Tu mente es tuya, por Kristin Loberg & Kelly Brogan. Ed. Urano

Tu mente es tuya

Referencia: 9788479539597
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La verdad sobre la depresión femenina. ¿Enfermedad o síntoma?

• Una obra  que aborda las características específicas de la depresión entre mujeres.
• Un programa integral para recuperar la salud mental sin necesidad de medicación.

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La doctora Kelly Brogan, una eminencia mundial en el campo de la psiquiatría, la neurología cognitiva y la medicina psicosomática, presenta un novedoso paradigma para el tratamiento de la depresión y sus primos hermanos, tales como la angustia, el cansancio crónico, la irritabilidad, los ataques de pánico o el insomnio: sana el cuerpo y sanarás la mente.
La depresión y otros trastornos mentales, afirma Kelly Brogan, no se deben a un desequilibrio en la química cerebral, como viene afirmando la medicina, sino al estilo de vida y a condiciones fisiológicas que tienen su origen lejos del cerebro, en órganos como el intestino y la tiroides.
Basándose en estudios publicados y contrastados, la psiquiatra y neuróloga propone sencillas estrategias para recuperar la alegría de vivir sin recurrir a los fármacos ni a largas sesiones de psicoterapia, que incluyen cambios en la dieta, suplementos naturales, sueño y desintoxicación.
Una obra rigurosa, valiente y novedosa que nos garantiza una transformación radical, tanto física como mental.

Una de cada siete mujeres (una de cada cua­tro entre las mayores de 40) toma antidepre­sivos en el mundo occidental. Sin embargo, advierte la doctora Kelly Brogan, estas me­dicinas no solo resultan ineficaces a largo plazo, sino que podrían estar privando al or­ganismo de su propia capacidad para sanar: tienden a perpetuar los síntomas.
Lo creamos o no, afirma la autora, ni un solo estudio a lo largo de seis décadas ha podi­do demostrar que el origen de la depresión sea un desequilibrio en la química cerebral. La teoría de la serotonina, sostiene, es un mito alimentado por la industria farmacéu­tica. Tras años de investigación y trabajo con pacientes, Kelly Brogan ha llegado a la conclusión de que detrás de la depresión a menudo se esconde la inflamación, una ma­nifestación de desequilibrios en el organis­mo que tienen más que ver con la salud del intestino, el azúcar en sangre o la función tiroidea que con el cerebro.
El propósito de este libro es proporcionar a las mujeres estrategias accesibles y directas para devolver al cuerpo su salud natu­ral: intervenciones en la dieta, suplementos naturales de vitamina B y probióticos que no precisan prescripción médica, pautas de desintoxicación y sencillos gestos de estilo de vida que reducen la inflamación y potencian los mecanismos autosanadores del cuerpo.
Curar el cuerpo para sanar la mente. Esa es la receta. Un nuevo paradigma refrendado por la ciencia que devolverá a las mujeres el bienestar físico y el equilibrio emocional más allá de la mera supresión de los síntomas.

Kelly Brogan

estudió neurología cognitiva en el MIT antes de doctorarse en el Weill Cornell Medical College. Titulada en las especialidades de psiquiatría, medicina psicosomática y medicina holística integrativa, es la única doctora en medicina de los Estados Unidos que reúne este conjunto de titulaciones. Actualmente ejerce en Manhattan.

  • Encuadernación: Rústica con solapas
  • Formato: 150 x 225
  • Páginas: 384

Indice

Introducción: Psico: no todo está en tu cabeza     9

PRIMERA PARTE
La verdad sobre la depresión

  1. Descodificar la depresión      21
  2. El suero de la verdad:desmontando el mito de la serotonina     59
  3. La nueva biología de la depresión      99
  4. Los grandes farsantes psiquiátricos      135
  5. Por qué habría que advertir de los peligros de las lociones corporales, el agua del grifoy los analgésicos sin receta médica      155

SEGUNDA PARTE
Tratamientos naturales para un bienestar integral

  1. Que la comida sea tu medicina     195
  2. El poder de la meditación, el sueño y el ejercicio      231
  3. Una casa limpia     263
  4. Análisis y suplementos      289
  5. Cuatro semanas para un «subidón» natural     321

UNAS PALABRAS FINALES

Sé dueña de tu cuerpo y libera tu mente      357
Recetas     363
Agradecimientos      377

Introducción
Psico: no todo está en tu cabeza

A lo largo de la historia de la Medicina, los grandes médicos se han singularizado por escapar a la esclavitud de los fármacos
SIR WILLIAM OSLER (1849-1919)

Si has escogido este libro, cabe la posibilidad de que te identifiques con alguno de estos estados de ánimo: angustia persistente, males­tar, ansiedad, agitación interna, cansancio, baja libido, mala memoria, irritabilidad, insomnio, desaliento y sensación de estar abrumada o atrapada, pero emocionalmente apática. Puede que muchas mañanas te despiertes desmotivada y sin ánimos y que te pases todo el día a rastras, esperando a que llegue la noche (o anhelando una copa). Puede que sientas miedo o angustia sin saber por qué. Que no seas capaz de acallar los pensamientos negativos que te sacan de quicio. Que a veces tengas la impresión de que podrías soltar un chorro infi­nito de lágrimas, o que no recuerdes cuándo fue la última vez que algo te importó lo suficiente para moverte al llanto. Son todos ellos síntomas que suelen encuadrarse en un diagnóstico de depresión clí­nica. Y si recurres a la medicina convencional para ponerle remedio, aunque no te consideres «deprimida» es muy posible que te receten un antidepresivo, sumándote así a los más de treinta millones de perso­nas que consumen este tipo de fármacos sólo en Estados Unidos. Puede que ya formes parte de esa comunidad y que tengas la sensa­ción de que tu destino está sellado.
No tiene por qué ser así.
Durante los últimos veinticinco años, desde que la FDA —la Agencia Federal del Medicamento de Estados Unidos—, aprobó
los fármacos tipo Prozac, nos han inculcado que los medicamentos pueden aliviar los síntomas o incluso curar la enfermedad mental, y especialmente la depresión y los trastornos de ansiedad. Hoy en día estos fármacos se encuentran entre los más vendidos', lo que ha ocasionado una de las tragedias más subestimadas y silenciosas en la historia de la medicina moderna.
Soy psiquiatra en activo, licenciada en neurociencias cognitivas por el MIT, doctorada en Medicina por el Weill Cornell Medical College y formada clínicamente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, y me preocupa profundamente la lucha de las mujeres por alcanzar el bienestar. Me siento impelida a compartir lo que he aprendido como testigo de la corrupción de la psiquiatría moderna y su sórdida historia en el curso de mis in­vestigaciones sobre métodos holísticos centrados en la nutrición, la meditación y la actividad física: lo que algunos profesionales de la sanidad denominan «medicina del estilo de vida», porque su enfo­que implica cambios sustanciales en las prácticas cotidianas y des­carta el empleo de productos farmacológicos. Aunque estos métodos libres de fármacos se basan enteramente en pruebas cien­tíficas, son prácticamente desconocidos en esta época de alivio rápido.
Dejemos algunas cosas claras desde el principio. No soy una teó­rica de la conspiración. La política no influye hasta ese punto en mi forma de ver las cosas. Me gusta, eso sí, pensar por mí misma. Soy escéptica y pragmática por naturaleza. Desde hace un tiempo exis­ten en mi campo de estudio un par de asuntos que hacen que me hierva la sangre, y estoy intentando establecer el vínculo entre ellos para ayudar a crear un marco para la «detección» de la verdad cien­tífica. En primer lugar, los síntomas de la enfermedad mental no son del todo un problema psicológico ni tampoco una cuestión pura­mente neuroquímica (y, como veremos más adelante, no hay ni un solo estudio que demuestre que la depresión esté causada por un
desequilibrio químico del cerebro). La depresión es meramente un síntoma, una señal de que existe algún desequilibrio o alguna afec­ción física que requiere tratamiento.
Y en segundo lugar, la depresión es una dolencia que actual­mente, en líneas generales, se diagnostica y se trata mal, sobre todo en el caso de las mujeres, de entre las cuales una de cada siete se medica. (Por motivos que veremos más adelante, las mujeres pre­sentan una tasa de depresión que supera en más del doble a la de los hombres, con independencia de su origen racial o étnico. Una de cada cuatro mujeres de entre cuarenta y sesenta años consume fármacos psiquiátricos.)2 A pesar de que durante mi formación me enseñaron que los antidepresivos son para las personas depri­midas (y para las que sufren ansiedad, ataques de pánico, TOC, síndrome de intestino irritable, síndrome de estrés postraumá­tico, bulimia, anorexia, etcétera, etcétera) lo que las gafas para los miopes, ya no me dejo estafar de ese modo. Y después de leer este libro, puede que tú también te replantees lo que crees saber sobre las causas de la depresión.
La mayoría de nuestras enfermedades mentales —incluidas sus primas hermanas: la preocupación, la confusión y la irritabi­lidad crónicas— se deben a factores relacionados con nuestro estilo de vida y a afecciones psicológicas no diagnosticadas que se desarrollan en lugares muy alejados del cerebro, tales como el aparato digestivo y la glándula tiroides. Así es: tal vez el desánimo y la preocupación constante que experimentas se deban a un des­equilibrio que sólo de manera indirecta está relacionado con la química interna de tu cerebro. En efecto, lo que comes para de­sayunar (pongamos por caso tostadas de pan integral, zumo de naranja natural, leche y cereales variados) o tu forma de tratar el colesterol alto o esas jaquecas vespertinas (con medicamentos como las estatinas y el Vibuprofeno) puede tener mucho que ver con las causas y los síntomas de tu depresión. Y si piensas que un
comprimido químico puede salvarte, curarte o «corregirte», te equivocas por completo. Es tan absurdo como tomarse una aspi­rina porque tienes un clavo clavado en el pie.
Aunque numerosas investigaciones han demostrado que existen múltiples causas —tales como un acontecimiento trágico o un des­censo de los niveles hormonales— que pueden desencadenar sínto­mas clasificados (y tratados) como depresión, nadie ha explicado aún la capacidad potencial que tienen los antidepresivos para desactivar de manera irreversible los mecanismos de curación natural del cuerpo humano. Pese a lo que nos han hecho creer, los estudios científicos a largo plazo han demostrado repetidamente que los antidepresivos empeoran la evolución de la enfermedad mental, por no hablar de los riesgos de daño hepático, sangrado anormal, aumento de peso, disfunción sexual y merma de las funciones cognitivas que entraña su uso. Pero el secretillo más sucio de todos es el hecho de que los antidepresivos se encuentran entre las drogas más adictivas, más aún que el alcohol o los opiáceos. Aunque podría llamársele simple­mente «mono» o «síndrome de abstinencia», las grandes farmacéuti­cas han aleccionado a los profesionales de la Medicina para que lo llamemos «síndrome de descontinuación», un estado caracterizado por reacciones físicas y psicológicas extremadamente debilitantes para el organismo.
De modo que, a diferencia de la mayoría de los psiquiatras, yo no soy de las que diagnostican una enfermedad «permanente», ex­tienden una receta y mandan al paciente a su casa (la práctica ha­bitual en mi campo hoy en día). Tampoco hago que mis pacientes se sienten en el sofá y me hablen de sus problemas interminable­mente. Muy al contrario: mi primera medida es hablar de manera muy concreta de su historial médico y personal, incluyendo pre­guntas que me permiten hacerme una idea de los riesgos para la salud a los que han estado sometidas desde su nacimiento, pregun­tas tales como si han estado en contacto con agentes químicos nocivos o si nacieron a través del canal del parto y fueron ama­mantadas de pequeñas. También pido análisis de laboratorio que me ayudan a hacerme una idea más general de su estado biológico inte‑
cos de familia ni siquiera se les ocurre hacer (más adelante hablaremos de algunas pruebas muy sencillas de obtener que pueden servirte de herramienta para personalizar tu camino hacia la curación).
Aunque tengo muy en cuenta las experiencias pasadas de mis pacientes, también me centro en su situación actual desde un punto de vista celular y en el posible desequilibrio (o «desregulación») de su sistema inmune. La bibliografía médica lleva más de veinte años haciendo hincapié en el papel que desempeña la inflamación en las enfermedades mentales. Escucho atentamente y pregunto a mis pa­cientes por su estilo de vida actual, una variable que la medicina convencional suele desdeñar y omitir. Reflexiono sobre su ser inte­gral, tomando en cuenta factores como cuánta azúcar consume y otros hábitos alimenticios., qué tal funcionan su intestino y su flora microbiana, sus niveles de hormonas como la tiroidea y el cortisol, y variantes genéticas de su ADN que pueden hacerles más proclives a los síntomas de depresión, sus convicciones acerca de la salud y sus intenciones respecto al trabajo que vamos a realizar juntas. (Y sí, esto nos lleva horas.)
Todas mis pacientes comparten metas parecidas: quieren sen­tirse físicamente llenas de energía y emocionalmente equilibra­das (lo que a mi modo de ver es un derecho común a todo el género humano), no perpetuamente agotadas, inquietas, mental­mente confusas e incapaces de disfrutar de la vida. Siguiendo mis indicaciones, consiguen estos objetivos mediante estrategias muy sencillas y claras: cambios dietéticos (más grasas saludables y menos azúcares, lácteos y gluten); suplementos naturales como vitaminas B y probióticos que no necesitan receta médica e in­cluso pueden obtenerse a través de ciertos alimentos; disminuir en la medida de lo posible la exposición a tóxicos interruptores biológicos' como el flúor del agua del grifo y los perfumes de los cosméticos; aprovechar las ventajas del movimiento físico y el
descanso; y practicar técnicas conductuales dirigidas a mejorar la relaj ación.
Estos cambios de hábitos cotidianos elementales facilitan el fun­cionamiento de los poderosos mecanismos de autocuración del cuerpo humano, como lo demuestran múltiples estudios científicos. No se trata de medicina New Age. Me propongo demostrar mis ar­gumentos y respaldar mis recomendaciones con estudios actuales contrastados por profesionales de la medicina y extraídos de las pu­blicaciones más prestigiosas del mundo.
No niego que en los últimos años he desarrollado una relación a veces beligerante con gran parte de la medicina convencional. Tras comprobar de primera mano las consecuencias devastadoras que este paradigma ha tenido sobre la vida de cientos de pacientes a los que he tratado, estoy convencida de que la industria farmacéutica y sus adláteres, ocultos tras denominaciones oficiales como las de cier­tas sociedades y asociaciones médicas, ha creado una ciencia ilusoria en la que nada es real, puesta al servicio del beneficio por encima de la responsabilidad profesional. Me propongo echar abajo todo cuanto la lectora cree que sabe acerca del papel de los fármacos en el tratamiento de la depresión y la ansiedad. Es hora de dar la luz en esta habitación a oscuras. Abramos este debate y contemplemos la de­presión desde una perspectiva que cuestiona radicalmente las teorías y suposiciones dominantes. Si hago bien mi trabajo, no volverás a ver un anuncio de antidepresivos de la misma manera.
Admito que no siempre he comulgado con mi actual creencia, inamovible y apasionada, en la efectividad de la medicina holística y libre de fármacos para sanar la mente y mejorar el estado aní­mico y la memoria de las mujeres. En muchos aspectos, vengo del otro lado y he sido una doctora alopática convencida y militante. Procedo de una familia para la que la medicina convencional es como un faro rector. Siempre me han interesado la neurociencia y la posibilidad de entender la conducta y la patología humanas, de ahí que me volcara en la psiquiatría. La feminista que llevo dentro no se dio del todo por satisfecha, sin embargo, hasta que empecé a especializarme en la salud de la mujer. Dentro de la psiquiatría existe un campo que en la actualidad está ganando terreno: el de
la psiquiatría perinatal o reproductiva, centrado en el análisis de los riesgos y beneficios de tratar a mujeres durante sus años repro­ductivos. Se trata de una etapa extremadamente vulnerable, en especial si la mujer en cuestión contempla la posibilidad de medi­carse al tiempo que planea un embarazo o está ya embarazada. Pronto empecé a sentirme constreñida por el modelo que pres­cribe la receta de fármacos o la psicoterapia para tratar la depre­sión, y comencé a investigar en busca de alternativas más beneficiosas no sólo para mujeres en etapa reproductiva, sino para cualquier otro momento del ciclo vital femenino.
Al ir alejándome de la psiquiatría tradicional, empecé a hacerme cuestionamientos que muy pocos especialistas en mi campo se plan­teaban. Principalmente, ¿por qué? ¿Por qué se han vuelto disfuncio­nales el cuerpo y la mente de tantos millones de mujeres? ¿Existe en nosotras algún fallo intrínseco? ¿Por qué hemos enfermado mucho más en el último siglo si nuestro ADN —el mismo que tenemos desde hace millones de años— no ha cambiado? ¿O acaso los médi­cos son cada vez más proclives a emitir diagnósticos recurriendo a ese cajón de sastre que es la depresión?
Éstas son algunas de las cuestiones que aborda este libro. Las respuestas a esos interrogantes allanan el camino hacia un nuevo enfoque del bienestar, revolucionario y, por tanto, extremadamente liberador.
He sido testigo de vuelcos extraordinarios en cuanto al estado de salud de una persona se refiere. Pensemos, por ejemplo, en el caso de una mujer de cincuenta y seis años que entró en mi con­sulta quejándose de falta de energía, dolores generalizados, piel seca, constipado, aumento de peso y pérdida de memoria. Estaba tomando un antidepresivo y una estatina para bajar el colesterol,
pero se sentía cada vez peor y ansiaba hallar una respuesta. En cuestión de meses abandonó todos los fármacos, su colesterol al‑
canzó un nivel óptimo y su «depresión» desapareció. O en el caso
de una mujer de treinta y dos años con un historial de síndrome premenstrual (SPM) para el que había estado tomando píldoras
anticonceptivas hasta que quiso quedarse embarazada. Cuando vino a verme, tomaba un antidepresivo para tratar la apatía y el
cansancio y, después de dos años intentándolo, seguía sin quedarse embarazada. Lo que sucedió a continuación no fue un milagro, sino más bien algo a lo que asisto a diario en mi consulta. Con unos sencillos cambios nutricionales y de estilo de vida —los mismos que expongo en este libro—, pronto se halló libre de fár­macos y embarazada. Y exenta de síntomas por primera vez en su vida.
En este libro vas a conocer a muchas mujeres cuyas elocuentes historias ejemplifican el caso de millones de mujeres que conviven a diario con una depresión innecesaria y agotadora. Confío en que te identifiques con alguna de ellas, o con varias. Al margen de que estés tomando antidepresivos o no, este libro aporta algo a cualquier mujer que luche por sentirse tan radiante como merece. Veo a muchas pacientes que lo han «intentado todo» y han visitado a los mejores médicos del país. De hecho, gran parte de mi labor clínica consiste en tratar a otros médicos y psiquiatras.
Muchas mujeres me atribuyen el haberlas iniciado en una transformación vital drástica. Dado que creo apasionadamente en el poder de la medicina del estilo de vida para producir cambios que superan la suma de sus partes —cambios radicales en cuanto a cómo nos relacionarnos con la vida, con la espiritualidad, con el entorno y hasta con las autoridades—, me veo a mí misma como la embajadora de una nueva forma de experimentar la salud y el bienestar. Puede que esta forma de ser se construya sobre las ceni­zas del sufrimiento, pero quizá sea también la manera de renacer, cual ave fénix, más audaz y más fuerte que nunca. Esa fortaleza y esa resiliencia son tuyas, y te siguen allá donde las lleves.
He dividido el libro en dos partes. En la primera, «La verdad sobre la depresión», repasaremos cuáles son los amigos y los enemi­gos de tu salud mental, desde las comidas cotidianas a los fármacos más comunes y los medicamentos sin receta. Pronto empezarás a consumir más grasas saturadas y colesterol y a comprar de manera distinta en el supermercado. Expondré, detalladamente y respaldada por la ciencia, la asombrosa relación entre salud intestinal y salud mental. Y lo haré dentro del contexto de la inflamación, una expre­sión muy en boga hoy en día y que sin embargo la mayoría de la
gente sigue sin comprender, especialmente en lo relativo al papel fundamental que desempeña en la depresión. Demostraré que la depresión es a menudo resultado de la inflamación crónica, así de sencillo. Y explicaré la responsabilidad subyacente del sistema inmune en todo lo tocante a la salud mental.
La primera parte incluye un panorama general de las últimas investigaciones acerca de cómo podemos alterar drásticamente nuestro destino genético —el modo en que se expresan nuestros genes, incluidos los que atañen directamente a nuestro estado aní­mico— a través de las decisiones que tomamos respecto a nuestra alimentación y nuestras actividades cotidianas. El objetivo de esta primera parte es prepararte para el programa en el que te embarcarás en la segunda mitad del libro, «Tratamientos naturales para un bien­estar integral». A lo largo de sus páginas, te guiaré a través de mi programa de bienestar, diseñado tanto para mujeres que no se me­dican como para las que sí toman fármacos y sueñan, quizá, con poder prescindir de ellos. Este programa incluye un plan de acción de cuatro semanas, acompañado por menús y estrategias para incor­porar nuevos hábitos de vida a nuestra cotidianidad.
En mi página web, encontrarás ac­tualizaciones e información útil, y podrás leer mi blog, ver mis tu­toriales, acceder a los últimos estudios científicos y descargarte materiales que te ayudarán a adaptar la información contenida en este libro a tus necesidades personales.
Tan pronto empieces a aplicar cotidianamente lo que aprendas en estas páginas, obtendrás una recompensa mayor aún que la esta­bilidad mental. Mis pacientes enumeran a menudo los siguientes «beneficios colaterales» de mi programa: sentir que controlan sus vidas y sus cuerpos (incluido un control del peso que no supone esfuerzo); claridad mental y espiritual; aumento de la vitalidad; y una mayor tolerancia a la aflicción. ¿Quién no querría estos resulta­dos? Ha llegado el momento de que tu mente sea tuya.
Empecemos.

Urano
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