Macrobiótica Zen. Por George Ohsawa. ISBN:  9788416316823

Macrobiótica Zen

Referencia: 9788416316823
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Con motivo del 50 aniversario de la muerte de Georges Ohsawa (Kioto, 18 de octubre de 1893 – Tokio, 24 de abril de 1966), publicamos aquí una nueva versión de su obra más importante y conocida.

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Hemos tomado como base la edición que en el año 1979 publicó en Uruguay Mauricio Warroquiers pero, en Mandala Ediciones, hemos realizado una revisión exhaustiva; en todas y cada una de sus páginas se han hecho correcciones terminológicas,  actualizaciones y adaptaciones de muchos nombres y conceptos,
y también se ha realizado multitud de cambios de estilo.
Todo ello creemos que facilita significativamente su lectura y permite una mejor comprensión de la Macrobiótica actual.
En estos 50 años la Macrobiótica ha experimentado un gran desarrollo y popularización en todo el mundo gracias a las aportaciones de muy diversos autores y discípulos de Ohsawa, como Michio Kushi, René Lévy y Helène Magariños en Francia, el Dr. Ser, Jorge Pérez Calvo, Mai Vives, Rosa Casal y otros en España.
Estamos seguros de que todos ellos coincidirían en considerar esta obra como imprescindible para conocer la filosofía, los principios fundamentales y las bases teóricas de la Macrobiótica, que siguen plenamente vigentes en la actualidad.
George Ohsawa nació en la época de las conmociones sociales causadas por la restauración Meiji, en la que todo un modo de vida ancestral volcó repentinamente hacia la modernidad. Creció en el seno de una familia muy pobre. Durante la adolescencia se le diagnosticó tuberculosis (de la cual habían muerto diversos miembros de su familia), de la que se sanó con el método natural del Dr. Sagen Ishizuka (1850-1909). Éste preconizaba la curación de las enfermedades sin medicamentos; tan sólo equilibrando, en la alimentación, la relación entre el sodio y el potasio. Este sistema, que tuvo mucho éxito, era una adaptación científica de la antigua tradición médica extremo-oriental, basada en el principio de equilibrio entre el Yin y el Yang.
Ohsawa profundizó este método y, a través de sus propios estudios e investigaciones, lo amplió hasta crear lo que se convirtió en la macrobiótica: un sistema tanto filosófico como práctico que pretende ayudar a desarrollar el entendimiento humano. Desde entonces consagró el resto de su vida a intentar demostrar su convicción de que, si se aplicaran los principios de su enseñanza, se podrían resolver los problemas y conflictos de la humanidad.
Con este objetivo, impartiendo cursos y conferencias, Ohsawa escribió centenares de libros, ayudó a miles de enfermos con su método alimenticio, colaboró con diversos científicos, divulgó numerosas disciplinas extremo-orientales y se encontró con muchas personalidades del siglo XX.
A partir del año 1953, empezó a enseñar de manera sistemática a través del mundo: hizo largas estancias en Francia y en Bélgica, pero también en otros lugares de Europa y en los Estados Unidos. En estos países se crearon grupos de estudio y centros permanentes, periódicos, restaurantes y manufacturas de productos macrobióticos.
George Ohsawa dejó tras él a muchos discípulos, algunos de los cuales se convirtieron en enseñantes; su mujer Lima, que nació el 18 de abril de 1898, dirigió el "Centro Internacional Ignoramus" (el centro macrobiótico del Japón) hasta poco antes de su muerte, sobrevenida en Tokio el 9 de noviembre del 1999.

George Ohsawa (Kioto, 18 de octubre de 1893 - Tokio, 24 de abril de 1966) fue un filósofo japonés fundador del sistema de enseñanzas conocido con el nombre de "macrobiótica". Su verdadero nombre era Yukikazu Sakurazawa (en japonés: 桜沢如一), aunque también firmaba Nyoiti -pronunciado "Choichi"- Sakurazawa.

Traducción: Mauricio Waroquiers

Prólogo
por MAURICIO WAROQUIERS

para comprender a Georges Ohsawa es necesario tener un espíritu infantil, una mente pura que solo puede provenir de quien posea un organismo sano. A la gran mayoría de las personas le cuesta entender lo que, sin embargo, es tan fácil para un macrobiótico, aun para quien, como quien escribe estas líneas, dista aún mucho de práctica adecuadamente sus principios, pero que ya ha pasado varias veces por ese estado de bienestar, por esos relampagueos de comprensión que permiten hacer recibir el verdadero sentido de la vida.
Mi ventura nació de mi desventura. Después de SO años de excesos de todo tipo que me llevaron a alienarme de mi propia familia y a sufrir todo tipo de enfermedades: obesidad, problemas cardíacos, artritis, asma, cálculos, hemorroides, problemas hepáticos y vesiculares, mareos y desmayos y todo esto coronado por un carácter irascible y por la mayor arrogancia posible, me vi un día enfrentado a la vez a un desastre familiar, financiero, moral, y a una total falta de decisión, si no fuera la de escapar sin rumbo fijo.
Un día cayó en mis manos el libro "Sois todos Sanpaku" de William Dufty y sin comprender su fondo filosófico, pero aleccionado por su propia recuperación de numerosas enfermedades, comencé a comer macrobióticamente. En diez días sentí una profunda transformación que sigue produciéndose a través de los últimos ocho años, pudiendo hoy decir que todos mis malestares han desaparecido. Al principio no llegaba a comprender el mensaje de Ohsawa, aún no sabía leer sus libros con un espíritu infantil.
Pienso que cuando Jesús decía que a los niños pertenecía el Reino de los Cielos, eso es lo que nos quería comunicar. Si sabemos librarnos de todos nuestros preconceptos y volver a verlo todo a través de la pura pupila de un niño, entonces sí, es posible comprender a Ohsawa.
Por eso, querido hermano lector, es a la vez tan fácil y difícil practicar la forma de vida macrobiótica. Debemos, ante todo, deponer nuestra coraza y el cinismo, legado de la vida moderna.
Cuando Ohsawa escribía sus libros era aún un Quijote enfrentándose a los molinos de viento, o por lo menos así parecía. No llegaba a comprender por qué una vez curada, la gente se alejaba sin siquiera agradecer y lo que es más grave, sin volcar su nueva felicidad hacia el prójimo. Pero la semilla cayó en buena tierra. Hoy, millones de personas por todo el mundo practican la Macrobiótica, y por todos lados se promueven conferencias y seminarios dedicados a enseñar estas prácticas tan simples y directas. Cientos de libros y publicaciones están proclamando la buena nueva y muchos médicos han descartado sus inútiles prácticas para aplicar los principios macrobióticos.
Varios discípulos de Ohsawa han establecido sus centros de difusión, estando todos en contacto y hermanados por el espíritu de un grano, diez mil granos.
En el país natal de Ohsawa está su viuda, la Sra. Lima Ohsawa, dirigiendo el Centro IGNORAMUS fundado por su esposo. En los Estados Unidos, Michio Kushi (Mitio, como lo llamaba Ohsawa), Director de la Fundación Este-Oeste, y del Instituto Kushi, y Herman y Cornelia Aihara con la Fundación Macrobiótica G. Ohsawa, Michel Abehsera y muchos más. En Europa están Clim Yoshimi, Mme. Riviére, etc.; en Uruguay y Argentina, algunos grupos macrobióticos, con diferentes actividades, etc. Algunos trabajan sotto vote, otros dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. Innumerables centros diseminados por todo el mundo proclaman la verdad macrobiótica de Ohsawa como una forma de expresar agradecimiento por la presente ventura de sus propulsores.
Pero pienso que, a pesar de toda la avalancha de publicaciones, es necesario releer a Ohsawa. Sin duda sus discípulos han ampliado su visión y mensaje y hasta corregido ciertas proporciones en el comer, ajustadas a diferentes condiciones ambientales. En las recetas de este libro hemos reducido las proporciones de sal y aceite que figuran en el original porque en el Río de la Plata somos muy carnívoros y tenemos mucha sal y grasas que eliminar. Ohsawa nos fija las bases y cada uno de nosotros debe ejercer su propia libertad para descubrir las justas proporciones hasta tanto su propia intuición se afirme por encima de siglos y siglos de prácticas inadecuadas. La Macrobiótica no es más que una continua transmutación sometida a las cambiantes circunstancias del Universo. De todas formas, para una visión más actualizada y beneficiosa para la salud, recomendamos encarecidamente la Dieta Macrobiótica estándar, y no experimentar una dieta de diez días de arroz o N°. 7, sin el concejo o la vigilancia de un amigo macrobiótico experimentado.
El G. O. M. F. nos encomendó la traducción al castellano de todas las obras de Georges Ohsawa. El lector tendrá así un material bien revisado y bien autorizado por uno de los discípulos del fundador de la Macrobiótica.
Si tú, querido hermano lector, ya eres macrobiótico, este libro seguirá ofreciéndote un tesoro de consejos inapreciables. Pero si el azar puso este libro en tus manos y no sabes nada de la Macrobiótica, te ruego leerlo detenidamente aunque al principio te parezca infantil, lírico y hasta grotesco. Léelo con el convencimiento que cuanto más sumergido estés en el barro, más posibilidades tendrás de entenderlo. Bastará para ello que te impacte una frase, un párrafo o una idea, y esa será la llave que te abrirá la puerta hacia una felicidad inimaginable.
Usé las palabras infantil, lírico y grotesco porque esa fue mi reacción al leer a Ohsawa por primera vez y eso es lo que muchas personas no pueden dejar de sentir debido a una educación dirigida a buscar una felicidad efímera. Todo "lo que sale de lo común" nos parece fantasía. Siendo "lo común" las desdichas, el dolor, las guerras y la violencia que nos rodea.
Ohsawa, ante el aparente fracaso de su prédica, decía que la puerta hacia la Macrobiótica era estrecha y pequeña. Ojalá, hermano lector, para tu bien, que puedas colarte por ella.
JUNIO 1979
AGREGADO: Han pasado 22 años desde que escribí este prólogo a la edición en castellano, y nada ocurrió para hacerme cambiar de opinión, si no fuera confirmar todo lo dicho y experimentado. " ¡A bon entendeur, salud
SEPTIEMBRE 2001

Prefacio
por CAUVET DUHAREL - 1965

Aunque Georges Ohsawa ya es bastante conocido por sus obras, conferencias y sobre todo por sus curaciones, es de utilidad recordar que nació en Kioto el 18 de octubre de 1893 y vino a Francia por primera vez antes de la Segunda Guerra Mundial, donde formó un grupo de amigos. Encarcelado en su país durante la guerra y condenado a muerte, lo salvaron las tropas estadounidenses de ocupación. Sin recursos económicos consiguió, sin embargo, realizar varias veces la vuelta al mundo acompañado por su encantadora esposa, pasando largos períodos de tiempo en Europa y Estados Unidos donde sus ideas provocaron considerables inversiones de capital. Hoy con más de 70 años, se encuentra en plena actividad, contentándose con tres o cuatro horas de sueño por noche. Un testimonio viviente de sus excelentes principios.
Estos principios descansan en el vínculo entre cuerpo y espíritu, admitido desde hace miles de años por las religiones de Oriente y descubierto recientemente por la Medicina Occidental. Para sus curas Ohsawa no prescribe remedios y mucho menos bajo forma de fármacos. En el ámbito físico, recomienda una transformación radical de la dieta, agregada a unas pocas hierbas para casos específicos.
En el ámbito espiritual, Ohsawa insiste en una transformación completa de las actividades vitales, partiendo de un concepto que adoptaron igualmente filósofos de la talla de Spinoza y Teilhard de Chardin, o sea que el hombre no es una entidad separada en un universo creado a su servicio sino que, nacido del limo, no es más que el último eslabón en el tiempo de un continuo de formas de vidas con quienes se mantiene en simbiosis. No solo permanece vinculado a sus orígenes, sino que es solidario con todos sus semejantes. Estamos hermanados tanto con nuestros vecinos como con los que viven en las antípodas, como con los animales de igual fisiología a la nuestra, como con las plantas sometidas como nosotros al nacimiento y muerte y hermanados hasta con las piedras, pues cada cosa obedece a las leyes que rigen el resto del Universo.
El todo, correspondiente a las generalidades infinitamente pequeñas, es llevado por un soplo que nos lleva a una meta desconocida. De modo que nos hallamos todos embarcados en el mismo navío, del cual tenemos la ilusión de dejar al morir. ¿Por qué entonces luchar para amasar riquezas en detrimento de otros, ya que las perderemos inevitablemente algún día? El Mundo forma una unidad en donde cada criatura lleva una partícula de vida que nos analoga e interdependiza. Por eso, dice Ohsawa, es un crimen (por el cual seremos castigados) desperdiciar un solo grano de arroz, o comer de más, cuando tanto se mueren de hambre.
Esta noción de dependencia está ligada a la del sacrificio, y asimismo es base de todas las religiones: sacrificio de la tierra que nutre las plantas, de las plantas que alimentan a los animales y seres de sangre roja, mientras los más evolucionados entre éstos se sacrifican para preparar la venida de la encarnación futura y el advenimiento de lo que San Pablo llamaba la "Parusia".
Esta concepción conmovedora de la vida y de la disciplina alimentaria, predicada por Ohsawa, nos asegura la misma felicidad que ha beneficiado a los asiáticos durante miles de años. Todos aquellos viajeros que visitaron el Oriente atestiguan en forma unánime que desde Birmania al Japón domina la sonrisa, a pesar de la miseria y hambruna, y que hasta los animales parecen participar de la amabilidad general y de un mejor trato humano. Porque aunque la raza amarilla descubrió la pólvora solo la usó para sus fuegos artificiales, mientras que los blancos la emplearon rápidamente para otros usos que los llevaron a la bomba de hidrógeno.
Se impone una pausa para examinar nuestros principios y cambiar de dirección. Es con esa esperanza que Ohsawa, Presidente de la Asociación Japonesa para el Gobierno Mundial, difunde por doquier sus ideas.
Atacado por los médicos franceses ante la Cámara Correccional del Sena por ejercicio ilegal de la Medicina, fue eximido por el tribunal con las siguiente palabras:
«Ohsawa profesa un sistema filosófico de origen extremo-oriental por el cual el Hombre aparece sometido a unas fuerzas antagónicas denominadas Yin y Yang.
Por otro lado, la meta de la Filosofía de Extremo Oriente es permitirle al Hombre alcanzar "la Felicidad Eterna y la Libertad infinita", para lo cual debe practicar el desapego, implicando la obligación de dar hasta el sacrificio. En consecuencia el Hombre debe consumir una alimentación estrictamente indispensable para lograr su propio equilibrio, porque como son limitados los bienes de consumo, todo exceso es perjudicial para el prójimo y contrario a la noción del desapego.
De modo que Ohsawa ha llegado a concebir un régimen alimentario conforme a sus concepciones filosóficas y morales: surgiendo inmediatamente que en este sistema la Medicina constituye solo una rama de la Filosofía y se confunde con la dietética, sin que pueda atribuirse a esos términos el sentido que se da en Occidente.
Para difundir sus enseñanzas, Ohsawa viajó por todo el mundo y, desde 1957, ha vivido varias veces en París donde ofreció una cierta cantidad de conferencias. Varios médicos parisinos, interesados en la dietética y tratando de enriquecer sus conocimientos en las disciplinas extremo-orientales, se pusieron en contacto, trabajando con él en sus laboratorios o en el seno de ciertas agrupaciones, donde le solicitaron consejos.
Estos hechos no pueden interpretarse como actos de ejercicio ilegal de la Medicina: en efecto, no podrían reprochársele a Ohsawa sus enseñanzas, ni sus ejercicios, que no caen bajo el peso de la ley. Tampoco puede ser culpado por haber estado presente, porque Ohsawa no lo examinó, limitándose a dar su opinión sobre un régimen a adoptar, y a pedido del propio doctor que se lo había solicitado para un fin puramente científico. El artículo 372 del decreto del 11 de mayo de 1955, castigando los actos de ejercicio ilegal de la Medicina cometidos "aun mismo en presencia de un médico" no ha querido evidentemente prohibir ciertas colaboraciones entabladas en interés de la investigación medicinal...»
Este juicio es interesante porque establece un distingo eliminatorio entre la dietética medicinal y la higiene alimentaria. En efecto, surge que en un solo caso, el de un niño de 4 años, Alain H., ciego y mudo de nacimiento, Ohsawa intervino directamente. Aunque se limitó a prescribir un régimen, ofreciéndole a la madre un texto con una lista de alimentos clasificados por grupos entre los cuales había subrayado los que debía elegir. En eso los jueces no percibieron indicios de culpabilidad: "Evidentemente no consistía en tratar un doble achaque congénito", decían, "sino solo aportar un alivio a un enfermo haciéndole participar en un sistema filosófico y moral, de cuyas virtudes el acusado tiene un conocimiento absoluto".
La madre del pobre niño, después de haberlo alimentado exclusivamente según los consejos recibidos, o sea un 90% de cereales y 10% de verduras, lo encontró más calmo, más alegre y alerta.
"La regulación de los fenómenos antagónicos Yin y Yang, constituyó en ese caso todo el secreto de tales morales".
Muchas de las recetas consignadas en este libro podrán parecer extrañas, pero en el círculo de nuestros parientes y amigos hemos podido comprobar la eficacia de algunas. Abrigamos la esperanza de que esta obra consiga producir una vida feliz para, por lo menos, una parte de Humanidad sufriente.

Introducción
LOS CAMINOS DE LA FELICIDAD

1 lace unos miles de años la felicidad, meta que todos ambicionamos, recibió de los sabios de Oriente una definición que aún hoy me parece sumamente válida.
Según estos sabios, el hombre feliz es aquel que:
1. Tiene una vida larga y sana y se interesa por todo;
2. No le preocupa el dinero;
3. Sabe instintivamente evitar los accidente
y las dificultades que provocan una muerte prematura;
4. Comprende que le Universo está ordenado en todos los niveles;
5. No desea destacarse y estar en primer lugar, aunque, sin quererlo, siempre lo logra.
La filosofía oriental nos enseña los medios para alcanzar esta felicidad en todos los niveles: individual, familiar, social. No busca tanto explicar la estructura del Universo, sino demostrar cómo podemos realizar fácilmente la felicidad. La mayor parte de las grandes personalidades fueron autodidactas, por consiguiente, la educación escolar es inútil y debe ser abolida. La educación profesional es formadora de esclavos y la mentalidad de esclavo es incompatible con la felicidad.
En esta guía, he tratado de evitar la exposición de la filosofía Yin-Yang de la Felicidad, el Juicio Supremo y las Llaves del Reino de los Cielos como fueron considerados por Lao Tse, Buda, Sun Tzu y tantos otros, ya que existen numerosas obras sobre estos temas. Además, si no se alcanza a vivir de vez en cuando un solo día de felicidad, la comprensión intelectual de estas filosofías es superflua.
Si el concepto oriental de la felicidad os interesa, probad el método macrobiótico' durante por lo menos 1 o 2 semanas. Os lo recomiendo después de haberlo enseñado durante 48 años, con la certeza de que es el mejor camino hacia la felicidad.
La otra vía, que consiste en sumergirse en estudios intelectuales y teóricos, es larga, difícil y tediosa.
No olvidar que la filosofía oriental es práctica. Solo quien desconoce el funcionamiento de los métodos medicinales consideraría que la felicidad del cuerpo puede lograrse con la ayuda de productos farmacéuticos cada vez más numerosos y de operaciones quirúrgicas cada vez más complicadas. La filosofía oriental es una disciplina práctica que cada uno puede adoptar con placer cuando y donde le convenga. Restaura la salud así como la armonía en el cuerpo, espíritu y alma, condición indispensable para una vida venturosa.
DE LA SALUD A LA PAZ
Todas las grandes religiones nacieron en Oriente, región de la luz. Gracias a estas, los pueblos orientales, y sobre todo los de Extremo Oriente, vivieron pacíficamente durante miles de años hasta la llegada de la civilización occidental, por eso Japón fue siempre denominado el país de la longevidad y de la paz.
Pero todo cambia en este mundo fluctuante; los países de Asia y África fueron colonizados por la civilización occidental y su pacifismo les hizo abandonar las tradiciones y adoptar las costumbres de Occidente. La civilización importada se volvió más y más poderosa, las guerras más y más crueles, y hoy en día la civilización científica es la nueva religión de la Humanidad. La admiramos mucho, pero ¿podemos nosotros pretender que se lleve de la mano con la antigua civilización y sus conceptos de salud, libertad, felicidad y paz?
He buscado por mucho tiempo la forma de armonizar estas dos civilizaciones y creo haber hallado el medio de combinarlas. Pienso que si los occidentales aplican la filosofía oriental, llegarán no solo a
resolver sus numerosos problemas de orden científico y social, sino también las grandes interrogantes: la felicidad y la libertad.
El primer paso en esta vía consiste en estudiar la alimentación oriental, base de la salud y vida venturosa, considerada en Japón como el arte divino de la vida. Este arte reposaba sobre numerosos principios, mientras que en Occidente parece guiarse por la búsqueda de placer o sea por motivos bastante bajos. Aquellos que acaban de hacer lo que se llama una buena comida muestran, evidentemente por sus rasgos, que están cansados y hasta intoxicados por los alimentos demasiado ricos que han consumido, y sus manifestaciones tampoco demuestran la lucidez de su inteligencia. Vemos así que la salud y la comprensión, ligados al decir europeo: 'espíritu sano en cuerpo sano", son influenciados por la alimentación, cuya importancia ya no es secreto para nadie. No es porque, a priori, sea la comida oriental superior a otras, y aquellas que se encuentran en los restaurantes japoneses o chinos de Europa, a veces muy elegantes, a menudo no hacen sino evocar vuestras ideas bárbaras, oscureciendo más o menos vuestra comprensión suprema. Pero los verdaderos chefs japoneses y chinos preparan platos que no solamente son exquisitos para los que no tienen arruinadas las papilas gustativas debido al alcohol o los fuertes condimentos, sino capaces de cimentar la salud y luego la felicidad, conforme a los principios de la Macrobiótica.
El régimen de los monasterios Zen en el Japón es llamado Syozin Ryori lo que quiere decir cocina que mejora la comprensión.
Si las industrias alimentarias de Occidente pudiesen producir una alimentación macrobiótica, realizarán la primera revolución de este tipo, iniciando la primera guerra total contra la enfermedad y la miseria.

A MIS LECTORES

Si os decidís a estudiar nuestra filosofía cinco veces milenaria, deseando realizar la Libertad Infinita, la Felicidad Eterna y la jus-
ticia Absoluta, comprenderéis que estos logros deben ser fruto de vuestra propia auto-realización independiente, como la de todos los animales, aves, peces e insectos. ¡Antes de cualquier otra cosa comprended que se trata de conquistar vuestra propia enfermedad y no la de esta o aquella persona, sino la vuestra!
Conoced la naturaleza de vuestra enfermedad y su causa. Si solo os interesa la desaparición de los síntomas, dificultades o dolor, no es necesario que leáis este libro. Esta filosofía singular no trata la Medicina sintomática.
Es necesario asimilar y comprender a fondo el Principio Unificador y vivirlo en la vida cotidiana. Y para esto es más que suficiente leer la Filosofía de la Medicina de Extremo Oriente, e innecesario estudiar y memorizar miles de libros muy complicados.
Observad la dieta macrobiótica así como está explicada. Si no podéis encontrar un tratamiento específico para la enfermedad que os interesa curar, aplicad uno u otro tratamiento o combinad varios descriptos en el Capítulo XI, según los síntomas que tengáis. Hacedlo cauta y sistemáticamente y alcanzaréis el éxito.
Debéis ser el creador de vuestra propia vida, salud y felicidad.
GEORGES OHSAWA

ÍNDICE

Prólogo por Mauricio Waroquiers      7
Prefacio por Cauvet Duharel      10
Introducción     14
I: La Macrobiótica y la Medicina de Extremo Oriente      19
Por qué escribí este libro      19
La Filosofía de Extremo Oriente      21
II: Mi terapéutica      24
Infelicidad, enfermedad y crimen      24
Enfermedades incurables      25
Tres tipos de Terapia      25
Los que no pueden ser curados      26
Satori      26
Valentía, honradez y justicia      27
Tolerancia      28
III: Las Siete Condiciones para la Salud y la Felicidad      29
IV: Con fe nada es imposible      36
La libertad infinita      38
Basarse en la propia experiencia     39
V: Teoría Yin-Yang      40
Clasificación Yin-Yang de Alimentos      42
Menú para una semana      48
VI: Mi Cocina Macrobiótica o las Diez Formas
de Alimentarse Adecuadamente      50
Las cosas buenas      52
Masticar bien      52
Menos líquidos      52
La cocina macrobiótica      53
VII: Alimentos Principales      54
Arroz integral     56
Trigo sarraceno      60
Mijo, otros cereales y preparaciones     63
VIII: Alimentos Secundarios      65
Nitsuke      65
Sopas y potajes     67
Platos diversos      68
Pasteles y tartas de verduras y frutas      70
Chapati      73
Jinenj o      74
Garbanzos      74
Legumbres      75
Maíz y Azuki      76
Aemonos (ensaladas y rehogadas)      78
Variedades      78
Algas marinas      79
Plantas silvestres      81
Preparaciones con miso y shoyu      82
Bebidas y zumos     86
IX: Platos Especiales      97
Carnes      92
Frutos de mar     94
Postres      97
X: Sugerencias para el tratamiento
de síntomas de enfermedades      101
Sugerencias generales      101
Tratamientos externos      103
XI: Regímenes curativos específicos
para algunas enfermedades     109
XII: Alimentos para Bebés      131
XIII: Crianza general del niño y la transmutación bioquímica . . .      135
XIV: La Macrobiótica y la Vejez      146
XV: Consideraciones finales      148
Otras sugerencias dietarias      148
La sal      149
Medicina popular     149
Vuestra historia      150
Apéndice I: Una cura en diez horas     154
Apéndice II: El Orden del Universo, el Principio Unificador
y las Etapas del Juicio y de la Enfermedad      161
Apéndice III: Certificado Proforma:
Defunción del Imperio Estadounidense del Oro      165
RESUMEN BIOGRÁFICO DE GEORGES OHSAWA     179
NOTAS      182

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