El Tao de la energía
Referencia: 9788499884967
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Qigong para todos
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Un libro práctico, conciso y didáctico sobre las prácticas chinas de salud.
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Claves dietéticas, de salud y técnicas sexuales de la China clásica.
De lectura amena, El Tao de la energía es ideal para iniciarse en el ámbito de las ciencias chinas de la salud.
J.M.Romero (Barcelona, 1956) ha dedicado una parte substancial de su vida a las culturas de la India y el Extremo Oriente. Ha viajado extensamente por el mundo; ha residido en Pondicherry, Vientiane, Chiang Mai, Shanghai y ha publicado numerosos libros y artículos. Adquirió su primer Tao Te Ching a los dieciséis años.
Ilustraciones de Raúl Grabau Maestro
- Páginas: 208
- Tamaño: 14 x 22
Sumario
Introducción 9
1. Filosofía básica 11
Percibir, aceptar, actuar 13
Tú eres el centro 15
Maestros 16
Tres principios básicos 18
2. Lo blando vence a lo duro.
Qigong. Ocho piezas de brocado 21
O. Postura inicial 27
1. Empuja el cielo 30
2. Tensa el arco (para disparar la flecha) 33
3. Separa cielo y tierra 37
4. El búho sabio mira hacia atrás 41
5. Balancea la cabeza, mueve la cola 44
6. Agarra los pies, toca el cielo 48
7. Golpea con mirada feroz 51
8. ¡Talones arriba! 54
3. Conciencia de la energía. El qi 59
Primer gesto del embrión 63
Abraza el árbol 66
Respiración 72
Equilibrio 80
Sexo 85
Meditación 93
Integración 97
4. Ciencias y artes de la energía 103
Medicina china 105
Masaje 118
Qigong 121
Taichi 128
Aikido 138
Fengshui 141
5. Notas de alimentación 149
¿Realmente quieres cambiar? 151
Percibir, aceptar, actuar 153
Cuatro hábitos saludables esenciales 154
Percibir los alimentos 163
Alimentos Yin-Yang 172
El arte de combinar 177
El ayuno 187 Agradecimientos 197
Bibliografía 201
Introducción
Este es un libro práctico. El taoísmo es una filosofía marcada por un sentido radicalmente práctico, aunque a menudo, desde la distancia, no se perciba así. La medicina tradicional china, ámbito que incluye el qigong y la dietética, se desarrolla en el marco del pensamiento taoísta y es, huelga decirlo, estrictamente práctica.
Siempre me sentí atraído por la filosofía oriental, y por el taoísmo en particular. A mi entender, sus textos formulan con singular brillantez un ideario similar al que encontramos en Thoreau, Krishnamurti o el Dalai Lama, y también en ciertas escuelas de la Grecia clásica y comunidades de indios americanos, entre muchos otros. Dicho ideario, naturalista en el mejor sentido de la palabra, arraiga en un sentido común profundo. Remarco: profundo. Por eso es absolutamente transversal, y siempre actual.
El libro se inicia con unos breves apuntes filosóficos, particularmente dirigidos a la práctica subsiguiente. Dicha práctica se divide en dos secciones. En la primera se trata con una de las series tradicionales de qigong. En la segunda se ven algunos ejercicios enfocados al manejo de
la energía, concepto no siempre bien comprendido en Occidente. El conjunto es apto y beneficioso para todos los públicos, sin excepción.
El capítulo "Ciencias y artes de la energía" es con-textual. Reúne información básica sobre algunas de las disciplinas, prestando especial atención a la medicina tradicional china, con el ánimo de facilitar la comprensión del concepto general y sacar un mejor rendimiento de la práctica de los ejercicios, y un mejor provecho para la vida diaria.
El libro concluye con un capítulo de consejos dietéticos, fundamentados en los mismos patrones.
Durante más de treinta años viajé intensamente por el mundo, atendiendo a sus mecánicas, a través del cristal de este ideario taoísta y transversal. En estos últimos tiempos, ya afincado en el Extremo Oriente, he tenido el privilegio de poder beneficiarme de su expresión más práctica a través del qigong, el taichi, el masaje, la exploración dietética y el estudio teórico.
Este libro es el resultado de esta larga exploración. Deliberadamente, he evitado la erudición y la terminología exótico-tecnicista. La sabiduría, proclaman los clásicos taoístas, no depende de la altisonancia de las palabras. Antes al contrario. Lo más profundo se explica mejor con palabras sencillas, o con el silencio.
1. Filosofía básica
Percibir, aceptar, actuar
Percibir
El Dalai Lama explica que la sabiduría consiste en percibir las relaciones profundas entre las cosas. No se refiere a algo especulativo, alejado o esotérico, sino a lo más cercano y práctico: lo que estás viendo y sintiendo en este momento. Cuanto más amplia y profunda sea esa percepción, mejor. Cuanto más cerca esté de la raíz, mejor:
«Dominar las ramas no es suficiente, es mejor dominar la raíz.
Dominando la raíz,
dominas las ramas».
Tratado sobre sentarse olvidando*
Percibir implica estar atento, ser consciente. La percepción adecuada se fundamenta en la experiencia directa, y no en palabras engañosas o valores llegados del exterior. En este sentido, vivir pegado a una pantalla resulta nefasto.
Aceptar
Es lo más dificil, por dos motivos: uno externo y otro
interno. El primero, la presión social. La mayoría de personas prefiere adaptarse a los postulados oficiales de su grupo particular, para no ser considerada extravagante o sufrir aislamiento, aunque perciba que tales postulados sean incoherentes con la realidad y, en la vida cotidiana, se vea frecuentemente obligada a mirar hacia otro lado o engañarse a sí misma.
El segundo es la pereza. Resulta más cómodo aceptar lo que ya llega bien masticado y presentado desde el exterior que asumir la responsabilidad de vivir despierto y atento a la realidad. Es pereza, aunque para justificarse se arguyan razones de cansancio o falta de tiempo.
Actuar
Si se tiene el coraje de aceptar la realidad, actuar no resulta difícil. En el taoísmo, se habla de wuwei. Aunque a menudo se traduce como «no-acción», dando lugar a equívocos, pues muchos lo confunden con gandulería, wuwei significa actuar espontáneamente, a partir de nuestra naturaleza profunda y fluyendo en armonía con lo que nos rodea.
«El gran camino es llano,
pero la gente vulgar gusta de los senderos escarpados.» Tao Te Ching*
Tú eres el centro
Tú eres el responsable de ti mismo, de tu salud física y mental. Ello te obliga, en primera instancia, a ser egoísta. A cultivar un egoísmo positivo. Tú eres el centro. Si consigues ser una persona feliz, fuerte y equilibrada, los que te rodean se beneficiarán ampliamente de ello. Si eres débil e infeliz, en cambio, necesitarás de la atención y sumisión de los demás, y lo que te den nunca te parecerá suficiente.
Por desgracia, las ideas de egoísmo y altruismo se ofrecen confusas en la moral tradicional. A menudo, personas dedicadas a cultivar sencillamente su naturaleza son tildadas de egoístas e insolidarias y, en cambio, personas ávidas de poder y riqueza son veneradas como inteligentes y generosas servidoras de la sociedad.
Ya era así en la antigua China. Conocida es la historia de cierto sabio taoísta que abandonó su reino para dedicarse a cultivar la tierra en un confín solitario, declarando que no se arrancaría ni un solo cabello del cuerpo para ayudar al Imperio. Y rematando:
«Los hombres de la antigüedad no se hubieran desprendido de un solo cabello para ayudar al Imperio, ni tampoco hubieran aceptado que el Imperio los mantuviera.
Nadie se privaba de un solo cabello, nadie intentaba ser útil al Imperio, y el Imperio estaba en orden». YANGZHU*
Maestros
La fuente fundamental de información de cada individuo es la propia percepción. Hechos vividos, emociones sentidas, mecánicas observadas, relaciones causales deducidas. Esta percepción debe ser radicalmente libre, no condicionada por marco doctrinal alguno.
A partir de aquí, lo natural es aprender de nuestros congéneres. No solo de grandes expertos, sino también de amigos y conocidos. Y de gente extraña, incluso de adversarios. Aunque sea lo que no hay que hacer. El propio discurrir de la vida proporciona continuas oportunidades de aprendizaje que resulta capital aprovechar.
En referencia a maestros formales, sería absurdo negar la utilidad de su función. A menudo, resultan claves para nuestro desarrollo personal. Tal es su importancia que
no conviene regatear esfuerzos a la hora de realizar la selección.
El buen maestro saca a la luz lo que ya tenemos dentro y nos anima a desarrollarlo facilitando las técnicas y formulaciones adecuadas. Esta es su habilidad. El buen maestro no impone su visión particular, ni nos abruma
con su erudición. El buen maestro es consciente de que su labor consiste solo en orientar, pues el desarrollo de cada individuo es algo estrictamente personal.
«Se afanaron al servicio de los demás, se acomodaron a lo que a los otros convenía olvidándose de su propio provecho.» ZHUANGZI*
Resulta altamente perjudicial, en cambio, transferir a un maestro la responsabilidad de la propia vida. Por desgracia, este es un error muy común. Algunas personas, fatigadas por el desconcierto, se echan en brazos de un gurú que se ofrece acogedor e iluminado.
El maestro que propone este tipo de relación, sin embargo, no hace sino perpetuar la situación de debilidad y dependencia del discípulo.
Tres principios básicos
Movimiento constante
En la concepción filosófica china, la conciencia del cambio permanente es fundamental. Nada es lo que fue hace un instante. Tú tampoco, aunque tiendas a mantener una idea estática de ti mismo.
Diversidad
Todos los elementos del universo son diferentes, además de mutantes. Toda circunstancia es irrepetible.
Interrelación
Todos los elementos del universo están interrelacionados, formando parte de una única dinámica global. Todos sus movimientos repercuten entre sí. Cualquier acción que realices, por mínima que sea, influye en el resto de las cosas y determina tu vida.
Por eso, resulta capital captar el instante:
«Cuando un ejército siente la fuerza del instante, incluso los apocados se vuelven valientes;
en caso contrario, incluso los valientes se vuelven apocados. No hay leyes fijas en el arte de la guerra.
Todo radica en captar el instante.»
LI QUAN*