portada El botiquín de las hadas. Por Clara Castellotti. ISBN 9788430595990

El botiquín de las hadas

Referencia: 9788430595990
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Este libro, repleto de sabiduría y amor, está escrito por un hada que lleva años trabajando con plantas y aceites esenciales. Desde la recolección de las plantas hasta la elaboración de los medicamentos, aprenderemos lo necesario para hacernos con el botiquín natural que no debería faltar en ningún hogar. 

En el principio de la Humanidad,
la fitoterapia fue el campo de investigación de las mujeres. Con la aparición de los primeros médicos, las curanderas, que se dedicaban a sanar a los pobres, comenzaron a ser perseguidas y tachadas de brujas.
Desterrada la época oscurantista, las brujas se han trocado en hadas buenas. Aquellas mujeres, conocedoras de los recursos naturales y afectadas sinceramente por el sufrimiento de los demás, se dedicaron, a pesar de las persecuciones, al noble arte de sanar.
Este libro, repleto de sabiduría y amor, está escrito por un hada que lleva años trabajando con plantas y aceites esenciales. Desde la recolección y conservación de las plantas hasta la confección
de los medicamentos, aprenderemos lo necesario para hacernos con el botiquín natural que no debería faltar en ningún hogar.
 
Clara Castellotti, autora de Madre Tierra, Hermana Luna, publicado en esta colección, ha recogido el saber secular en este libro práctico y hermoso, siguiendo la tradición de las hadas.

introducción
Un poco historia:
entre magia y medicina
Descubierto el uso de los primeros cereales y alejado así el espectro del hambre, el hombre se encontró con un inmenso patrimonio verde por conocer y utilizar. Antes de pensar en enriquecer su propia alimentación, dirigió su atención a otra necesidad primaria: su salud.
Entre los distintos tipos de terapias que el ser humano ha ido concretando para conservar o restaurar su propia salud, la fitoterapia ha sido durante mucho tiempo un campo de búsqueda reservado a las mujeres. Las verdaderas brujas eran mucho más que las hechiceras amantes de Satán que la tradición nos ha hecho conocer: eran auténticas expertas en el mundo vegetal que ponían su conocimiento a disposición del pueblo. A los médicos podían recurrir solamente los ricos; para los pobres estaban ellas con sus potingues misteriosos, que a menudo curaban o, por lo menos, cultivaban sueños de esperanza en los que sufrían. En 1540 el Parlamento inglés puso el monopolio de la terapéutica en manos de los cirujanos, declarando fuera de la ley a todos los curanderos profanos; los pobres se quedaron así totalmente desprovistos de asistencia médica. También los herboristas fueron atacados y se les acusaba de curar las enfermedades gracias a su alianza con Satán.
El término brujería se extendía a todas las personas que de una forma no ortodoxa se dedicaban al arte de curar. Entre las primeras víctimas de esta política represiva estuvieron las llamadas «brujas curanderas». En 1590 la escocesa Gilly Duncan fue acusada de brujería porque, literalmente, «había curado a todos aquellos que estaban turbados o afligidos por todo tipo de enfermedad». Además de estas personas acusadas injustamente, a menudo torturadas y quemadas vivas, muchos de los médicos oficiales seguían mezclando magia y medicina, no siempre con intenciones puras y desinteresadas. El doctor Dee, por ejemplo, médico personal de la reina Isabel I, era un famoso astrólogo y clarividente; sus intentos de comunicar con los muertos a través de prácticas de nigromancia (magia negra) eran muy conocidos pero, a pesar de ello, pudo seguir en paz sus aficiones. Está claro que no todas las brujas han sido «blancas» ni tampoco todos los médicos «negros», pero el hecho es que durante siglos se ha olvidado una de las más importantes enseñanzas hipocráticas: que la ciencia nunca debe pasar por alto lo que gracias a la sabiduría popular se ha comprobado. A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, el médico alemán Paracelso profesaba un profundo
respeto por los curanderos del pueblo porque consideraba que muchas de las artes terapéuticas habían sido conservadas por la gente humilde que las había heredado de los antiguos magos. «Antes de la medicina —escribió—, los doctores se llamaban magos. Muchas cosas han sido reveladas pero la mayoría se han perdido». En 1527, el mismo Paracelso quemó en Basilea los libros del saber oficial y no dudó en afirmar que todos sus conocimientos procedían de las brujas. Habían sido ellas las primeras en usar la digital para las enfermedades del corazón, y en aprender las dosis límite de las hierbas más peligrosas. Ellas habían empleado con conocimiento el estramonio como antiasmático y la belladona como antiespasmódico. Muchas veces, durante la elaboración de este libro, he echado en falta este tesoro de conocimiento que nunca ha podido llegar hasta nosotros y solamente con nuestra búsqueda individual y entrega absoluta podemos en parte recuperar, uniendo a la información académica una buena dosis de intuición y de comunión sutil con la naturaleza.
Las mujeres, por su innato poder de comunión con la Tierra, han sido las depositarias de este conocimiento, pero a ellas más que a nadie ha sido prohibido dedicarse abiertamente al arte de curar. Una ciencia que como la medicina. ha elegido para sus profe sionales el título exclusivo de «doctor» —del latín doctus, o sea, sabio—, ¿cómo podía permitir a las mujeres acercarse a sus leyes? La mujer sólo podía ser bruja, hechicera, comadrona, enfermera... inunca sabia! Los únicos escritos sobre medicina por obra de una mujer que nos han llegado intactos son los de Santa Hildegarda de Bingen, cuyo título de abadesa le sirvió de escudo contra todo tipo de sospecha. Muchas mujeres, conocedoras como ella de la naturaleza y sinceramente afectadas por el sufrimiento de su prójimo, no tuvieron igual destino, al no poderse avalar con la garantía de un traje monacal.
Este libro está dedicado a todas aquellas personas que se acercan al arte de curar no por amor al poder, sino por el poder del amor.
Un vistazo
a la situación actual
Estamos en el siglo XXI, pero la caza de brujas en realidad continúa y se intenta negar a la gente la libertad de elegir la forma de curarse y a las personas a las cuales confiar la propia salud. Basta pensar en todos los juicios que ha tenido que afrontar Maurice Mes-segué, uno de los herboristas más significativos de nuestro siglo; y, por cierto, no de parte de sus pacientes venían las acusaciones, sino de profesio-
nales envidiosos de sus aciertos. Actualmente, en España como en otros países europeos, los llamados «profesionales de la salud» pretenden reservarse la exclusiva sobre las medicinas naturales, fitoterapia incluida, y piden el cierre de los herbolarios, con el fin de que las hierbas se vendan únicamente en las farmacias. Solamente hace un año, en un programa televisivo italiano muy seguido («Elixir»), el presidente de los farmacéuticos de aquel país afirmaba que las plantas medicinales en estado natural no ejercen efecto alguno y seguía sonriendo entre sarcástico e irónico al decir que bueno, si alguien quiere tomarse una infusión porque cree que le hará dormir, allá él, pero en realidad no es la planta la que está funcionando, es su ingenua convicción.
Constatado el gran interés de la gente por las técnicas terapéuticas naturales, la industria farmacéutica parece de pronto haber cambiado de idea y apreciar enormemente las hierbas, queriéndose reservar la exclusiva de su venta y administración. Hizo algo parecido con la homeopatía, si bien la mayoría de los farmacéuticos están vendiendo algo completamente contrario a su formación académica. Pero, con todo el dinero que mueve la homeopatía, bien pueden afirmar por una vez que «la no materia no sólo existe, sino que cura».
Hay algunos puntos sobre los cuales tenemos que reflexionar. ¿Qué pasará, por ejemplo, con la calidad de los productos? Trabajo desde hace muchos años con plantas, y la primera cosa que puedo afirmar es la gran diferencia entre las plantas procedentes de la agricultura biológica y las que comúnmente ofrece el mercado. Es como tener delante dos seres: uno vivo y uno muerto. Es por este motivo que a lo largo del libro hago hincapié en la necesidad de trabajar siempre que sea posible con plantas que se han recogido, secado y almacenado personalmente. En Italia, Alemania y Suiza las plantas medicinales que se comercializan provienen casi exclusivamente de cultivos biológicos y biodinámicos; en España todavía es necesario concienciar más a los herboristas con el fin de que exijan a los suministradores productos de la más alta calidad. Estoy plenamente de acuerdo con exigir seriedad y preparación adecuada a herboristas y naturópatas en general; los charlatanes hacen tanto daño a los serios estudiantes de la naturaleza como a la medicina en general, sea alternativa u oficial. Pero las plantas medicinales deben quedar en manos de personas que protejan su procedencia y estén motivadas por una conciencia ecológica y, en cierto sentido, espiritual, si por esta palabra entendemos el saber descubrir el espíritu que se es-
conde detrás de las apariencias. Si este negocio pasara por las manos de una industria química como la farmacéutica, que no ha demostrado ciertamente en su historia reciente gran sensibilidad hacia la naturaleza y el ambiente, nos podremos olvidar de encontrar plantas que conserven la fuerza necesaria para curar.
Hay magia en las plantas. No es efectivamente científico afirmarlo, pero es una sensación muy clara para todos aquellos que nos acercamos a su mundo directamente, en plena naturaleza. Es una magia que hay que conquistar poco a poco. La naturaleza no habla en seguida a quien se acerca a ella, pero cuando toma confianza, lentamente, se revela, te hace encontrar la planta apropiada en el momento justo, hace que un ungüento resulte milagroso y nos asombre, que podamos sentir cómo sus espíritus rondan por la cocina mientras preparamos un bálsamo. Se habla con curiosidad, pero con demasiada ligereza, de los espíritus escondidos en la naturaleza; es un hecho que solamente se puede constatar con el amor y la entrega a sus leyes. Es por la necesidad de este amor, base del arte de curar, que siempre han existido y siempre existirán las brujas, o mejor dicho, las hadas, para hacer que este espíritu siga vivo y siga curando.
El hombre cree que su interés personal es un motivo suficiente para convertirlo en el dueño de todo lo que le rodea, pero, como bellamente expresa Messegué, «la naturaleza es orgullosa, no se deja domar, doblegar, domesticar como erróneamente hemos supuesto».
En un pequeño pueblo casi abandonado situado en el Apenino toscano (Bratto), hace muchos años encontré una piedra situada sobre la puerta de entrada de una casa antigua. Esculpido en ella había un hombre corriendo y detrás de él un cocodrilo (o algo similar) con la boca abierta. Debajo de la figura, un escrito: «La naturaleza mata al hombre y el hombre no puede hacer nada».

índice

introducción
Un poco de historia: entre magia y medicina 11
Fitoterapia: la situación actual 12
Capítulo 1: el botiquín 15
Las materias primas 16
(Aceites, alcoholes, cera de abeja, jalea real, propoleo)
Los aceites esenciales 22
(generalidades y propiedades)
Plantas medicinales 25
Las familias 27
La teoría de las signaturas 28
Plantas medicinales y modas 30
La recolección 31
El secado 34
Los principios activos 35
Las preparaciones 40
(Tisana, tintura, alcoholaturos, oleomacerados, zumos, polvos, compresa, cataplasma, emplastes, baños, maniluvios y pediluvios, baños de asiento, irrigaciones vaginales, vahos, gárgaras, extractos)
Las plantas del Botiquín una por una 48
Capítulo 2: la alquimia 147
El arte de confeccionar los medicamentos 148
Volviendo a una farmacia natural 149
Las mezclas 151
Las preparaciones compuestas 153
(Vinos medicinales, jarabes, ungüentos, licores, elixires)
El momento justo a la luz de la astrología 156
Aplicación de las preparaciones a los distintos trastornos 160
Afecciones respiratorias 160
Afecciones digestivas 164
Afecciones nerviosas 170
Afecciones circulatorias y del corazón 174
Afecciones hepáticas 178
Afecciones del aparato reproductor 179
Afecciones y trastornos urinarios 184
Enfermedades infecciosas. Fiebre 188
Dolores reumáticos y musculares 191
Afecciones de la piel 194
Contusiones y heridas 196
Quemaduras 198
Celulitis 199
Afecciones oculares 199
Las hierbas en la cocina 200
(Vinagres y aceites aromatizados, sopas, salsas,
otros platos, entrantes, platos varios, postres, licores y vinos a base de plantas)
Capítulo 3: ecología y belleza 229
Hacia una cosmética consciente 230
¿Cosméticos químicos o naturales? 232
Cosméticos y alergias 235
La piel y su estructura 236
La piel, espejo de nuestra salud 237
Cuidados de la piel 240
Fruta y belleza 241
Ampliando el botiquín 242
El rostro 246
(Vahos, mascarillas, tónicos, leches limpiadoras, jabones)
Cómo retrasar el envejecimiento cutáneo 254
Una bonita sonrisa 259
(Los labios, los dientes, los dentífricos, el cuello)
El pelo 266
Champú, reflejos naturales, estimular el crecimiento 267
Problemas específicos: caída, cabello débil y frágil, dobles puntas, caspa) 273
El cuerpo 278
(Momento mágico: el baño, jabones, sales de baño, vinagres aromáticos, aceites corporales, aguas florales y perfumes naturales)
Capítulo 4: cuidemos la tierra 287
Los microbios y el ecosistema natural 287
Los productos de limpieza
y sus peligros para la salud 288
Ecología y limpieza 289
Cómo realizar un lavado ecológico 291
Limpieza en la cocina 293
Limpieza en el baño 295
Perfumes y ambientadores naturales 296
El incienso 297
Popurri 297
Las barrenderas del aire 299
Glosario de las propiedades
de las plantas medicinales 300
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