Naturalmente atractivos
Referencia: 9788491112211
Cosmética casera, ecológica, veggie y sostenible
Desde los albores de la humanidad, la belleza ha sido una de las principales preocupaciones del ser humano. Y aunque es importante que nos cuidemos para potenciar nuestro atractivo personal y prevenir el envejecimiento prematuro, también es de vital importancia tomar consciencia del cóctel de sustancias químicas con las que diariamente intoxicamos nuestra piel: el órgano más extenso y uno de los más importantes del organismo, tanto por su magnitud como por sus funciones.
El objetivo de Naturalmente atractivos es que la cosmética natural, junto con la alimentación, forme parte de un estilo de vida más consciente y saludable, que te permita disfrutar de la belleza que te es propia y de una piel sana y libre de tóxicos.
Josefina Llargués
es licenciada en Psicopedagogía, posgraduada en Psicopatología Clínica y máster en Nutrición y Salud. Dada su inquietud por las terapias naturales, cursó paralelamente estudios de Naturopatía, Homeopatía y Nutrición Ayurveda. Actualmente, desarrolla su actividad profesional en su propia consulta e imparte charlas y cursos teórico-prácticos sobre alimentación y cocina saludable. Es también autora de otros libros, y ha recibido dos galardones, los Gourmand Cookbook Awards, en los años 2007 y 2012, por su contribución al fomento de los hábitos saludables a nivel familiar.
- Formato: 13,5 cm x 21 cm
- Páginas: 272
- Encuadernación: Rústica
ÍNDICE
Prólogo del Dr. Francisco Marín 7
Introducción 13
CAPÍTULO I - COSMÉTICOS CONVENCIONALES 19
Definiciones 21
Etiquetado 22
Experimentación con animales 23
Productos de uso diario o frecuente incluidos en la definición de cosmético 26
Principales químicos a evitar 29
Contaminantes ambientales 37
CAPÍTULO II - LA PIEL 39
Estructura 43
Epidermis 43
Dermis o corion 44
Hipodermis o tejido subcutáneo 45
Anejos cutáneos 45
Prevenir el envejecimiento prematuro 46
Hidrolatos 117
Kuzu (Pueraria lobata) 120
Mantecas vegetales 121
Principales propiedades 122
Vinagre de manzana 123
CAPÍTULO IV - COSMÉTICA CASERA, ECOLÓGICA, VEGGIE Y SOSTENIBLE 125
Baños 128
Desintoxicante de jengibre y sal marina 129
Desintoxicante y estimulante diurno 130
Desintoxicante y relajante nocturno 131
Hidratante y relajante nocturno 132
Seco 133
Boca 134
Colutorios 135
Agua de mar 135
Aliento fresco 135
Con vinagre de manzana 136
Siempre a punto 137
Dentífricos 137
Arcilla blanca y especias 137
Arcilla blanca y tomillo 138
Dientes blancos 139
Para los más pequeños de la casa 140
Seco de arcilla blanca y sal marina 140
Tropical 141
Técnicas ayurvédicas para la salud bucodental 142
Masaje de las encías con aceite de sésamo 143
Masticar semillas de sésamo 143
Oil pulling 144
Raspador de lengua 147
Cabellos 148
Acondicionadores para el aclarado final 148
Aromático con aceites esenciales 148
Vinagre de manzana y agua de mar 149
Caída y cabellos frágiles 149
Loción anticaída con agua de lino 149
Loción anticaída con comino negro 150
Sinergias de aceites esenciales para añadir al champú 151
Caspa 152
Loción con jojoba y aceites esenciales 152
Loción con vinagre de manzana 153
Sinergia de aceites esenciales para añadir al champú 154
Champús 155
Aromático e hidratante 155
Bicarbonato de sodio 155
Harina de centeno 156
Ghassoul 157
Grasa 158
Sinergia de aceites esenciales para añadir al champú 158
Mascarillas capilares 159
Cabellos frágiles, secos o castigados 159
Hidratante de jojoba y ylang-ylang 160
Nutrir y proteger las puntas secas 161
Nutritiva de aloe vera y aceite de coco 161
Tonificante capilar de alholva 162
Tonificante capilar de aloe vera 163
Tinte natural con henna 163
Cómo aplicar la henna 164
Cara. 165
Anti-aging 165
Consejos generales 165
Amaroli 166
Contorno de ojos 167
Bolsas y ojeras 167
Emulsión nutritiva suave 168
Sérum nutritivo concentrado 169
Mascarillas para atenuar las patas de gallo 169
Aguacate y almendras dulces 169
Aloe vera y germen de trigo 169
Cremas antiarrugas cara y cuerpo 171
Nutritiva con aceites vegetales y esenciales 171
Personalizada de karité y aguacate 172
Lociones faciales antiaging 173
Antiarrugas con aceites esenciales 173
Hidratante antiarrugas de argán y rosa mosqueta 174
Hidratante antiarrugas de aguacate y chufa 175
Nutritiva de espino amarillo y granada 175
Reafirmante pieles maduras, cansadas y apagadas 176
Mascarilla facial de aguacate, plátano y espirulina 177
Sérum para mejorar las manchas de la edad 178
Desmaquillantes 178
Aceite de coco 179
Almendras dulces y lavanda 179
Jojoba y bergamota 179
Lociones faciales hidratantes y nutritivas 180
Nocturna relajante 180
Piel grasa o mixta 180
Piel normal 181
Piel seca y madura 181
Piel sensible o inflamada 182
Mascarillas faciales 182
Consejos generales 182
Aguacate 184
Alga espirulina 184
Algawakame 186
Aloe vera y aceite de coco 187
Arcilla y aceite vegetal 187
Clarificante con cúrcuma 188
Hidratante y calmante de caléndula y aloe vera 189
Salvado de avena y germen de trigo 190
Tónicos faciales 191
Despertar matutino 191
Piel mixta, grasa o acnéica 191
Piel normal o seca 192
Cuerpo 192
Cremas 192
Aceite de coco y aguacate 192
Antioxidante extrahidratante 193
Cacao y karité 194
Estrías del embarazo 194
Geles 195
Anticelulítico 195
Posdepilación 196
Reafirmante y drenante de muslos 197
Lociones 197
Anticelulítica con calófilo 197
Hidratante de argán y aceite esencial de rosa 198
Hidratante para los más pequeños de la casa 199
Hidratante suave 199
Tonificante para el pecho 200
Mascarillas corporales 201
Alga espirulina 201
Arcilla 202
Sol. 203
Consejos básicos 203
Lociones 204
Antes de la exposición solar 204
Después de la exposición solar 205
Desodorantes 206
Aceite de coco y bicarbonato 206
Aloe vera y aceites esenciales 207
Aloe vera y bicarbonato 208
Arcilla blanca y aceites esenciales 208
Jojoba y árbol del té 209
Sólo vinagre de manzana 209
Exfoliantes faciales y corporales 210
Aceite de coco y sal marina 210
Almendras dulces y azúcar integral de caña 211
Anticelulítico con poso de café 212
Arena de playa 213
Arcilla verde y almendras dulces 213
Azúcar integral de caña y aceite de coco 214
Bicarbonato sódico 214
Harina integral de avena y agua de mar 215
Macadamia y sal marina 216
Manteca de karité y arcilla 216
Nuez de albaricoque y semillas de amapola 217
Siempre a punto 218
Hombres 219
Amaroli 219
Cremas de afeitar 220
Arcilla y aceite vegetal 220
Karité y aceite de coco 221
Lociones faciales 222
Caléndula y jojoba 222
Calmante y regenerante con manzanilla 222
Para la barba con aceites vegetales y esenciales 223
Vinagre de manzana y hamamelis 224
Labios 225
Bálsamos labiales 225
Karité con un toque refrescante 225
Manteca de cacao y lavanda 226
Sólo karité 226
Exfoliantes labiales 227
Aceite de oliva y azúcar integral de caña 227
Café y aceite de aguacate 228
Manos 228
Cremas 228
Manchas de la edad 228
Manos cortadas y deterioradas 229
Loción para manos 230
Masaje 231
Abhyanga, automasaje matinal ayurvédico 231
Los principales beneficios del Abhyanga 232
Tipo de AV y frecuencia del Abhyanga, según la constitución 232
Cómo practicar el Abhyanga 233
Afrodisíaco 235
Para ellas 235
Para ellos 235
Después del deporte 236
Nocturno en pareja 236
Relajante nocturno 236
Tonificante 236
Perfumes y aguas aromáticas 237
Perfumes 237
Consejos generales 237
Perfumes líquidos con aceites vegetales y aceites esenciales 238
Antiestrés 238
Calma y serenidad para los más pequeños de la casa 239
Floral 239
Pachuli 239
Perfume sólido con manteca de karité y aceites esenciales 240
Aguas aromáticas 240
Consejos generales 240
Aires de Provenza 241
Aroma de rosa 241
Relajante de naranjo amargo 241
Uñas 242
Hidratar y nutrir 242
Argán 242
Borraja y ricino 242
Germen de trigo y aceite esencial de limón 243
Pies 243
Exfoliar 243
Hidratar y nutrir 244
Aceite de aguacate 244
Manteca de karité 244
BIBLIOGRAFÍA 245
Webgraña 257
PRÓLOGO
¿Quieren que les cuente un secreto? Con ello me estoy arriesgando a poner en mi contra a una parte de la profesión médica. ¿Me la juego? Venga, ¡un día es un día!
Muchos de los problemas dermatológicos que vemos en las consultas de atención primaria se resuelven con una crema de corticoides. Que la persona tiene prurito por urticaria, pues le damos antihistamínicos y crema de corticoides (en función de las lesiones cutáneas asociadas).
Si lo que presenta es un eccema, el mismo tratamiento. En las quemaduras solares, lociones con corticoides... ¿Y en las psoriasis? Pues más de lo mismo; corticoides en pomadas o en cremas.
¿Siempre corticoides? Es evidente que no. Ni ante lesiones producidas por cualquier virus de la familia de los herpes (el típico racimo vesicular en los labios, un herpes genital, el herpes zóster o la varicela) ni tampoco en aquéllas con un claro origen micótico (hongos). De hecho, en estos casos, lejos de mejorar con la crema de cortisona, la lesión empeoraría considerablemente.
Tampoco constituyen un tratamiento a considerar cuando la lesión supura o ante una sospecha, más o menos clara, de una sobreinfección por parte de las bacterias a nivel de dermis o tejido celular subcutáneo. Aquí tampoco nos atreveríamos a poner un corticoide; no constituiría una actitud responsable.
¡Pero en el resto de los casos...! Más de un compañero seguro que lo ha pensado en alguna ocasión (cuando no en muchas). ¡No sabemos qué haríamos los médicos sin los corticoides! Porque, en el ámbito de los problemas cutáneos, seamos sinceros, sirven prácticamente para todo; es una suerte poder contar con ellos.
Esto, como veremos a continuación, es un arma de doble filo. Y lo más sencillo, lo que marca la propia inercia terapéutica, es hacer siempre lo mismo, siempre que funcione. Es decir, que ante cualquier problema en la piel, si exceptuamos los casos reseñados anteriormente, lo más probable es que los médicos pautemos una crema de corticoides. Total, sirven para todo...
Pero ¿qué pasa con los efectos secundarios de estos preparados? Porque, pese a tratarse de pomadas o cremas, son productos con evidentes y muy estudiados efectos secundarios: desde sobreinfecciones en el lugar de aplicación, cuando lo hacemos de forma repetida, hasta la tan temida atrofia cutánea, con aparición, por ejemplo, de úlceras o erosiones, entre otras muchas posibles complicaciones.
Los médicos, aquí, deberíamos entonar un mea culpa, quizá compartida con las administraciones públicas, que no pensaron en su momento, durante nuestra formación académica, en prepararnos en aspectos tan relevantes para nuestra práctica diaria como son la nutrición o la fitotera‑
pia (utilización bien con intención preventiva o curativa, de drogas de origen vegetal). Y esto acaba repercutiendo sobre la manera de curarse o de prevenir enfermedades que adopta nuestra población asignada (nuestros pacientes). Lo más cómodo (que no más inocuo) acaba siendo prescribir un medicamento.
También es verdad que es responsabilidad nuestra –y con nuestra me refiero tanto a los sanitarios como a la población en general– conocer aquel remedio más saludable, con menos efectos secundarios, más fisiológico y menos invasivo, de entre todos aquellos que son útiles para un problema de salud concreto.
Y es precisamente en ese momento, cuando uno busca y rebusca entre todos los libros que tratan el tema de la salud y la prevención con remedios naturales, cuando se da cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Curaciones casi milagrosas, pociones mágicas dignas de cuentos de brujas... Preparaciones, en muchas ocasiones, inefectivas; cuando no perjudiciales para aquel que las consume.
La terapia natural, aquélla ancestral, utilizada por generaciones y generaciones, también puede (y debe) ser sometida a estudio. Es cierto que no resulta una actitud inteligente y abierta descartar un remedio, ya de entrada, por el simple hecho de proceder de una fuente natural, no sintética. Pero también lo es que se requiere una regulación, una normativa, que sirva de filtro.
Desconfiad cuando alguien os diga que «aquella planta cura el cáncer, el asma, los infartos y los pólipos de la matriz...». ¡Que os enseñen estudios! ¡Que os demuestren que alguien ha experimentado con esos remedios y ha encontrado, precisamente, la confirmación de esos efectos.
Josefina Llargués no decepciona. No engaña. No afirma sin confirmar (con estudios) todo aquello que dice y escribe en sus libros. Ya lo hizo en su libro Aceite de coco: Un regalo de la naturaleza. Y vuelve a hacerlo en el libro que tenéis en vuestras manos, estudios y más estudios. Una búsqueda bibliográfica digna de un texto académico. Bueno, y su experiencia, que no es poca.
Compañeros sanitarios, médicos interesados en la formación en terapias alternativas y todos aquellos que deseéis ayudar a vuestro cuerpo a autocurarse, a acompañarlo sin intoxicarlo químicamente... No os perdáis este libro.
Pacientes que no deseáis en vuestro organismo más química de la imprescindible (que no es poca). Aquellos que coleccionáis en casa envases de pomadas con corticoides. Personas, en definitiva, preocupadas por su salud y la de su piel (barrera cada vez menos inexpugnable para los gérmenes que nos rodean): hagamos prevención. Mejoremos nuestra nutrición y tratemos las dolencias leves con remedios naturales, sin excipientes, sin química añadida.
«Es que los productos naturales resultan más caros que los medicamentos...», dirán muchos compañeros sanitarios (médicos, enfermeros, psicólogos, fisioterapeutas...). Y resulta curioso, pues si le preguntamos a un paciente al respecto, en muchas ocasiones nos encontraremos con que no le importa pagar un poco más y ahorrarse tener que tomar o bien aplicar sobre su piel una sustancia medicamentosa.
Además, hemos de pensar que, en muchas ocasiones, no es necesario comprar nada; es suficiente un cambio nutricional concreto (introducir algún alimento determinado en nuestra dieta, por ejemplo; o entre aquellos que utilizamos para nuestra higiene diaria). Como el aceite de coco, las semillas de
lino o el aguacate... Auténticos regalos de la naturaleza, si sabemos sacarles provecho.
No os asustéis... No es tan complicado. Josefina Llargués nos guía... ¿La acompañamos?
FRANCISCO MARÍN
Médico de Atención Primaria
INTRODUCCIÓN
En el mundo actual, todas las ideas de felicidad
terminan en una tienda.
(Zygmunt Bauman 1925-2017)
La belleza ha sido objeto de culto desde los albores de la humanidad. En la Prehistoria, las diferentes Venus representaban las divinidades de la fertilidad con formas redondeadas, sensuales, voluminosas y adiposas. La Venus de Willendorf (25000 a. C.), la Venus de Grimaldi (22000 a. C.) o la Venus de Dolni Vestonice (20000 a. C.) son claros ejemplos.
Los cosméticos y productos para el cuidado de la piel han tenido una notable trascendencia a lo largo de la historia de la humanidad en todos los ámbitos: antes de entrar en el campo de batalla, para mejorar el aspecto de los muertos, en festejos y celebraciones religiosas..., la preocupación por la propia imagen y el deseo de agradar o sentirse atractivo no es ninguna novedad. Todas las culturas han mostrado interés por la estética y el aspecto personal: la dermoabrasión para rejuvenecer la piel con piedra pómez, sal marina, granos molidos..., los peelings químicos con ácidos, metales, extractos botánicos o grasas animales; los tatuajes, piercings, masajes, maquillaje, tratamientos de todo tipo para la piel...
Una de las primeras referencias a la utilización de los cosméticos se sitúa en el antiguo Egipto con el uso de ungüen‑
tos, aceites vegetales, aceites esenciales, kohl para pintar los ojos dándoles una forma almendrada y protegerlos del sol o el óxido de hierro para dar color a los labios. Los primeros libros védicos describen ya la utilización en la India del Mehndi (técnica de coloración de la piel con henna). En la antigua China se pintaban las uñas con una mezcla elaborada a partir de huevos, goma arábiga o cera de abeja, entre otros. En Japón, las geishas utilizaban polvo de arroz para empolvarse el cutis y prensaban pétalos de cártamo para pintarse párpados, labios y cejas, haciendo del maquillaje una verdadera arma de seducción. En las antiguas Roma y Grecia, la depilación, los tintes para el pelo o los masajes y los baños eran muy populares. Desde tiempo inmemorial, la manteca de karité o el aceite de argán se han empleado en África para hidratar o tratar problemas dermatológicos. El aceite de coco en Asia es un todo-terreno en gastronomía y belleza y el aceite de oliva, el «oro líquido», ha sido y sigue siendo hoy en día en todo el Mediterráneo una materia prima en el elaboración de ungüentos naturales para la piel y el pelo.
Platón (427-347 a. C.), filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, hacía referencia a la belleza con relación a la armonía de proporciones. El máximo exponente de los cánones de belleza en la antigua Grecia fue Políceto de Argós, autor del Canon, un tratado sobre escultura en el que describía su teoría sobre el canon de las siete cabezas que, a su juicio, representaba la proporción perfecta del cuerpo humano, siendo la cabeza la séptima parte de la longitud del cuerpo. Políceto llevó su hipótesis en la práctica con el Doríforo, su obra escultórica más conocida.
En la Edad Media, se fundó en el siglo ix la Scuola Medica Salernitana, ubicada al sur de la ciudad italiana de Salerno.
Considerada la primera escuela médica medieval, fue la fuente más importante de conocimientos médicos en Europa durante ese período, alcanzando su máximo esplendor entre los siglos X y XIII. La escuela aceptaba a las mujeres como alumnas y profesoras, entre las que destacó muy especialmente Trótula de Ruggiero, autora, entre otros, de Passionibus Mulierum curandorum, un tratado sobre las enfermedades de la mujer, conocido también como Trotula Major o De Ornatum Mulierum. El libro estaba enfocado a la mujer y daba consejos para tratar problemas dermatológicos, mediante una serie de preceptos, sugerencias y remedios naturales, así como recomendaciones para preservar y aumentar la belleza: cómo maquillarse, prevenir las arrugas, eliminar la hinchazón de la cara y de los ojos o el pelo corporal; iluminar la piel, disimular manchas y pecas, lavarse los dientes, prevenir el mal aliento, curar las encías, teñirse el pelo, etc.
Durante los siglos XV y XVI con el Renacimiento, la industria del perfume experimentó una gran importancia y se publicó el primer tratado de perfumería, Notandissimi secreti dell’arte profumatoria, escrito por Rossetti en 1555. En aquel momento, el concepto de belleza reflejaba una concepción más naturalista y cercana al de la Grecia clásica, poniendo especial énfasis en las proporciones de un cuerpo humano perfecto, representadas a partir del número áureo del Hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci.
En el Barroco, siglos XVII-XVIII, los maquillajes eran muy densos y pesados, y tanto los hombres como las mujeres usaban polvo de plomo para cubrir las imperfecciones de la piel. Con la llegada del Romanticismo a finales del siglo XVIII, se impuso el modelo de mujer pálida y frágil y la higiene corporal y los cosméticos menos perjudiciales para la piel entraron
en escena. A principios del siglo XIX, la reina Victoria de Inglaterra declaró el maquillaje como «descortés»; los hombres dejaron de maquillarse y las mujeres utilizaban sólo un toque de rubor en las mejillas. En el siglo XX, con el desarrollo de la industria química, se perdió el hábito de preparar los cosméticos en casa.
La historia evidencia que la belleza ha sido y sigue siendo una de las principales preocupaciones de la humanidad y que lo que es bello y estético varía de una cultura o de una época a otra o, incluso, dentro del mismo período, de una persona a otra; la exhuberancia de las curvas de Las tres Gracias de Rubens (XVII), el aspecto andrógino de Twiggy que causó furor en los años sesenta o el sello inconfundible de las mujeres con sobrepeso de Botero que, en pleno siglo XXI, conviven con un mundo de la moda que fomenta un prototipo de mujer que casi raya la anorexia, son prueba de ello. No hay, pues, un criterio universal y atemporal de belleza. Cada cultura, época, grupo social o raza tiene y ha tenido a lo largo de la historia unos cánones de belleza y una manera diferente y particular de percepción estética que, en ciertas ocasiones, conlleva también un grado de tortura: los pies atrofiados de las mujeres chinas, los platos de arcilla incrustados en los labios y en las orejas de las mujeres de la tribu mursi en Etiopía, la escarificación practicada por pueblos y grupos indígenas de África, América y Oceanía...
Si extrapolamos el concepto de modernidad líquida propuesto por Zygmunt Bauman, nos enfrentamos al carácter volátil e individualista de la sociedad actual –carente de valores suficientemente sólidos y víctima de cambios trepidantes que debilitan las relaciones humanas–, que nos convierte en ciudadanos excesivamente consumistas y hedonistas, a me‑
nudo aferrados al culto desmedido al cuerpo y a las efímeras tendencias del momento, ahora en manos de los intereses de los visionarios de la moda y del glamour.
En opinión de Yves Michaud, el siglo xxi ha llegado a una total estetización de la vida, y aunque quizá no sabríamos cómo definir exactamente qué es la belleza, somos conscientes de que es un valor superior que conlleva la belleza del cuerpo, de la vestimenta, de la apariencia, de los sentimientos, de las emociones... A diferencia de otros momentos de la historia, la estética del siglo = se basa, esencialmente, en la imagen exterior; en un arquetipo artificial de belleza que intenta esconder los efectos de la gravedad en el cuerpo o las arrugas propias de las experiencias vividas. Un modelo en el que no tienen cabida ni la singularidad ni la individualidad y que se olvida de abonar y regar la belleza interior que debería acompañarnos a lo largo de nuestro paso por esta vida.
Ante el crecimiento exponencial del mercado de la belleza, me pregunto si la desmesura cosmética que nos seduce nos hace sentir realmente más cómodos con nuestra apariencia o, en realidad, somos víctimas de las estrategias de una industria que se está enriqueciendo gracias a generar en el consumidor unos hábitos y una dependencia que lo convierten en esclavo de una hipotética belleza y de un modelo de sociedad que valora más el aspecto físico que las cualidades intelectuales o personales. Añadir que el mismo sector que, hasta hace pocos años, ejercía una presión claramente superior sobre la mujer, actualmente ha encontrado otro filón en los hombres que, como el sexo femenino, están también sometidos a una constante presión y, a menudo, a un sentimiento de frustración ante la imposibilidad de mantenerse eternamente jóvenes o presumir de un cuerpo helénico como el que lucen los modelos publicitarios.
Es importante que nos cuidemos para prevenir el envejecimiento prematuro y potenciar nuestro atractivo personal, pero es del todo vital tomar conciencia del peligro inherente a los tóxicos presentes en los cosméticos convencionales. Felizmente, en los últimos años se está instalando en la mente del consumidor un retorno progresivo a las fórmulas naturales, esenciales, frescas y ecológicas y a la elaboración casera de cosméticos inteligentes con ingredientes que no contaminen ni nuestra salud ni la del planeta.
El principal objetivo de Naturalmente atractivos es que la cosmética natural, junto con la alimentación saludable, forme parte de un estilo de vida más consciente, que te permita disfrutar de la belleza que te es propia y de una piel sana y libre de tóxicos. Con este propósito, el libro se divide en cuatro capítulos. El primero realiza un recorrido sobre los peligros de los cosméticos convencionales para nuestra salud y su impacto medioambiental, para pasar a un segundo capítulo en el que se describe la estructura de la piel y se aconsejan pautas genéricas para cuidarla a nivel diario, semanal y mensual y prevenir, así, su envejecimiento prematuro. En el tercer capítulo encontrarás una explicación detallada de las principales propiedades de los ingredientes empleados en la elaboración de las fórmulas cosméticas y de higiene personal, ecológicas, veggies y sostenibles, que te propongo en la última sección, exentas de sofisticación y de sencilla elaboración, que podrás preparar en tan sólo unos minutos, sin necesidad de ningún material específico o ingredientes difíciles de encontrar.
Espero y deseo que disfrutes de la agradable experiencia de alimentar tu piel con el maravilloso abanico de ingredientes naturales que nos ofrece el reino vegetal.
Josefina Llargués