Padres e hijos.
Referencia: 9788490567197
Herramientas para cuidar un vínculo fundamental
«El deseo de ser padres
responde a muchas cosas,
pero especialmente y
más que a ninguna otra,
responde a nuestro deseo
de dar amor».
Padres e hijos. Por Jorge Bucay y Demian Bucay. Ed. RBA
9788490567197
Nº de páginas: 256 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
El vínculo entre padres e hijos es para toda la vida. Y es intenso siempre, tanto para el amor como para los conflictos. Es esta relación familiar e íntima la que examinan Demián y Jorge Bucay, no solo como psicoterapeutas,sino como hijo (que también es padre) y como padre (que también es abuelo). Gracias a la sabiduría de la experiencia y a la sensibilidad única de sus autores, este libro lleno de buenos consejos y divertidas anécdotas es una luminosa guíapara adentrarse en el fascinante laberinto de las relaciones paternofiliales.
JORGE BUCAY
es psicoterapeuta y psicodramaturgo gestáltico. Nacido en Buenos Aires, se graduó en Medicina y se especializó en enfermedades mentales. Es autor de más de veinte libros de gran éxito internacional, entre los cuales destacan: Cartas para Claudia, Déjame que te cuente..., Cuenta conmigo, Cuentos para pensar, 20 pasos hacia adelante, Las 3 preguntas, De la autoestima al egoísmo, Rumbo a una vida mejor, editados en más de cincuenta países y traducidos a más de treinta idiomas. Muchas veces premiado, después de coordinar durante cinco años su proyecto Desarrollo Humano para Todos en la Universidad Juárez de Durango, México, está actualmente retirado del rol asistencial.
DEMIÁN BUCAY
es psiquiatra y psicoterapeuta. Además de trabajar en su consulta privada y prestar servicio de psicoterapia on-line a través de su sitio web, es coordinador del Servicio de Asistencia a la Comunidad de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires y colabora habitualmente con la revista Mente Sana. Es autor de Mirar de nuevo y del libro gráfico El secreto de la flor que volaba.
CONTENIDO
Prefacio 13
¿QUÉ ES SER PADRES? 17
- Esencial versus accesorio 17
- Padre se hace 22
- Una cuestión de decisión 29
AMOR INCONDICIONAL 33
- Lo mejor y lo peor 33
- ¿Por qué tener hijos? 35
- Un amor único 44
- Responsabilidad asimétrica 49
AMOR AMBIVALENTE 57
- Idealización y decepción 57
- Las marcas que nos dejan 62
- Desobedecer y aventurarse 71
- Lo mejor que pudieron 76
LA HERENCIA 79
- El «cono de luz» 79
- Ser hijo de... 83
- Ser hijo 88
- Ser o no ser (como ellos) 96
EDUCACIÓN 99
- La insuficiencia de los padres 99
- La tarea de educar 102
- El qué: contenido versus valores 105
- Las cinco clases de padres 108
- Las dos listas 121
- La actitud de los buenos padres 127
- ¿Qué hay de los jóvenes? 132
EL EJEMPLO (LOS PADRES COMO MODELO) 135
- Los tres métodos educativos 135
- El ejemplo como transmisión 136
- El efecto de nuestras creencias 141
- ¿Natura o nurtura? 144
- La imagen de los padres 147
- Predicar con el ejemplo 151
LA ENSEÑANZA (LOS PADRES COMO MAESTROS) 155
- La enseñanza está en todas partes 155
- La posibilidad de disentir 157
- La imposibilidad de obligar 158
- La estrategia PYC 164
LA MOTIVACIÓN (LOS PADRES COMO GUÍAS) 173
- ¿Por qué no hacen caso? 173
- La verdadera motivación 178
- Algunos rodeos 182
- Las consecuencias de sus actos 186
- Las dificultades de permitir el error 191
- Potenciar los beneficios 198 Asunto de riesgos 201
- Discípulos de lo bueno 203
DESEOS Y EXPECTATIVAS 205
- Lo que unos y otros quieren 205
- No sacrificarse 208
- El Síndrome de la Doble Frustración 210
- Expectativas e ideales 216
EL FINAL DEL TRABAJO 221
- El trabajo de padres se termina 221
- El nuevo escenario 224
- Hijos adultos 227
- Padres mayores 236
- Cambios en el vínculo 240
- Finalmente... 245
Epílogo 251
Índice de fuentes 253
PREFACIO
Escribir un libro a cuatro manos no es tarea fácil. Implica encontrar acuerdos cuando estos son posibles y, cuando no, mantener los desacuerdos con respeto y firmeza a la vez.
Implica también encontrar un modo de trabajo que permita el fluir de lo que se va produciendo entre uno y otro, que vaya y venga y que, en ese ir y venir, se transforme.
Mientras trabajábamos en el libro, descubrimos con agrado que la tarea que habíamos emprendido reproducía y recorría exactamente los mismos caminos que eran necesarios para construir un vínculo (cualquier vínculo) entre dos personas.
Solo es posible decir que se ha formado un vínculo cuando, como resultado del encuentro entre tú y yo, emerge algo nuevo, un nosotros diferente de mí y de ti.
Como terapeutas que somos, sabemos que cuando el vínculo es sano, la presencia de ese nosotros nunca hace desaparecer a las personas individuales. Al contrario, preserva y potencia que siga habiendo un yo y que siga habiendo un tú.
En cualquier vínculo sano pueden entonces reconocerse esas tres instancias: yo, tú y nosotros. Y lo mismo sucede con este libro.
Encontrarás por ello, aquí, tres tipos de textos. Algunos escritos por la mano de Demián, cuando, por ejemplo, comparte sus experiencias en el entorno de su familia y las anécdotas de sus vi‑
vencias con sus propios hijos, junto a las reflexiones que estas experiencias le generan. Otros, consensuados y escritos a cuatro manos (en realidad a dos bocas), fruto de conversaciones, acuerdos y desacuerdos entre los dos, reunidos para planear y compartir las ideas que este libro contiene. Unas pocas, al fin, escritas solo por mí, con mis limitados comentarios, con las opiniones que supongo que no tendrían el consenso de mi hijo, y con la diferente perspectiva que me brindan los treinta años de diferencia que tenemos (vivencias que seguramente llegarán a ser también parte de su propia experiencia... ¡dentro de treinta arios!).
Quizás en la lectura del libro comiences interesándote por saber quién dijo qué y por eso diferenciaremos los textos utilizando este tipo de letra cuando habla Demián, utilizando este otro en cursiva cuando lo hago yo y el general cuando hablamos los dos. Sin embargo, es nuestro deseo que, a lo largo de la lectura, deje de importarte identificar al autor y te quedes solo con tu experiencia personal de lo que lees, aprendiendo lo que te sirve y descartando el resto.
Dicen que alguna vez el más grande maestro de toda China, Lao Tsé, desapareció del templo donde vivía y donde hablaba diariamente para los miles de discípulos que se sentaban en los jardines esperando con avidez sus enseñanzas. Durante semanas los discípulos más antiguos lo buscaron por los alrededores y mandaron después emisarios a buscarlo por los confines de toda China. Ninguno de los esfuerzos por hallarlo tuvo frutos. Nadie sabía adónde había ido ni por qué. Nadie lo había visto.
Meses después, un hombre de negocios espera en un muelle el bote que lo cruzará al otro lado del caudaloso río Min en Sechuán. Está anocheciendo cuando el barquero acerca el rústico transporte a la costa y le tiende la mano para subir. El pasajero le paga su traslado con una moneda y se acomoda para el cruce que tardará un par de horas. El anciano barquero toma el dinero, lo guarda en su bolsa y, agradeciendo con un gesto, suelta la amarra.
El río está sereno y el cielo muestra una luna enorme y luminosa que invita al diálogo..., quizás por eso el viajero comienza a compartir sus preocupaciones respecto de su familia, sus hijos adolescentes, sus negocios; el barquero escucha su relato y entremezcla comentarios tan sensatos y sabios que sorprenden al pasajero.
Cuando llegan a puerto, antes de bajar, el hombre le alcanza al barquero una moneda extra por sus consejos y este la acepta con humildad. Es en ese momento cuando por primera vez el pasajero ve la cara de quien lo ha traído y lo reconoce.
—¡Tú! —le dice—. Tú eres Lao Tsé... ¿Qué haces aquí? Media China te está buscando. Tus alumnos se desesperan y nadie se resigna a perder tus magistrales clases de cada día.
—Por razones que nada tienen que ver con mi deseo, me he vuelto demasiado conocido —dice Lao Tsé—, miles de personas viajan desde lejos a escucharme, a preguntarme, a buscar ayuda, y la fama de hombre sabio e iluminado que se ha ido gestando hace que la verdad que eventualmente pueda salir de mi boca resulte menos importante que el hecho de que sea yo quien lo dijo.
El pasajero no termina de entender el sentido de su partida y lo increpa:
—Pero, maestro, no podemos prescindir de ti y de tu sabiduría. Somos muchos los que necesitamos de tus palabras, de tu luz, de tus consejos.
Lao Tsé sonríe y dice:
—Yo sigo diciendo las mismas cosas que decía en el templo, y creo que a quien me escucha le produce el mismo resultado, solo que ahora, afortunadamente, cuando alguien regresa a su casa y cuenta lo que aprendió, en lugar de decir con fastuosidad que se lo escuchó decir a Lao Tsé, solo dice: «... Me lo contó un barquero».
J. n•