interna para que no pueda surgir ningún pensamiento que vaya dirigido al yo separado. Y cada acto, pensamiento y sentimiento altruista es un paso en el largo viaje evolutivo hacia la creación de una genuina fraternidad de la humanidad.
  • En la consciencia de que toda la vida es una: La Acción Correcta es el cumplimiento de nuestro Dharma como seres humanos y emana dulcemente en nosotros y desde nosotros cuando por fin se percibe y constata que toda la vida es verdaderamente una. Se acabaron las dualidades y separaciones. No nos sentimos atraídos por lo que la mente concreta estima atractivo; tampoco rechazamos lo que consi­dera repulsivo; y vemos las dos cosas como manifestaciones del uno.
  • Movernos desde el centro interno de nuestra divinidad esen­cial: Finalmente, como corolario de todo lo enunciado, la prác­tica de la Acción Correcta supone aprender a movernos desde el centro interno de nuestra naturaleza divina y mantenernos permanentemente en sintonía con esa esencia que es nuestro Yo inmortal.

No se espera que practiquemos la Acción Correcta de la noche a la mañana. Es un proceso de avance en un Sendero que no está fuera, sino en nosotros mismos tal como Alberto López Fernández recalca en este libro. Recórrelo desprovisto de las cargas y afanes de la ac­ción egoica: sed animosos, sonreíd, sed felices... Como se señala en La Voz del Silencio: "Sigue la rueda de la vida; sigue la rueda del deber para con la raza y la familia, el amigo y el enemigo; y cierra tu mente tanto a los placeres como al dolor. Agota la ley de la retri­bución kármica". Y se trata de empezar aquí-ahora, donde estamos. Volviendo a La Voz del Silencio: "Ten perseverancia (...) No olvides que cada fracaso es un éxito. Y vuelve a la carga una y otra vez".

Corolario

Con el telón de fondo de este conjunto de reflexiones sobre las ca­nalizaciones y el camino interior, te invito a que te dirijas, a través de las páginas que siguen, a las raíces del alma. Disfruta de una ruta marcada por las dos partes que conforman este texto. Se trata de una potente historia de Amor y Evolución.

Y no tengas prisa. Al contrario, como escribió Kavafis en el marco de su viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventu­ras, lleno de experiencias. Eso sí, ten siempre a Ítaca en tu mente.

Y finalmente, cuando la travesía concluya, cuando te hayas auto-transformado y seas sabio gracias a tantas vivencias, entenderás ya qué significan las Ítacas.

Emilio Carrillo

 

9788494446313

Ficha técnica

Autor/es:
analizado por Alberto López Fernández
Editorial
Reikiavik Ediciones
Formato
21x15 cm
Páginas
157
Encuadernación
Rústica con solapas (tapa blanda)
Prólogo
Emilio Carrillo
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