El arte de Vinyasa, por Richard Freeman y Mary Taylor. Editorail Kairós

El arte de Vinyasa

Referencia: 9788499886169
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Despertar el cuerpo y la mente a través de la práctica del ASHTANGA YOGA

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El Arte de Vinyasa es una guía esencial para practicar el yoga como meditación en movimiento. Richard Freeman y Mary Taylor presentan un abordaje novedoso del Ashtanga Yoga, basado en las formas más sutiles de la práctica. De esta forma, el yoga (y en particular el Vinyasa, o la conversación entre los opuestos complementarios) conduce a un despertar profundo. 
Mientras que, por lo general, el Ashtanga Yoga se realiza a través de una secuencia fija de posturas, este libro articula estos mismos movimientos y posturas en relación a su forma: posturas de pie, flexiones hacia adelante, extensiones hacia atrás, torsiones, posturas de equilibrio y posturas de cierre. La alineación, la anatomía y la imaginación son las joyas que enhebran el āsana, que revela la experiencia directa de la naturaleza, tanto del cuerpo como de la mente. Con calidez, humor y sabiduría, Freeman y Taylor proveen los fundamentos para establecer una práctica de yoga arraigada en lo profundo y que se extiende mucho más allá de la esterilla, para tocar la médula de nuestra vida.

Richard Freeman

Richard Freeman ha sido discípulo de B.K.S. Iyengar y Pattabhi Jois. Conocedor de la tradición en profundidad, enseña Ashtanga Vinyasa Yoga desde hace décadas. Es co-fundador del Yoga Workshop de Boulder y autor de El espejo del yoga.

Mary Taylor

Mary Taylor ha sido discípula de Pattabhi Jois y enseña Ashtanga Vinyasa Yoga desde hace décadas. Es co-fundadora del Yoga Workshop de Boulder y autora de What Are You Hungry For?

SUMARIO

Introducción       11

PRIMERA PARTE. FUNDAMENTOS
Las raíces y la profundidad del Yoga

  1. Alineación natural Las formas internas de la práctica        19
  2. Alineando la intención y la acción Donde las ideas encuentran su cauce       48
  3. Movimiento fluido Alineación, forma e imaginación       68
  4. La mecánica Perspectivas anatómicas esenciales        101

SEGUNDA PARTE. ASANA
Movimientos y posturas enhebrados
como joyas por el hilo de la respiración

  1. Construyendo Sürya Namaskára        119
  2. Posturas de parado       148
  3. Flexiones hacia delante        180
  4. Extensiones hacia atrás        231
  5. Torsiones       260
  6. Posturas de equilibrio        277
  7. Posturas de cierre       309


Agradecimientos       337
Apéndice I Sabiduría antigua, circunstancias contemporáneas        339
Apéndice 2 Invocación        341
Apéndice 3 Secuencias        342
Apéndice 4 Ilustraciones de Mûlabandha, las alas de los riñones y la capucha de cobra        351
Apéndice 5        354
Nota de las traductoras       357
Índice       359
Biografió de los autores       367

INTRODUCCIÓN

EL YOGA ES UN ARTE VIVO.  ES UNA VÍA PARA EL MOVIMIENTO, LA RESPIRACIÓN, el pensar, la expansión y la contracción, la evolución y la interacción den­tro del paisaje complejo y continuamente cambiante de nuestro mundo interno y aquel que nos rodea. Así como ocurre con otras expresiones artísticas, el yoga cultiva las semillas de la satisfacción estética que estimulan destellos de compren­sión y de compasión. Para muchos practicantes, las grandes verdades y signifi­cados surgen espontáneamente de la percepción de la naturaleza vasta e interco­nectada de todas las cosas.
Desde el cuerpo, estas chispas estéticas y semillas de discernimiento se expe­rimentan como la sensación de estar en plena resonancia con nuestro entorno. Ocurren en el yoga cuando no las buscamos, así como pueden surgir cuando nos encontramos delante de una gran obra de arte o disfrutando de una perfecta pues­ta de sol. De alguna forma (posiblemente al azar), nuestra percepción de quiénes somos se disuelve durante el tiempo necesario para poder sentir nuestra conexión íntima con todo y con todos, y la presencia subyacente del corazón amable y abierto, que es nuestra verdadera naturaleza, emerge naturalmente. La claridad o la consciencia despierta es la consecuencia —el residuo— de practicar yoga de esta manera: como un arte más que como un medio para adquirir esto o aquello.
Esta forma de abarcar la práctica requiere una disposición que da la bienve­nida al no saber y que tolera permanecer allí. Nos alienta a presentarnos listos y entusiastas para encontrarnos con lo que sea que ocurra. Quizás más importan­te: requiere la agilidad mental y emocional de sentirse cómodo con la paradoja de sostener dos (o múltiples) puntos de vista con la misma cualidad de atención.
Aprendemos a estar centrados y ser disciplinados mientras soltamos, entre­gando el ego mientras aquietamos la mente; y durante todo este proceso nos mantenemos sintonizados con la complejidad de aquello que aparezca. En el ámbito controlado de una práctica, cultivamos estos estados de indagación y aceptación con la mente abierta y, de esa manera, el encuentro con las paradojas y lo desconocido se vuelve seguro e interesante, en lugar de resultar tedioso o te­mible. Gradualmente, los patrones habituales de comportamiento y del pensar se disipan, así como se disuelven los preconceptos y se despliega la libertad.
La mayoría de nosotros no nos inscribimos en nuestra primera clase de yoga con este objetivo, pero en algún momento de nuestra práctica, sucede: esa semi­lla interna se despierta. Es como si, por accidente, se revelara el arte dentro de la forma, en conjunto con un destello de lo que es estar satisfecho y completamente despierto. Por supuesto, esta aparición de la mente libre o consciente, así como tantas cosas misteriosas e importantes en la vida, son quiméricas. En el mismo momento que descubrimos sus maravillas y la sensación de sentirnos libres, na­dando sin esfuerzo dentro de un océano de ecuanimidad, la mente se aferra a la idea del bienestar y la trata de empaquetar, de crear una fórmula que la haga tangible, o de inventar un plan para duplicar ese estado (y posiblemente sacarle provecho). Pero para ese entonces, ya se ha desvanecido.
Con el tiempo —posiblemente muchos años—, quizás comprendamos que el despertar de esta semilla de la realidad no es algo que podemos crear, sino algo a lo que podemos dar la bienvenida. Solo hacemos el trabajo necesario de disponer las cosas para que posiblemente vuelva a surgir. El «trabajo» que debemos hacer es practicar con dedicación, constancia y la mente abierta. Abarcamos la práctica como un vehículo para ver con claridad y despertarnos al proceso de lo que sea que se presente. Al mismo tiempo, nos recordamos constantemente que debemos abandonar nuestras expectativas acerca de lo que podemos alcanzar o adquirir mediante nuestros esfuerzos. El trabajo nunca se termina. Es como si, una y otra vez, preparásemos una comida y pusiéramos la mesa para unos invitados de ho­nor que quizás lleguen o quizás no. Hayan venido o no, al día siguiente pone­mos la mesa de nuevo con un entusiasmo inquebrantable. Cuando abordamos el yoga de esta manera, como una expresión artística y una ofrenda que comprende una cantidad ilimitada de opuestos complementarios y entretejidos, es cuando la práctica nos satisface plenamente. Cualquier beneficio residual que podemos sentir o cualquier discernimiento con el que nos podemos topar como resultado de la práctica son la cereza del postre.
La práctica del yoga puede tomar la forma de asanas (posturas), prânâyâma (respiración), meditación, entonación de mantras o de investigación filosófica. Cada uno de estos métodos nace de la comprensión y de la confianza en el víncu­lo. Todo lo que surge en la práctica es un reflejo del juego de las interacciones de las oposiciones, las interacciones y los contextos internos y externos. Adaptarse, responder y encontrar el equilibrio en esta trama vincular es la clave para prac­ticar el yoga de forma contemplativa. La práctica de vinyâsa vuelve a encuadrar nuestra percepción de cualquier entidad particular al equilibrar el trasfondo vin­cular en el que existe.
La palabra sánscrita vinyasa se puede desarmar en dos componentes. Nyâsa, que significa sacralizar y traer la atención completa hacia un particular foco me­ditativo para luego soltar el contenido del mismo foco. Vi significa arreglar o sacralizar de una forma específica en respuesta al contexto o la ausencia del con­texto. Esto implica una serie de pasos o contrapasos. Vinyâsa, entonces, quiere decir la secuencia enfocada e intencional de la forma, del pensamiento, del mo­vimiento y de la respiración que libera la mente al recontextualizar el cuerpo, las sensaciones, la forma y todos los objetos de nuestra atención. Puede ser una forma específica de la práctica del yoga, pero en un sentido más pleno, vinyása es el proceso consciente que ocurre con naturalidad cuando disponemos cualquier circunstancia correctamente.
La mayoría del tiempo, en nuestros intentos de enfocar la mente (vinyâsa en el camino a nyâsa) el patrón elegido es incompleto. Normalmente, una gran parte de la inteligencia del resto del cuerpo aparece en el trasfondo como una distrac­ción. Por ejemplo, si estás meditando con la atención en sentir las partes relajadas de los senos frontales y superiores, puedes tener una experiencia apasionante y luminosa. Pero dentro de poco, algunas otras partes del cuerpo se volverán tensas y los pensamientos dispersos; estos cambios de composición se filtrarán de forma lenta e invisible, gradualmente, cobrando una expresión plena y visible. El proce­so de vinyâsa permite el surgimiento de fuerzas, contextos y perspectivas oposito­res y, en el momento justo —antes de que la narrativa o el patrón de movimiento se pueda manifestar y perderse—, se introduce de forma consciente el contrapaso para armonizar el campo. De esta manera, la atención y la acción actual se unen con y digieren el residuo del paso anterior.
Quizás el ejemplo más obvio de vinyâsa es el movimiento constante de nuestra respiración: inspirar y espirar. Este patrón ha permanecido con nosotros desde que tomamos ese aliento inicial durante los primeros instantes después de nacer y se mantendrá como una sensación constante de fondo hasta nuestra última espi­ración a la hora de morir. Todos compartimos los patrones opositores asociados con la respiración: la unión de opuestos del incesante subir y bajar, menguar y crecer, expandir y contraer, estimular y relajar dentro de la respiración, del cuerpo y de la mente. La fluctuación de la respiración es una manifestación natural de una inteligencia completa e impoluta que siempre está ahí, si elegimos prestarle atención. Cuando observamos y percibimos nuestra respiración con cuidado, con el tiempo ambos patrones —de la inspiración y de la espiración— permanecen si­multáneamente despiertos en nuestro sistema nervioso yen nuestra consciencia: la expresión corporal de la paradoja. Con la práctica, experimentamos una aten­ción singular dentro del campo de nuestra percepción, y nuestros pensamientos se asientan sin esfuerzo mientras la mente se vuelve calma y estable: el resultado de prestarles atención, mientras surgen, a los patrones compuestos, opositores y paradojales. Esta es la esencia de vinyâsa.
En este libro exploraremos la idea del yoga como una forma de arte y como el entretejido de los opuestos —un vinyâsa— dentro del contexto de lo que se conoce como el sistema de yoga del Astânga Vinyâsa. El Astânga Vinyâsa es una forma de asana codificado por Sri T. Krishnamacharya y su alumno, Sri K. Pattabhi Jois, a principios del siglo xx. En este método, se practica una serie de posturas dentro de una secuencia dinámica y fluida que coordina el movimiento con la mirada y la respiración. La forma del Astânga Vinyâsa también incluye prácticas de respiración y meditación, así como la unión y síntesis de perspectiva dentro de cada una de las ocho ramas del yoga que describe Patañjali en el Yoga Sûtra. En el Astânga Vinyâsa, siempre están en juego cuatro hilos fundamentales, armonizan­do vínculos a través del vinyâsa para traer equilibrio, profundidad e integridad. Estos hilos, o «formas internas», son la respiración, el bandha (adhesión), la mudrâ (sellado) y el drsti (mirada) (véase capítulo 1). Estos mismos se entretejen en una expresión fluida e ininterrumpida de forma, movimiento y consciencia que automáticamente despierta la inteligencia.
Aquí nos centramos en vinyâsa y en cómo se relaciona con las formas exter­nas de la práctica: la alineación correcta en las posturas y la secuencia de movi­mientos sutiles dentro de las posturas que realmente enciende y libera la mente. Exploramos la idea de vinyâsa y yoga como vínculo: a veces unificando, otras veces separando; entrelazando, comunicando o fusionando entre sí. A través de la práctica, esta sensación de interconexión gradualmente se vuelve familiar dentro de cada área de experiencia: inspiración con espiración, foco con hori­zonte, texto con contexto, el primer plano con el fondo, el mundo interno con el mundo externo, el mundo visible o físico con el mundo creativo o imagina­rio. En el nivel más profundo, entonces, podemos ver que el yoga es el vínculo que experimentamos con otros seres, con amigos, la familia, colegas, mascotas, insectos, el mundo en general, nuestra comunidad, el medio ambiente. Aunque, a veces, la lucha para equilibrar las rotaciones de las articulaciones de nuestras caderas puede parecer importante para poder sentarse sin esfuerzo en la postu­ra del Loto, está claro que más importante es el vínculo con los otros, ya que en ese nexo se ponen en juego nuestras emociones: nuestra capacidad para usar y ver a través de la autoimagen y aquellas cosas que valoramos y que dan sentido a la vida. Se nos otorga la mitad del mundo, pero la otra se crea con el marco que nosotros construimos.

Kairos
9788499886169

Ficha técnica

Autor/es:
Richard Freeman y Mary Taylor
Editorial
Kairós
Traducción
Julia McLean y Zaira Valerin Mercanti
Formato
18,5 X 24,5 cm
Páginas
368
Encuadernación
Rústica (tapa blanda)
Ilustraciones
Blanco y negro
Fotografías
Blanco y negro
Nuevo
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