portada El origen emocional de las enfermedades, por Christian Flèche, ISBN: 9788416192311

El origen emocional de las enfermedades

Referencia: 9788416192311
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Cómo identificar la causa psicológica de los trastornos de la salud

Nuestro cuerpo posee todas las claves de la enfermedad: origen, evolución, tratamiento y prevención, y nuestros cuerpos físico, psíquico, emocional y energético contienen todas las preguntas y todas las respuestas.

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Cómo identificar la causa psicológica de los trastornos de la salud

Nuestro cuerpo posee todas las claves de la enfermedad: origen, evolución, tratamiento y prevención, y nuestros cuerpos físico, psíquico, emocional y energético contienen todas las preguntas y todas las respuestas.

En esta obra, Christian Flèche nos explica que la aparición de la enfermedad es el resultado de ciertos principios biológicos. El síntoma es la reacción de adaptación a un acontecimiento no integral que se enquista con el tiempo. Cada síntoma indica de manera precisa el origen del problema; si logramos conocerlo, el enemigo puede convertirse en nuestro más preciado aliado. Este manual práctico nos desvela el significado biológico de todas las enfermedades, ordenado por órganos del cuerpo, con numerosos ejemplos, amén de constituir una guía extraordinaria para terapeutas, investigadores y todo aquel que desee hacerse cargo de su enfermedad, para descodificar cada síntoma y descubrir cuál es su sentido. En conjunto, se trata de una extraordinaria re- flexión que nos ayudará a comprender mejor los mecanismos de la salud, a tratar la causa de las enfermedades y no sólo los síntomas o efectos.

Psicobioterapeuta, profesional de PNL, Christian Flèche es uno de los más destacados especialistas en descodificación biológica, tanto en Francia como en el extranjero. En el ejercicio de su profesión emplea también la hipnosis ericksoniana, los ciclos biológicos memorizados y la psicogenealogía. 

Principios generales

Cuando se observan las enfermedades desde una óptica biológica, se costata que todas tienen su origen en un shock, un acontecimiento concreto, puntual, en el espacio y el tiempo:
8 horas 01. 8 h 02 8 h 03. 8 h 04.* 8 h 05. 8 h 06.8 h 07 ++++++++++++++++++ * Todo va bien hasta las 8 h 04. Hay un antes y un después.
Este acontecimiento, «*», entra a formar parte de la biología cuando el sujeto (que se convierte en objeto del azar, del destino, de los acontecimientos, de los demás, etcétera) no lo controla.
3/4 EJEMPLO
^ Veo que pegan a mi hija en el parque. Esto, a través de mis sentidos, penetra en mi interior instantáneamente como una emoción y entra en contacto con mi historia, la cual le dará un sentido, un sentido que se convertirá en una sensación y en una expresión biológica: «¡Será idiota! ¡Es injusto! ¡Humillante! ¡Inconcebible! ¡Deprimente!...».
Y, si no encuentro una solución satisfactoria inmediata y no expreso esa emoción, ese sentimiento se convertirá en una vivencia biológica: «Es indigesta: estómago; asfixiante: pulmón; desestructurante: huesos; asquerosa: colon; demoledora: riñón, etcétera».
Un acontecimiento se trasforma en una sensación, en un sentimiento. Entra a través de los cinco sentidos y luego busca una salida. Es imposible de identificar; sucede a nivel inconsciente, en el plano biológico: psique, cerebro, cuerpo, energía. Cada uno de estos elementos tiene una repercusión sobre los otros tres. Al tomar el pulso chino, recibimos información del nivel energético de cada órgano. Puesto que cada célula del cuerpo está relacionada con un grupo de neuronas cerebrales, las cuales están igualmente relacionadas con una función biológica, la observación del cerebro nos permite conocer el tipo de vivencia herida y no expresada, y a qué órgano afecta. Pero, sobre todo, nos permite saber de qué tipo de enfermedad se trata, puesto que las células afectadas nos dan información sobre la vivencia que hay que liberar para curar.
Si no sucede de este modo, el paciente permanece en un estado de estrés inconsciente provocado por el acontecimiento que le ha sacudido, a veces, durante años, y una parte de su ser, de su energía, queda monopolizada.
Tal como escribió Carl Gustav Jung: «Todo lo que no aflora a la conciencia regresa en forma de destino», de síntoma, de enfermedad, de accidente, de fracaso, de mal...; y, por el contrario, todo lo que aflora a la conciencia no regresará nunca en forma de destino, fatalidad o enfermedad.
EL COCHE SE HABÍA QUEMADO
Un día, un hombre me contó la siguiente historia:
«Hace varios años, asistí con mi mujer a una conferencia. Cuando terminó, volvimos al sitio donde habíamos dejado el co-
che, pero, en su lugar, sólo encontramos... un montón de cenizas, aún calientes y humeantes. El coche se había quemado y todavía se escuchaba cómo crepitaban algunos materiales, se veían partes al rojo vivo y otras que estaban a punto de fundirse, y todo envuelto en un olor agrio, una mezcla de neumáticos quemados y gasolina derramada. Pudimos incluso tocar algunos elementos todavía calientes dispersos en el suelo y que ya no guardaban ningún parecido con lo que había sido nuestro coche.
»Nos alejamos de allí a pie, pero, al dar el tercer paso, noté algo. Me detuve un momento y me pregunté: «¿Qué ocurre? Tengo algo dentro... Noto que hay algo en mí, en mi interior. Hay algo de más. Algo indefinible. Algo que nunca había sentido».
»Entonces, me dirijo a mi esposa y le pregunto:
»—¿Tú notas algo dentro?
»—No –responde ella–, no noto nada. Nada en absoluto. Al contrario, siento un vacío, un vacío que me angustia. Como si no hubiera nada dentro de mí.
»—Yo noto algo, como un peso aquí, algo negativo, una especie de bulto, un trozo de algo... –le digo, para poder explicarle lo que siento.
»—Pues yo, todo lo contrario –replica ella–. Me falta algo, algo positivo. Es como si hubiera perdido algo. Un vacío.
»Perplejo, me pregunto: “¿De dónde viene esto que tengo en mi interior? ¿Cuándo he empezado a notarlo? Qué raro. Al dar el segundo paso, no tenía nada y, al dar el tercero, tengo algo. Pero ¿qué es lo que tengo? Es una especie de sensación desagradable, una especie de peso”.
»Si retrocedo un paso, si voy para atrás un segundo en la línea del tiempo, no noto nada. Si retrocedo otro paso, otro segundo, tampoco siento nada. Sigo retrocediendo un segundo más y, entonces, veo el incendio. Hay sólo dos pasos de diferencia. Decido investigar qué debe haber ocurrido en el trascurso de esos dos pasos. Desde que se ha producido la fuerte emoción, parece que algo se me ha pegado. Veo algo rojo y amarillo, algo que se quema y percibo perfectamente aquel olor peculiar. Y, entonces, muy rápidamente, como si me atravesara una fle-
cha, me sobreviene una imagen. De repente, visualizo una escena muy negativa. Es mi padre, que se me echa encima. Acaba de quemar todos mis juguetes, yo soy pequeño y él trata de matarme ahogándome con un cojín.
»Doy otro paso y lo veo claro; cuando hay fuego, me siento en peligro. Cuando se produce un imprevisto, me siento en peligro, me siento profundamente estresado y mal.
»—¿Y, a ti, qué te pasa? –le pregunto a mi mujer.
»—Que no hay nada. Es horrible no tener nada. Antes había algo, pero ahora ya no hay nada.
»Retrocediendo un paso, mi mujer vuelve al segundo anterior. Allí, empiezan a cruzarle ideas por la mente. Retrocede otro segundo y encuentra una imagen. Retrocede otro más y escucha ese ruido tan peculiar, ese crepitar tan especial.
»Yo veo cosas. Ella escucha cosas. Escucha ruidos crepitantes y luego se hace un gran silencio. Evoca el recuerdo de su padre. Tiene veintiún años y está con él en casa. De repente, su padre se cae al suelo. No volverá a levantarse nunca más a causa de un infarto fulminante. He ahí el vacío. Ese hombre, el mecánico, su padre... De repente, silencio. Y el pensamiento de mi esposa: cuando hay silencio, es que se ha producido una catástrofe. Se trata de un abandono, de un vacío.
»Y después de tantos años, siente ese vacío. Tanto en su interior como en el mío, con la sacudida que nos ha provocado la fuerte emoción del incendio, algo se ha removido a pesar nuestro, un recuerdo, una convicción, una emoción.
»Pero ¿qué hacer con esta emoción que, en mi caso, es como un peso y, en el suyo, un vacío?
»—¿Quieres que ponga esto que me sobra en tu vacío? –le pregunto.
»—¿Quieres llenar mi vacío con eso que te sobra? –contesta ella.
»Y entonces, llega lo que tenía que llegar: un «bebé». »—No pasa nada –dice ella.
»—Sí, pero eso no es todo –contesto yo–. ¿Cómo vamos a llamarle? Podríamos ponerle David. Será ávido. Y, si es una niña,
le podríamos poner Anna o Daniela (en ambos nombres hay negación). Bah, pero no importa.
»—No, a mí sí que me importa. Florence (que florece). O bien, Laurence. Tiene que haber algo.
»Finalmente, decido que le pondré úlcera, y ella cáncer. »¿Por qué?
»Porque yo tengo algo negativo que me sobra. Y mi solución inmediata es hacer un agujero, sacar algo de mí, ya que esa sensación de estar lleno, demasiado lleno, es insoportable. Por tanto, voy a ahondar, voy a desarrollar una úlcera.
»Ella quiere llenar ese vacío y, en consecuencia, desarrollará un cáncer, un tumor o pólipos».
Se produce un hecho. Veo algo que se quema y, en mi interior, hago una asociación inconsciente. Mi naturaleza expresa su horror al vacío y se produce un hundimiento.
Si te hablo de un coche, inconscientemente tú evocarás tu propio coche. Nadie piensa en el del vecino. Si hablo de mi padre, tú, inconscientemente, pondrás a tu padre como referente. Si digo «padre», no piensas en tu tío. Y si, por ejemplo, te pidiera que no pensaras en una jirafa, que sobre todo no pensara en una jirafa, sin duda pensarías enseguida en una jirafa.
Es evidente que hay que dar sentido al sinsentido planteado. Mi coche se ha quemado en un aparcamiento mientras yo asistía a una conferencia. A eso, tengo que darle un sentido, asociarlo a una sensación. Mis cinco sentidos perciben el acontecimiento y yo le busco un sentido que me permita seguir una dirección. Todo esto me lleva a un pensamiento, una creencia, que en mi caso es: cuando hay fuego, estoy en peligro.
En ese momento, me sobra algo. Como el coche se quema, estoy en peligro, porque lo ha encendido alguien y ese alguien me puede hacer daño. Ése es el sentido que yo le doy.
Dicho sentido, esa sensación de tener algo que me sobra, sólo puedo vivirlo de un modo biológico, desde mi realidad bio-
lógica. Tengo dos piernas, dos brazos, una cabeza, dos pulmones, ganglios, huesos, dos riñones, etcétera. No puedo experimentar la emoción si no es desde mi realidad biológica.
LA EMOCIÓN ESTÁ AHÍ, ME EMBARGA, PERO ¿QUÉ HAGO CON ELLA?
La emoción se traduce en mi realidad biológica. Ahora bien, en mi realidad biológica, no existe un 205 azul que se quema. En cambio, lo que existe es una vivencia de suciedad, de mancha, de algo indigesto. También de cólera, de desvalorización... Y todo eso, en el segundo siguiente, pasará a afectar a un órgano.
Si fuera un pájaro, mi realidad biológica sería volar. Si fuera un pez, mi realidad no sería volar, porque no se corresponde con la cultura ancestral de la especie animal.
El sentido se encarna en nuestra realidad biológica. Este acontecimiento inesperado puedo vivirlo ahora con miedo. Miedo a morir, porque de repente me recuerda una realidad impresa en mi memoria celular, en una ocasión me quisieron asesinar. Y el órgano que corresponde al miedo a morir en el plano biológico no es la rodilla, el pie o el ojo, son los alvéolos pulmonares. Su sentido biológico es hacernos vivir, trasformar el aire y permitir que el oxígeno entre en la sangre. Si yo temo morir, tengo que conseguir más oxígeno. Por tanto, mi solución será crear más alvéolos para poder atrapar más oxígeno y, así, sobrevivir. Se trata de un conflicto arcaico.
Sin embargo, si yo experimentara este acontecimiento como un conflicto indigesto, si no pudiera digerir el hecho de que me hayan quemado el coche, en mi realidad biológica, todo esto se traduciría de otro modo. La descodificación se produciría en el cerebro, a la altura del tronco cerebral, en la parte lateral derecha. Con un escáner, se podría observar el proceso, ya que mis neuronas darían la orden al estómago para que produjera más ácido clorhídrico. De este modo, el exceso de ácido clorhídrico me permitiría digerir eso que me resulta indigesto. La vivencia pasa al plano biológico para expresar la solución.
En este momento, mi esposa percibe una carencia. Nota un vacío y se siente separada de algo, se ha cortado el contacto. Para ella, se trata de un conflicto de separación y será la piel la que se vea afectada. La piel nos permite entrar en contacto con el mundo exterior. Si su vivencia es una pérdida, será enviada al órgano que corresponde a los conflictos de pérdida. El único órgano que alberga la solución a los conflictos de pérdidas biológicas son las gónadas (ovarios o testículos), puesto que son las que permiten la perpetuación de la especie.
La vivencia de pérdida se traduce en la biología para expresar la mejor solución de adaptación ante un acontecimiento brusco o inesperado.
En la realidad, cuando un animal se traga un hueso (algo que representa un peligro biológico para él), tiene una vivencia biológica de indigestión, cuya solución pasa por producir más cantidad de ácido clorhídrico. He aquí el arquetipo.
Si lo que llega a su intestino es un pedazo de carne en mal estado, la vivencia será la de tener algo «asqueroso» que hay que evacuar. La solución biológica es crear un tumor en el colon para segregar más mucosidad y, así, hacer que lo desagradable fluya más fácilmente hacia el exterior.
Si la situación biológica de estrés consiste en una agresión solar, la solución se encuentra en la dermis. Se tratará de fabricar más melanina. Eso es lo que conocemos como bronceado y su función es protegernos de esa agresión solar.
Si me encontrara en una situación de emergencia, cuya vivencia biológica fuera ir rápido, entraría en juego una zona concreta de mi cerebro que daría la orden al tiroides para que fabricara más hormonas, más tiroxina, con el fin de acelerar el metabolismo. Así, tendría más oportunidades de escapar de mi conflicto de lentitud.
¿REAL O VIRTUAL?
Un ciervo adulto tiene su territorio, su clan de ciervas. Se trata de un macho que cada año fecunda a las hembras. Pero, con el paso del tiempo, llega el otoño y con él un rival más joven que desea plantarle cara. La realidad biológica del ciervo más viejo es el riesgo de perder su territorio biológico de supervivencia, puesto que está programado para perpetuar su especie. Debe incrementar y optimizar sus posibilidades de sobrevivir, conservar su territorio para así perpetuarse. El órgano que podrá ayudarle en esta misión son las arterias coronarias. El ciervo abrirá, ulcerará las arterias coronarias a fin de poder dejar pasar un volumen mayor de sangre, lo que contribuirá a una mayor irrigación del corazón. De este modo, recibirá mucho más oxígeno de manera más rápida, libre de todos los residuos de la sangre, y podrá enviar más sangre a los músculos, que al mismo tiempo recibirán un volumen mayor de oxígeno y azúcar. Así, el ciervo viejo dispondrá de más energías para conservar su territorio.
Por lo tanto, existen situaciones referenciales, arcaicas y biológicas: los arquetipos.
En una ocasión, vino a mi consulta un hombre con problemas en las arterias coronarias. El hombre no tenía ningún problema con su harén. De hecho, no había venido porque alguien quisiera enfrentarse a él para quedarse con su mujer. No obstante, sí tenía un territorio que defender, o al menos algo que el hombre consideraba como tal, su pequeño comercio. Su hijo quería tomar el relevo en el negocio y, un día que el padre quiso pasar un pedido a un proveedor, le dijo: «Tú no tienes por qué hacer ningún pedido. Aquí ya no mandas».
El padre no pudo decir nada. Es cierto que en parte estaba contento de que su hijo le sucediera, pero también tuvo que hacer frente a una realidad violenta, la pérdida de su territorio. Aun así, el hombre no podía decir nada. No había solución posible. La vivencia de ese instante no es otra que la de estar a punto de perder su territorio. A partir de ese momento, estimuló una parte del cerebro, el córtex temporal derecho, en la zona periinsular, que daría la orden de abrirse a las arterias coronarias.
Es una situación estúpida, puesto que esta reacción no le ayudará a recuperar su negocio. Con todo, la orden ya ha sido enviada.
Para ejemplificarlo con una metáfora, se parece en parte al instante en que alguien lanza una flecha. En cuanto se dispara la flecha, ya no es posible detenerla.
En un momento dado, existe una vivencia y ya no hay vuelta atrás, se reclama la acción de las arterias coronarias. Es la solución biológica de adaptación, programada en su propio ser; se trata de una solución de supervivencia que ha servido a lo largo de millones de años y nos ha permitido adaptarnos a la realidad que nos circunda.
Pero, en esta situación, nuestro hombre se encuentra en un plano virtual. Aunque el único que no se da cuenta de ello es su propio cerebro. Se puede afirmar que su cerebro no sabe distinguir entre lo real y lo imaginario.
Ahora me gustaría que te imaginases la situación siguiente: un día me encuentro en casa de unos buenos amigos, que preparan un tentempié asombroso. Me sirven un cóctel a base de zumo de limón y una cucharada de mostaza picante. Si yo sirvo a varias personas la misma bebida y las invito a que la prueben, sin lugar a dudas habrá quien empezará a hacer muecas. Pero ¿por qué? ¿Acaso sienten picor en la boca? ¡Pero si ni tan siquiera les ha dado tiempo a oler la mezcla! Están en un plano virtual y, sin embargo, ya hay quien pone cara de asco.
A nuestro comerciante le sucede lo mismo. De repente, su psique, su cerebro y su cuerpo sufren un choque. De pronto, surge un recuerdo, una asociación con un drama personal y, en el segundo posterior, aparece una convicción: «sin territorio, la vida carece de sentido».
Entonces, se experimenta la siguiente vivencia: «Pierdo mi territorio». Hay un vacío y, acto seguido, la nada.
Después aparece la solución biológica de supervivencia: abro mis arterias coronarias a fin de hacer llegar más sangre al corazón. 
Con el tiempo, nuestro hombre acabó por resolver su conflicto; esto es, pudo volver a cerrar sus arterias coronarias. Al cabo de unos meses se convenció de lo siguiente: «Después de todo tengo suerte, ¡ya no pinto nada en este negocio!». De este modo cesó en su empeño y consiguió cerrar las arterias coronarias, puesto que dejó de sentir la necesidad de luchar contra el ciervo joven. Además, el desenlace final también benefició a su córtex temporal derecho. Durante el proceso de recuperación de las arterias, se recibe la ayuda del colesterol, un material de recostrucción que permite reparar nuestro cuerpo.
¿QUÉ ES LO QUE LA ENFERMEDAD CONSIGUE CURAR?
Jung dijo que no estamos aquí para curar nuestras enfermedades, sino que la enfermedad está ahí para curarnos a nosotros.
Un día una mujer vino a mi consulta porque tenía un tumor en la mama izquierda. Buscamos el suceso más impactante, el más dramático, sobre el que jamás fue capaz de hablar y que tuvo que vivir en un aislamiento absoluto. Porque cuando hablamos de algo, ese algo se expresa. Si no se expresa, se imprime. En biología, todo lo que no se expresa, se imprime.
El primer pecho que una mujer diestra ofrece a su hijo para mamar es el izquierdo. Así pues, la criatura tiene la oreja derecha apoyada sobre el corazón de la madre, oye el ritmo cardíaco y eso la tranquiliza.
Pero ¿cuál es el sentido biológico de la mama?
La mama es el único órgano que no sirve a su propietaria, sino que sirve a otro. Si a la mujer le quitamos ambas mamas puede continuar su vida. La mama es para el otro. Así, un problema en la mama es un problema en relación con el otro. La mama sirve para producir leche, para alimentar a otro, para dar de sí misma.
A partir de este razonamiento, le expliqué que detrás de esta vivencia se escondía un sentimiento relacionado con otro, un hijo o alguien querido que se había encontrado en una situación de peligro. Retrocedimos en el tiempo y la mujer volvió a su juventud; de repente, se derrumbó. Pudo evocar el suceso y me explicó que un día fue a la feria con su nieto. El niño se quiso montar en el tren de la bruja, fue corriendo y se cayó de forma que las manos quedaron justo encima de los raíles en el momento en que
pasaba el tren. En cuestión de segundos, la mujer vio las manos seccionadas del niño, así como todos los problemas que dicha discapacidad le ocasionaría, la depresión de su hija, etcétera. La consultante imaginó mil y una desgracias y se sintió culpable. Algo inconcebible. Deseó haber podido hacer algo, dar de sí misma, pero ya no había nada que hacer. Ahí estaba, anclada en esa maternidad imposible. A lo largo de media hora me contó lo que pasó por su cabeza en uno o dos segundos.
Lo cierto es que al niño no le pasó nada; llevaba un jersey con las mangas largas y las manos nunca llegaron a tocar los raíles, pero ella no lo vio. El pequeño sólo se hizo unos rasguños en las piernas. Sin embargo, en ese momento una emoción muy fuerte se grabó en el inconsciente de la abuela. La flecha salió disparada. Cuando logró calmarse y apelar a la razón, se convenció de que todo iba bien, puesto que su nieto estaba a salvo. Pero lo importante no es que la mujer pensara con la cabeza; lo que cuenta es el sentimiento, lo que sucedió en sus «entrañas». Aquel accidente se podría volver a producir perfectamente, pero esta vez de verdad. Entonces la mujer empezó a tener pesadillas. En sus «entrañas», revive una y otra vez estas posibilidades. Así, aunque cuando piensa con la cabeza está contenta, si lo hace con las «entrañas» ya no puede vivir; el tiempo se ha detenido en ese momento y no puede avanzar.
Cuando los científicos excavan en la banquisa, encuentran polvo y gases procedentes de la prehistoria. Todo está ahí, en la historia de la persona, en los estratos más profundos. Todo permanece en el interior.
Y, al cabo de unos años, para esta mujer ver algo en la televisión, un niño con algún problema, que se cae o lo tiran, cualquier situación similar, será motivo suficiente para despertar otra vez el síntoma de adaptación.
Otra persona que no ha vivido el mismo drama no siente los acontecimientos del mismo modo; no está programada para ello. En cambio, esta mujer sí lo está, lo lleva en su interior, para ella el acontecimiento es posible. Lleva ese programa en sus «entrañas», en su memoria, en las células, en los núcleos de éstas y en el código genético. Si tiene un hijo en este momento, de manera
inconsciente encargará a la criatura una misión, le dará todas las soluciones ganadoras, todo lo que la ha ayudado, todo lo que ha sido importante para ella. Una de las soluciones ganadoras, una de estas cosas importantes para ella, es que siempre hay que estar preparado para cuidar de los demás y ocuparse de ellos. La madre lleva esta información en sus neuronas y sus genes. Al procrear, trasmite este programa, ya sea a través de los genes, con la educación, de un cerebro a otro, etcétera. Cabe la posibilidad, incluso, de que esa criatura se llame Cristian, Cristina, Cristóbal... En definitiva, cabe la posibilidad de que, al igual que Jesucristo, el hijo lleve en el nombre la misión de ocuparse de los demás y, de alguna manera, pase a ocupar un segundo plano. Es posible que sea enfermero, terapeuta o asistente social. En todo caso, él o ella se convertirán en un par de mamas. De una manera profesional o física, consagrará una fidelidad, una lealtad incondicional a este programa de supervivencia.
De este modo, nos encontramos con personas, hombres y mujeres, con un pecho fuerte, muy sensibles a las miserias del mundo, aunque no comprenden por qué. Pero, a medida que repasamos sus respectivas ascendencias, encontramos el momento exacto en el que se instaló el programa.
Ahora he de mencionar también el caso de otra paciente, una mujer a cuyo hijo le diagnosticaron autismo. La misma tarde en que se lo dijeron, las mamas de la madre empezaron a secretar leche y la tuvo que ponerse pañuelos y cambiarlos unas seis veces al día para no mojarse. En este caso, el propio diagnóstico fue suficiente, no hubo necesidad de ir en busca de una experiencia anterior. El impacto de la noticia fue tan fuerte que el programa biológico surgió al instante.
RESUMEN DE LA CADENA BIOLÓGICA DEL PROCESO DE LA ENFERMEDAD
1. El acontecimiento exterior «*»
2. se percibe con los cinco sentidos,
3. en el acto, aflora el recuerdo inconsciente de otro acontecimiento que guarda alguna relación con «*»,
4. entonces, aparecen las convicciones
5. y éstas provocan la vivencia.
6. Ésta se trasforma en un código biológico en el interior del cerebro, donde existe un conjunto finito de compartimentos que se corresponden con nuestra realidad biológica, esto es, que, en definitiva, este proceso desemboca
7. en el cuerpo, que expresa el programa de adaptación.
8. En los casos en los que la intensidad dramática es muy fuerte, el programa biológico puede trasmitirse también a través de los gametos (óvulos y espermatozoides) y la criatura engendrada demostrará una lealtad y fidelidad inconscientes a este código, mediante sus enfermedades, su nombre, su trabajo, etcétera.
LAS DOS FASES DE LA ENFERMEDAD Todas las enfermedades costan de dos fases:
/ La primera va desde el impacto hasta la resolución del mis-
mo; es la fase de estrés, la primera fase de la enfermedad.
/ La segunda va desde la resolución hasta la vuelta a la normalidad; es la fase de curación, inflamatoria, la segunda fase de la enfermedad (véase esquema en la página siguiente).
3/4 EJEMPLOS: las enfermedades de la mama.
^ Un niño está lejos de su madre y, en consecuencia, la madre experimenta un sentimiento de carencia, de separación, de vacío; entonces empieza a abrir los canales interiores de sus mamas. En ese instante, no se observa nada, no hay síntomas aparentes, no se tiene ninguna sensación en relación a ello. Este estado puede ir en aumento a lo largo de meses.
Al cabo de un año, de diez, de veinte, lo cierto es que poco importa, puesto que la mama no es un órgano vital, la madre resuelve su conflicto. En ese momento, desarrolla una enfermedad en la mama durante la fase de curación que puede durar algunas semanas.

Es lógico. Después de solucionar el conflicto, el órgano se repara. Entonces llegan los síntomas de reparación, de curación, de reestructuración.
^ En cambio, su vecina vive un drama: «¡Mis hijos están en peligro!». De inmediato, sus mamas empiezan a secretar más leche de lo normal. Desarrolla una mastosis, un adenoma de la mama. Fabrica mama, fabrica la glándula que da leche. Esto aumenta en proporción directa a la vivencia dramática experimentada por la mujer. En caso de que sea muy dramática, el proceso será más rápido, puesto que la psique, el cerebro y el cuerpo van juntos, son una sola cosa.
Nuestra realidad biológica al completo, esto es, la psique, el cerebro, el cuerpo, los meridianos energéticos, el pulso chino, las manchas del iris, etcétera, evolucionan al mismo tiempo. Si la persona entra en conflicto, todo entra en conflicto. Si la persona lo soluciona, todo se soluciona.
^ Un día, un señor vino a mi consulta porque tenía un tumor en
el recto. Perdía sangre por el ano desde el mes de febrero
Le pregunté si durante ese mes le había sucedido algo positivo.
El hombre, desconcertado, puso cara de no entender la lógica de la pregunta. Pero, si había sangre, significaba que se había producido una gran inflamación, lo cual quería decir que su cuerpo estaba en proceso de solucionar algo, se encontraba en la segunda fase.
Finalmente, recordó una situación dramática que había vivido hacía un año. Él era el segundo de sus hermanos y tenía cinco hijos. Su segundo hijo (con el que se sentía más identificado) llevó a su novia a casa por primera vez. A lo largo de toda la comida, la joven no dejó de lanzar indirectas a su hijo y de hacer comentarios humillantes. En ese instante, el padre experimentó un conflicto, pero no le pudo decir nada al hijo, puesto que se trataba de su elección. Y él ama a su hijo, así que respetó su decisión. Pero, en mi consulta, cuando me lo contó, me dijo: «¡Dios mío! ¡Menuda situación!», mientras hacía aspavientos con una mano. A lo que yo le pregunté: «Y, ¿qué trata de decir la mano?».
—Bueno, me gustaría haberla echado de mi casa; lo que hizo fue de muy mala educación.
Aquel hombre me hablaba con el recto. Su vivencia en el momento del drama fue que tenía algo podrido dentro, en su territorio, y quería evacuar aquella podredumbre, pero no podía hacerlo, por lo que se encontró atrapado.
Más tarde, a finales de enero, su hijo le telefoneó y le dijo que había roto con ella, que estaba harto y que ya no la vería más. El joven no se enteró del drama que había sufrido su padre, ni de la alegría que le había supuesto aquella separación. A la mañana siguiente, el hombre empezó a perder sangre. En ese momento, ya había solucionado el conflicto de suciedad y podredumbre. Empezaba el proceso de reparación, de solución.
No obstante, el problema no acabó ahí. El hombre enseguida consultó con médicos, que hicieron muy bien su trabajo basado en creencias médicas. Uno de ellos consideró que sus
síntomas eran realmente graves y que era necesario hacer esto y aquello. Otro impacto para mi cliente, quien a partir de ese momento tenía miedo a morir. Se trata de otro shock, que nada tiene que ver con el primero.
El miedo a la muerte afecta a los pulmones, el miedo a la enfermedad, a los ganglios nobles...
El plazo de aparición es muy variable, en función de la vivencia. Aparece en el preciso instante en que se produce la situación dramática, pero se expresa a lo largo de un período determinado. Para alguien que experimenta un conflicto en relación con la piel, los síntomas se observan rápidamente, puesto que la piel está a la vista. Si se trata de una descalcificación de los huesos, es necesario que trascurra un tiempo, unos meses, para darse cuenta del problema. El lapso de tiempo depende del órgano y, en consecuencia, de la vivencia.
EN OCASIONES, ME PARECE QUE EL SER HUMANO SE PUEDE COMPARAR CON UN PASAJERO SENTADO EN UN VEHÍCULO
En una ocasión, una mujer acudió a mi consulta y me dijo: «Quiero tener hijos». En ese momento, fue el pasajero que llevaba dentro quien me habló, la persona estéril. Ella quería ir a la derecha, hacia el bosque de la fertilidad, mientras que su coche la llevaba al desierto de la esterilidad. Le expliqué que, en realidad, era su inconsciente quien conducía. Esa mujer llevaba en su inconsciente un recuerdo que se convirtió en mensaje: su madre murió al dar a luz. Así, en su inconsciente, corre peligro si se queda embarazada, ya que incluso puede llegar a morir. En el sistema lógico, el inconsciente siempre está en lo cierto. Éste la guía hacia la vida y para él la vida pasa por no quedarse embarazada. Una vez comprendió esto, la mujer pudo «desprogramarse» y empezar a tener hijos con la absoluta certeza de que el problema lo tuvo su madre, y no ella. ¿Cuántas madres tienen hijos y sobreviven?
Llegados a este punto, se trata de ser consciente de quién conduce, de quién lleva el volante. Cuando hago esto o aquello, cuando tengo unos síntomas o realizo una determinada actividad, ¿quién conduce mi vida? ¿Y por qué?
Una mujer iba al gimnasio. Practicaba musculación una hora diaria. Un día, en plena sesión, se dio cuenta de que hacía aquello por culpa de su padre. El hombre siempre la menospreció y le dijo que era «fea y canija». Ella había olvidado aquel desprecio, pero el recuerdo seguía en su interior. Una vez que se dio cuenta de por qué iba al gimnasio cada día, dejó las pesas en el suelo, se duchó y no volvió nunca, puesto que lo había hecho como reparación a su conflicto con el padre. Era aquello lo que conducía su coche. A su lado, no había ningún pasajero que quisiese ir al gimnasio. Evidentemente, podría haber proseguido sus sesiones de musculación, pero con otra motivación. En caso de querer seguir por la misma vía, hacia el gimnasio, la esterilidad..., una vez uno se da cuenta, ya no hay razón para continuar.
EL MURMULLO ELECTROQUÍMICO DE MIS CÉLULAS...
El objetivo, la especificidad de la descodificación biológica de las enfermedades, no es otro que el de proponer un sentido biológico basado en la emoción, nunca en el intelecto. Si nos limitamos al nivel intelectual, podemos agradar o disgustar. No obstante, cuando se trata de la historia personal de cada uno, ya no nos encontramos en un plano intelectual, sino emocional.
La emoción es el canto de las células, es su murmullo, la luz eléctrica, cálida y química, la realidad subjetiva de los núcleos celulares. La emoción es una pequeña célula que habla de sí misma, que se muestra como un animal salvaje, un monje pudoroso, un artista desnudo, sin tapujos, satisfecho o frustrado.

Índice

Agradecimientos 9
Advertencia 11
Principios generales 15
1. Cardiología 33
Arterias coronarias 35
Venas coronarias 41
Corazón 43
Pericardio 44
Arterias 45
Venas 46
2. Dermatología 51
Epidermis 52
Dermis 63
Hipodermis: reservas de grasa, sobrepeso,
retención de líquidos, lipoma 69
Diversos 70
Pelo 74
3. Gastroenterología 77
Boca: submucosa 79
Glándulas salivales 80
Glándulas salivales: canales 81
Esófago: parte inferior 83
Esófago: parte superior 84
Estómago: curvatura mayor 85
Estómago: curvatura menor / bulbo duodenal / píloro 87
Duodeno (excepto el bulbo) 88
Páncreas: parénquima 89
Hígado: parénquima 90
Vías biliares y pancreáticas 91
Intestino delgado: yeyuno, íleon 92
Apéndice 94
Colon / ciego 95
Recto superior / sigmoide 96
Recto inferior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
Peritoneo 100
Epiplón mayor 101
Estreñimiento / gases / diarrea / vómitos 101
4. Endocrinología 107
Hipófisis 108
Corteza suprarrenal 110
Hiperglucemia 112
Hipoglucemia 115
Tiroides, paratiroides: parte acinosa . . . . . . . . . . . . . . . . . 116
Tiroides: conductos excretores 119
5. Ginecología 123
Ovarios: las células germinales 124
Ovarios 126
Las trompas de Falopio 128
Útero: mucosa del cuerpo 129
Útero: músculos lisos 132
Útero: cuello 133
Vagina / glándula de Bartholin 135
Labios mayores 137
Mamas 137
Mamas: glándula 138
Mamas: conductos galactóforos 140
Mamas: dermis 141
Mamas: vaina de los nervios 142
Anexos fetales 143
6. Hematología 145
Sangre 147
Ganglios linfáticos 148
Vasos linfáticos 150
Ganglios nobles 150
Bazo / plaquetas 152
7. Neurología. El cerebro 155
La composición del cerebro 156
Tumores 158
Cefaleas 161
La prueba psicobiológica de la verdad: la crisis épica 166
Epilepsia (gran mal) 168
Pequeño mal / seudoausencia 171
Espasmofilia / tetanía 173
Vaina de los nervios 173
Dolor 174
Las meninges 176
Músculos estriados (rojos, voluntarios) 176
Parálisis 178
Área de Broca 183
8. Oftalmología 185
Glándulas lagrimales 186
El ojo 187
9. Otorrinolaringología 201
Amígdalas 202
Paladar 204
Cavum 204
Laringe 205
Nariz: olfato 205
Nariz: mucosa 207
Senos paranasales 211
Oído interno 213
Oído medio 214
Trompa de Eustaquio mucosa 217
Trompa de Eustaquio musculosa 217
Vértigo 219
10. Neumología 221
Pulmones 222
Laringe 224
Bronquios 225
Asma y disnea laríngea 228
Pleura 229
11. Nefrología 233
Riñón: túbulos colectores 234
Riñón: parénquima 238
Riñón: pelvis renal 239
Uréter 240
Vejiga: submucosa 241
Vejiga: mucosa 242
12. Reumatología 245
Generalidades 246
Desvalorización general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
Desvalorizaciones específicas: localizaciones 249
Enfermedades específicas 270
13. Aparato reproductor masculino 283
Escroto 284
Testículos / zona germinal 285
Testículos / zona intersticial 287
Próstata 288
Vesículas seminales 291
Conclusiones 293
Glosario 299
Lista de ilustraciones 301

Obelisco
9788416192311
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