Inteligencia Digestiva

Referencia: 9788499700984
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Una visión holística de tu segundo cerebro
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Una visión holística de tu segundo cerebro

«Según el entender más común, el intestino es una parte del cuerpo con forma parecida a una serpiente, que además es muy fea, maloliente y produce sonidos socialmente no aceptados. Sin embargo, poseemos un verdadero cerebro dentro de nuestras entrañas y su función neuronal resulta muy parecida a la actividad cerebral de la cabeza, de donde surge todo lo bello (…). Nuestro sistema nervioso entérico es nuestro segundo cerebro, y no se trata de una metáfora».
Estas esclarecedoras palabras de la doctora Irina Matveikova nos acercan a un mundo poco conocido: por qué nuestra mente no puede controlar las funciones digestivas; por qué esta resistencia pone de mal humor e irrita a mucha gente, que busca solucionar de inmediato sus problemas de digestión, hinchazón, estreñimiento o los dolores producidos por su colon irritable; por qué suele ser preciso un tratamiento prolongado para recuperar el equilibrio interno; por qué la conducta digestiva influye sobre el pensamiento, el estado de ánimo o la productividad intelectual…
Desde una perspectiva holística y con un profundo sentido didáctico, la autora de Inteligencia digestiva defiende la importancia de cuidar el cuerpo y mantenerlo limpio, porque si en nuestro «templo» no hay salud, todo lo demás es mucho más difícil.
Irina Matvcikova (Rusia, 1966) es licenciada en Medicina, con especialidad en Endocrinología y Nutrición Clínica por la Universidad Estatal de Medicina de Minsk (Bielorrusia). Ha cursado estudios de postgrado en medicinas naturales en Estados Unidos y la República Checa, de fitomedicina en Francia y Argentina, así como de métodos de desintoxicación corporal e hidroterapia de colon en Alemania.
En la actualidad trabaja en la Clínica de Salud Digestiva (Madrid), y anteriormente lo hizo en Sanitas Hospitales como médico de familia, en los centros Mundosalud de la misma compañía como experta en nutrición y reeducación alimentaria, y en la sanidad pública de España como médico de atención primaria.
Fue docente de Endocrinología y Nutrición Clínica en la Universidad Estatal de Minsk y actual-mente lo es del máster de postgrado en Medicina Biológica Naturista de la Fundación Iberoamericana (FUNIBER), red académica y profesional con presencia en veinticinco países y cuarenta y cinco universidades.
Es autora de varios artículos sobre salud digestiva y nutrición funcional y de cuentos infantiles sobre plantas medicinales, así como de un diccionario de plantas medicinales en cinco idiomas aún no publicado.

Prólogo

A los doce años tuve una depresión por un problema familiar y empecé a tener unos dolores tremendos de estómago; me diagnosticaron un principio de úlcera de duodeno y me pusieron una dieta que apenas he abandonado en todos estos años.
A los quince perdí a mi padre biológico, mis notas en el colegio bajaron de muy buenas a regulares y a continuación empecé a tener unos cólicos biliares en los que terminaba tira-da en el suelo. Así que no me cabe la menor duda de que las emociones y la digestión tienen muchísimo que ver.
Después de esos cólicos me diagnosticaron una vesícula perezosa y algunos médicos me dijeron que también tenía un hígado muy lento. Lo cierto es que son cosas que no se pueden ver en una ecografía y que, en un principio, no parecen graves, pero lo cierto es que toda mi vida he sufrido de gran-des dolores de cabeza y semanas enteras de no poder probar bocado debido a las náuseas.
Trabajo en cine, soy script y es un trabajo que me apasiona, pero no es precisamente lo mejor para el aparato digestivo: cambios de horario permanentes, rodajes de noche duran-te semanas, mucho calor, mucho frío, viajes... Pero digamos que he procurado cuidarme todo lo que he podido. Mis compañeros a veces se burlan de mí y me dicen que así voy a vivir eternamente, pero ese no es mi fin; mi deseo es vivir lo que viva bien, es decir, poder disfrutar de mi vida y de mi trabajo hasta que me vaya.
Y quizás estoy también concienciada en lo relativo a cuidarse, porque en casa he visto cómo mi madre, una mujer maravillosa y llena de energía que nunca se cuidó demasiado, tuvo una oclusión intestinal a los setenta y cinco años debido a su estreñimiento crónico, teniendo que ser operada de urgencia, y teniendo que ser otra vez operada dos años más tarde porque se le había soltado el enganche; ni que decir tiene que esa mujer, que en la boda de mi hermano fue la última en abandonar la fiesta, nunca volvería a ser la misma después de esas dos operaciones.
Hace años leí en una revista que el maravilloso director de cine sueco Ingmar Bergman tenía diarreas antes de su primer día de rodaje. ¡Cómo le entendía! A mí me había pasado toda la vida lo mismo.
Casi todo el mundo ha tenido algún tipo de trastorno con la comida. Hay gente que cuando se enamora se le quita el hambre por un tiempo y no puede comer, y hay otras personas que cuando tienen algún problema no pueden parar de comer a pesar de saber que le va a sentar mal.
Yo, a veces, he pasado días sin ganas de comer y mis ami-gas me decían: «¡Qué suerte, así estás de flaca!». Pero cuando
volvía a tener hambre, ¡eso era la felicidad! Creo que cuando uno está sano y con ganas de vivir tiene hambre, y ese es un síntoma maravilloso.
Muchas filosofías orientales hablan del cuerpo como del «templo» o el «vehículo»; en cualquiera de los dos casos se refieren a la importancia de cuidarlo y mantenerlo sano y limpio, porque si no tenemos salud, todo lo demás es mucho más difícil.
La vida es algo maravilloso que muchas veces no sabemos apreciar. Estamos tan ocupados con lo que sucede dentro de nuestra cabeza que nos olvidamos de vivir y apenas vivimos el presente y mucho menos sabemos qué pasa en nuestro cuerpo; vivimos como desconectados de él; solo nos acordamos de que existe cuando nos duele algo y en ocasiones ya es demasiado tarde.
Llegué a la consulta de Irina no hace mucho tiempo. Sabía que ella hacía la limpieza de hígado y vesícula que yo quería pero que me daba miedo hacer sola. Me pareció una mujer estupenda, muy entregada a su trabajo, cariñosa y que te explicaba todo muy clarito. Me citó para una hidroterapia de colon, cosa que yo ya había hecho antes y que no me había resulta-do muy agradable; pero bueno, había que hacerlo. Así que un día por la mañana tempranito me fui para allá; en fin, Irina consigue que una cosa como esa sea agradable. Su clínica es un lugar con una energía maravillosa, es bonita, llena de luz, y cada detalle se ve que ha sido buscado con mucho cariño.
Al terminar la hidroterapia me ofreció una infusión de hierbas. Fíjate qué tontería, pero ese pequeño detalle lo cambia todo; no por la infusión, que estaba buenísima, sino por el cariño con el que estaba hecho.
Irina es todo lo que yo he estado buscando como médico: alguien que te escucha, te explica desde un lugar muy parecido al tuyo y, desde luego, sin prisa.
Hice mi limpieza de hígado y vesícula y más que un hígado parecía tener una cantera: salieron cientos de piedras, y una se pregunta: ¿cómo es posible que mi pobre hígado pudiera funcionar con eso dentro?
Después de esa, he hecho otras y siguen saliendo piedras, pero por lo menos creo que ya estoy en el buen camino y sobre todo me encuentro mucho mejor.
Ahora, cuando me duele la cabeza, me pongo un enema de café y la mayoría de las veces funciona. ¡Qué alivio!
Creo que muchas cosas que nos pasan pueden curarse a través de medios naturales y eso es una cosa que hace muy bien Irina.
Solo espero que este libro nos ayude a todos a conocernos mejor, a entender qué nos pasa y nos ayude a solucionarlo.

YUYI BERINGOLA
Actriz y guionista de cine

PREFACIO

La directora de la sucursal de mi banco (y también paciente mía muy rigurosa) el otro día exclamó:

—¡Nunca hubiese podido ser médico! ¡Tiene mucha responsabilidad decidir sobre la salud y la vida de otro; me sentiría fatal! En el banco puedo equivocarme y cometer un error y no pasará nada que no se pueda reparar; sin embargo, con la salud humana no hay espacio para muchos errores. La sociedad moderna demanda mucho del médico. Todos quieren tener ni más ni menos que al doctor House de cabecera y estar sano con las mínimas visitas médicas y sin pastillas y con las menores molestias e incomodidades.
Estando en tu banco respetas los consejos financieros y las órdenes bancarias; normalmente no te dejan mucho espacio para las dudas y tienes que cumplir con lo que te piden mes a mes. Pero la visita a la consulta médica es opcional y no obligatoria: puedes posponer tus chequeos o ignorar tus problemas, dudar de tu médico y no cumplir las recomendaciones.
La sociedad no te obliga a cuidarte y estar sano; a lo mejor te sugiere y aconseja; nadie te controla realmente si estás bien y apto. No es como con las facturas mensuales o informes bancarios. Para tu banco eres transparente y con un diagnóstico claro. Para tu médico eres una persona cansada y discreta, con una serie de problemas que ni siquiera él sabe por dónde empezar a atajar; pero ¿escucharás y cumplirás después sus prescripciones? Estar sano y prevenir el desarrollo o avance de tus enfermedades es un derecho tuyo y si no eliges ese camino, la sociedad puede que no te rechace; al contrario, te cuidará como pueda (dirás que nunca suficiente, por supuesto), te asignará un médico, te proporcionará los medicamentos y un hospital si hace falta. El banco te echará y cerrará la cuenta. El centro médico no: estamos a tu servicio.
Al banco acudes ya preparado y algo informado sobre el tema. Y lo mismo podrías hacer con la consulta médica. Los expertos aseguran que 80 por ciento de los cuidados que necesita un enfermo crónico podría proporcionárselos él mismo con la preparación y formación suficiente. Y el 90 por ciento de las enfermedades y los problemas que causan la visita al médico se pueden prevenir solamente con una alimentación sana, una mínima actividad física y una higiene adecuada.
Para ayudar a los médicos a ser precisos y poder estar atentos al paciente hay que permitirles dejar espacio para ese 20 por ciento al que realmente le hace falta una asistencia seria. Y sería una maravilla si el 80 por ciento restante acudiese a recibir una formación y educación sobre su salud y cuidado personalizado.
Es evidente que quejarse de los médicos, de la sanidad y de las largas listas de espera para las pruebas resulta frustrante y pareciera que a corto plazo no va a cambiar mucho la situación; solo creará agobios. Entonces, ¿por qué no dar la vuelta al tema y conocerte a ti mismo?
Tu cuerpo es tu vehículo: requiere pasar la ITV, un buen combustible y un buen trato. Conocer tus problemas y cuidar tu salud tiene que ser tan imprescindible como trabajar o tener una cuenta bancaria. Prevenir la enfermedad debe tener el mismo valor que prevenir una bancarrota. Encontrar interés y un desafío en tu salud, dar pequeños pasos pero constantes hacia un estilo de vida sano es un camino que te ofrece este libro: Inteligencia digestiva.
Tenemos un cerebro más. ¡Vaya! Emociones escondidas en las tripas: una inteligencia fina y poderosa situada en el eje, en el centro del cuerpo. Es curioso e importante colaborar con esta inteligencia y saber decodificar sus señales. Mi intención es proporcionarte el placer de aprender, reconocer y respetar tu sistema digestivo; ese ser maravilloso y poderoso que ocupa casi todo tu interior. Convertirlo en tu amigo para servirte y ayudarte o maltratarlo diariamente será una decisión tuya.
Con buenos cuidados, el sistema digestivo sabe repararse muy bien y empezará a agradecer tus mimos unas quince horas después de una dieta y un cuidado adecuado; sin embargo, el mismo sistema aguanta los meses y los años de tu «maltrato» sin quejarse mucho.
Tener digestiones sanas no es poco para una buena calidad de vida. Este libro no sustituye ni a tu médico ni tampoco tu visita a su consulta, si realmente te hace falta; intenta proporcionarte los conocimientos básicos y novedosos sobre tu sistema digestivo para que puedas ayudar a tu médico a distinguir tus
problemas y darle el placer de la comunicación con un paciente inteligente, que sabe ser preciso en sus quejas y que aplica las pautas básicas preventivas en su vida diaria.
Yo opto por una medicina integrada u holística, que combina los avances modernos de la medicina convencional y la sabiduría de las medicinas complementarias junto con los cuidados preventivos. Hay que tratar al paciente y no a la enfermedad, buscando la raíz de su problema y no solamente poniendo parches a los síntomas.
La medicina holística, en primer lugar, aplica los métodos naturales y menos dañinos, corrige y coordina las funciones de todos los sistemas y, desde el primer día, introduce e insiste en los cambios nutricionales e higiénicos teniendo en cuenta la reeducación como objetivo. Y, sin lugar a dudas, el médico holístico tiene un respaldo convencional y unos conocimientos sobre medicina actual para aplicar los métodos diagnósticos y tratamientos farmacológicos o instrumentales que sean necesarios.
Inevitablemente, es la medicina de futuro. Todavía existe una brecha; un vacío entre un médico de hospital público o centro de salud y un médico naturópata. Frecuentemente uno niega al otro y no tiene ni tiempo ni ganas de aprender algo que esté fuera de su área de interés profesional. Es necesario cambiar en este aspecto.
Yo no soy extremista y no me inclino por una de las partes negando a la otra. Me encanta estar en ambas medicinas. Hace veinte años atrás no era mi objetivo ser una especialista de las «tripas». ¡Ni me podía imaginar que un día estaría excavando en los problemas digestivos de mis pacientes, aplicando a mi trabajo la filosofía de desintoxicación corporal de la medicina holística. Como médica joven y perfeccionista, quería salvar el mundo y a los pacientes graves; y lo he hecho durante algún tiempo.
En los últimos años de carrera soñé con la cirugía cardiaca y literalmente «viví» al lado del quirófano pescando experiencias. El nacimiento de mi hijo dio la vuelta a todo y me transformé en una residente de endocrinología. Tuve suerte, ya que pude aprender de los mejores profesores y trabajar en el centro más importante que trataba a los pacientes graves, internados por las complicaciones de la diabetes u otras disfunciones hormonales extremas. Era un trabajo que nunca se acababa, un sacrificio constante y una lucha permanente por los pacientes. Era muy apasionante. Si trabajas así las veinticuatro horas los siete días de la semana, es como si no existieras; ni siquiera notas las necesidades y exigencias de tu cuerpo, hasta que te agotas a ti mismo y a tu familia. Empecé a encontrarme muy mal físicamente y mi sistema digestivo me declaró la guerra. Tuve que elegir entre mi salud y mi carrera. Mi hijo, que era pequeño en esa época, me ayudó a decidirme.
Entonces me cambié a un trabajo menos estresante de consultas externas y descubrí que los pacientes a los cuales les salvamos la vida en urgencias estaban abandonados y no sabían manejar su enfermedad, y aún menos mantener unas pautas. Para poder avanzar con ese trabajo y crecer, me metí en los estudios de distintas medicinas. Tuve la suerte de colaborar muchos años en la industria farmacéutica, lo que me permitió participar en estudios clínicos y congresos importantes relacionados con la oncología, en primer lugar. Descubrí otro mundo: la medicina científica moderna y el cáncer.
Durante años discutimos los protocolos de quimio y radioterapia, los detalles mínimos de cómo combatir el cáncer. He visto todas las caras de esta enfermedad tan tramposa y, desgraciadamente, «muy inteligente». Incluso me tocó vivir en carne propia la experiencia del cáncer en un familiar cercano.
Las circunstancias de mi vida me obligaron a viajar mucho y aproveché la estancia en otros países para buscar los recursos más auténticos y los maestros más destacados, intentando aprender sobre las medicinas naturales y complementarias. Eso compensó mucho mi labor profesional tan convencional, al tiempo que sustentaba la ilusión de poder, un día, combinar mis experiencias y aplicar mis conocimientos. Y creo que ha llegado ese día.

Índice

Agradecimientos     13
Prólogo, por Yuyi Beringola     17
Prefacio     21

CAPÍTULO I. Tu SEGUNDO CEREBRO     27
Curiosidades de la evolución     30
Fuera de control     32
Ser sano y cuidarse con las medicinas
complementarias se pone de moda     34
Influencia emocional en ambos sentidos     35
El enorme potencial escondido dentro de tu tripa    38
El concepto de cerebro digestivo en las filosofías orientales     41

CAPÍTULO 11. LAS VIRTUDES DEL SISTEMA DIGESTIVO     45
¿Somos huecos?     46
Las emociones digestivas     47
El viaje del chuletón     48
¿Puede ser la digestión «delicada»?     51

CAPÍTULO III. EMOCIONES Y DIGESTIONES.
EL SÍNDROME DEL COLON IRRITABLE     59
Los tratamientos alternativos     71
Recomendaciones dietéticas     75
Algunas pautas prácticas     79

CAPÍTULO IV. UN TABÚ SOCIAL     89

CAPÍTULO V. EL ESTÓMAGO     99
Un poco de historia     100
Las virtudes anatómicas y fisiológicas     102
El «caldo de la bruja»     103
Las emociones y el estómago     105
Los malestares del estómago y los tratamientos
complementarios     107

CAPÍTULO VI. EL INTESTINO DELGADO: UN CAMPO
DE FÚTBOL ESCONDIDO EN LAS TRIPAS     111
Los nombres curiosos     113
¿De dónde procede tu colesterol?     114
La «aduana» inteligente     116
El intestino poroso y sus consecuencias     117

CAPÍTULO VII. COLON Y TOXEMIA     123
No es una bolsa de basura     126
El recorrido de tu intestino puede ser complicado     128
Pólipos intestinales     131
Actividades cerebrales y salud intestinal     134
La autointoxicación es un resultado de la toxemia
intestinal     139

CAPÍTULO VIII. EL ESTREÑIMIENTO. UNA SOMBRA
SIEMPRE PRESENTE     145
Personalidad y estreñimiento     149
¿Qué es el estreñimiento?     155
El tratamiento     157
Los laxantes     15 8
Recomendaciones alternativas     160
La hidroterapia de colon     164

CAPÍTULO IX. HIDROTERAPIA DE COLON. LA ITV
PARA EL CUERPO     169
Historia de la limpieza interior     171
Hidroterapia de colon en la actualidad     173
El método de la hidroterapia de colon     176
La ITV para tu cuerpo     179
Indicaciones generales para la hidroterapia de colon     181
Contraindicaciones generales para la hidroterapia de colon     182
HTC y las enfermedades crónicas     183
La hidroterapia de colon como vínculo emocional    189

CAPÍTULO X. LA MICROFLORA INTESTINAL. SUS MITOS
Y REALIDADES     195
¿A qué llamamos microflora intestinal?     197
Un universo dentro de las tripas     197
La formación de la microflora intestinal     200
Clasificación «social» de las bacterias     202
¿Por qué las bacterias buenas de nuestra microflora intestinal son tan importantes e imprescindibles
para nuestra vida?     205
Y ¿cómo saber si en mi tripa tengo bacterias buenas o malas?     208
La Esfera
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