Una noche Paul se despierta muy asustado al escuchar una voz desconocida que le habla al oído. Cuando abre los ojos ve a una momia y descubre que le ha dejado un papiro encima de la cama. Su hermana Helen, que está enferma en un hospital, se convierte en su confidente, y juntos ponen en práctica las lecciones que la momia les da sobre el arte de la imaginación. Gracias a ellas Helen se recupera con rapidez y Paul supera uno de sus grandes miedos.
¿Te atreves a poner en práctica sus consejos?

Nací en Bilbao y desde pequeña me encantaba leer y escribir poemas y relatos. Las librerías del Casco Viejo fueron mi segunda casa y los libreros, unos fantásticos aliados que nutrían mi mente y mi alma con sus consejos y sugerencias.
Siempre tuve claro que quería estudiar Psicología y ese fue el motivo de mi traslado a Madrid, donde me licencie en 1977 en la Universidad Complutense de Madrid y donde resido desde entonces.
Mi actividad como terapeuta me llevó a escribir relatos que ayudaran a los niños a conocerse mejor y a manejar sus emociones. Desde entonces he publicado ya más de 190 cuentos, traducidos algunos a 9 idiomas diferentes, porque mi pasión es escribir y compartir emociones con mis lectores. Otra parte de mi actividad profesional consiste en dar formación a familias y maestros para que aprendan a educar las emociones de sus hijos o alumnos y transmitir unos valores que les ayuden a crecer seguros y felices.
Escribir es un acto de magia, que no termina en un manuscrito sino que esa magia llega a cada lector,  provocando en él una ampliación de su mundo de experiencias individuales, un sinfín de emociones y sentimientos que le ayudan a conocer su mundo interior.

«Paul se despertó de repente. ¿Quién le estaba hablando al oído? ¿De dónde venían aquellas palabras? Por un momento pensó que había sido un sueño, pero al abrir los ojos vio aterrorizado la sombra de una momia y se puso a temblar. Tuvo ganas de gritar pero no lo hizo, pues la sombra desapareció con rapidez, aunque antes de marcharse dejó algo encima de su cama y la habitación quedó impregnada de un extraño olor, parecido al de la resina de los pinos.
Miró el reloj de la mesilla: eran casi las tres de la madrugada y además sábado, por eso le hubiera gustado volverse a dormir, pero estaba tan nervioso que no pudo hacerlo y se bajó de la cama para ver mejor lo que la momia había dejado. Parecía un papiro muy similar a los que había visto en el museo del Louvre. Pero... ¿cuál sería el motivo de aquella extraña visita? ¿Y por qué le había dejado aquel regalo?»