¿Tiene futuro Dios? Por Deepak Chopra. Ed. Grijalbo, Septiembre 2016

¿Tiene futuro Dios?

Referencia: 9788425353499
17,90 €

Una guía práctica para la espiritualidad de nuestro tiempo

¿Puede existir Dios en una era de escepticismo como la actual?
¿Qué deberíamos hacer para lograr una vida espiritual más poderosa?
En este libro valiente y decidido Deepak Chopra nos muestra el camino para retomar nuestra fe más profunda.


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¿Tiene futuro Dios? Por Deepak Chopra. Ed. Grijalbo, Septiembre 2016

Una guía práctica para la espiritualidad de nuestro tiempo

ISBN: 9788425353499

«Si Dios tiene futuro, debemos encontrar un nuevo acercamiento a la espiritualidad; debemos repensar nuestro lugar en el universo. Si Dios tiene futuro, deberemos tener una vida mejor

Para muchos, la divinidad está pasada de moda. ¿Qué habría que hacer para lograr una mayor vida espiritual? Deepak Chopra nos muestra el camino con elocuencia y profundidad. Asegura que Dios está en el origen de la conciencia humana y que, por lo tanto, todos podemos transformar nuestro día a día.
Deepak Chopra ha inspirado a millones de personas durante tres décadas a través de sus libros y enseñanzas. Con ¿Tiene futurosDios?n Un enfoque práctico para la espiritualidad de nuestro tiempo nos invita a un viaje espiritual ofreciéndonos una vía efectiva para entender a ese ser superior y saber situarnos. Ahora es el momento de coger fuerzas. Es el momento de renovarnos. Ahora es el futuro.

«Por sí misma la fe no desemboca en Dios, pero hace algo mucho más prolongado: hace posible a Dios
Deepak Chopra

Deepak Chopra (India, 1947) es autor de numerosos libros que han ayudado a millones de personas a comprenderse mejor y a vivir una vida más plena. Fundador del Centro Chopra, es el principal difusor de la filosofía oriental en el mundo occidental. Sus libros han aparecido en todas las listas de más vendidos de América. Entre sus bestsellers, que aparecen con regularidad en la lista de The New York Times, se encuentran Reinventa tu cuerpo, resucita tu alma y El libro de los secretos.

  • Formato, páginas: TAPA BLANDA CON SOLAPA, 368
  • Medidas: 142 X 215 mm
  • Traducción de Karina Simpson


Indice

PRÓLOGO . 11
¿Por qué Dios tiene futuro? 17
Dios es un verbo, no un sustantivo 23

EL CAMINO HACIA DIOS
PRIMERA ETAPA: INCREDULIDAD
Dawkins y sus espejismos 41
Respuesta al ateísmo militante 61
La prueba de que el ornitorrinco existe 71
La psicología de la certidumbre 95
La amenaza fantasma . 113

SEGUNDA ETAPA: FE
Más allá del punto cero . 135
La mala fe 163
El plan secreto de la sabiduría 185
¿Son posibles los milagros? 211

TERCERA ETAPA: CONOCIMIENTO
Dios sin fronteras 237
¿Existe un mundo material? . 255
El mundo de lo sutil 275
Trascendencia: aparece Dios 307
La pregunta más difícil 329

EPÍLOGO: Dios en un vistazo . 359

AGRADECIMIENTOS . 365

Prólogo

La fe está en apuros. Durante miles de años, la religión nos ha pedido que aceptemos, por medio de la fe, a un Dios amoroso que lo sabe todo y que posee todo el poder. Como resultado, la historia ha transitado un largo y a veces tumultuoso camino. Han existido momentos de gran euforia intercalados con otros en los que se han cometido horribles atrocidades en nombre de la reli­gión. Pero ahora, al menos en Occidente, la era de la fe ha sufrido un fuerte declive. Para la mayoría de la gente, la religión simple­mente es algo transmitido. No hay una conexión viva con Dios. Mientras tanto, la incredulidad ha ido en aumento. ¿Qué otra cosa podría haber sucedido?
Una vez expuesto el distanciamiento entre nosotros y Dios, una especie de profunda decepción aflora a la superficie. Hemos sufrido muchas catástrofes por confiar en una deidad benigna y amorosa. ¿Quién puede reflexionar sobre el Holocausto o el 11 de septiembre y seguir creyendo que Dios es amor? Me vienen a la cabeza incontables sufrimientos. Si uno indaga en qué es lo que la gente en realidad tiene en mente cuando piensa en Dios se da cuenta de que su aprecio por la religión no es tan alto, sino que alberga un sentimiento inquietante de duda e inseguridad.
Durante mucho tiempo, la carga de la fe ha recaído en el creyente imperfecto. Si Dios no interviene para aliviar el sufri­miento o conceder la paz, el fallo debe de estar en nosotros. En el presente libro he querido revertir las cosas, poniendo la carga de nuevo en Dios. Ya es hora de hacer preguntas directas.

¿Qué ha hecho Dios por ti últimamente?
Para mantenerte a ti y a tu familia, ¿qué es más efectivo: te­ner fe o trabajar con ahínco?
¿Alguna vez has permitido en verdad que Dios solucione un problema grave en tu vida?
¿Por qué Dios permite semejante sufrimiento en el mundo? ¿Todo esto es un juego o una promesa vacía de que existe un Dios amoroso?

Estas preguntas son tan controvertidas que evitamos plan­tearlas, e incluso para millones de personas ni siquiera ya son importantes. Siempre planea en el horizonte el próximo avance tecnológico que mejorará nuestras vidas. Sin embargo, en pleno siglo XXI, en absoluto está extinto el deseo de un Dios que sea importante.
En mi opinión, la verdadera crisis de la fe no está relaciona­da con la decreciente concurrencia de fieles a la iglesia, una tendencia que comenzó en Europa occidental y Estados Unidos durante la década de 1950 y continúa hasta nuestros días. La verdadera crisis estriba en encontrar a un Dios que importe y en el que se pueda confiar. La fe presenta una encrucijada en el camino a la que todos hemos llegado en algún momento de nuestra vida. Una de las bifurcaciones conduce a una realidad sostenida por un Dios vivo; la otra conduce a una realidad en la que Dios no solo está ausente, sino que es una ficción. En nom­bre de esta ficción, los seres humanos han luchado entre sí y han muerto, torturado a infieles, emprendido cruzadas sangrientas y perpetrado todos los horrores imaginables.
Hay una muestra desgarradora de cinismo en el Nuevo Tes­tamento cuando Jesús está en la cruz sufriendo una muerte lenta y agónica y los espectadores, entre ellos los sumos sacerdotes de Jerusalén, le escupen y se burlan: «A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él» (Mateo 27:42-43).
Sorprendentemente, el veneno de estas palabras no ha dis­minuido con el tiempo, pero todavía hay algo más desconcertan­te. Jesús le enseñó a la gente que debía confiar por completo en Dios, que la fe puede mover montañas. Le enseñó que nadie debería esforzarse hoy o ahorrar para mañana, porque la Provi­dencia le proporcionará todo. Dejando de lado el significado místico de la crucifixión, ¿acaso nosotros deberíamos tener este tipo de confianza?
Si tan solo la gente fuera consciente de esto, muchas veces al día llegaría a una bifurcación en el camino. No estoy escribien­do desde una perspectiva cristiana —practico una religión no organizada en mi vida personal—, pero Jesús no quiso decir que la Providencia proveerá dinero, comida, refugio y muchas otras bendiciones si tan solo. esperas lo suficiente. Él se refería a la comida de esta mañana y al refugio de esta noche. «Pide y reci­birás; llama y la puerta se abrirá» se aplica a decisiones que to­mamos en el momento presente. Y esto aumenta mucho las ex­pectativas, porque si Dios nos decepciona por todas las veces que no ha acudido a nosotros, nosotros lo decepcionamos por todas las veces que hemos tomado el camino de la incredulidad, literalmente cada hora del día.
La semilla de la incredulidad está en todos nosotros y ofrece muchas razones para no tener fe. Creo que, como ser humano compasivo, si hubiera visto el espectáculo de la crucifixión ha­bría sentido compasión. Sin embargo, en mi vida cotidiana voy al trabajo, ahorro para el futuro y me pongo nervioso si paso por una calle peligrosa de noche. Deposito más fe en mí mismo que en un Dios externo. A esto lo llamo el punto cero, el punto más bajo de la fe. En el punto cero, Dios no importa en realidad, no cuando se trata de la difícil cuestión de vivir. Visto desde el pun­to cero, Dios es inútil o ineficaz. Podría mirar hacia abajo y ver nuestro sufrimiento y conmoverse, o igual podría sentir absolu­ta indiferencia.

  • Para que Dios tenga un lugar en nuestro futuro, debemos escapar del punto cero y encontrar una nueva forma de vivir la espiritualidad. No necesitamos nuevas religiones, mejores Es­crituras o testimonios más inspiradores sobre la grandeza de Dios. Las versiones que tenemos son lo bastante buenas (o ma­las). Lo que nos debe importar es tener un Dios que merezca nuestra fe, y Él solo lo logrará si comienza a actuar en vez de decepcionarnos.
  • Hacer un cambio tan radical implica otro igual de radical: una reflexión general de la realidad. De lo que la gente no se da cuenta es de que al desafiar a Dios se desafía la realidad misma. Si la realidad es solo lo que se ve en la superficie, no hay nada en lo que tener fe. Podemos estar pegados a las noticias las veinti­cuatro horas los siete días de la semana y hacer lo mejor que podamos para salir adelante. Pero si la realidad es algo que se extiende a dimensiones más elevadas, el asunto cambia. No pue­des reconstruir a un Dios que nunca existió, pero puedes repa­rar una conexión rota.
  • Decidí escribir el presente libro sobre cómo reconectarnos con Dios para que Él se vuelva tan real como una rebanada de pan y sea tan fiable como la salida del sol, o como cualquier cosa en la que confías y cuya existencia sabes que es cierta. Si existe un Dios así, ya no hay razón para estar decepcionados ni de él ni de nosotros. No se necesita cambiar de credo. Aunque se debe hacer algo más profundo: reconsiderar lo que es posible. Esto implica una transformación interior. Si alguien nos dice: «El reino de Dios está en el interior», no deberías pensar, con re­mordimiento de culpa: «No, dentro de mí no está». Deberías preguntar qué necesitas hacer para que esa declaración sea ver­dadera para ti. El camino espiritual comienza con la curiosidad de que algo tan increíble como Dios quizá exista de verdad.
  • Millones de personas ya han oído hablar del «espejismo de Dios», un eslogan de un grupo de ateos militantes que son ene­migos declarados de la fe. Este alarmante movimiento cuya prin­cipal figura es Dawkins encubre sus ataques en términos de ciencia y razón. Incluso si las personas no se definen como ateas, muchas viven como si Dios no importara, y esto afecta a las de­cisiones que toman en su vida cotidiana. La incredulidad ha ga­nado implícitamente en el terreno donde cuenta.
  • La fe, si es para sobrevivir, solo puede ser restaurada a través de una indagación más profunda del misterio de la existencia.
  • No tengo ninguna objeción sobre el ateísmo no militante. Thomas Jefferson escribió: «No encuentro en el cristianismo ortodoxo ninguna cualidad positiva», pero al mismo tiempo ayudó a fundar una sociedad basada en la tolerancia. En cam­bio, Dawkins y sus seguidores están orgullosos de ser intoleran­tes. El ateísmo puede tener mucho sentido del humor, como cuando George Bernard Shaw bromeó: «El cristianismo sería algo muy bueno si alguien alguna vez lo practicara». Toda línea de pensamiento tiene su opuesto, y cuando se trata de Dios, la incredulidad es el opuesto natural de la creencia.
  • Sin embargo, no es correcto suponer que el ateísmo siempre se opone a Dios. De acuerdo con una encuesta de Pew Research realizada en 2008, el 21 por ciento de los estadounidenses que se definen a sí mismos como ateos creen en Dios o en un espíritu universal, el 12 por ciento creen en el cielo y el 10 por ciento rezan al menos una vez a la semana. Los ateos no han perdido la fe por completo; no hay nada reprochable en esto. Pero el nihi­lismo espiritual que propone Dawkins con una sonrisa y un tono de confianza hizo que me diera cuenta de que tenía que manifes‑
  • tarme en contra, aunque no siento ninguna antipatía personal hacia él.
Grijalbo
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