La magia de los árboles, por Ignacio Abella. RBA Ediciones

La magia de los árboles

Referencia: 9788479011901
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SIMBOLISMO, MITOS Y TRADICIONES, PLANTACIÓN Y CUIDADOS

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Firmemente enraizados en la tierra y con su copa abierta hacia el cielo, los árboles son uno de los símbolos vivientes más poderosos. esta obra única se adentra en el rico bosque de nuestra memoria colectiva, recogiendo los principales mitos y creencias que existen en torno al árbol. nos propone una nueva forma de mirarlos, junto al mejor modo de plantar y cuidar las especies más emblemáticas de la península ibérica.

Ignacio Abella

pasó su temprana infancia en los viejos hayedos de Urbasa, donde aprendió a caminar con asombro. Enfermo mortal de aburrimiento, abandonó los estudios ortodoxos para vivir intensamente en las montañas. Desde entonces recorre y se asienta temporalmente en diversas y casi siempre apartadas regiones del País Vasco y Asturias, entregándose al estudio y vivencia de la naturaleza y al mundo rural en el que se halla plenamente integrado.

Contenido

A MODO DE INTRODUCCIÓN      11
Algunas justificaciones y guiños al lector      14
CAPÍTULO I
EL TIEMPO DE LOS ÁRBOLES      17

  • Beth - Luis - Nion (el calendario - alfabeto celta)      19

CAPÍTULO II
EL ABEDUL (la iniciación)      23

  • Abedul, alimento y cobijo      24
  • Abedul, sendero del espíritu      25
  • Calendario del abedul      26
  • El árbol medicina      26
  • Plantación      28

CAPÍTULO III
EL CENTRO DEL MUNDO (el cetro real)      31

  • El centro sagrado      31
  • En el ombligo del mundo, el árbol      32
  • El árbol que debía florecer      32
  • El árbol tótem      33
  • Santuarios, ciudades y moradas en el centro del mundo      33
  • Centros de poder      34
  • El cetro real      35
  • Otras consideraciones sobre los centros y el árbol      36

CAPÍTULO IV
EL ROBLE (el árbol real)      39

  • El roble vasco      39
  • El roble en Ondátegui      40
  • Reuniones en torno al árbol      41
  • El universo del roble      47
  • La Madre Roble, carácter y costumbres sociales      48
  • Asociación del roble al sistema agrícola      48
  • Ocaso y degeneración del roble      49
  • Robles caducifolios      50
  • Robles peludos      52
  • Reproducción (robles caducos y marcescentes)      53
  • Repoblación de roble con castaño      53
  • Los robles siempreverdes      54
  • La encina      55
  • Otros recursos      65
  • La bellota      66

CAPÍTULO V
EL MUÉRDAGO (la corona del rey)      69

  • Roble y muérdago      69
  • La corona del rey      71
  • En el centro del tiempo, el muérdago      72
  • Otros aspectos de la rama dorada      72

CAPÍTULO VI
EL FRESNO (el árbol del mundo)      75

  • El fresno Yggdrassil      75
  • Sobre los fresnos de Aralar      76
  • La morada del fresno      79
  • El fresno en la economía rural      79
  • Reproducción      80
  • Algunas especies y sus características      81

CAPÍTULO VII
LOS TRES REINOS (madera, materia y madre)      85

  • Los tres reinos      86
  • Cielo y Tierra (electricidad atmosférica)      86
  • La serpiente y el águila      88
  • Roble-Fresno (Yin-Yang)      89
  • Roble-Fresno (el flujo de la energía)      91
  • El fuego celeste      94
  • Roble-Fresno (el dolmen y el menhir)      96

CAPÍTULO VIII
EL TEJO (la rueda del rey)      99

  • El ocaso      99
  • Vida social      100
  • Algunos usos (veterinaria y medicina)      101
  • Reproducción del tejo      102
  • El tejo sagrado      102
  • ¡Santiago Aguino, valmé!      105
  • El teixo asturiano      110
  •  Viejas piedras      114
  • La religión astur      116

CAPÍTULO IX
EL SENDERO DE LA SERPIENTE      123

  • Peregrinaciones y ofrendas al árbol      123
  • El camino del tejo      123
  • San Andrés de Teixido      125
  • El viaje a Poniente      127
  • El sendero de la serpiente      128
  • El árbol de la vida y la muerte      129
  • Oración del peregrino      131

CAPÍTULO X
EL AVELLANO      133

  • El avellano y la tierra      133
  • La avellana      134
  • El árbol útil      134
  • Plantación y utilización      136
  • Setos de avellano      136
  • El diablo del avellano      136
  • El soto sagrado      136
  • La Fuente de la Sabiduría      138
  • La varita mágica      140

CAPÍTULO XI
NUESTRA SEÑORA DEL ÁRBOL      143
CAPÍTULO XII
EL ESPINO ALBAR      147

  • Cuentos y encantamientos a la sombra de un espino albar      148
  • El fuego sagrado y el rayo      149
  • Nuestra Señora del Espino      150
  • El majuelo y el paisaje      150
  • Setos de espino albar      151

CAPÍTULO XIII
LOS ESPÍRITUS DE LOS ÁRBOLES      153

  • El Señor de los bosques      154

CAPÍTULO XIV
EL SAÚCO BENDITO      159

  • Estructura y carácter      159
  • El saúco, en su medio      160
  • La morada élfica      162
  • El fuego de saúco      162
  • El ramo de San Juan      163
  • El saúco maldito      164
  • Plantación y setos      164
  • Recetario (remedios del saúco)      164
  • Madera y otros recursos      165

CAPÍTULO XV
ÁRBOLES SAGRADOS      167

  • Los árboles ent      167
  • Notas varias sobre árboles ent      170
  • Recapitulación      171

CAPÍTULO XVI
EL GINKGO (la leyenda de un árbol)      173

  • El venerable ginkgo      173
  • El árbol Fénix      174
  • Multiplicación y desarrollo      174
  • El árbol de la juventud      175

CAPÍTULO XVII
EL LAZO ESPIRITUAL      177

  • Inspiración bajo los árboles      178
  • Conversaciones bajo el árbol sagrado      181
  • Reconocimiento del árbol sagrado      181
  • La era del árbol      182
  • La esperanza verde      183

CAPÍTULO XVIII
EL DRAGO      185

  • Arbor draconis, dragón vegetal      185
  • Dragos con renombre      186
  • Cultivo      187

CAPITULO XIX
EL ÁRBOL DE LA VIDA      189

  • Génesis (viejos cuentos del principio)      189
  • Las nupcias sagradas      190
  • Un árbol plantado en la hora del nacimiento      193
  • El árbol del hogar      195
  • La última hora      197

CAPÍTULO XX
LA ABUELA HAYA      199

  • El agua y el haya      199
  • Porte y hábitat      200
  • Tierra      201
  • La sociedad del haya      202
  • La danza de las hayas      204
  • 'Los recursos del haya      208
  • Reproducción      209
  • Historia triste de las hayas de Palacio      209
  • Distribución del haya      209

CAPÍTULO XXI
EL ÁRBOL, EL AGUA Y LA VIDA      211

  • Historias sobre árboles      211
  • El árbol, el agua y la vida      211
  • El fluir      211
  • Consejos para una mejor utilización del agua      212

CAPÍTULO XXII
LOS SAUCES (la pureza)      215

  • El camino del sauce      215
  • La flexibilidad      216
  • Salicáceas      219
  • El sauce llorón      219
  • Plantación y cuidados      220
  • La corteza curativa      220
  • Madera      221
  • Cestería de sauces      222
  • Confección de un cesto      222

CAPÍTULO XXIII
SETOS      225

  • Red de setos      226
  • Los setos y el clima      228
  • Producción      231
  • Estructura e implantación      232
  • Setos de frutales (Sistema Rozier)      233
  • Los arbustos silvestres      235

CAPÍTULO XXIV
EL CASTAÑO      237

  • Distribución e historia      237
  • El castañar o el cuerno de la abundancia      238
  • El pan de los pobres      238
  • Otros recursos      241
  • Reproducción del castaño      242
  • Injerto del castaño      242

CAPITULO XXV
PLANTACIÓN DE ÁRBOLES      245

  • La extinción del bosque      245
  • La soledad del paisaje sin árboles      245
  • La sana utilización de los recursos      246
  • El vínculo con el árbol      247
  • Los peligros de la ignorancia      247
  • Plantación y trasplante con cariño      248
  • Trasplante de arbolillos del monte      250
  • Consejos generales para plantar      250
  • Formas de criar árboles .      252
  • Siembra de árboles      252
  • Repoblación natural      254
  • Algunas formas de reproducción vegetativa      254

CAPÍTULO XXVI
EL NOGAL (el árbol de oro)      261

  • A la sombra del nogal      261
  • La siembra      263
  • El lugar para nogales      264
  • Crecimiento, vida y cuidados      264
  • Ervareo      265

CAPÍTULO XXVII
EL REGRESO DE LOS BASAJAUN      267
I PARTE

  • Un encuentro sobrecogedor      268
  • La estrella del sueño      269
  • Amanacer      269
  • El lenguaje de los árboles      271
  • La ley de la selva      273

II PARTE

  • El árbol del mundo      277
  • El silencio, la voz de los bosques      277
  • Hechizos de niebla      278

APÉNDICES      287

  • El tótem de la paz      288
  • Zonas de rusticidad      290
  • Fuentes      291
  • Bibliografía            291
  • Algunas direcciones de interés      292
  • Agradecimientos       292

CAPÍTULO  I

El tiempo
de los árboles

La vida sólo puede medirse por la intensidad con que se vive y no por su duración. Una mariposa sólo vive unos días, pero es tal la alegría con que despliega sus alas y la lumi­nosidad de sus colores, que en tan breve tiempo se realiza, da lo mejor de sí misma.

El árbol, por contra, se toma su tiempo, bebe la vida en tragos cortos, la saborea solemne y pausadamente. De algún modo, los árboles están fuera del tiempo o de nuestro ritmo temporal.

Su larga y sosegada vida los hace sabios y así repre­sentan la imagen y la garantía de estabilidad para el medio. No en vano son además nuestros hermanos más altos, y los más profundos, siempre auscultando la tie­rra con raíces infinitas.

Cuando buscamos la comprensión de cualquier fenómeno, mecanismo o entidad, es interesante enfocar diferentes puntos de vista para alcanzar distintas pers­pectivas. En el caso de los árboles, encontraremos unos seres con un ritmo vital muy diferente del nuestro. Todos hemos visto cómo las plantas y árboles se mue­ven cuando una cámara toma la sucesión de fotografías que nos permite apreciar este movimiento, impercepti­ble para nosotros de otro modo. Pero podemos imagi­nar otros ritmos y movimientos a diferente escala espa­do-temporal.

Así, el paso de las estaciones es para el árbol una ins­piración y espiración que se manifiestan en el brote pri­maveral, seguido de la «madurez» o punto álgido del ciclo y la posterior caída de las hojas. En una película lo veríamos como pulsaciones o latidos vitales; el otoño aparece como la época en que el árbol parece consumir­se entre un incendio de colores pardos del roble y los fogosos destellos rojizos y amarillos de los arces.

Acelerando aún más la velocidad de esta película, las pulsaciones anuales se hacen más rápidas y pierden niti­dez. Se aprecia mejor el ciclo del nacimiento, creci­miento y muerte del árbol. Una bellota salta al suelo como estrella fugaz y de ella surge el árbol como un relámpago, que a su vez estalla en multitud de estrellas fugaces y se consume hasta desaparecer.

A vista de pájaro, el bosque avanza y retrocede, los árboles viajan en su estadio de semilla y el bosque ente­ro se desplaza buscando las mejores condiciones.

A veces da la sensación de que más que una agrupa­ción de seres, el bosque sea una verdadera entidad.

A mayor escala de tiempo, las migraciones del bos­que se hacen más patentes; huyen de las glaciaciones e invaden el planeta hacia los polos al término de las mis­mas en oleadas sucesivas: primero las especies de luz, pioneras, y seguidamente las de sombra, que necesitan protección para su desarrollo.

Podríamos continuar este ejercicio imaginando el nacimiento y desarrollo de las diferentes especies en dis­tintas edades geológicas. La génesis del bosque, que da comienzo en unos simples líquenes disgregando la pie­dra y a lo largo de millares de años y sucesivas capas vegetales, concluye con la instauración de la comunidad

arbórea, la más evolucionada y perfecta. Así se entiende fácilmente que el árbol sea símbolo de tiempo y espacio y que los celtas lo adoptaran como inspiración para su calendario y su alfabeto.

Sin embargo, hasta ahora sólo hemos abordado la comprensión de la entidad arbórea desde una perspecti­va racional. Si además de comprender, queremos viven­ciar el árbol de algún modo y establecer vínculos, nues­tra mentalidad y espíritu deben aquietarse para alcanzar el ritmo del árbol; así comienza el diálogo que nos per­mitirá acceder a un conocimiento profundo.

El árbol vive ya en ese tiempo sagrado que podemos alcanzar por medio de diferentes técnicas o por su sim­ple compañía e inspiración. De esta forma, el hombre puede conocer diferentes realidades y adentrarse en la experiencia mística, mítica, mágica... Aquí, el árbol fun­ciona como medio y fin; es cierto, existen infinidad de caminos con corazón para llegar al centro de nuestro propio ser, pero todos ellos, antes o después, aparecen bordeados por árboles frondosos.

Ellos nos enseñan que basta con estar ahí, y justa­mente cuando descansamos a su sombra, después del largo camino, nos traspasa la luz del espíritu.

La incesante sucesión de los ciclos, el implacable giro de la rueda de la vida y la muerte, vigilia y sueño, ins­piración y espiración... representan el tiempo profano que nos hace dar vueltas una y otra vez como el burro encadenado a la noria, en tanto que vivimos de forma inconsciente. El árbol se eleva entonces y representa una puerta abierta hacia la libertad.

Buda nace bajo el árbol y bajo el árbol nace por segunda vez. En el paraíso, los árboles, y en Getsemaní, antes del fin, y en la Cruz. «El zen es un ciprés que crece en un patio», dice el famoso koan y en árabe, tarika reúne en una palabra los significados de árbol, palmera y escuela, y Tarika es la escuela iniciática de los sufis.

Pero no nos extenderemos aquí sobre este tema, que más adelante será tratado con la profundidad que merece.

Sí vamos a ver, en cambio, la búsqueda por parte de las sociedades humanas de este tiempo sagrado, en dife­rentes festividades anuales que permiten a los pueblos parar la rueda, aunque sólo sea por un instante, antes de sumergirse en el nuevo ciclo.

***

A modo de introducción

«Un árbol dice: «En mi vida se oculta un núcleo,

una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna.

Única es la tentativa y la creación que en mí ha osado

la Madre Eterna. Única es mi forma y únicas las vetas

de mi piel único el juego más insignificante de las hojas

de mi copa y la más pequeña cicatriz de mi corona.

Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis muescas

singulares».

Un árbol dice: «Mi fuerza es la confianza; no se nada

de mis padres, no se nada de los miles de retoños que todos

los años brotan de mí. Vivo hasta el fin el secreto de

mi semilla, no tengo otra preocupación. Confio en que Dios

está en mí, confió en que mi tarea es sagrada y vivo

de esta confianza».

Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos

y serenos, así como una vida más larga que la nuestra.

Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchemos.

Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad,

rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos

adquiere una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido

a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea se?

más que lo que es».

(Hermann Hesse, «El viandante»)

 

Aveces me he sentido, haciendo este traba­jo, como árbol inmóvil; y sentado, cuan­do menos lo esperaba, han acudido por su pie datos, imágenes, ideas, informacio­nes de las procedencias más inverosímiles. También he sido peregrino y he buscado la inspiración a la sombra de árboles venerables, verdaderos santuarios naturales que en su quietud me han mostrado las sendas del espíritu. He recogido de los labios de muchos viejos paisanos, costumbres e historias que nos servirán para conocer y acercarnos al árbol.

También he leído muchos libros, más o menos ins­pirados, algunos sabios y otros en los que resplandece la belleza, pero no cambiaría ninguno de ellos por el pla­cer de una siesta a la sombra de un viejo roble o el paseo por el bosquecillo de avellanos. Sin embargo, en los libros se encuentran, entre ingentes cantidades de paja, destellos de luz que nos permiten conocer al árbol a diferentes niveles.

De algún modo es este un mensaje de los árboles para los hombres; día a día hemos ido descifrando el significado de las diferentes costumbres y leyendas, de los susurros del viento entre las hojas; de los sentimien­tos que todos compartimos desde nuestras respectivas religiones, tradiciones, culturas..., hacia los árboles.

Entregamos este fruto con la confianza de que cual­quiera puede recorrer este camino; aprendiendo a desentrañar las sensaciones, sentimientos y pensamien­tos profundos del árbol; iniciando la peregrinación que tros naturales. La pérdida de esta relación con ellos ha conllevado un profundo desarraigo y desconcierto.

La juventud está deso­rientada, dicen, y es cierto, pero los hombres en cuyas manos está hoy el mundo

parecen pertenecer a otro planeta. Es imprescindible recuperar el vínculo con nuestros ancianos sabios y devolver esta amistad a los niños.

En el antiguo ámbito rural, el abuelo era el maestro y protector del niño; en la familia, su función consistía en transmitir la herencia cultural y sus propios conoci­mientos y experiencias. Pero este importante papel ya no tiene sentido: en la ciudad, el viejo es una pesada carga, y se los confina en geriátricos, y a los niños en colegios y guarderías, y a los árboles en los parques... quizá para que no nos contagien con su locura.

En los colegios murieron muchas ilusiones, aprendi­mos a perder nuestra inocencia y espontaneidad. En el asilo mueren los viejos y se llevan secretos que a nadie interesaron; el tesoro de esa sabiduría se pierde como una fruta que pudre cuando nadie acude a recogerla. Los viejos y los árboles hace tiempo nos esperan...

Quizás os preguntéis a qué viene tanto mirar hacia atrás, el porqué de esta búsqueda de viejos paisanos, árboles añosos, tradiciones y costumbres en vías de extinción.

Verdaderamente, hemos hecho aquí un pequeño compendio de historia del árbol y su amistad con el hombre, y es que el pasado es como un espejo en el que nos miramos y podemos conocernos mejor. Si siempre leemos la historia de nuestras guerras y colonizaciones, de las calamidades humanas; tendremos una imagen de nosotros mismos, como pueblo, incompleta y desastro­sa, cuando no vergonzante.

Por contra, podemos identificamos y encontrar un punto de conexión con las cosas bellas que sucedieron a nuestros ancestros, revivir y renovar las fiestas, prácticas y rituales que merecen revivirse.

Son muchas las viejas costumbres que deberían arrai­gar de nuevo entre nosotros.

¿Os imagináis las reuniones de mandatarios, los jui­cios, asambleas, clases de la escuela y (¡como no!) las consultas médicas bajo árboles consagrados a tales fines?

Estos encuentros han tenido como escenario al árbol hasta tiempos recientes, en una medida difícil de imagi­nar. Es impresionante el número y la calidad, la univer­salidad de estas relaciones que aquí hemos recogido (sin pretensiones ni capacidad de hacer un estudio exhausti­vo), dentro y fuera de la Península, pero impresiona aún más la cantidad de árboles que tuvieron estas funciones y que hoy, aún vivos, han sido relegados y abandonados por los hombres.

Su presencia es hoy historia, un recuerdo vivo que des­pierta añoranzas.

Sobre los personajes famo­sos, que a veces sólo lo son nos lleva a conocer los árboles sagrados, a descifrar sus aparentemente ocultos e intrincados, pero ciertamente simples mensajes; y, sobre todo, tomándose el tiempo necesario para este acercamiento.

No penséis sin embargo, que estamos dando a enten­der una velada promesa de alucinantes, vertiginosas, tre­pidantes y sugestivas experiencias místicas. Para eso están las agencias de viajes, los últimos modelos de auto­móviles y las drogas.

La compañía del árbol produce, por contra, unos sen­timientos lentos, sosegados, duraderos y profundos. Gran parte de la belleza de esta relación radica en que se trata de una vivencia íntima, difícilmente explicable en pala­bras y que a menudo, por tanto, guardaremos en nuestro corazón con un recuerdo de inenarrable felicidad.

Poco a poco, conforme vamos aprendiendo a mante­ner afilada nuestra sensibilidad, el acercamiento es más profundo y el diálogo, más fluido, el árbol se abre en la medida en que nosotros somos capaces de ver y abrirnos a él.

De esta forma, este libro, concebido e inspirado a la sombra de los árboles, es un acercamiento, una búsque­da del espíritu del árbol. No se trata tanto de teorizar, aunque en ocasiones nos deslicemos por este terreno, sino de experimentar el árbol se sus distintas facetas. Así pues, encontramos las formas de plantar, el significado económico, ecológico y espiritual del árbol en su medio y, especialmente, las distintas pautas de relación que pueden establecerse con estos seres que son templo y escuela, sacerdotes y maestros, hermanos nuestros.

En definitiva, se trata aquí de recuperar una vieja amistad de la que depende nuestra supervivencia y nues­tro bienestar físico y espiritual.

Todas las tradiciones, religiones y creencias conflu­yen en el árbol y utilizan un lenguaje universal cuando intentan expresar su belleza, el corazón inmenso y sose­gado que late desde lo profundo de la entidad arbórea. Verdaderamente, los hombres tenemos aquí un modelo de ilimitada generosidad.

«Las hojas del árbol

son gente cuando trepo con los pies desnudos, y me mezo en la rama al viento que sopla.»

Los viejos, los niños y los árboles son nuestros maesnos lleva a conocer los árboles sagrados, a descifrar sus aparentemente ocultos e intrincados, pero ciertamente simples mensajes; y, sobre todo, tomándose el tiempo necesario para este acercamiento.

No penséis sin embargo, que estamos dando a enten­der una velada promesa de alucinantes, vertiginosas, tre­pidantes y sugestivas experiencias místicas. Para eso están las agencias de viajes, los últimos modelos de auto­móviles y las drogas.

La compañía del árbol produce, por contra, unos sen­timientos lentos, sosegados, duraderos y profundos. Gran parte de la belleza de esta relación radica en que se trata de una vivencia íntima, difícilmente explicable en pala­bras por su afán de protagonismo, se escriben biografías, se les hacen fotos, cuadros, entrevistas.... Los árboles, en cambio, ocupan calladamente la tierra y aún después de siglos permanecen casi siempre en el anonimato, a pesar de haber rendido innumerables beneficios en su entor­no. Por eso traeremos aquí los retratos y algunas vicisitudes de la vida de muchos de estos árboles, en repre­sentación y homenaje a su generosidad.

La importancia que tuvo el susurro, el mudo consejo de estos sabios, a menudo quedó reflejada en las sabias y sencillas disposiciones que los hombres tomaron a su amparo.

El olvido de estas viejas costumbres es un síntoma y tiene su fiel reflejo en la degradación y destrucción de los bosques y hábitats más diversos y en la desintegra­ción de la sociedad humana a todos los niveles.

Hubo un tiempo en que la plantación de árboles se hacía sólo para obtener especies frutales o, siguiendo una tradición, dentro de un ritual.

Hoy, no sólo es necesa­rio plantar árboles en el monte y por doquier, sino que de ello depende en gran medida nuestro futuro. Y hablaremos de las técnicas para plantar y para repoblar.

No es suficiente plantar diez, cien, mil o un millón de árboles; el árbol debe crecer en todos los terrenos y, sobre todo, hemos de hacerlo arraigar en la tierra fértil que es la imaginación del niño: enseñándole los secretos del árbol y sus querencias, hablándole de su función en nuestra casa y Madre, la tierra; contándole historias de árboles y gentes que vivieron felices bajo los árboles, tre­pando ramas en su compañía y desgranando los miste­rios del bosque y de sus habitantes.

Los niños de hoy son pobres en muchos sentidos porque viven alejados de esa felicidad que crece junto a los árboles, sobre la Tierra Madre.

Sí, los niños y los árboles tienen en nuestros días una inmensa importancia, en su crecimiento y salud está la  esperanza y, más que nunca, hoy tienen que crecer jun­tos, llegar a una amistad profunda. Nuestros hijos tienen que aprender a hablar con los árboles y a cuidarlos.

Sin embargo, aun siendo esta una de nuestras tareas primordiales, apenas tiene relevancia a la luz de los acon­tecimientos que golpean al planeta en estos días. Hablamos a menudo de las generaciones venideras y de su maltrecho legado, quizá para no enfrentarnos al hecho de que cabalgamos ya, en este momento, sobre el filo del apocalipsis, del punto sin retorno. Es difícil establecer en que momento hemos cruzado o cruzaremos esta fronte­ra; en cualquier caso, somos ya responsables del fin de muchas especies, a las que llegó su hora antes de tiempo...

Hace algunos años leímos una de las noticias más escalofriantes que imaginar pudiéramos: una tribu de la región del Amazonas ha decidido no tener más descen­dientes, morir como pueblo y renunciar a toda esperan­za, pues aunque nos cueste creerlo desde nuestra más o menos acomodada posición, su perspectiva de futuro es un pozo sin fondo. Nosotros, a veces, tenemos una visión pesimista del mundo cuando vemos que las cosas se ponen cada vez más negras, pero siempre el sistema civilizado crea una sensación de amparo, un velo sobre el peligro inminente que se cierne. Difícil es aún sentir, en este insensato «orden», la desesperación y la tristeza profunda de los desheredados, de aquellos para los que el mundo civilizado siempre ha sido algo lejano y ame­nazante, inalcanzable como una maldición.

Hoy, más que nunca, hemos de estar atentos, ser conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor; no pode­mos seguir escondiendo la cabeza, pero tampoco invo­lucramos en una lucha imposible, en una nueva revolu­ción colectiva.

Cuando el mundo se tambalea, cuando el gran Fresno se estremece, nos queda la luz; aún podemos volver los ojos hacia la belleza, recorrer los únicos caminos que merecen la pena recorrerse, los del corazón. En todos ellos, más tarde o más temprano encontraremos al árbol.

Es posible que en  esta renuncia a la salvación del mundo esté la clave para la salvación del mundo. Ha de ser amor lo que nos mueva a plantar árboles, como diji­mos, en todos los terrenos.

ALGUNAS JUSTIFICACIONES
Y GUIÑOS AL LECTOR

 

«Cuando se estudia cualquiera de las leyes univer­sales y eternas de la naturaleza, lo mismo si se relacio­nan con la vida, la formación, estructura y movimien­to de un gigantesco planeta, que si se trata de la plan­ta más diminuta o de los movimientos psicológicos del cerebro humano, son necesarias ciertas condiciones para podernos convertir en intérpretes de la naturaleza o en creadores de una obra de valor para el mundo.

Hay que dejar de lado las ideas preconcebidas, los dogmas y todos los prejuicios personales. Hay que escu­char pacientemente, en silencio y con reverencia, una por una, las lecciones de la madre naturaleza que pro­yectan luz en lo que antes era un misterio, de forma que cuantos quieran puedan ver y saber. Ella sólo des­cubre sus verdades a los que son pasivos y receptivos.

Aceptando las verdades que ella les sugiera y a donde quiera que lleven o conduzcan, tenemos en armonía con nosotros a todo el universo.

Por fin el hombre ha encontrado un fundamento sólido para la ciencia, después de descubrir que es parte de un universo eternamente inestable en su forma, pero eternamente inmutable en su esencia».

(Luther Burbank)

Antes de nada deciros que están escritas estas pági­nas por disfrute del autor y para disfrute del lec­tor. Os ruego que no las devoréis, saboreadlas en sorbos cortos y momentos sosegados. Este libro no es algo de usar y tirar, no está hecho con la rapidez que caracteri­za nuestros alocados tiempos. Su gestación y elabora­ción han sido lentas y pausadas y me gustaría que así lo degustarais.

Es este un intento de ofrecer una «nueva» visión del árbol como entidad y muchas veces, para que la obra tenga cierta frescura, me he servido con prioridad de informaciones recogidas directamente o experiencias vividas; espero haber conseguido así una mayor ame­nidad, pues este ha sido otro de los retos, de difícil consecución cuando se trata de un trabajo en el que multitud de disciplinas se aúnan para obtener una visión elobal.

A título comparativo, cabe decir que aprenderíamos bien poco del ser humano si abordáramos su estudio desde una perspectiva exclusivamente morfológi­ca, de su composición quí­mica, sus hábitats...

Además de esto, debemos contemplar su historia, su comportamiento individual y social, psicología, espiri­tualidad y un sinnúmero de factores que evidentemen­te nos acercarán a su conocimiento como especie o enti­dad individual; sin embargo, nunca podremos decir que lo sabemos todo sobre el hombre, dada su infinita com­plejidad y la interrelación de los innumerables factores que lo conforman como tal.

Del mismo modo, el árbol ha de ser estudiado desde diferentes puntos de vista si queremos comprender una parte de su misterio.

En este juego, nos sentimos crecer conforme vemos aumentar nuestro objeto de estudio, conforme se ensan­cha el horizonte de nuestro conocimiento. Y en este sentido hemos desarrollado este trabajo en el que se ofrecen una pequeñas claves para el acercamiento a la entidad arbórea. Hemos tratado de ofrecer aquí imáge­nes que nos ayuden a comprender.

Renunciamos sin embargo a la resolución de los mis­terios que rodean al árbol, en la confianza de que los misterios no se resuelven; podemos sumergirnos en su comprensión, vivenciarlos en nuestro interior hasta hacerlos íntimos, pero no desvelarlos ni traducirlos al lenguaje racional.

En ocasiones ha resultado difícil aunar estos enfo­ques, ciencias y disciplinas, tradiciones... caminos tan diferentes y al parecer incompatibles (a juzgar por las raras ocasiones en que se encuentran). Al fin y al cabo no estoy apegado a ninguno de ellos y no tengo ningún título que defina lo que de mí se espera.

Por esta misma razón ha sido también preciso un enorme esfuerzo para construir esta obra con todas las garantías de rigor, y en ocasiones se han hecho necesa­rias las consultas a diversos especialistas en diferentes campos.

Al mismo tiempo hemos pretendidopermanecer fie­les en lo posible al lenguaje llano, traduciendo y elimi­nando los diversos argots científicos.

En cuanto a las distintas mitologías y tradiciones que aquí abordaremos, hemos querido hacer un trabajo serio y minucioso, pero no por ello dejamos de lado tra­diciones como las referidas por Castaneda, o las aún más controvertidas de Eduard Schouré, por citar algu­nas que se salen de la ortodoxia en este campo.

Parece aquí más absurdo que en ningún otro lugar

poner barreras con la excusa del cientifismo a investiga­dores cuyo «pecado» consis­te en haberse involucrado hasta el fin en su búsqueda, o quizá, en algunos casos, en haber desarrollado una excesiva imaginación.

Hemos tratado así de integrar distintas leyendas y vías más o menos _científicas. Sólo un lado de nuestro mundo puede demostrarse, medirse, racionalizarse, ¿pero acaso es este más real que el mundo invisible de los sentimientos y la experiencia mística, que el mundo mitológico o de los sueños?

Al fin todos compartimos ya, a través de las diferen­tes tradiciones, una visión global, independientemente de nuestra formación o ideas, e incluso de nuestra pro­pia capacidad de percepción y apertura.

En el tronco humano por fin se unen las ramas que viven en el cielo y las raíces que bucean en la tierra. No existe una separación definida entre ciencia y espíritu, entre lo real y lo irreal, entre el mundo consciente y el inconsciente.

Y de esta forma, siguiendo los caminos del árbol, los seres humanos nos encontraremos unas veces cerca del cielo, otras pisando la tierra y otras descendiendo a los infiernos.

«Poco importa si una nación tiene una antigüedad de varios milenios; es nueva, se crea, crece.

El lenguaje, los mitos, las leyendas, los cantos, las ceremonias, el arte, son en un momento dado manifes­taciones de la conciencia tribal e instrumentos de la creatividad. En nuestros mitos y leyendas no hay dis­tinción entre la historia física y la historia espiritual porque no tendría sentido.»

(Jefe Gayle High Pine)

Como veréis, todo está un poco desordenado; haciendo este trabajo nunca sabía bien qué debía poner antes o después, pues las ideas se entretejen como las ramas del árbol hasta ignorar si estamos arriba o abajo. Así que podéis leer estas páginas en cualquier sentido. Partiendo de las puntas, todas las ramas y raíces nos conducirán al mismo tronco.

Hubiera sido más sencillo quizás ordenar por temas independientes .y de una forma rígida todo el libro, para estudiar cada cosa separadamente. Su estructura se pare­cería entonces más a un árbol, puesto entre la espada y la pared.

Lo hemos dejado crecer a pleno viento y en conse­cuencia podéis encontrar las respuestas o las preguntas a las mismas en los lugares más inverosímiles. Es cuestión de vagabundear por las hojas de este libro, como lo haríamos por un bosque, dejando volar la imaginación.

Os deseo una feliz lectu­ra a la sombra de vuestro árbol amigo.

Rba
9788479011901

Ficha técnica

Autor/es:
Ignacio Abella
Editorial
RBA (integral)
Formato
21 X 25 cm.
Páginas
291
Encuadernación
Rústica con solapas (tapa blanda)
Ilustraciones
Color
Fotografías
Color
Nuevo
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