Un Curso De Milagros
Referencia: 9781883360818
EDICIÓN EN UN SOLO VOLUMEN.
- I - TEXTO
- II - LIBRO DE EJERCICIOS
- III - MANUAL PARA EL MAESTRO
EDICIÓN EN UN SOLO VOLUMEN. I - TEXTO; II - LIBRO DE EJERCICIOS; III - MANUAL PARA EL MAESTRO
A ambos se les podía haber calificado de todo menos de personas espirituales.
La relación entre ellos era difícil, a menudo tensa, y a ambos les preocupaba en gran medida su reputación y aceptación tanto a nivel personal como profesional. Sus vidas, que en su mayor parte estaban regidas por valores mundanos, apenas coincidían con lo que el Curso postula.
Aunque su propósito era firme, tuvieron gran dificultad en comenzar su empresa común. Pero le habían ofrecido al Espíritu Santo la "pequeña dosis de buena voluntad" que, como el propio Curso habría de subrayar una y otra vez, es suficiente para permitirle al Espíritu Santo utilizar cualquier situación para Sus propósitos e infundirle Su poder.
Los nombres de las personas que colaboraron en la transcripción del Curso no se mencionan en la portada de los libros porque el Curso puede, y debe, descansar sobre sus propios méritos. Su objetivo no es sentar las bases para iniciar un culto más. Su único propósito es ofrecer un camino para que algunas personas puedan encontar su propio Maestro Interno.
- PREFACIO
Este Prefacio se escribió en 1977 como respuesta a las muchas solicitudes recibidas para que se incluyera una introducción a Un curso de milagros. Las primeras dos partes de este Prefacio—¿Cómo se originó? y ¿Qué es?—las escribió la misma Helen Schucman; la última parte fue escrita mediante el proceso de dictado interno descrito más adelante.
¿Cómo se originó?
Un curso de milagros dio comienzo con la súbita decisión de dos personas de colaborar en el logro de un objetivo común. Esas dos personas fueron Helen Schucman y William Thetford, catedráticos de psicología médica de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York. No es realmente importante quiénes fueron esas personas, excepto que lo ocurrido muestra que con Dios todo es posible. A ambos se les podía haber calificado de todo menos de personas espirituales. La relación entre ellos era difícil, a menudo tensa, y a ambos les preocupaba en gran medida su reputación y aceptación tanto a nivel personal como profesional. Sus vidas, que en su mayor parte estaban regidas por valores mundanos, apenas coincidían con lo que el Curso postula. He aquí como Helen, la persona que recibió el material, se describe a sí misma:
Psicóloga, educadora, intelectualmente conservadora y de ideología atea, estaba trabajando en una institución académica de gran prestigio, cuando de repente ocurrió algo que precipitó una cadena de acontecimientos que yo jamás habría podido predecir. El jefe de mi departamento anunció inesperadamente que estaba cansado de los sentimientos de ira y agresividad que nuestras actitudes reflejaban y concluyó diciendo: "tiene que haber otro camino". Como si hubiera estado esperando esa señal, accedí a ayudarle a encontrarlo. Al parecer este curso es ese otro camino.
Aunque su propósito era firme, tuvieron gran dificultad en comenzar su empresa común. Pero le habían ofrecido al Espíritu Santo la "pequeña dosis de buena voluntad" que, como el propio Curso habría de subrayar una y otra vez, es suficiente para permitirle al Espíritu Santo utilizar cualquier situación para Sus propósitos e infundirle Su poder.
Continuando con el relato de Helen:
Tres sorprendentes meses precedieron al inicio de la redacción en sí, durante los cuales Bill me sugirió que anotara los sueños de elevado simbolismo que estaba teniendo, así como las extrañas imágenes que me asediaban. Aunque para entonces ya me había acostumbrado un tanto a lo inesperado, aun así me llevé una gran sorpresa cuando me vi escribiendo: "Este es un curso de milagros". Ese fue mi primer contacto con la Voz. Era una voz que no emitía ningún sonido, pero que me presentaba una especie de dictado rápido interno que yo anotaba en un cuaderno de taquigrafía. La redacción no fue nunca automática. Podía interrumpirla en cualquier momento y después reanudarla. En muchas ocasiones me hizo sentir muy incómoda, pero nunca pensé seriamente en suspenderla. Parecía ser una misión especial que de alguna manera, en algún lugar, yo había acordado llevar a cabo. Terminó convirtiéndose en una verdadera empresa de colaboración entre Bill y yo, y estoy segura de que gran parte de su importancia estriba en ese hecho. Yo anotaba lo que la Voz "decía", y al día siguiente se lo leía a Bill y él lo pasaba a máquina. Supongo que él también tenía una misión especial, pues sin su aliento y apoyo yo nunca hubiese podido llevar a cabo la mía. En total, el proceso duró alrededor de siete años. Primero llegó el Texto, luego el Libro de ejercidos, y finalmente el Manual para el maestro. Al material recibido sólo se le han hecho unos ligeros cambios sin importancia. Al Texto se le añadieron los títulos de los capítulos y los subtítulos, y se omitieron de él algunas de las referencias de carácter personal recibidas al principio. Por lo demás, el material no ha sido alterado en absoluto.
Los nombres de las personas que colaboraron en la transcripción del Curso no se mencionan en la portada de los libros porque el Curso puede, y debe, descansar sobre sus propios méritos. Su objetivo no es sentar las bases para iniciar un culto más. Su único propósito es ofrecer un camino para que algunas personas puedan encontrar su propio Maestro Interno.
¿Qué es?
Como el propio título indica, el Curso está organizado de principio a fin como un recurso de enseñanza. Se compone de tres libros: el Texto, que tiene 754 páginas, el Libro de ejercicios, con 522, y el Manual para el maestro, que consta de 100. El orden que el estudiante debe seguir al usar los libros y la manera de estudiar-los depende, en cada caso, de sus necesidades y preferencias personales.
El programa de estudios que el Curso propone se planeó meticulosamente y se explica paso a paso, tanto en el orden práctico como en el teórico. El Curso pone más énfasis en la aplicación práctica que en la teoría, y más en la experiencia que en la teología. Señala específicamente que "una teología universal es imposible, mientras que una experiencia universal no sólo es posible sino necesaria" (Manual, pág. 83). Aunque su enfoque es cristiano, el Curso aborda temas espirituales de carácter universal. Subraya que no es más que una de las muchas versiones del programa de estudios universal, y que difiere de las demás sólo en su forma. En última instancia, todas conducen a Dios.
El Texto es fundamentalmente teórico y expone los conceptos en los que se basa el sistema de pensamiento del Curso. Sus ideas contienen los cimientos de las lecciones del Libro de ejercicios. Sin la aplicación práctica que el Libro de ejercicios provee, el Texto que-daría reducido, en su mayor parte, a una serie de abstracciones que no tendrían la fuerza necesaria para producir el cambio de mentalidad que es la meta del Curso.
El Libro de ejercicios consta de 365 lecciones, una para cada día del año. No es necesario, sin embargo, hacer las lecciones siguiendo ese ritmo; se puede, si se desea, dedicar más de un día a una lección determinada. Las instrucciones sólo recomiendan que no se intente hacer más de una lección por día. El carácter práctico del Libro de ejercicios queda subrayado en su propia introducción, donde se da más valor a la experiencia lograda con la práctica que a cualquier compromiso previo de carácter espiritual:
Algunas de las ideas que el libro de ejercicios presenta te resultarán difíciles de creer, mientras que otras tal vez te parezcan muy sorprendentes. Nada de eso importa. Se te pide simplemente que las apliques tal como se te indique. No se te pide que las juzgues. Se te pide únicamente que las uses. Es usándolas como cobrarán sentido para ti, y lo que te demostrará que son verdad.
El mundo de la percepción, por otra parte, es el mundo del tiempo, de los cambios, de los comienzos y de los finales. Se basa en interpretaciones, no en hechos. Es un mundo de nacimientos y muertes, basado en nuestra creencia en la escasez, en la pérdida, en la separación y en la muerte. Es un mundo que aprendemos, en vez de algo que se nos da; es selectivo en cuanto al énfasis perceptual, inestable en su modo de operar e inexacto en sus interpretaciones.
Del conocimiento y de la percepción surgen dos sistemas de pensamiento distintos que se oponen entre sí en todo. En el ámbito del conocimiento no existe ningún pensamiento aparte de Dios porque Dios y Su Creación comparten una sola Voluntad. El mundo de la percepción, por otra parte, se basa en la creencia en opuestos, en voluntades separadas y en el perpetuo conflicto que existe entre ellas, y entre ellas y Dios. Lo que la percepción ve y oye parece real porque sólo admite en la conciencia aquello que concuerda con los deseos del perceptor. Esto da lugar a un mundo de ilusiones, mundo que es necesario defender sin descanso, precisamente porque no es real.
Una vez que alguien queda atrapado en el mundo de la percepción, queda atrapado en un sueño. No puede escapar sin ayuda, porque todo lo que sus sentidos le muestran da fe de la realidad del sueño. Dios nos ha dado la Respuesta, el único Medio de escape, el verdadero Ayudante. La función de Su Voz—Su Espíritu Santo—es mediar entre los dos mundos. El Espíritu Santo puede hacer eso porque, si bien por una parte conoce la verdad, reconoce también nuestras ilusiones, aunque no cree en ellas. El objetivo del Espíritu Santo es ayudarnos a escapar del mundo de los sueños, enseñándonos cómo cambiar nuestra manera de pensar y cómo corregir nuestros errores. El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíritu Santo utiliza para llevar a cabo ese cambio en nuestra manera de pensar. El Curso, no obstante, ofrece su propia definición de lo que en realidad es el perdón, así como también de lo que es el mundo.
El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes. "La proyección da lugar a la percepción" (Texto, pág. 497). Primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver; luego proyectamos ese mundo afuera y hacemos que sea real para nosotros tal como lo vemos. Hacemos que sea real mediante las interpretaciones
que hacemos de lo que estamos viendo. Si nos valemos de la percepción para justificar nuestros propios errores—nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra falta de amor en cualquier forma que se manifieste—veremos un mundo lleno de maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación. Tenemos que aprender a perdonar todo esto, no porque al hacerlo seamos "buenos" o "caritativos", sino porque lo que vemos no es real. Hemos distorsionado el mundo con nuestras absurdas defensas y, por lo tanto, estamos viendo lo que no está ahí. A medida que aprendamos a reconocer nuestros errores de percepción, aprenderemos también a pasarlos por alto, es decir, a "perdonarlos". Al mismo tiempo nos perdonaremos al mirar más allá de los conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos, y ver el Ser que Dios creó en nosotros, como nosotros.
El pecado se define como una "falta de amor" (Texto, pág. 12). Puesto que lo único que existe es el amor, para el Espíritu Santo el pecado no es otra cosa que un error que necesita corrección, en vez de algo perverso que merece castigo. Nuestra sensación de ser inadecuados, débiles y de estar incompletos procede del gran valor que le hemos otorgado al "principio de la escasez" el cual rige al mundo de las ilusiones. Desde este punto de vista, buscamos en otros lo que consideramos que nos falta a nosotros. "Amamos" a otro con el objeto de ver que podemos sacar de él. De hecho, a esto es a lo que en el mundo de los sueños se le llama amor. No puede haber mayor error que ése, pues el amor es inca-paz de exigir nada.
Sólo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha unido, ningún hombre lo puede desunir (Texto, pág. 396). No obstante, la verdadera unión, que nunca se perdió, sólo es posible en el nivel de la Mente de Cristo. El "pequeño yo" procura engrandecerse obteniendo del mundo externo aceptación, posesiones y "amor". El Ser que Dios creó no necesita nada. Está eternamente a salvo y es eternamente íntegro, amado y amoroso. Busca compartir en vez de obtener; extender en vez de proyectar. No tiene necesidades de ninguna clase y sólo busca unirse a otros que, como él, son conscientes de su propia abundancia.
Las relaciones especiales que se establecen en el mundo son destructivas, egoístas e "infantilmente" egocéntricas. Mas si se le entregan al Espíritu Santo, pueden convertirse en lo más sagrado de la tierra: en los milagros que señalan el camino de retorno al Cielo. El mundo utiliza las relaciones especiales como el último
recurso en favor de la exclusión y como una prueba de la realidad de la separación. El Espíritu Santo las transforma en perfectas lecciones de perdón y las utiliza como un medio para despertarnos del sueño. Cada una representa una oportunidad de sanar nuestras percepciones y de corregir nuestros errores. Cada una es una nueva oportunidad de perdonarnos a nosotros mismos, perdonando a otros. Y cada una viene a ser una invitación más al Espíritu Santo y al recuerdo de Dios.
La percepción es una función del cuerpo, y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia. La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene. El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, mas en realidad sólo responde a las intenciones de la mente. Si la mente lo utiliza para atacar, sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enfermedad, la vejez y la decrepitud. Si la mente, en cambio, acepta el propósito del Espíritu Santo, el cuerpo se con-vierte en un medio eficaz de comunicación con otros—invulnerable mientras se le necesite—que luego sencillamente se descarta cuando deja de ser necesario. De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetivos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija.
Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la visión de Cristo, la cual refleja fortaleza en vez de debilidad, unidad en vez de separación y amor en vez de miedo. Lo opuesto a oír con los oídos del cuerpo es la comunicación a través de la Voz que habla en favor de Dios, el Espíritu Santo, el cual mora en cada uno de nosotros. Su Voz nos parece distante y difícil de oír porque el ego, que habla en favor del yo falso y separado, parece hablar a voz en grito. Sin embargo, es todo lo contrario. El Espíritu Santo habla con una claridad inequívoca y ejerce una atracción irresistible. Nadie puede ser sordo a Sus mensajes de liberación y esperanza, a no ser que elija identificarse con el cuerpo, ni nadie puede dejar de aceptar jubilosamente la visión de Cristo a cambio de la miserable imagen que tiene de sí mismo.
La visión de Cristo es el don del Espíritu Santo, la alternativa que Dios nos ha dado contra la ilusión de la separación y la creencia en la realidad del pecado, la culpabilidad y la muerte. Es la única corrección para todos los errores de percepción: la reconciliación de los aparentes opuestos en los que se basa este mundo.
Su benévola luz muestra todas las cosas desde otro punto de vista, reflejando el sistema de pensamiento que resulta del cono-cimiento y haciendo que el retorno a Dios no sólo sea posible, sino inevitable. Lo que antes se consideraba una injusticia que alguien cometió contra otro, se convierte ahora en una petición de ayuda y de unión. El pecado, la enfermedad y el ataque se consideran ahora percepciones falsas que claman por el remedio que procede de la ternura y del amor. Las defensas se abandonan porque donde no hay ataque no hay necesidad de ellas. Las necesidades de nuestros hermanos se vuelven las nuestras, porque son nuestros compañeros en la jornada de regreso a Dios. Sin nosotros, ellos perderían el rumbo. Sin ellos, nosotros jamás podríamos encontrar el nuestro.
El perdón es algo desconocido en el Cielo, donde es inconcebible que se pudiese necesitar. En este mundo, no obstante, el perdón es una corrección necesaria para todos los errores que hemos cometido. Perdonar a otros es la única manera en que nosotros mismos podemos ser perdonados, ya que refleja la ley celestial según la cual dar es lo mismo que recibir. El Cielo es el estado natural de todos los Hijos de Dios tal como Él los creó. Ésa es su realidad eternamente, la cual no ha cambiado porque nos hayamos olvidado de ella.
El perdón es el medio que nos permitirá recordar. Mediante el perdón cambiamos la manera de pensar del mundo. El mundo perdonado se convierte en el umbral del Cielo, porque mediante su misericordia podemos finalmente perdonamos a nosotros mismos. Al no mantener a nadie prisionero de la culpabilidad, nos liberamos. Al reconocer a Cristo en todos nuestros hermanos, reconocemos Su Presencia en nosotros mismos. Al olvidar todas nuestras percepciones erróneas, y al no permitir que nada del pasado nos detenga, podemos recordar a Dios. El aprendizaje no nos puede llevar más allá. Cuando estemos listos, Dios Mismo dará el último paso que nos conducirá de regreso a Él.
ÍNDICE
Introducción 1
Capítulo 1 EL SIGNIFICADO DE LOS MILAGROS
1. Principios de los milagros 3
II. La revelación, el tiempo y los milagros 7
III. La Expiación y los milagros 9
IV. Cómo escapar de la obscuridad 11
V. Plenitud y espíritu 13
VI. La ilusión de las necesidades 14
VII. Las distorsiones de los impulsos milagrosos 16
Capítulo 2 LA SEPARACIÓN Y LA EXPIACIÓN
1. Los orígenes de la separación 18
II. La Expiación como defensa 20
III. El altar de Dios 22
IV. La curación y la liberación del miedo 24
V. La función del obrador de milagros 26
A. Principios especiales de los obradores de milagros 29
VI. Miedo y conflicto 31
VII. Causa y efecto 34
VIII. El significado del Juicio Final 37
Capítulo 3 LA PERCEPCIÓN INOCENTE
1. Expiación sin sacrificio 39
II. Los milagros y la percepción verdadera 41
III. Percepción y conocimiento 43
IV. El error y el ego 45
V. Más allá de la percepción 48
VI. Los juicios y el problema de la autoridad 51
VII. Crear en contraposición a fabricar una imagen propia 54
Capítulo 4 LAS ILUSIONES DEL EGO
Introducción 57
1. La enseñanza y el aprendizaje correctos 58
II. El ego y la falsa autonomía 62
III. Amor sin conflicto 66
IV Esto no tiene por qué ser así 69
V. La ilusión del ego-cuerpo 72
VI. Las recompensas de Dios 74
VII. Creación y comunicación 76
Capítulo 5 CURACIÓN Y PLENITUD
Introducción 79
1. La invitación al Espíritu Santo 80
II. La Voz que habla por Dios 82
III. El Guía a la salvación 86
IV. Enseñanza y curación 89
V. El uso que el ego hace de la culpabilidad 92
VI. El tiempo y la eternidad 95
VII. La decisión en favor de Dios 98
Capítulo 6 LAS LECCIONES DEL AMOR
Introducción 100
1. El mensaje de la crucifixión 100
II. La alternativa a la proyección 105
III. La renuncia al ataque 109
IV. La única Respuesta 110
V. Las lecciones del Espíritu Santo 114
A. Para poder tener, da todo a todos 115
B. Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es 117
C. Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino 120
Capítulo 7 LOS REGALOS DEL REINO
1. El último paso 124
II. La ley del Reino 126
III. La realidad del Reino 128
IV. La curación como reconocimiento de la verdad 130
V. La curación y la inmutabilidad de la mente 132
VI. De la vigilancia a la paz 136
VII. La totalidad del Reino 140
VIII. La creencia increíble 143
IX. La extensión del Reino 146
X. La confusión entre dicha y dolor 148
XI. El estado de gracia 150
Capítulo 8 EL VIAJE DE RETORNO
1. La dirección del plan de estudios 153
II. La diferencia entre aprisionamiento y libertad 154
III. El encuentro santo 157
IV El regalo de la libertad 159
V. La voluntad indivisa de la Filiación 162
VI. El tesoro de Dios 164
VII. El cuerpo como medio de comunicación 167
VIII. El cuerpo como medio o como fin 171
IX. La curación como resultado de una percepción corregida 174
Capítulo 9 LA ACEPTACIÓN DE LA EXPIACIÓN
1. La aceptación de la realidad 178
II. La respuesta a la oración 182
III. La corrección del error 185
IV. El plan de perdón del Espíritu Santo 187
V. El sanador no sanado 190
VI. La aceptación de tu hermano 192
VII. Las dos evaluaciones 195
VIII. La grandeza en contraposición a la grandiosidad 197
Capítulo 10 LOS ÍDOLOS DE LA ENFERMEDAD
Introducción 201
1. En Dios estás en tu hogar 202
II. La decisión de olvidar 203
III. El dios de la enfermedad 204
IV El fin de la enfermedad 207
V. La negación de Dios 210
Capítulo 11 DIOS O EL EGO
Introducción 214
1. Los regalos de la paternidad 215
II. La invitación a curar 218
III. De las tinieblas a la luz 220
IV. La herencia del Hijo de Dios 222
V. La "dinámica" del ego 224
VI. El despertar a la redención 229
VII. La condición de la realidad 232
VIII. El problema y la respuesta 234
Capítulo 12 El PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO
1. El juicio del Espíritu Santo 238
II. Cómo recordar a Dios 241
III. Cómo invertir en la realidad 244
IV. Buscar y hallar 247
V. El programa de estudios cuerdo 249
VI. La visión de Cristo 252
VII. Introspección 254
VIII. La atracción del amor por el amor 258
Capítulo 13 EL MUNDO INOCENTE
Introducción 261
1. Inocencia e invulnerabilidad 262
II. El inocente Hijo de Dios 265
III. El miedo a la redención 267
IV. La función del tiempo 271
V. Las dos emociones 274
VI. Cómo encontrar el presente 277
VII. La consecución del mundo real 281
VIII. De la percepción al conocimiento 285
IX. La nube de culpabilidad 288
X. Tu liberación de la culpabilidad 291
XI. La paz del Cielo 295
Capítulo 14 LAS ENSEÑANZAS EN FAVOR DE LA VERDAD
Introducción 299
1. Las condiciones del aprendizaje 299
II. El alumno feliz 301
III. La decisión en favor de la inocencia 303
IV. Tu papel en la Expiación 309
V. El circulo de la Expiación 312
VI. La luz de la comunicación 315
VII. Cómo compartir la percepción del Espíritu Santo 317
VIII. El santo lugar de encuentro 320
IX. El reflejo de la santidad 322
X. La igualdad de los milagros 324
XI. La prueba de la verdad 328
Capítulo 15 EL INSTANTE SANTO
1. Los dos usos del tiempo 333
II. El final de las dudas 337
III. La pequeñez en contraposición a la grandeza 339
IV. La práctica del instante santo 343
V. El instante santo y las relaciones especiales 345
VI. El instante santo y las leyes de Dios 348
VII. El sacrificio innecesario 351
VIII. La única relación real 355
IX. El instante santo y la atracción de Dios 357
X. La hora del renacer 359
XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio 362
Capítulo 16 EL PERDÓN DE LAS ILUSIONES
1. La verdadera empatía 366
II. El poder de la santidad 368
III. Las recompensas que se derivan de enseñar 371
IV. Las ilusiones y la realidad del amor 374
V. La decisión de alcanzar la compleción 378
VI. El puente que conduce al mundo real 382
VII. El final de las ilusiones 386
Capítulo 17 EL PERDÓN Y LA RELACIÓN SANTA
I. Cómo llevar las fantasías ante la verdad 390
II. El mundo perdonado 392
III. Sombras del pasado 394
IV. Los dos cuadros 397
V. La relación que ha sanado 402
VI. Cómo fijar la meta 406
VII. La invocación a la fe 408
VIII. Las condiciones de la paz 411
Capítulo 18 EL FINAL DEL SUEÑO
1. El substituto de la realidad 414
II. La base del sueño 418
III. Luz en el sueño 421
IV. La pequeña dosis de buena voluntad 423
V. El sueño feliz 426
VI. Más allá del cuerpo 428
VII. No tengo que hacer nada 432
VIII. El pequeño jardín 434
IX. Los dos mundos 438
Capítulo 19 LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ
1. La curación y la fe 443
II. El pecado en contraposición al error 447
III. La irrealidad del pecado 449
IV. Los obstáculos a la paz 453
A. El primer obstáculo:
El deseo de deshacerte de la paz 454
i. La atracción de la culpabilidad 456
B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso
por razón de lo que ofrece 459
i. La atracción del dolor 461
C. El tercer obstáculo:
La atracción de la muerte 464
i. El cuerpo incorruptible 465
D. El cuarto obstáculo:
El temor a Dios 468
i. El descorrimiento del velo 470
Capítulo 20 LA VISIÓN DE LA SANTIDAD
1. La Semana Santa 474
II. La ofrenda de azucenas 475
III. El pecado como ajuste 478
Capítulo 25 LA JUSTICIA DE DIOS
Introducción 582
I. El vínculo con la verdad 583
II. El que te salva de las tinieblas 585
III. Percepción y elección 588
IV. La luz que traes contigo 591
V. El estado de impecabilidad 593
VI. Tu función especial 595
VII. La roca de la salvación 597
VIII. La restitución de la justicia al amor 601
IX. La justicia del Cielo 606
Capítulo 26 LA TRANSICIÓN
I. El "sacrificio" de la unicidad 609
II. Muchas clases de error; una sola corrección 611
III. La zona fronteriza 614
IV. El lugar que el pecado dejó vacante 616
V. El pequeño obstáculo 617
VI. El Amigo que Dios te dio 621
VII. Las leyes de la curación 622
VIII. La inminencia de la salvación 628
IX. Pues Ellos han llegado 631
X. El fin de la injusticia 633
Capítulo 27 LA CURACIÓN DEL SUEÑO
I. El cuadro de la crucifixión 635
II. El temor a sanar 639
III. Más allá de todo símbolo 644
IV. La callada respuesta 646
V. El ejemplo de la curación 649
VI. Los testigos del pecado 652
VII. El soñador del sueño 654
VIII. El "héroe" del sueño 659
Capítulo 28 EL DES-HACIMIENTO DEL MIEDO
I. El recuerdo del presente 663
II. La inversión de efecto y causa 667
III. El acuerdo a unirse 671
IV. La unión mayor 673
V. La alternativa a los sueños de miedo 676
VI. Los votos secretos 679
VII. El arca de seguridad 680
Capítulo 29 EL DESPERTAR
1. La clausura de la brecha 683
II. La llegada del Invitado 685
III. Los testigos de Dios 688
IV. Los diferentes papeles del sueño 690
V. La morada inmutable 691
VI. El perdón y el final del tiempo 694
VII. No busques fuera de ti mismo 695
VIII. El anti-Cristo 698
IX. El sueño de perdón 701
Capítulo 30 EL NUEVO COMIENZO
Introducción 704
1. Reglas para tomar decisiones 704
II. El libre albedrío 709
III. Más allá de todo ídolo 710
IV La verdad que yace tras las ilusiones 713
V. El único propósito 716
VI. La justificación del perdón 719
VII. La nueva interpretación 722
VIII. La realidad inmutable 724
Capítulo 31 LA VISIÓN FINAL
1. La simplicidad de la salvación 727
II. Caminando con Cristo 731
III. Los que se acusan a sí mismos 734
IV La verdadera alternativa 736
V. El concepto del yo frente al verdadero Ser 739
VI. El reconocimiento del espíritu 744
VII. La visión del salvador 746
VIII. Elige de nuevo 751