Endorfinas: las hormonas de la felicidad
Referencia: 9788497345811
Cómo estimularlas a través de la comida, el deporte, la risa o el sexo
Las endorfinas son las drogas de la felicidad que el cuerpo segrega de forma natural. Nuestro estado de ánimo y nuestras emociones dependen en gran parte de estas hormonas del placer, que están enormemente ligadas a las experiencias más gratificantes ya que las refuerzan para que, cada vez que las repitamos, sean tan buenas como en la primera ocasión. Por si ello fuera poco, sirven también como analgésico ante el dolor.
En este práctico libro, el doctor José Miguel Gaona, médico psiquiatra, da una serie de pautas sencillas y fáciles de llevar a cabo para que podamos producir las endorfinas de manera consciente y, así, lograr que inunden nuestro organismo haciéndonos sentir mejor y más felices. Algunas de ellas son:
- Reír.
- Tomar alimentos productores de endorfinas: chocolate, café…
- Hacer deporte.
- Estar enamorado y practicar sexo.
- A través de la lactancia.
- Con acupuntura, masajes...
Aproveche los consejos de estas páginas y estimule la producción de sus hormonas de la felicidad y el placer.
José Miguel Gaona Cartolano
nació en Bruselas. Doctor en Medicina (cum laude) en la rama de Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid, es máster en Psicología Médica y especialista en Psiquiatría Forense.
Premio Jóvenes Investigadores de la Comunidad de Madrid y miembro de la Asociación Europea de Psiquiatría (AEP), ha ejercido tareas docentes en la cátedra de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UCM y ha sido director de la revista Educar bien. Niños.
Fue asesor técnico del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, responsable del área de salud mental en la guerra de Bosnia para la ONG Médicos del Mundo y miembro del Comité de Honor de la Fundación Altarriba de protección animal, entre cuyos miembros se encuentran personalidades tan destacadas como José Saramago, Josep Carreras o Eduard Punset, entre otros.
En los últimos años ha trabajado en el campo de la neuroteología, ciencia que estudia los fenómenos místicos y espirituales desde una perspectiva neurológica. En esta línea, dirige el Proyecto Túnel, un sitio de encuentro para personas que han sufrido experiencias cercanas a la muerte (ECM) y que desean compartir dichas experiencias o abordarlas desde un punto de vista terapéutico.
En la actualidad es uno de los directores de IANDS España (International Association of Near-Death Studies) y participa en trabajos en el campo de las ECM junto con el Dr. Bruce Greyson de la Unidad de Estudios Perceptuales de la Universidad de Virginia Occidental y la Dra. Holden de la North Texas University.
Es autor de los libros El síndrome de Eva y Endorfinas, las hormonas de la felicidad, y uno de los coautores de Ser adolescente no es fácil, todos ellos publicados en esta editorial.
- Nº de páginas: 314 págs.
- Encuadernación: Tapa blanda
Índice
Prólogo
1. A modo de introducción- ¿Qué son las endorfinas?
- Historia de su descubrimiento
- Producción y fisiología de las endorfinas . . .
- Estrés y endorfinas
- Depresión y endorfinas
- Inmunidad y endorfinas
- Sexualidad y endorfinas
- Dolor y endorfinas
- Obesidad y endorfinas
- Amor y endorfinas
- Técnicas de control mental
- Sugestión y endorfinas
- Placer a través del dolor: una experiencia
- transcultural
- Comportamiento y endorfinas
- Humor, risa y endorfinas
- Felicidad y endorfinas
- Muerte y endorfinas
- Comportamientos adictivos: comida, sexo,
- juego
- Alcohol
- Adicciones
- Enfermedades mentales
- Artritis
- Migraña
- Enfermedades cardiovasculares
- Discapacitados
- Acupuntura
- Cambiando actitudes
- Enseñar a nuestros hijos cómo producir
- endorfinas
- Deporte
- Alimentación
- Música
- Masaje
- Formas alternativas de producir endorfinas
Apéndice
- Tablas de ejercicios
- Las diez reglas de oro que nunca hay que olvidar .
Bibliografía
Prólogo
En el mismo momento de nacer una verdadera catarata de endorfinas inunda el cuerpo de nuestra madre. Horas después, esta sustancia que nos llena de placer fluye dentro de nuestro propio cuerpo a través de la leche materna, iniciando un descubrimiento del placer que nos marcará y también un fuerte proceso de dependencia que no nos abandonará el resto de nuestra vida. De esta manera vamos deslizándonos de un momento placentero a otro similar. Nos acompañan toda la vida, hasta la muerte, en que el placer es tan intenso que, aquellos que han logrado retornar de un estado agónico límite, dicen no temer más a dicho instante.Nuestro estado de ánimo y gran parte de nuestras sensaciones dependen de los niveles de ciertas hormonas. Por ejemplo, mientras que la oxitocina, hormona segregada durante el parto, favorece la sensación de unión con el retoño recién nacido, y la prolactina refuerza la maternidad, las endorfinas representan nuestro sistema de recompensa frente a multitud de conductas y actividades de la vida diaria.
Están enormemente ligadas a nuestras experiencias más gratificantes ya que refuerzan muchas de éstas para que, cada vez que las repitamos, sean tan gratificantes como la primera vez. Como muestra, en el caso del sexo, cada orgasmo nos llena de endorfinas que nos provocan esa sensación de relax después de tener una relación sexual. Este acto de copular es también necesario para la supervivencia de la especie. Algunos mamíferos, como los roedores en particular, llegan a elevar sus niveles de endorfinas hasta ochenta veces su valor normal con posterioridad a la eyaculación. Resumiendo, la recompensa por intentar reproducirnos no es otra cosa que una intensa sensación placentera. Entre los humanos, las secreciones endorfínicas pueden alcanzar tales niveles elevados que ciertas personas que sufren dolores de cabeza en forma de migrañas llegan a tener relaciones sexuales con el único propósito de que las endorfinas actúen como remedio natural para su dolencia.
En los momentos posteriores al acto sexual entre dos seres humanos, estas mismas hormonas productoras de placer nos hacen comprender la sensación de unión que arropa a la pareja cuando ambos reproducen el mismo mecanismo bioquímico que une a madres y bebés. No podemos comprender las relaciones humanas, en general, sin tomar en consideración el vínculo primitivo con las primeras personas que nos proporcionan placer.
La propia lactancia, fundamental para la supervivencia de todos los mamíferos, es un ejemplo único de los mecanismos de recompensa. Cuando la madre amamanta a su criatura las endorfinas comienzan a elevarse hasta alcanzar sus cotas máximas hacia los veinte minutos. Estas mismas sustancias pasan, a través de la leche, hasta el bebé, que, de esta manera, también se ve recompensado hasta casi alcanzar el éxtasis de placer.
Su parentesco con ciertas drogas como los opiáceos, entre las que se incluyen, por ejemplo, la morfina o la heroína, podría explicar la forma en que nuestro cuerpo reacciona de manera tan favorable a su secreción. Son numerosas las actividades en que las segregamos: un beso, un abrazo, una melodía que nos llena de placer y eriza el vello de nuestra piel... En otras ocasiones, el dolor actúa como factor detonante de su secreción a modo de analgésico natural.Las endorfinas pueden considerarse como nuestras drogas de uso particular. Podemos aprender a identificar estas sensaciones y favorecer sus secreciones a través de la comida o de ciertos tipos de ejercicio físico.
Los motivos por los que somos capaces de sentir placer son tan numerosos como el número de seres humanos sobre la Tierra y, probablemente, muy dispar según el individuo: el silencio de un desierto produce placer a unos, mientras que otros pueden encontrar lo realmente placentero en un lugar abarrotado de personas. Reconocer esas situaciones va a ser una de las claves para construir una vida feliz, ya que podremos aprender a explorar las claves de su secreción y reproducir cada una de esas sensaciones.
Asimismo, las endorfinas se encuentran relacionadas con numerosos ciclos hormonales de los que depende nuestra vida: ciclo menstrual, hormonas del crecimiento, cortisol, etcétera. Pero, en general, podríamos decir que su secreción se encuentra relacionada con todos los aspectos que favorecen nuestra supervivencia.
El dolor es una de las sensaciones corporales sobre la que más influyen los factores emocionales en relación con las
endorfinas. Su intensidad dependerá, en gran medida, de la situación psicológica que tengamos cuando comience el dolor, hasta el punto de que el cerebro puede llegar a ignorar, de forma completa, cualquier expresión del dolor o, por el contrario, convertir lo que debería ser una simple molestia en una sensación de malestar de muchísima intensidad. Ante una buena disposición psicológica, cargada de endorfinas, la sensación dolorosa disminuye notablemente.
Es fascinante descubrir que en los estados depresivos, además de esta disminución de endorfinas, también existe una reducción de otra sustancia neurotransmisora que regula nuestro estado de ánimo, la serotonina. La disminución de ambas sustancias ocasiona al paciente, entre otras muchas cosas, una mayor sensibilidad al dolor durante su estado depresivo. Este hecho nos debe ayudar a entender que el paciente no se queja solamente para llamar la atención de su familia y amigos, sino por un claro problema de desequilibrio químico en su cerebro.
Cuando entendamos la beneficiosa actuación de las endorfinas sobre nuestro estado de ánimo y su interdependencia con otros factores, podremos emplearnos en la labor de favorecer sus secreciones a través del ejercicio físico, de la acupuntura... o bien de algunas comidas que aumenten sus niveles en nuestra sangre. Por ejemplo, son numerosos los estudios que demuestran la positiva influencia de la risa, entre ellos podríamos destacar su favorable papel sobre el sistema inmunitario aumentando la actividad de las células T, las que se dedican a defendernos de agentes externos como virus o bacterias, así como de las células cancerosas. Asimismo, aumentan los niveles de gammaglobulinas, unas sustancias que estimulan el sistema inmune. Son precisamente los estadios contrarios a la alegría y la risa, particularmente la depresión, los que provocan la disminución de estas sustancias.
También es de vital importancia promover dichas percepciones en la fase en que nuestros hijos son sólo unos bebés. Una forma de hacerlo es masajeando al niño con los dedos desde los hombros a la cintura y acariciando la piel de sus manos. Es excepcionalmente agradable realizar este masaje a nuestro hijo, sobre todo antes de irse a dormir por la noche. Está comprobado que el masaje nocturno calma la ansiedad y aquellos niños que lo reciben duermen más horas y con un sueño de mejor calidad. Este mismo mecanismo es el que potencia la producción de endorfinas en el cerebro, motivo por el cual, posando la palma de la mano sobre el vientre dolorido de un niño se atenúan las molestias e, incluso, pueden llegar a desaparecer.
Finalmente, en nuestros últimos momentos vitales, parece como si la madre naturaleza se acordase de nosotros para hacer que nuestras sensaciones sean lo más placenteras posibles. Grandes secreciones de endorfinas nos acompañan en esa transición hacia un desconocido «más allá». Los niveles de opiodes producidos por nosotros mismos son tan elevados que, en numerosas ocasiones, nos acortan la vida a cambio de no hacérnoslo pasar tan mal.
Una vez que se hayan sentado las bases en nuestro cerebro para segregar endorfinas, tendremos una mejor percepción del mundo que nos rodea. La vida, nuestra única forma de percibir lo que, comúnmente, llamamos «realidad», se encontrará impregnada de sustancias que la harán más atractiva. En ese instante habremos conjugado existencia y placer.