El libro que lo responde todo, por Amit Goswami. Ediciones Obelisco

El libro que lo responde todo

Referencia: 9788491113300
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De cómo la ciencia cuántica explica
el AMOR, la MUERTE y el sentido de la VIDA

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La física cuántica no sólo es el futuro de la ciencia, sino también la clave para comprender la consciencia, Dios, la psicología, la muerte y el significado de la vida, dice el doctor Amit Goswami. Es un antídoto para la esterilidad moral y el enfoque mecanicista del materialismo científico, y constituye la mejor y más clara perspectiva para comprender el universo. En definitiva, la física cuántica es, de hecho, la teoría de todo.
En dieciséis capítulos, Goswami y sus amigos y colegas discuten de qué modo puede influir la física cuántica en nuestra comprensión de: el zen; el pensamiento, el sentimiento y la intuición; los sueños; la reencarnación cuántica; el libre albedrío y la creatividad; la espiritualización de la economía y los negocios, la política, la educación y la propia sociedad.
El libro que lo responde todo ofrece gran cantidad de información para todo tipo de personas, que van desde aquellas que puedan estar interesadas en la nueva física hasta aquellas otras que se sientan cautivadas por las implicaciones espirituales de los últimos descubrimientos científicos.

Amit Goswami

uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad, lleva enseñando física cuántica desde hace más de treinta años. Fue profesor de Ciencia Teórica en la Universidad de Oregón, y actualmente es investigador residente en el mundialmente reconocido Instituto de Ciencias Noéticas.
Goswami es autor de numerosos libros, entre los que se encuentra La física del alma y El médico cuánticotambién publicado por Ediciones Obelisco.
Las teorías de Goswami alcanzaron el gran público gracias a su participación en la película ¿¡Y TÚ QUE SABES!?

De cómo la ciencia cuántica explica
el AMOR, la MUERTE y el sentido de la VIDA

ÍNDICE

Introducción        11

Capítulo 1. El choque de dos visiones del mundo        19

Capítulo 2. La consciencia y la ciencia de la experiencia        33

Capítulo 3. La física de lo sutil        53

Capítulo 4. Zen y física cuántica        69

Capítulo 5. Pensamiento, sentimiento e intuición        81

Capítulo 6. El mundo de los arquetipos        91

Capítulo 7. El ego y el yo cuántico        105

Capítulo 8. El libre albedrío y la creatividad        111

Capítulo 9. Involución y evolución        127

Capítulo 10. Historia de dos dominios        135

Capítulo 11. El principio creativo        147

Capítulo 12. La reencarnación cuántica        157

Capítulo 13. El significado y el propósito de la vida        175

Capítulo 14. El significado de los sueños        187

Capítulo 15. La iluminación        195

Capítulo 16. El profesor cuántico, la sociedad cuántica        205

Glosario        225

Lecturas adicionales        233

INTRODUCCIÓN

Han pasado casi cien años desde que se llevara a cabo la formulación mate­mática de la física cuántica. Esta formulación se ha verificado en infinidad de experimentos, y sus conceptos se han aplicado con éxito en muchas tecnologías. De hecho, hemos comenzado a utilizar el término «cuántico» en nuestro discurso cotidiano aunque, frecuentemente, sin una com­prensión plena de su significado profundo. Y, sin embargo, a pesar de su integración efectiva en nuestra sociedad, la visión del mundo cuántica sigue sin ser plenamente aceptada por la comunidad científica, que sigue abrazando y defendiendo la arcaica visión del mundo newtoniana. Como consecuencia de ello, las implicaciones profundas de la visión del mundo cuántica todavía no se han introducido en la mentalidad del gran públi­co. Lo bueno es que, en la década de 1990, merced a los esfuerzos de un grupo vanguardista de científicos renegados, entre los cuales me encon­traba yo, la visión del mundo cuántica comenzó a madurar, dando así a luz a un nuevo e inclusivo paradigma científico. Con todo ello, se puso en marcha un movimiento de base conocido como «activismo cuántico», que tenía la intención de desplazar del ámbito científico a la física new­toniana apelando directamente a la sociedad civil. Este libro forma parte de ese movimiento, así como de las más recientes exposiciones populares sobre la visión del mundo cuántica.
Sin embargo, buena parte del problema es fruto de las circunstancias. El paradigma newtoniano imperante ha estado siempre sometido a ten­sión a causa de las paradojas en las que caía. Conocido oficialmente como materialismo científico, esta visión del mundo propone que todo existe meramente como un fenómeno de la materia, el movimiento material en el espacio y el tiempo causado por la interacción material. No obstante,
las paradojas implícitas en esta visión nunca pudieron ser resueltas. Sería ya en las décadas de 1980 y 1990 cuando el materialismo científico co­menzaría a ser sometido a un escrutinio serio por parte de la comunidad científica, que se vio forzada a ello merced a los nuevos datos experi­mentales. Previamente, la visión del mundo del materialismo científico se había visto fortalecida por su alejamiento del enfoque europeo de la física, más orientado hacia la filosofía, y por su acercamiento al enfoque norteamericano, más pragmático, que siguió a la segunda guerra mun­dial. Así, antes de la década de 1950, el materialismo científico se había arraigado firmemente sólo en las disciplinas de la física y la química; es decir, la ciencia de los objetos inanimados. Pero tras la década de 1950, comenzó a dominar también en el campo de la biología (que se convirtió en química), en el de las ciencias de la salud (que se convirtieron casi en «mecánica») y finalmente en la psicología (que se transformó en neuro­ciencia cognitiva).
La segunda parte del problema lo constituyó el inadvertido entu­siasmo de algunos científicos bien intencionados que intentaron cerrar lo antes posible el debate creado en torno al significado de la física cuántica. De este modo, estos científicos alcanzaron un compromiso al que denominaron, quizás de un modo no demasiado acertado, la Interpretación de Copenhague. Aquella interpretación fue encabezada por el famoso y afable Niels Bohr, a quien todos los físicos (incluido yo) adorábamos.
El elemento central de la Interpretación de Copenhague recibe el nom­bre de «principio complementario», el cual, en su versión más popular, es un craso error, tanto teórica como experimentalmente. Las matemáticas cuánticas dicen, inequívocamente, que los objetos cuánticos son ondas. Pero, evidentemente, los experimentos dicen que también son partículas. ¿Cómo puede el mismo objeto ser a la vez onda –algo que se difunde– y partícula –algo que viaja en una trayectoria definida–? La versión popular del principio de complementariedad resuelve la paradoja de onda-partícula afirmando que los objetos cuánticos son tanto ondas como partículas. El aspecto onda se revela en los experimentos que miden las ondas, en tanto que el aspecto partícula se revela en los experimentos que miden partícu­las. Pero ambos aspectos nunca aparecen en el mismo experimento, de ahí que se hable de complementariedad.
Sin embargo, la respuesta correcta a la paradoja de la dualidad onda-partícula, tanto en el aspecto teórico como en el experimental, es ésta: que los objetos cuánticos son ondas de posibilidad que residen en un dominio de realidad externo al espacio y el tiempo denominado el domi­nio de potencialidad. Cada vez que tomamos medidas de estos objetos se revelan como partículas en el espacio y el tiempo, de tal modo que tanto el aspecto onda como el aspecto partícula de un objeto pueden, de hecho, detectarse en un único experimento. Por desgracia, la versión popular del principio de complementariedad, que generó la impresión de que los aspectos onda y partícula de un objeto existen ambos en el espacio y el tiempo, llevaron a engaño a toda una generación (o dos) de físicos, que cerraron su mente a los elementos realmente radicales de la física cuántica. De hecho, este dominio de la física insiste en una realidad de dos niveles, no en la realidad única espacio-temporal de la física new­toniana y el materialismo científico. Y lo que es más, la física cuántica tampoco podría liberarse de las paradojas sin invocar explícitamente a la consciencia.
Pero, evidentemente, fue el papel de la consciencia el que mantuvo con vida la paradoja, no en la corriente principal, sino en una especie de camino de culto. En la década de 1980, un experimento realizado por Alain Aspect y sus colaboradores resolvió el problema del dominio dual frente al dominio unitario de la realidad al discernir el dominio de la potencialidad a partir del dominio del espacio y el tiempo. En el primero, no hace falta señal alguna para la comunicación; todo se interconecta instantáneamente. En cambio, en el espacio y el tiempo, las señales, que se mueven siempre a una velocidad no superior a la de la luz, median en la comunicación, lo cual ocurre siempre en un tiempo finito.
Pero ¿qué significa eso de que en el dominio de la potencialidad todo se interconecta instantáneamente? Significa simplemente esto: que todo en el dominio de la potencialidad es una única entidad. En un artículo científico publicado en 1989, y publicado nuevamente en 1993 en The Self-Aware Universe (El universo autoconsciente), yo mismo llegaba a la proposición que resolvía la paradoja, al afirmar que el do­minio de la potencialidad es nuestra consciencia no bajo la forma de la consciencia ordinaria del ego, sino como una consciencia superior en la cual todos somos uno. En la conciencia manifiesta nos separamos,
debido en parte a la necesidad de diferenciación de otros objetos (la distinción sujeto-objeto), y en parte debido a nuestro propio condi­cionamiento individual. También planteaba en aquel artículo que esta consciencia superior Única se potencia causalmente mediante causali­dad descendente, es decir, merced a la capacidad para elegir entre las muchas facetas de una onda de posibilidad. Es una elección consciente que transforma las ondas de posibilidad en partículas de actualidad.
El filósofo y científico Willis Harman, que por entonces era presi­dente del Instituto de Ciencias Noéticas (ICN), dio un gran apoyo a mi trabajo, a tal punto que me invitó a escribir una monografía sobre mis investigaciones. Y las nuevas investigaciones no tardaron en crear una nueva ciencia, la «ciencia dentro de la consciencia», un término que posteriormente descubriría que se hallaba ya en boga gracias a Harman. De hecho, el ICN publicaría una monografía con el mismo título en 1994.
Poco después llegaron multitud de avances en el campo, que venían acompañados siempre de extrañas coincidencias de junguiana sincro­nicidad. En primer lugar, una anciana llamó por teléfono durante un programa de radio en el que participaba para preguntarme «¿Qué ocurre cuando morimos?» Yo no sabía cómo responder a la señora sin tener que recurrir a los clichés culturales, de modo que guardé silencio. Después, un teósofo (creyente en la reencarnación) vino a un curso que impartí sobre mi libro El universo autoconsciente, pero que terminó tratando del tema de la reencarnación. Poco después, tuve un sueño del cual me desperté recordando la siguiente admonición: El libro tibetano de los muertos es correcto; tienes que demostrarlo. Por último, una alumna de grado de Filosofía me llamó y me pidió ayuda para superar el duelo que sentía por la muerte de su novio. Y fue mientras conversaba con ella e intentaba teorizar sobre aquello de los seres humanos que sobrevive a la muerte cuando comencé a considerar la posibilidad de que hubiera una ciencia de todas nuestras experiencias: en el sentir material (sensa­ción), el sentir vital (energía), el pensamiento mental (significado) y las intuiciones supramentales (arquetipos como el amor y la verdad). A partir de esto, desarrollé una teoría sobre la supervivencia postmortem y la reencarnación. Poco después, recibí una llamada del escritor y editor Frank de Marco pidiéndome que escribiera un libro sobre mis investi‑
gaciones más recientes, libro que se publicó en 2001 bajo el título de La física del alma.1
Por otra parte, la biofísica Beverly Rubik me llamó en 1998 y me pidió que escribiera un artículo sobre mis investigaciones para una an­tología que estaba compilando. En 1999, me uní a un grupo de treinta pensadores del nuevo paradigma en un congreso con el Dalái Lama en Dharamsala, la India; pero aquel congreso resultó un tanto conflictivo. En primer lugar, el físico Fred Alan Wolf y yo tuvimos un encontronazo verbal en lo relativo a qué enfoque del nuevo paradigma era el correcto, debate al cual se unieron otros participantes del congreso, mientras los organizadores se lamentaban ante el Dalái Lama, que, riéndose, simple­mente comentó: «Los científicos siempre serán científicos». Cuando se recobró la paz, el Dalái Lama nos pidió que aplicáramos el nuevo pa­radigma a temas sociales, y aquello captó mi atención. Cuando volví a Estados Unidos escribí el artículo que Beverly Rubik me había pedido, aplicando la física cuántica a la salud y la curación. Ahí desarrollé una teoría de lo que Deepak Chopra había denominado «curación cuántica», la de la sanación espontánea sin intervención médica alguna.
Más o menos por la misma época estuve de visita en Brasil, donde un joven me preguntó si yo conocía a Deepak Chopra. Cuando le dije que no, me respondió, «Yo puedo arreglar eso». Poco después, me llegó una invitación para que fuera a visitar a Deepak en San Diego. Él acababa de publicar su libro La perfecta salud (2000),2 en el cual hablaba del ayur­veda, un sistema curativo alternativo de la India. Deepak me regaló un ejemplar y me pidió que lo leyera.
Como consecuencia de ello, terminé demostrando la validez cien­tífica de una idea que los médicos de medicinas alternativas vienen uti­lizando desde hace milenios. Dado que los seres humanos somos algo más que un cuerpo físico, las enfermedades de nuestros cuerpos «sutiles» son asimismo responsables de las enfermedades físicas, sobre todo de las enfermedades que llamamos crónicas, de tal modo que podemos realizar sanaciones no sólo tratando los síntomas físicos, sino también abordando el problema en su origen sutil.
Los profesionales de las ciencias de la salud, físicas y mentales, tratan con seres humanos de verdad, por lo que no siempre le dan su aprobación más entusiasta al modelo alopático de la medicina, el modelo «mecáni­co», que emergió del materialismo científico. Cuando escribí El médico cuántico (2004),3 que trata de la integración de la medicina «mecánica», convencional, con otras medicinas alternativas más humanas, la visión del mundo cuántica comenzó a generar cierta atracción entre los profe­sionales de las medicinas alternativas e incluso entre algunos alópatas de vanguardia. Deepak se entusiasmó tanto con el libro que incluso escribió el prólogo de una edición posterior.
La medicina se fundamenta en la biología, de modo que, para relajar la presa que sobre la medicina ejerce el materialismo científico, tenemos que introducir la consciencia en la biología. Yo comencé ese trabajo en la década de 1990, y en 2008, propuse una teoría científica de la evolu­ción basada en la consciencia con el fin de pasar de la simplicidad a la complejidad, dos importantes fuentes de datos que el darwinismo y sus vástagos no pueden explicar. En Evolución creativa,4 integré también ideas de Sri Aurobindo y de Pierre Teilhard de Chardin acerca del futuro de la humanidad dentro de un enfoque científico. Recurrí a las ideas que había desarrollado Rupert Sheldrake acerca de los campos morfogenéticos (los programas sobre los que se crean las formas biológicas), situándolos bajo el paraguas de la ciencia dentro de la consciencia.
Sin embargo, el establishment biológico se ha mostrado muy reacio al influjo de la física cuántica, si bien la biología cuántica está ganando te­rreno poco a poco gracias a los trabajos empíricos sobre epigenética y los libros populares de biólogos como Bruce Lipton, Mae Wan Ho y otros.
En 2009, me propuse acelerar este cambio de paradigma fundando un movimiento denominado «activismo cuántico». Mi objetivo era popu­larizar la visión del mundo cuántica congregando a un grupo de personas consagradas a transformarse a sí mismas y a transformar sus sociedades a través de la práctica de los principios cuánticos. Esta idea ha llamado la atención de algún modo no sólo en Estados Unidos, sino también en Brasil, Europa, la India y Japón, e incluso en Oriente Próximo. En 2014,
fui a Japón para mantener un amplio diálogo sobre la visión del mundo cuántica y el activismo cuántico con el erudito, empresario y filósofo japonés Masumi Hori, diálogo sobre el cual se apoya gran parte de este libro. A lo conversado con Masumi Hori, he añadido otras entrevistas y conversaciones, entre las cuales habría que destacar la que mantuve con Eva Herr.
El resultado de todo esto es una especie de física cuántica 101 para personas no científicas.5 Contiene elementos de todos mis trabajos an­teriores, y espero que sirva de inspiración para que te conviertas en un activista cuántico. Espero convencerte de que la investigación de la cons­ciencia y la visión del mundo cuántica es el futuro de la ciencia. Es el fundamento de un nuevo paradigma que puede llevarnos a responderlo todo.
 
 

Obelisco
9788491113300

Ficha técnica

Autor/es:
Amit Goswami
Editorial
Obelisco
Traducción
Antonio Cutanda
Formato
15,5 x 23,5 cm
Páginas
240
Encuadernación
Rústica con solapas (tapa blanda)
Ilustraciones
Blanco y negro
Nuevo
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