Manual práctico de higienismo. Por Valdo Vaccaro. Ed. Obelisco, 2016

Manual práctico de higienismo

Referencia: 9788491111375
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La revolución vegetariana: comer bien para vivir mejor

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Un libro imprescindible para profundizar y actualizar nuestros conocimientos en torno a la nutrición, la salud y la ética desde el punto de vista de un experto higienista. Se trata de un texto simple y claro, sorprendente y único en contenido y estilo, capaz de influir en el lector y hacer que cambie radicalmente su forma de pensar y de vivir para optar por una nutrición sana, natural y ética.
El Manual práctico de higienismo es una obra adaptada como una segunda piel al organismo vegeta-frutivegano de todo ser humano. Los alimentos naturales de la dieta crudovegetariana nutren de manera perfecta la maquinaria humana con un combustible idóneo y necesario, libre de los efectos devastadores de los alimentos preparados, envasados y manipulados.

VALDO VACCARO

Nacido en Mattuglie, Croacia, es graduado en 1972 en Ciencias Económicas en la Universidad de Trieste y durante tres años se dedicó a la enseñanza y el periodismo. Tras militar unos años en la ANHS (Sociedad Norteamericana de Higiene Natural), en 2002 se graduó en Filosofía y Naturopatía. Actualmente, forma parte de la dirección técnica de la AVA (Asociación Vegetariana Animalista) en Roma, para la cual elabora sus trabajos ético-dietistas.

  • Formato: 15,5 x 23,5 cm
  • Páginas: 432
  • Traducción: Manuel Manzano

Índice

Prólogo  9

PRIMERA PARTE. Alimentación, salud y espiritualidad .17

1. Las trampas e ilusiones de la mítica dieta mediterránea . 19
2. El espejismo de la perfección vegana 23
3. En los antípodas de la salud 27
4. La inútil carrera hacia las vitaminas y los minerales . 31
5. Las motivaciones higienistas . 33
6. La sabiduría y los mecanismos de defensa del cuerpo . 41
7. El sistema inmunitario, la vitamina C y los anticuerpos . 45
8. Cuando falta la salud  51
9. El choque cultural con la parte más difícil y desconfiada . 54
10. El higienista que se convierte en un problema 57
11. Ortorexia: la obsesión por comer sano 59
12. De vez en cuando alguna verdad se escapa,
como la de las patatas fritas asesinas . 64
13. La mala educación alimentaria para desayunar . 66
14. Los dolores de hambre  . 70
15. El huevo que no mata a nadie . 73
16. Las calorías prioritarias en los momentos críticos 76
17. La emergencia estacional  . 78
18. Incluso shelton comía a veces alimentos cocinados y queso . 80
19. El peso cuantitativo y cualitativo . 82
20. ¿El valor de frutas y verduras en el mercado es pobre? . 83
21. El alimento cocinado y la cultura del caldo . 85
22. Convertirse en vegano es un objetivo para todos indistintamente . 87
23. La bondad de ánimo vale mucho más que la fe religiosa . 91
24. Una experiencia directa en el interior de un matadero elimina toda duda  . 94
25. El hombre perseguidor de todas las demás criaturas . 97
26. La brutalidad humana gana al peor demonio del planeta . 99
27. Los hábitos humanos extraños son muchos, pero el peor es el de querer chupar de las ubres de la vaca 102
28. El fastidio de los síntomas . 104
29. Más zanahorias y menos campos de maíz. La importancia de consumir . 106
30. La cría de renacuajos y ranas, conejos y avestruces 109
31. Recuperar y revivir a Pitágoras . 111
32. Los versos dorados de Pitágoras 114
33. Toda la verdad en una página . 118
34. Masse miedes, masse predes, masse cogos, masse pissighes 130
35. Terapias médicas y atenciones higienistas naturales 134
36. lsaías y el simple pan de cada día 136
37. La humildad de alinearse con lo que hace la gente común 139
38. La importancia de las maneras y los tonos . 141
39. ¿Niños veganos igual a padres irresponsables? . 144
40. La iglesia católica: una fuerte y eterna alergia a los animales 146
41. El concepto católico antropocéntrico de la vida 149
42. La nostalgia del opus dei por la inquisición 152
43. El buen sabor de la carne  . 156
44. No se puede coger una flor sin turbar a las estrellas 159
45. La sensación de asco y la capacidad de identificarse . 161
46. Bases científicas del veganismo 163
47. La voz del Creador  166

SEGUNDA PARTE. Hierro y minerales traza . 169

1. Elementos plásticos y minerales traza 171
2. El hierro y los suplementos 176
3. Hierro, sangre y anemia  178
4. Los diferentes grados de asimilación del hierro . 181
5. La mucosidad y los glóbulos blancos . 183
6. Compuestos férricos y compuestos ferrosos frente a la impecable dieta crudista vegetariana . 186
7. Recuperación del 95 por 100, el hierro que basta y sobra . 189
8. La máxima prioridad de las madres: alimentos superricos para sus hijos queridos  . 190
9. El bueno y atento reno ha aprendido a no depender de la sangre 192
10. El dilema femenino de la leche y de la osteoporosis 195
11. Los peligros de las pequeñas dosis 198
12. Los consumos de hierro, las sustancias incompatibles, los hierro-destructores  .201
13. Soluciones y compromisos para las emergencias de temporada 204
14. La multitud corre tras las proteínas 207
15. Alimentación de tránsito y alimentación celular 212
16. Comer 1000 calorías y consumir 1200 en la digestión 214
17. Más planificación y menos persecución de remedios milagrosos 217
18. No se combate la grasa, sino las causas de la grasa . 220
19. El autoequilibrio y la fibra fuerte del cuerpo . 222
20. La pareja estratégica de las vitaminas sintéticas y los suplementos 223
21. Cuando las palabras pierden su significado la gente pierdesu libertad  225
22. Las dificultades de asimilación del hierro 228
23. El mecanismo de la organización 231
24. La edad media y los filetes sangrantes . 232
25. Dónde está el hierro correcto 235
26. Nada de hierro en el abuso . 238
27. Falta de hierro y de salud en todas las deterioradas dietas de moda 241

TERCERA PARTE. La enzima  . 245

1. Las food-enzyme: un tabú fuera de Estados Unidos 247
2. ¿A quién molestan las food-enzyme? ¿Por qué sucede esto? 249
3. El valor indiscutible de la riqueza . 254
4. Nada personal contra quien está del otro lado 257
5. Las food-enzyme y la crisis del movimiento macrobiótico . 259
6. La perplejidad popular hacia el crudismo . 261

CUARTA PARTE. Carne y cadaverina . 265

1. Umberto Veronesi y su dieta personal contra el cáncer 267
2. Lista de razones contra la carne . 269
3. Lista de razones contra la leche y los productos lácteos . 272
4. El mensaje es que dios no ama a quien mata 274
5. El contrataque de la gran coalición 278
6. Doce reglas básicas para conservar y recuperar la salud . 284
7. Metafísica de los alimentos crudos 289

QUINTA PARTE. La escuela higienista americana . 295

1. Estar siempre en forma con la medicina integrativa . 297
2. Escuela americana de higienismo natural 300
3. Los ciclos metabólicos naturales del cuerpo . 304
4. R. T. Trall, el mayor y más original médico higienista . 306
5. Teoría tildeniana del desequilibrio metabólico o de la toxemia . 308
6. Salud, enfermedad y curación desde la perspectiva tildeniana . 310
7. El estrés, los miedos, la ignorancia y los malos hábitos de vida llevan a la enervación  . 312
8. De la enervación a la toxemia . 314
9. Los principios operativos del cuerpo . 316
10. El principio de los alimentos de alto contenido en agua 318
11. Cuando los alimentos te ensucian internamente 320
12. Cuando incluso el agua te ensucia los conductos . 322
13. El principio de la correcta combinación de los alimentos
contra los peligros de la putrefacción y de la fermentación 324
14. La lección del gallo: más que Viagra necesitan buenas gallinas . 328
15. Malas escuelas nutricionistas 330
16. La fruta en el centro de la nutrición humana 331
17. Desintoxicación y expulsión de viejos residuos . 336
18. El falso problema de las proteínas . 338
19. La gente está hipnotizada por la cultura nutricional carnófila . 340
20. Leche y productos lácteos igual a huesos vacíos y osteoporosis . 343
21. Respuestas higienistas a problemas básicos como el ejercicio físico, el aire, el sol, el té y el café, las bebidas gaseosas, el azúcar, el vino, la sal, las vitaminas sintéticas y los suplementos minerales, la hipoglucemia, la maternidad . 347
22. Un programa alimentario sensato y simple . 352
23. La curomanía según Shelton, es decir, la estupidez intrínseca del curar 357
24. Los vuelos pindáricos de la medicina . 360
25. Las vacunas, piedra angular de la medicina pasteuriana 362
26. Hipertensión y cáncer desde la perspectiva higienista de Shelton 364
27. Todas las enfermedades no son más que acumulaciones tóxicas 368
28. Más que el perro fiel, el mejor amigo del hombre es el microbio 371
29. Siete pasos hacia el cáncer, un camino triste y preciso . 374
30. Los principios básicos higienistas son universales y atemporales 376
31. Diez reglas específicas para prevenir el cáncer 380
32. Las leyes de la naturaleza eternas e inmutables 384
33. La persecución de la medicina un mensaje de solidaridad y de simpatía a todos los amigos médicos de ayer y de hoy sujetos a vejaciones  . 387
34. La mentalidad de curación y decepciones de las curas médicas . 389
35. No existe en el mundo un solo fármaco seguro e inocuo . 391
36. La naturaleza de la enfermedad 393
37. El mayor secreto de la salud es conservar la energía nerviosa . 395
38. Los beneficios mágicos de la luz del sol y de la gimnasia . 398
39. Para los naturalistas, los anatomistas y los antropólogos el hombre es frugívoro, no apto para las proteínas de la carne y de la leche 401
40. Los beneficios de volver a nuestra alimentación humana predestinada  . 403
41. El aspecto positivo de los pastos bovinos y ovinos de montaña 406
42. La correcta definición de alimento y los errores en la alimentación moderna  409
43. Azúcar en sangre, diabetes y estrés . 412
44. Los fenómenos de estrés y superestrés 415
45. Disfruta de cosas endulzadas y te ganarás la amarga hipoglucemia 417

Conclusión  . 419

Bibliografía  . 423

Prólogo

Las motivaciones del carácter tendencialmente vegano

Un libro puede nacer por muchas razones diferentes: el impulso de la imaginación, la inspiración, el deseo de comunicarse y de expresar los pensamientos y las experiencias, la necesidad de enfrentarse ideológicamente a los demás, o el deseo a menudo ilusorio y ambicioso de añadir una pieza o un toque personal a ese gran mosaico universal y eterno que es la ciencia.
El texto que aquí se presenta nace un poco por las razones ya mencionadas, pero especialmente por las solicitudes de aclaración de los pocos pero importantes lectores de mi primer trabajo, el doble título El higienismo como ciencia comportamental, en calidad de tesis de licenciatura en naturopatía, y Los cuadernos de Higea, una herramienta para la formación higienista.
Se trata, una vez más, al menos bajo las mejores intenciones del autor aquí presente, de una propuesta educativa, tan verdadera y transparente como sea posible y diseñada para arrojar más luz sobre los conceptos básicos de la correcta alimentación y la conciencia de la salud ideal, desde la perspectiva higienista vegana natural, que puede parecer parcial, pero que también se presenta en línea con las posturas independientes y objetivas de varias ciencias que van de la anatomía, a la biología y la antropología. Salud y nutrición deberían y podrían ser temas interesantes y agradables, claros y fáciles de entender, alejados del lenguaje excesivamente técnico y sofisticado. Pero, lamentablemente, las cosas no son así. En la actualidad, la alimentación pertenece al reino de los contrastes culturales, de los conflictos de intereses, los gustos perversos y las opiniones extrañas, pero los malos hábitos son difíciles de eliminar, así como las dudas terribles, las soluciones milagrosas y especialmente los dogmas intocables de la medicina, la pediatría y el nutricionismo oficial. No olvidemos entonces que la alimentación sigue siendo la presa favorita, y la rehén defendida hasta el final en muchas trincheras y líneas Maginot por una vasta red de filosofías alimentarias atadas de
pies y manos a intereses económicos específicos, en absoluto dispuestos a renunciar a sus importantes beneficios.
No queremos añadir más lastre a la cantidad inútil de material escrito ya existente. Nuestra intención y nuestra ambición es más bien profundizar en los conceptos, posiblemente para simplificarlos y hacerlos más claros y comprensibles, aportar material cognitivo y herramientas culturales innovadoras, adaptadas para penetrar en las profundidades de ese territorio de contrastes que es la nutrición y la conciencia de la salud.
Dios nos libre de la presunción, uno de los peores males del mundo.
Sin embargo, tenemos la ventaja de poder contar con la asistencia y la inspiración de un capital cultural que viene de muy lejos y que nadie puede dañar fácilmente. Un formidable nexo ideal nos une con la parte más transparente, más clara, más selectiva y más genial de la humanidad durante un período histórico de más de 3000 años, que incluye a maestros irrepetibles como Pitágoras y Leonardo Da Vinci, a la cabeza de una estela de tantos otros superintelectos respetados y venerados por la propia medicina, como Hipócrates y Galeno. Por no hablar de la avalancha de personas anónimas y humildes como nosotros mismos, que a lo largo de la historia han tratado de hacerlo lo mejor posible y han dado buen ejemplo, manteniéndose alejadas de los alimentos llenos de sangre y violencia, optando siempre por los productos ecológicos cruelty free.
En este sentido, nos sentimos ultraconservadores, en dura lucha contra la modernidad y la supertecnología, contra el triunfalismo seudocientífico actual, que pretenden dominar la escena a lo largo y a lo ancho del orbe. Hablar de manera desenvuelta de células madre, clonación, implantes y donaciones, trasplantes e intervenciones quirúrgicas al borde de la ciencia-ficción, y también de la vivisección, como hace la medicina actual, despierta en nosotros las peores sospechas.
De hecho, se está repitiendo la historia de Pasteur y los primeros microscopios. El homo medicus demuestra ser, al menos en estas circunstancias, el habitual soberbio que se ilusiona porque comprende las cosas gracias a las herramientas más sofisticadas a su disposición, y porque cree que puede hacer lo que quiera sólo porque es capaz de observar nuevos detalles.
No hay en nosotros un deseo perverso de hablar mal de los médicos, ni tampoco albergamos prejuicios.
Sabemos que en el campo de la medicina hay un gran grupo de científicos serios, profesionales admirables e incluso héroes. Pero también sabemos que las ideas y posiciones y métodos a menudo adoptados parecen descalificar injustamente la categoría entera. El objeto de nuestra crítica es precisamente esta parte podrida de la medicina. Digamos que una pizca de humildad y prudencia, y un poco menos de dogmatismo, beneficiarían mucho a la causa de la medicina en general.
La realidad es que, sólo en Italia, 35.000 personas llegan cada año al cementerio prematuramente, muchos de ellos a una edad muy temprana, debido a intervenciones médicas agresivas e invasoras, debido a vacunas cada vez más arriesgadas y perjudiciales, debido al exceso de operaciones y a las anestesias que con demasiada frecuencia terminan mal, debido a los fármacos y venenos recetados sin mucha vacilación, poco importa si te eliminan un síntoma pero te provocan dos o tres peores que el primero, eufemísticamente llamados efectos secundarios.
Estas cifras no son invenciones de las malas lenguas, sino datos transmitidos por fuentes médicas oficiales, a pesar de sí mismas. Está claro que el problema no es sólo de Italia. Pero Italia casi abre el camino. Es aquí donde nació la primera facultad de medicina del planeta Tierra, con Bolonia y Padua a la cabeza. Éste es el país de los médicos. Y también es el país de la impunidad legal, social y cultural de los médicos. Así que tendremos que redoblar nuestra cautela y nuestra autocensura.
Por otra parte, también hay que decir que para los médicos no es justo que citemos sólo los datos de la negligencia médica, y tal vez dejemos de mencionar los millones de acciones válidas y decisivas en favor de las personas enfermas o heridas realizadas por la misma clase médica.
Por tanto, creemos que nuestros lectores siempre deben consultar a su médico si tienen un problema físico o situaciones de emergencia que resolver. Él es, en todo caso, la única persona autorizada para emitir opiniones vinculantes, recetar medicamentos y asumir la responsabilidad.
En cierto modo, el médico también está atado a las normas internas de su orden, y también a las características psicológicas del paciente, para hacer cualquier cosa concreta, para intervenir, para prescribir siempre algún medicamento, dado que su inacción y su subestimación de los síntomas, poco importa si ligeros e inocuos, podrían tener consecuencias. Una receta inexacta o errónea puede caer en la categoría
de posibilidad normal o aceptable, mientras que una prescripción no emitida puede ser impugnada por el paciente como una cura no realizada.
En la práctica debemos permanecer estrictamente alejados de los problemas relacionados con las enfermedades y las curaciones, campos de minas de exclusiva pertenencia a los profesionales de la salud, si bien pueden existir espacios de trabajo en el campo de la prevención y en el de la alimentación para los que tienen, como en nuestro caso, el grado de naturopatía o de filosofía de la salud natural. Quien no reúna estas condiciones se convierte en un irregular a todos los niveles y se coloca en el nada envidiable sector de la charlatanería y la práctica ilegal.
El no médico no puede inmiscuirse en el terreno médico sin correr riesgos, mientras que el médico puede y debe ser capaz de dar su opinión autorizada sobre cualquier cosa, cualquier alimento, dieta o problema nutricional. Y aquí parece que se exagera. Debido a que la relación no siempre transparente entre la medicina y las principales industrias de medicamentos, suplementos, carne y leche es demasiado evidente y está ampliamente probada.
Si observamos el panorama al detalle, nos daremos cuenta de que vivimos en un sistema productivo, en una sociedad, que hacen lo posible y lo imposible para que nos enferme el cuerpo, la mente y el espíritu.
Vivimos en un mundo dominado por enormes intereses económicos. Un mundo en el que grupos bien identificados de personas, fabricantes y sociedades comerciales pretenden liderar la transformación del planeta Tierra, pero no en una región privilegiada del universo en la que cada ser vivo tenga la oportunidad de vivir y desarrollarse libremente, sino en un territorio dominado por la injusticia y la violencia del hombre contra el hombre, del hombre contra el niño (véanse las vacunas impuestas a los niños), y del hombre contra el pobre animal, en una extensión sin límites de establos-prisiones y mataderos, de destripamientos y decapitaciones donde la sangre y la orina y los fluidos corporales de los animales muertos contaminan los suelos e impregnan las paredes, que fluye en arroyos a lo largo de los canales adyacentes, contaminando la tierra y los acuíferos, donde el sufrimiento y el terror de estos seres sacrificados llena el aire y la atmósfera de la Tierra y descalifican o maldicen a todo el género humano. ¿Es una exageración catastrofista?
De ningún modo. Ya estamos en esta situación desesperada. Pero en lugar de tratar de huir, se multiplican increíblemente las prisiones y las malditas celdas de decapitación, de acuerdo con los planes previstos para duplicar y triplicar el consumo de carne en todo el mundo. Hay que reconocerlo, decirlo y gritarlo. Las personas no están informadas. No lo saben o fingen no saberlo.
Y así, todos los días a primera hora de la madrugada, se repite en el mundo el mismo ritual asombroso, con colas kilométricas de vacas, terneros, cerdos, ovejas, gansos, conejos, avestruces, gallinas, incluso ranas, a los que se les impone la peor experiencia, que es la de avanzar con tristeza y desgana hacia la puerta principal de su propia eliminación personal.
Colas de pobres animales enmudecidos, temblorosos, aterrados hasta la muerte ya mucho antes de ser sacrificados, decapitados y eviscerados, casi siempre desconociendo el verdadero y terrible destino que les espera. El sol de la mañana lleva calor y vida a los pueblos del mundo, y es fuente de esperanza en un nuevo día en que tal vez se dé por fin algo bueno, ya que la esperanza es lo último que se pierde. Pero para ellos significa sólo la destrucción y el martirio, la conclusión dolorosa de una vida dura.
Millones de seres vivos, despertados con rudeza y arrebatados de su precario y penoso lecho, extraídos repentinamente de sus sueños, son condenados a un procedimiento inexplicable e impactante, a algo espeluznante que jamás sospecharían, obligados a dirigirse temblorosos a un implacable e incomprensible patíbulo, sin culpa alguna, sin que nadie los escuche y los defienda, presas de una banda planetaria de asesinos bípedos, directos e indirectos. Pobres animales grandes y pequeños, sin ayuda, ternura, caricias o consuelos. Nuestro querido planeta Tierra se ha transformado en un enorme campo de sangre, en una zona de gritos desesperados y de ejecuciones sumarias, quizás ocultas por música ruidosa y por canciones de amor con rimas.
Y si uno piensa en dejar todo atrás y sumergirse en el hermoso mar azul, como si fuera un oasis alternativo no contaminado, que se olvide, ya que la pesca mundial se dirige hacia un récord de 200 millones de toneladas al año, lo que significa que el agua en la que buscamos la alegría y la purificación es, de hecho, el escenario de una violencia inenarrable.
¿Acaso los peces vienen a pediros la tierra y sus frutos? Dejad las redes y seguidme, os haré pescadores de almas. Estas palabras, procedentes de los rollos del mar Muerto descubiertos en 1947, no vienen de un hombre común, sino que llevan la firma de Jesús. Deben servir como una advertencia para el animal terrestre llamado hombre, ser degenerado que continúa centrándose en la violencia y la vejación para satisfacer sus exigencias alimentarias artificiales y engañosas, incumpliendo de un modo imperdonable el principal mandamiento, no matarás, y traicionando a un tiempo las necesidades reales de su propio tracto gastrointestinal. Los peores males de la humanidad, la violencia hacia los demás y hacia el más débil, la degeneración física, psicológica y moral del individuo y de la sociedad en general, se inician precisamente en este exacto punto crítico.
Y es entonces cuando la actitud polémica, el contraste, el conflicto, toman cuerpo e inevitablemente encuentran justificación en cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, de sentimiento, de amor por la vida y por la verdad.
Realmente hay que hacer algo. Y éste es el sentido que prevalece en el presente escrito.
Además, incluso el papa Ratzinger, Benedicto XVI, en su último viaje a Colonia (en agosto de 2005), dijo siete palabras importantísimas: Dios no ama a los que matan. Es una frase que ilumina y desafía, que debería hacer reflexionar a todos, católicos y no católicos, religiosos y laicos, y que recordaremos a menudo en los capítulos siguientes.
No basta decir las cosas correctas y las cosas buenas sólo de vez en cuando para que eso afecte a nuestros lectores. Ni siquiera es suficiente para los que admiran estas palabras sacrosantas y aplauden y ensalzan a quien las pronuncia. También debemos tratar de ser coherentes. En este mundo, demasiadas personas van a la iglesia, a la mezquita, a la sinagoga, al templo, se arrodillan, se inclinan, rezan y luego, cuando es el momento clave de ponerse realmente a trabajar y demostrar su religiosidad y su benevolencia, lo olvidan todo. Van al restaurante, o al supermercado, y en lugar de obedecer al corazón y a la cabeza, siguen las señales de hambre que llegan de un estómago las más de las veces corrompido por hábitos destructivos y malsanos.
No se dan cuenta, o fingen no hacerlo, de que al pedir algunos platos o al comprar un determinado producto se convierten en corresponsa-
bles de la maquinación apocalíptica e infame contra la amplia categoría de seres vivos débiles y maltratados que son los animales de la tierra y del agua.
Así que, seamos sinceros, el mundo siempre tiene necesidad de palabras claras seguidas de hechos coherentes.
Es necesario señalar y enseñar el camino correcto, especialmente con el buen ejemplo. La sensibilidad y el gusto por la belleza y el bien no siempre son valores intrínsecos del hombre. Por tanto, una educación adecuada es básica.
Personalmente, una fruta hermosa, perfumada y colorida me provoca siempre alegría y buen humor, mientras que mirar o tocar el cadáver de cualquier ser vivo me produce rechazo. Por no hablar de entrar en contacto íntimo, como morderlo y masticarlo y luego enviarlo a mis órganos digestivos como un extraño invitado.
Hay que admitir que, si uno lo hace, puede que sea sólo porque se le da bien no pensar en ello, o porque ya ha insensibilizado su capacidad selectiva y se ha embrutecido hasta renunciar a su auténtica personalidad de ser sensible y consciente, y hasta identificarse de alguna manera con las fieras, con el chacal, el cuervo y la hiena.
Primera parte
ALIMENTACIÓN, SALUD Y ESPIRITUALIDAD
1. Las trampas e ilusiones de la mítica dieta mediterránea
Es evidente que, para Italia y los países que se encuentran en las orillas del Adriático y del Jónico, del Tirreno y del mar de Cerdeña, la dieta mediterránea es la mejor del mundo.
Después de todo, es precisamente en esta vasta región marítima que comprende Grecia, Turquía, Oriente Medio, Egipto, África del Norte, España, Francia e Italia donde nació y se desarrolló la civilización occidental.
Esto, por supuesto, sin querer menoscabar el centro y norte de Europa y el resto del mundo.
A lo largo de las costas de los mares templados siempre ha existido predilección por las aceitunas y el aceite de oliva, las uvas y las pasas, los higos y los higos secos, los dátiles, los cereales, las frutas y las hortalizas en general, la salvia, el romero, la albahaca, el orégano, la mejorana, la menta y otras plantas aromáticas. Y hasta nuestros días prevalece el interés en los tomates, los pimientos, los champiñones, la pummarola napolitana, la pizza y la pasta con salsa de tomate. Nunca ha faltado, lo reconocemos, una cierta actividad pesquera a lo largo de la costa, y la explotación del ganado ovino y vacuno en los Apeninos y en las zonas alpinas para la elaboración de lácteos, que superan bien los largos meses de invierno, pero siempre mediante modalidades artesanales y sin exagerar demasiado. Pero es evidente que en las últimas décadas Italia ha ido degenerando, transformando sus artesanías en industrias modernas, siempre en busca de mayor producción y beneficios. Más uva sí, pero sobre todo más vino, más leche y más carne, más redes atuneras tiñendo el agua de sangre, más mortadela y salami, más escopetas disparando por el campo en su búsqueda frenética del último faisán y la última liebre.
El 5 de septiembre de 2005, y éste es sólo uno de los muchos ejemplos recurrentes, el presentador de un programa de la televisión italiana se quejó de la confusión y la incertidumbre que tenemos frente a la comida, y quiso aportar algo de luz al asunto.
El médico nutricionista de la Universidad de Padua llamado para colaborar en el programa, y para arrojar luz sobre quién tiene razón y
quién está equivocado, defendió a capa y espada la dieta mediterránea, basada en la pasta y en la pizza, es decir, en los hidratos de carbono de lenta combustión que aportan azúcares y energía de manera óptima, y criticó la propagación de las dietas americanas que fomentan la obesidad aportando más carne y menos hidratos de carbono. Todas opiniones compartidas, porque las dietas superproteínicas americanas de Atkins a base de bistecs para el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena hicieron que engordara mucha gente, sí, pero también hicieron que mucha gente muriera a causa de diversas formas de cáncer. Es bien conocido que la carne no alimenta, sino que estimula; no aporta energía al cuerpo, sino que la consume debido al enorme gasto de energía derivado de su difícil digestibilidad y asimilación, y por su larga permanencia en las zonas bajas del intestino. Más carne significa más veneno y más estímulo, y no más alimento auténtico. Este discurso se refiere en particular al sistema digestivo humano, diseñado por el Creador no para alimentarse de la carne de otros seres, sino de la enorme variedad de frutos naturales de la tierra.
Obviamente, al final, incluso con la carne se puede perder peso, aunque la mayoría de las veces ocurra todo lo contrario, como lo demuestra la tendencia a la obesidad y al crecimiento desordenado con envejecimiento prematuro de multitud de niños de este mundo loco y procarnívoro.
Pero perder peso y envenenarse al mismo tiempo no es un objetivo interesante.
Una dieta alta en proteínas como la basada en la carne, el pescado, el queso y los productos lácteos tiende a crear el grave y devastador fenómeno de la acidificación de la sangre. El calcio es útil para reequilibrar la química interna; es decir, para llevar la sangre a un nivel aceptable en la escala ácido-alcalina. Pero el calcio ingerido de la leche y del queso no sirven para nada, ya que viene en forma inorgánica y por tanto no es fácilmente asimilable.
Nuestros mecanismos de reequilibrio automático interno (sistema inmunitario) están para atender la emergencia, reclamando inmediatamente reservas de buen calcio óseo orgánico interno. Y nuestros huesos obedecen, dando su propio calcio. Pero este hecho, continuado en el tiempo, causa finalmente osteoporosis en los huesos. Y, en el caso de esa
leche tan buena que contiene mucho y buen calcio, como anuncian y recomiendan el 99 por ciento de los pediatras del mundo, se da desde siempre y se dará durante años esa macroscópica burla de la gente ignorante que bebe leche para prevenir la osteoporosis, y que no consigue nada más que descalcificarse seriamente. El calcio interno bueno expulsa con dificultad, sobre todo mediante el proceso de evacuación intestinal, al mal calcio y a ese pegamento mortal de carpintero llamado caseína. Y todo esto con la costosa intervención del hipotálamo, el sistema linfático y las reservas enzimáticas y hormonales.
Convertirse en lactantes de por vida con la leche que les quitamos a las vacas evidentemente no es bueno. Pero sigue siendo un gran negocio en todo el mundo. Y por eso, cualquiera que se atreva a tocar ese tema es inmediatamente marcado como hereje. La leche y la carne son intocables, y son las verdaderas minas de oro de los tiempos modernos. Demasiados intereses giran en torno a este comercio indigno y farisaico.
Una clara evidencia de que la leche y los productos lácteos provocan osteoporosis es también apoyada por las estadísticas, que muestran que en diferentes comunidades humanas que no consumen productos lácteos, la osteoporosis es un fenómeno totalmente desconocido, y en aquéllas en las que se consume habitualmente, la osteoporosis alcanza los niveles más altos.
Volviendo a nuestro presentador de televisión de Padua, hay que decir que durante la primera parte del programa su actuación fue correcta.
Sólo que, hacia el final, su discurso reveló las habituales grietas y pseudocertezas ilusorias de los nutricionistas del establishment.
Magnificó la dieta mediterránea como la número uno, como una dieta consolidada y de máxima fiabilidad, gracias a la eficiencia de la pasta, el pan, la pizza, los cereales, gracias a la abundancia de pescado, queso y carnes diversas, gracias al extendido uso de las verduras y las frutas, y la presencia regular de la copa de vino en la mesa.
Sólo faltaba que incluyera también el aguardiente y el café, y tal vez algún cigarrillo para rematarlo. En este punto es imprescindible aclarar de una vez por todas que la dieta omnívora y que contiene gluten que acabamos de citar, que desde luego no se corresponde con la auténtica dieta mediterránea tradicional, no va a ninguna parte y ciertamente no nos lleva hacia un mejor nivel de salud.
Es cierto que está muy extendida y bien establecida, pero también es cierto que están muy extendidas y arraigadas las enfermedades graves que afectan a las personas que viven en el ámbito mediterráneo.
El que quiera entender que entienda.
Una parte considerable de los médicos y nutricionistas italianos incluso está dispuesta a reconocer la superioridad de la dieta vegetariana, pero no a recomendarla, con la excusa de que necesita demasiada atención y demasiada responsabilidad, y que por tanto es más conveniente y menos arriesgado para la seguridad recurrir a los alimentos animales, aunque con moderación. Sea su postura correcta o equivocada, el resultado es que la gente simplemente come de todo, come lo que le recomiendan por todas partes, y no se preocupa de actuar con moderación.
No es extraño que en las ciudades de la zona mediterránea haya más obesos y enfermos que en el norte de Europa y más allá del Atlántico.
2. El espejismo de la perfección vegana
No sorprende ni escandaliza que nadie en el mundo, ni siquiera el ve-gano más cuidadoso y fiel, se arriesgue a convertirse en frutariano cru-dista al cien por cien, como debería hacer por coherencia. O porque no siempre se encuentra la fruta necesaria, o porque es demasiado cara; o porque, hay que admitirlo francamente, consumir la fruta y los vegetales crudos disponibles en tu jardín o en el mercado difícilmente proporciona el promedio diario de calorías necesario para mantener el índice de masa corporal; o por culpa de la primavera templada, que a menudo tarda en llegar, mientras el frío y la humedad te mantienen bloqueado y rígido, mientras las fresas, las cerezas, las frambuesas, los melocotones, los albaricoques, los melones, las sandías tempranas luchan por aparecer con sus valiosas cargas vitales y frescas de jugo, y te dejan presa de las punzadas del hambre y la sed; o porque continúas siendo esclavo de los habituales carbohidratos del supermercado; o debido a los rigores excesivos del invierno, con temperaturas que te empujan a entrar en calor con alimentos grasos y alcohol.
A veces es el trabajo, las prisas, las diversas situaciones de emergencia las que te obligan a olvidarte de la coherencia alimentaria.
Otras veces, cuando no vives solo o como un ermitaño, es la persona que vive contigo, aunque convertida al vegetarianismo y con buenas intenciones, la que todavía alberga algunas preocupaciones y reservas hacia los alimentos crudos, y tiene como prioridad alimentar a los niños que están creciendo, por lo que la pasta y la pizza, el arroz, las patatas y los cereales integrales en versión claramente vegetariana encuentran su espacio en la cocina de casa, junto con un poco de queso al lado de las aceitunas y del pan casero.
Un poco de macrobiótica al menos durante el período frío también puede ser muy útil, siempre y cuando no se exagere.
A menudo digo que Dios nos libre de las madres y de las esposas; es decir, que nos libre de las cocineras, especialmente de las que conocen buenas recetas y saben cocinar bien.
Así que, finalmente, los que tendemos a ser veganos, como yo mismo, para consuelo de aquellos que no creen en las reglas drásticas, no
siempre podemos estar al nivel de perfección y consistencia que nos compete.
En cambio, podemos visitar los restaurantes de ensaladas o los bufés surtidos de manera conveniente, en donde podemos elegir y crear al instante nuestro menú favorito, o podemos comprar en los mercados de frutas o incluso en los supermercados, que se ven obligados, a veces de mala gana, a tener también un espacio dedicado a los productos hortofrutícolas frescos y perecederos.
Por suerte, mi principal trabajo de consultor técnico de ventas me lleva a viajar con bastante asiduidad a los países de la zona ecuatorial y subtropical de Asia, y aprovecho las diversas oportunidades que allí se presentan.
Para que conste, en cualquier ciudad de Asia, y en particular en los alrededores de Bangkok, se encuentran los mejores restaurantes de ensaladas.
Después de dos platos de sandía, dos de mango, uno de papaya y justo después del descanso de veinte minutos para que el agua azucarada se irradie dentro del cuerpo, se pasa a todo tipo de verduras y raíces, castañas de agua, col y rábanos, y, si se desea, a un fabuloso final compuesto por una dulce crema de calabaza.
En lugares como éste, el verdadero riesgo es mezclar demasiadas cosas en una sola comida. Es básico seleccionar sólo unas pocas y centrarse sólo en ellas, dejando las demás para comidas posteriores o para el día siguiente.
Pero incluso en el Pizza Hut de Taipei se encuentran melones y sandías en cantidad, magníficas verduras, brotes de alfalfa y de heno griego, brochetas vegetarianas y otros manjares sabrosos y sanos. Lo mismo sucede en muchos grandes hoteles de Kaohsiung, al sur del país.
Y esto es verdaderamente extraordinario, si pensamos que en las grandes ciudades de Taiwán, hasta hace pocos años, era casi imposible encontrar mostradores cargados de frutas y alimentos vegetarianos.
Tan pronto como las autoridades gubernamentales y los funcionarios de salud advirtieron que el cáncer y las enfermedades del corazón aumentaban más que nunca en la población taiwanesa por culpa de la mala calidad de la alimentación diaria de los últimos años, los chinos de Taiwán reaccionaron con prontitud, prueba de sabiduría excepcional e ingenio, y de máxima adaptabilidad al cambio.
Incluso la prensa local no dudó en publicar en 2001 los resultados de varios experimentos clave realizados en la Universidad de Cambridge sobre la alimentación correcta, donde el mínimo de 5 piezas de fruta al día es la única medicina posible para mantenerse sano o para recuperar la salud. Los periódicos locales, con el China News y el Taiwán Times a la cabeza, dieron una auténtica lección de seriedad e independencia a la prensa europea, atacando sistemáticamente y sin ningún temor los intereses de los fabricantes locales de hamburguesas y salchichas, alimentos en conserva y bebidas enlatadas.
Hay que añadir que en Taiwán no se encuentra ni el Vaticano ni la Meca, pero hay algo que vale mucho más, y que es el Venerable Ching Hai, cuyo mensaje de paz universal está iluminando y conquistando, paso a paso y sin ningún clamor, a todo el mundo, a través de decenas de jóvenes imbuidos de genuino entusiasmo. Su papel en esta revolución vegetariana que se está llevando a cabo en Taiwán no puede menospreciarse. En Italia, por el contrario, nadie ha oído hablar ni ha leído nunca nada acerca de los experimentos de Cambridge, demasiado incómodos y peligrosos para las poderosas e intocables industrias del jamón y el parmesano, para las instituciones regionales y los sindicatos y los partidos políticos y las cooperativas que hay detrás de ellos. Baste decir que al expresidente italiano de la Unión Europea, y exjefe del Gobierno de Roma, el influyente profesor boloñés Romano Prodi, se le llama comúnmente «Mortadela», que ya es decir algo. Lo cierto es que ni siquiera parece sentirse ofendido.
Es probable que las cosas no vayan de un modo muy diferente en Francia y en Alemania. El arte de mentir, de no decir, de ocultar las verdades inconvenientes, evidentemente, se cultiva muy bien en nuestro país.
Digamos que, en todas las capitales de Asia se puede estar en buena forma sin necesidad de integraciones y de compromisos, como paradójicamente sucede aquí en Italia, que debería ser la patria de la dieta ve-gana de tipo mediterráneo, cuando, en cambio, el queso, la mortadela, las salchichas, el jamón crudo y cocido, las chuletas y los filetes, el atún y la anguila, las ranas y los caracoles han convertido en abominable y vil el mundo alimentario del que una vez fuera el Bel Paese.
Mostramos un vergonzoso desprecio por las recomendaciones y advertencias de los grandes hombres que esta península hermosa y soleada
1)r,
ha dado a lo largo de los siglos, como Pitágoras, Leonardo, Einstein, Luigi Cornaro, por nombrar sólo algunos, todos rigurosamente vegetarianos y contrarios a la violencia criminal contra nuestros compañeros animales, ingenuos e inocentes, traicionados y maltratados constantemente por el desalmado e incivil bípedo llamado hombre.
3. En los antípodas de la salud
En los restaurantes y bufés de ensaladas bien organizados y con una amplia selección, se puede ser vegano sin problemas. De hecho, sería absurdo transgredir las propias características. Forzar el estómago con alimentos ricos en proteínas, alimentos cocidos, alimentos concentrados y no orgánicos, sabiendo que la digestión es el esfuerzo físico más pesado (la digestión de una comida de carne le cuesta al cuerpo más energía que la que se invierte en jugar un partido de fútbol o en correr una carrera o en recorrer un trayecto extenuante en bicicleta), es absurdo y lamentable, sobre todo cuando se tiene disponible fruta fresca y frutos secos y vegetales que contienen absolutamente todo lo necesario, sin excluir nada, con cero deficiencias a corto y a largo plazo, y sobre todo sin virus ni bacterias ni efectos secundarios.
La fruta nutre divinamente, gracias a sus alimentos completos y autodigeribles, y sacia mejor, gracias al agua biológica destilada de una forma natural por el árbol o planta de origen, que la mantiene libre de los iones de los metales duros e inservibles típicos de todas las aguas minerales. La fruta es la más noble y sublime creación. Significa salud con mayúsculas. Un milagro inalcanzable para los que, en cambio, viven con su tubo gastrointestinal constantemente bajo estrés químico, carga de residuos, presa de fermentaciones y putrefacciones sistemáticas.
Cuando nos atracamos de alimentos animales, intentamos tragarlos rápidamente con vino y cerveza, con Coca-Cola y café, o con los llamados licores digestivos, y el bolo alimenticio pasa rápidamente hacia abajo, pero en lugar de tomar el camino de las vellosidades intestinales, procede por el que conduce al baño, por lo que no se sacia el hambre y la sed de las células, y éstas se resienten.
En otras palabras, se atiborra y se sacia el apetito urgente del estómago, pero no se nutren las células. Ya no hay hambre a nivel de los órganos digestivos, pero sí a nivel celular, por lo que uno se siente cansado, agotado, anémico, abatido.
Es realmente la antítesis de la salud, el bienestar y la sabiduría. Los no-alimentos, así como mantener hambrientas y mal nutridas las célu-
las, o perder las propiedades de la fruta mezclándola mal, causan daños serios. De hecho, dejan residuos tóxicos y le roban espacio a la comida de verdad, a los dulces jugos de la fruta fresca y viva. Los no-alimentos, por decirlo así, ahuyentan al verdadero alimento elegido: un fenómeno inquietante. El ser inteligente por excelencia que tiene su propia comida elige el loco ciclo autovejatorio del bloqueo intestinal de 50 horas y renuncia al ciclo fácil y ligero del jugo vivo de azúcares, listo para entrar en la sangre y en las células en 24 minutos. La única condición que requiere la fruta es la de no tener encuentros desagradables y mezclas erradas en el estómago y en el intestino delgado. Los enemigos de nuestro cuerpo, por orden de peligrosidad y de no armonía química, son:
1. La carne (de cualquier animal de la tierra o del agua cuyos caminos, cuyo tiempo, cuyos residuos son incompatibles con el funcionamiento corporal óptimo y la salud).
2. La leche y los productos lácteos (los lácteos, además de la acidificación y la consecuente merma de buen calcio y de oseína de la médula, impiden incluso que las vellosidades intestinales asimilen los beneficios de la fruta madurada al sol).
3. Los alimentos cocidos y conservados (la mayoría de los alimentos basura, todos privados de enzimas).
4. Las bebidas y refrescos azucarados, bebidas alcohólicas y estimulantes.
El vegano que está en mí hace todo lo posible por ser preciso y coherente. Sabe con certeza que la perfección está en la única dieta humana por definición, la que respeta el diseño y la estructura del aparato digestivo humano. Sabe sin duda que éste es el modelo a seguir. Si a veces no lo consigue, entonces recurre al alimento no vegetariano menos perjudicial, y nunca a la brutal transgresión de la cadaverina y el alcohol. En realidad, nuestra dieta vegetariana y vegana no es una dieta en absoluto, y ni siquiera debe llamarse así, porque no tiene nada que ver con las muchas dietas que circulan por el mundo, que son fruto de la fantasía, de los intereses, de la demasiado frecuente credulidad humana, de la superficialidad difusa, sin ofender a los que están implicados.
El modelo higienista-vegetariano es un sistema filosófico-práctico rigurosamente anclado en las tradiciones milenarias de la conciencia de la salud, basado en las leyes naturales inmutables de la vida orgánica,
firmemente atado a los principios científicos de la fisiología, la anatomía y la biología.
La carne, todas la carnes en todas sus formas y derivaciones, que nos quede bien claro, es realmente la antítesis de la comida. Está en los antípodas de la serenidad y la paz interior con la propia conciencia, es el polo opuesto a la sonrisa, la lógica, la ley divina, la moralidad, la salud y la limpieza (no sólo contiene millones de microorganismos vivos y muertos, sino incluso cantidades importantes de sangre, hormonas, orina y ácido úrico).
En realidad la carne no hace daño, sino mucho daño. Al cuerpo, la mente y el alma.
El objetivo que debemos buscar siempre es el de la perfección, no el de la mediocridad, y aún menos el de la cobardía hacia el más débil. Poco importa si no lo alcanzamos plenamente. Lo fundamental es acercarse lo más posible.
Éste es el mensaje a los hombres y mujeres de buena voluntad. Los niños, en cambio, no necesitan ningún recomendación de tipo vega-na. Por naturaleza, acarician y estudian a los animales, sienten curiosidad por su comportamiento, sienten por estas criaturas una atracción mágica y mucha simpatía, demostrando dotes de sensibilidad y de la verdadera humanidad que los adultos han perdido por el camino hace demasiado tiempo. Porque, en realidad, al principio, en nuestro origen, todos somos veganos perfectos. Por desgracia, son los propios padres, las escuelas, los pediatras, los medios de comunicación corrompidos y comprados los que los desinforman inexorablemente acerca de sus opciones futuras, para imponerles gradualmente el menú sanguinolento, y los empujan a que se acostumbren al salami, la mortadela, el jamón, la carne de vacuno, a ponerles en la mesa de casa bebidas carbonatadas, a organizar sus fiestas infantiles a base de dulces industriales y caramelos y gomas de mascar, y sándwiches de carnes frías y quesos, bebidas de cola y limonadas, casi a que sean clientes regulares de los hospitales lo antes posible, a convertirlos en abonados a todo el tinglado sanitario que por desgracia ya sufren los adultos.
Y realmente es para preguntarse de qué sirve la escuela, si no se enseña desde temprana edad un mínimo de educación nutricional básica, si ni siquiera se aprovechan las meriendas escolares para dar una práctica
ejemplar de la selección adecuada de alimentos y bebidas. En cambio, los estudiantes jóvenes e inmaduros tienen libre acceso a grandes botellas de cola, naranjada y agua con gas. La cola es la preferida, y no hay nadie que amoneste o les explique a los incautos estudiantes que eligen mal, que esas bebidas contienen cafeína y azúcares refinados u otros edulcorantes perniciosos, y que el agua que se utiliza seguramente no es la mejor. Ningún maestro, ninguna madre lo hace. En todo, caso los adultos presentes se entregan al mismo pecado grave, además de dar un mal ejemplo. Es increíble, duele a la vista, pero es la regla y el espejo de cómo son las cosas en realidad.
Así es como se estropean los niños de hoy y de mañana, no dándoles la oportunidad única de aprender y corregirse a tiempo.
Si este argumento no es suficiente para convencer al lector de que la carne es muy mala para el cuerpo y el espíritu, sólo tengo que invitarle a visitar al menos una vez en su vida el exterior y el interior de cualquier matadero.
4. La inútil carrera hacia las vitaminas y los minerales
Buscar ansiosamente una vitamina específica o un mineral en particular no es lo mejor que se puede hacer, dada la tendencia de todos los micronutrientes a la simbiosis, a las alianzas o incluso a la repulsión recíproca. La mejor manera de proteger nuestro cuerpo de las deficiencias es enriquecer la dieta diaria con todas las semillas que sean posibles (incluyendo el sésamo y el lino), las raíces, las frutas y verduras disponibles en nuestro jardín o en el mercado, y evitar al máximo los alimentos cocidos y enlatados capaces de satisfacer nuestra fabulosa necesidad de calorías, pero también de despojar de nutrientes el interior de nuestros cuerpos.
Otro consejo importante para las personas que no viven en los trópicos es que hay que prestar atención a los cambios repentinos de temperatura.
Hay que estar sano y en forma en todos los meses y en todas las estaciones.
La comida cruda es una práctica excelente 365 días al año, a condición de que se encuentre la variedad apropiada de productos naturales.
Una buena estrategia es comprar cantidades adecuadas de semillas de alfalfa, plantarlas y hacer crecer en casa brotes frescos. Otra punto importante es incluir en nuestra dieta invernal nueces, avellanas, almendras, pistachos y consumir abundante fruta de temporada, como cítricos (naranjas, pomelos, mandarinas), caquis, castañas, granadas, peras, manzanas y uvas, y no hay que olvidar las patatas, los ñames, y los boniatos.
Cuando se da un descenso repentino de la temperatura, el cuerpo dispersa calorías y reclama una rápida recuperación de éstas. La tentación de recurrir a los alimentos concentrados es un grave error.
Si uno no consigue establecer una adecuada estrategia alimentaria durante las épocas de frío, a través de la aplicación de principios sólidos de higiene y de uso de alimentos naturales adecuados para todas las horas del día y de la noche, se encuentra de forma automática en reserva, con el piloto encendido y un deseo loco de apagarlo inmediatamente
con lo primero que se tenga entre manos. Para un vegetariano, puede ser una chocolatina o un trozo de queso o una copa de vino. Para un no-vegetariano que intenta serlo puede ser un huevo o incluso una recaída en el consumo de carne.
Tanto es así que en las épocas de frío hasta los animales se convierten en depredadores más agresivos hacia sus víctimas.
Pero en el caso del primate hombre, si hay disponibilidad de frutas y verduras, y si se preocupa de cubrir su cuerpo cuando lo necesita o de calentar el ambiente en el que vive, entonces no hay problemas.

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