La Respuesta Esta En El Colageno

Referencia: 9788441430624
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Una solución a la osteoporosis, la tendinitis, la rotura de ligamentos y otros problemas relacionados con su déficit El colágeno es una proteína que forma el tejido conectivo. Es un componente fundamental de la piel y, sobre todo, de las articulaciones. Sin embargo, se sabe el hecho de que su deterioro provoca la fa...
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Una solución a la osteoporosis, la tendinitis, la rotura de ligamentos y otros problemas relacionados con su déficit

El colágeno es una proteína que forma el tejido conectivo. Es un componente fundamental de la piel y, sobre todo, de las articulaciones. Sin embargo, se sabe el hecho de que su deterioro provoca la falta de tersura y el envejecimiento prematuro de la piel. Pero, sobre todo, provoca muchas de las lesiones musculares, de tendones y ligamentos que hoy día asolan principalmente a las personas que practican deportes, ya sean aficionados o profesionales. ¿ Cual es la causa de esta carencia? ¿Cómo se puede prevenir y solucionar este problema? En este libro, la autora, con su habitual estilo riguroso y didáctico, explica de que modo se puede afrontar este grave problema que, además de lo mencionado, provoca enfermedades tales como la artrosis y la osteoporosis. Una obra, con la que después de su lectura, usted podrá prevenir y mejorar todas las afecciones que el déficit del colágeno provoca.

ANA MARÍA LAJUSTICIA BERGASA
(Bilbao, 1924) es licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, y ha realizado estudios sobre agricultura y alimentación animal, publicando artículos sobre el tema en revistas especializadas. Desde principios de los 70 se dedicó al estudio de la dietética, basado en la bioquímica y la biología molecular, y participó en congresos internacionales sobre estas materias, especializándose en los problemas provenientes de las deficiencias en la alimentación.
Es autora de La alimentación equilibrada en la vida moderna, La artrosis y su solución, Colesterol y triglicéridos, Alimentación y rendimiento intelectual, Los problemas del adulto, Vencer la osteoporosis (Edaf, 2000) y El magnesio, gran éxito de ventas, que fue traducido a varios idiomas y del cual este libro es una versión renovada y totalmente actualizada. En toda su obra destaca un estilo didáctico y claro, y está considerada como una gran especialista en dietética y nutrición, disciplinas sobre las que imparte cursos y conferencias.

Al lector

Los que me conocen pueden pensar: «Ya es-tamos otra vez con lo mismo». Y yo les digo que sí, que es lo mismo pero intentando que quede bien claro que solo tomando magnesio no se arreglan los cartílagos, tendones o huesos. Que comiendo suficientes proteínas, si no hay magnesio, tampoco, y que además es preciso tomar vitamina C, al menos dos veces al día (mejor tres); y que la dieta debe llevar a la vez suficiente fósforo.
Y como siempre, muchas gracias por su atención.

A los médicos

ESTE libro surge como consecuencia de haber escuchado a un médico muy afamado hablar de la artrosis en la televisión. A las preguntas de una señora sobre su problema, respondió que el tratamiento es: antiinflamatorios, analgésicos y relajantes.
Al poco rato llamó un señor de cincuenta y tantos años diciendo que a él le recomendaban los médicos ponerse prótesis en las rodillas y en las caderas (o al menos eso entendí yo), y supongo que también el médico, ya que la respuesta fue que cuando Ios dolores no cedían a los fármacos, el paso siguiente son las infiltraciones y después la sustitución de la articulación por una prótesis.
También añadió que es el PROTOCOLO que se sigue en estos casos y que viene de Norteamérica.
Desde que oí eso a quien se mostraba como una autoridad en la materia no puedo descansar
tranquila y por esta razón es a la clase médica y al doctor que escuché a los que me dirijo con todo respeto.
La artrosis no es una enfermedad, como sí lo es la artritis, sino la degeneración de unos tejidos por falta de regeneración de los mismos.
Es decir, al igual que los otros tejidos, los cartílagos, tendones y huesos sufren a lo largo de la vida una resorción y una neoformación; solo que en los colágenos, que es la proteína de estos tejidos, el «turnover» dura años —de seis a doce en las caderas—. Y de hecho, el deterioro, salvo accidentes, traumatismos continuados, dietas rigurosas o tratamientos sobre el cáncer, suele ser lento.
Normalmente, este proceso empieza con los «si será». Si será tortícolis, si será la almohada, si será la ventanilla del coche, si será la postura que tengo ante el ordenador... Y cuando empezamos con los «si será», por lo general, la artrosis ha comenzado. ¿Por qué?
Ahora vienen las preguntas que ustedes normalmente no se hacen.
¿Por qué se produce tanta artrosis entre personas que en teoría comen o pueden comer bien?
¿Por qué existe un número superior de mujeres con este tipo de problemas que de hombres?
¿Por qué esta dolencia aparece o se agrava con la menopausia?
Los colágenos, como cualquier otra proteína, se forman encadenando los aminoácidos de las proteínas que comemos. Pero ¡ojo!, una vez hecha la digestión, como nuestro cuerpo no tiene un órgano o tejido donde almacenar los aminoácidos que pueden sobrar en una comida, el hígado los va transformando en urea y el resultado es que, pasadas cinco horas, no nos queden aminoácidos ni proteínas de reserva.
Esto, que yo no lo he oído explicar nunca a ninguna de las personas que se dedican a la divulgación de los temas de salud, es importantísimo por-que nos aconseja que hemos de tomar proteínas en el desayuno, en la comida y en la cena.
Y si tenemos en cuenta que somos un país en el que en el desayuno, aparte de pan, galletas, bollos o cereales, no se come nada sólido, ya podemos descubrir una de las causas de la aparición o agravamiento de estos problemas.
A esta situación se une la circunstancia de que, además de desayunar mal, somos incluso el país de nuestro entorno en el que comemos más tarde.
Es decir, que es considerable el número de personas que prácticamente no toman alimentos proteicos hasta las tres o cuatro de la tarde.
¿Y la cena? Por lo general, los hombres suelen hacerla bien, al contrario de las mujeres, que suelen cenar mal, por la obsesión de adelgazar.
Me atrevo a decir que un ochenta por ciento de las mujeres de hoy en día, que viven en la ciudad, cenan fruta y un yogur, y algunas que se han tomado el trabajo de hacerse una sopa o cocerse una verdura, me dicen: «Yo ceno bien porque tomo verdura y fruta». Creen que con esa cena que llaman «ligera» duermen mejor, y no piensan que, tomando pescado, la cena puede seguir siendo «ligera», pero a la vez completa.
Y a la pregunta de por qué las molestias aparecen o se agravan en la menopausia, es bien sencillo: a los cincuenta años, muchas mujeres ya llevan unos cuantos a dieta para no engordar, y otras, la mayoría, comiendo lo mismo que antes, ganamos entre 5 y 10 kilos de peso.
Es entonces cuando la que no había hecho dieta empieza con las restricciones, que sobre todo se hacen en la cena, y que se suman a un desayuno asimismo incompleto.
Eso por lo que se refiere a las proteínas. Pero está latente además un serio problema cuyo origen se encuentra en el abonado actual que utilizan la mayoría de los agricultores y que consiste en restituir al suelo los que se han dado en llamar «los tres grandes del abonado», es decir, nitrógenos, fósforo y potasio.
Cuando se utilizaba el estiércol, al suelo le de-volvíamos lo que sacábamos del suelo, y además solía añadirse también guano.
La mecanización agraria, por un lado, y la síntesis de los abonados, por otro, ha llevado a que en las fincas se practique el monocultivo, ya que la maquinaria agrícola es muy cara, y el que tiene frutales, o el que cultiva cereales, no tiene animales, los cuales exigen una atención continua y en terrenos de secano, además, no resultan rentables.
Ese abonado, que estamos practicando desde los años cincuenta del siglo xx, ha llevado a que los suelos, y por lo tanto las cosechas, tengan hoy en día la mitad del magnesio que nos ofrecían hace cincuenta o sesenta años.
Y esta es la causa, junto con la anterior, de que los problemas relacionados con la artrosis aparezcan cada vez en mayor número y a edades más tempranas. Si la persona hace deporte, las primeras manifestaciones son en los ligamen-tos, tendinitis, rotura de fibras, contracturas, calambres...
Y cuando se hacen densitometrías suele aparecer una osteoporosis, ya que el colágeno del hueso es el soporte del calcio, y a menos colágeno, menos calcio, y sobre todo y esto es lo más grave, huesos menos flexibles. En consecuencia, y precisamente por esta pérdida de flexibilidad, es por lo que se rompen con más facilidad, NO porque tengan menos calcio; es el colágeno la parte del hueso que permite que a causa de la presión o de
un golpe, este pueda deformarse ligeramente sin romperse.
Es necesario tener en cuenta que hasta aproximadamente los 21 años no está calcificado del todo el esqueleto, y es precisamente esta circunstancia la que permite que los huesos no se rompan con facilidad.
Cuando los huesos tenían poco calcio porque las madres no podían amamantar a sus hijos y no había leches maternizadas, se deformaban pero no se rompían. Aparecían las piernas en forma de paréntesis y los tórax en forma de pecho de pichón, pero no había fracturas.
Y además debemos recordar que NUNCA en nuestro país se habían tomado tantos lácteos como ahora. Pero sí es muy importante tener presente que nunca se había tomado tan poca vitamina D por vía oral como en la actualidad. ¿Por qué? Eso lo saben ustedes muy bien: porque no se toman grasas animales para no engordar, porque se tiene exceso de triglicéridos o colesterol o por-que no sientan bien. Y esta es otra causa muy a tener en cuenta cuando nos encontramos con una descalcificación, problema que es muy fácil de resolver tomando el sol (cuando no quema) en verano o aceite de hígado de bacalao en invierno. Bastan dos perlitas al día, que se ingieren con una comida que lleve aceite, pues si se tomaran solo con un zumo o agua, por ejemplo, en granparte podrían perderse en las heces, ya que la vitamina D, así como la A y la E, son liposolubles.
Es llamativo que a personas que tienen suficiente calcio en la sangré (a veces he comprobado que en exceso) se les recomiende calcio en pastillas, cuando en su alimentación habitual están tomando todo el que necesitan.
Como la casi totalidad de las sales de calcio son insolubles, ese exceso se precipita en los distintos tejidos, y hoy en día, cuando a una persona se le hace una radiografía, en lugar de aparecer los huesos en blanco sobre un fondo negro, apenas se ven las costillas y sí en cambio sombras blancas en los bronquios y también tuberías blanquecinas, o el corazón dibujado como una clara sombra... Y todo porque hay un exceso de calcio que ha precipitado en forma de oleato, estearato, palmitato, fosfato, urato o en forma de oxalatos en los riñones.
Es decir, en lugar de radiografías, muy frecuentemente se ven lo que parecen fotografías de fantasmas.
Es más, se dan casos en los que se calcifican las glándulas salivares, y conozco muchas personas que cada bocado de comida deben acompañarlo de un trago de líquido como agua, leche, o infusión, y en uno de los casos más llamativos de este problema, en la radiografía de una señora (que conservo), aparece toda la zona del cuello en
blanco. En suero tenía 12,3 miligramos de calcio cuando el límite superior era de 10,5 y seguían recomendándole que tomara pastillas de calcio y vitamina D.
Explico todos estos temas cuando me dirijo a los médicos, porque antes que seguir el llamado PROTOCOLO que recomiendan en la osteoporosis hay que observar y mirar.
¿Tiene calcio en la sangre esta persona? Si la respuesta es sí, la siguiente debe ser: ¿Por qué no lo fijan los huesos? Y recordar que el hueso es colágeno, y en unas brechas que hacen los cordoncillos de tropocolágeno * que miden unos 400 A se coloca el calcio en forma de fosfato, que tiene una composición química parecida alas turquesas, solo que en ellas el catión es el cobre y a 61 deben su precioso color.
El otro posible problema puede ser la falta de vitamina D si no se toman grasas animales, pero se resuelve como he citado anteriormente y como se hacía en los países con poco sol, para evitar el raquitismo, es decir, con aceite de hígado de bacalao.
Y sé que algunas personas piensan: «Y qué nos va a enseñar esta señora, que ni siquiera es médico». Naturalmente que les puedo responder:
Química. Porque todo el metabolismo de nuestro cuerpo no es más que química.
Cuando hay una infección, se busca una sustancia que anule el virus o bacteria ocasionando el menor daño posible a nuestro organismo. Si sobra algo (un tumor, por ejemplo), se tiene que extirpar o destruir; pero cuando nuestra química constructiva, es decir, el metabolismo, no funciona bien, lo primero que hay que tener en consideración es si a esa persona no le faltará algo de aquello que es necesario para construir ese tejido.
Porque no lo olviden, los tejidos se reparan con lo mismo que se fabrican. Es decir, si los colágenos los hemos formado con PROTEÍNAS, FÓSFORO, MAGNESIO y VITAMINA C, la neo-formación se hace con los mismos materiales y, en consecuencia, como las proteínas, el fósforo, el magnesio y la vitamina C son nutrientes que nos suministran (o deben suministrar) los alimentos; los vamos a estudiar con cierto detalle.

Índice

  • Al lector     9
  • A los médicos     11
  • Proteínas     21
  • Fósforo     27
  • Magnesio     33
  • Vitamina C     49
  • Casos prácticos     53
  • Conclusión     71
  • Glosario     79

 

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