La ciencia de la iluminación, por Shinzen Young. Editorial Sirio

La ciencia de la iluminación

Referencia: 9788417030773
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Cómo funciona la meditación    

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¿Es la iluminación un mito o una realidad? En todas las tradiciones espirituales, los exploradores del mundo interior nos han asegurado que ese estado es una experiencia tan natural y real como las sensaciones físicas que puedas experimentar en este momento. Shinzen Young, uno de los maestros más cautivadores de nuestro tiempo, se ha dedicado durante décadas a revelar y mostrarnos las distintas dimensiones del despertar. En esta guía inusualmente lúcida, nos explica cómo actúa la meditación mindfulness y cómo utilizarla para aumentar nuestra capacidad cognitiva, compasión y conexión con el mundo.

Con La ciencia de la iluminación, descubrirás también:

  • cómo iniciar tu propia práctica meditativa y cómo orientarte en ella
  •  enseñanzas universales compartidas por el, budismo, el misticismo cristiano y judaico, el chamanismo, el yoga y muchos otros caminos
  • cómo desarrollar la concentración, la claridad y la ecuanimidad
  • cómo gestionar los bloqueos mentales;
  • o las últimas investigaciones de la neurociencia, el futuro de la iluminación y mucho más.

Shinzen Young

quedó fascinado por la cul­tura asiática cuando era adolescente y vivía en Los Angeles. Más tarde se inscribió en un programa de doctorado en Estudios Budis­tas, en la Universidad de Wisconsin. Final­mente fue a Asia y realizó una intensa for­mación en cada una de las tres principales tradiciones budistas: el vajrayana, el zen y el vipassana. Al volver a los Estados Unidos, su interés académico pasó a estar centrado en el floreciente diálogo entre la meditación oriental y la ciencia occidental.

Shinzen es conocido por su innovador en­foque interactivo del mindfulness, un siste­ma diseñado específicamente para su uso en el tratamiento del dolor-, la recuperación de adicciones y como apoyo en psicotera­pia. Dirige retiros de meditación en Estados Unidos y ha ayudado a establecer muchos centros y programas de mindfulness. Es ase­sor habitual en investigaciones relacionadas con la meditación, tanto en el ámbito clínico como en el de la ciencia básica.

ÍNDICE

Prólogo       11

Prefacio del autor       19

  1. Mi viaje       27
  2. La habilidad más fundamental       61
  3. El misticismo en la cultura mundial       91
  4. Calmar y clarificar       117
  5. Comprensión intuitiva y purificación       139
  6. Los múltiples aspectos de la transitoriedad       169
  7. El ámbito del poder       209
  8. El verdadero no yo       235
  9. El poder de «lo que acaba de pasar»       251
  10. El retorno a la Fuente       267
  11. Mi pensamiento más inspirado       301

Sobre el autor       331

Sobre el Mindfulness Unificado       333

PRÓLOGO

POR MICHAEL W. TAFT (Editor en Sounds True.)

Conocí por primera vez a Shinzen Young cuando trabajaba como editor en Sounds True hace casi veinticinco años. Hi­cimos un par de programas de audio con él, y como parte de ello ayudé a crear el librito de tamaño casete que acompañaba a su grabaciónAbrirse camino a través del sufrimiento. Eso implicó trabajar bastante con él, repasando el texto, haciendo correcciones, etc.

El de Sounds True fue un trabajo de ensueño para mí debido a momentos como esos, en los que, entre otras cosas, lograba ver el mundo a través de los ojos de practicantes avanzados, hablaba con ellos cara a cara acerca de su manera de entender sus ense­ñanzas y su tradición y observaba cómo resolvían los problemas. En esa época era un buscador espiritual entusiasta; había realiza­do varios viajes a la India y a menudo había pagado bastante di­nero para comprar un libro, escuchar una grabación o sentarme tradiciones meditativas—, además de una comprensión acadé­mica de la filosofía de la práctica espiritual, y se sentía cómodo hablando no solo de los aspectos positivos de los varios puntos de vista, sino también de los potenciales inconvenientes, con fran­queza y mostrando erudición.

Pero no es que fuera un teórico a secas. Había efectuado largos retiros para practicar en el seno de los tres vehículos del budismo (es decir, de los tres tipos de budismo); en este sentido, había pasado tres años como monje shingon en Japón y había rea­lizado retiros durante décadas en el ámbito del zen tradicional más rígido, tanto en Asia como en los Estados Unidos. Se había sentado con maestros de vipassana en la India. Y había participa­do en numerosos temascales y danzas del sol con los siux lakotas en un contexto nativo americano plenamente tradicional. Y está dispuesto, a diferencia de muchos maestros del dharma estadou­nidenses, a hablar de la iluminación como un objetivo serio de la práctica de la meditación, como algo que un ser humano normal puede proponerse y lograr.

Pero hay más. Shinzen es un ratón de biblioteca, el tipo de persona que quiere hablar sobre minucias arcanas de la etimolo­gía de las palabras, y es un excelente conversador sobre ciencias y matemáticas. Una charla sobre el dharma con él es probable que incluya no solo una explicación de la práctica de la meditación o de aspectos del camino espiritual sino también un análisis del cálculo de tensores, una exploración de la física de la dinámica de fluidos o una explicación detallada acerca de cómo la palabra japonesa zen y el término teoría surgen de la misma raíz indoeuro­pea. Es más, relaciona estos temas entre sí, los entrelaza y mues­tra cómo son aspectos interconectados de ideas y enseñanzas más amplias y profundas.

Y, por encima de todo, Shinzen es un narrador cautivador. Cuenta los relatos más sorprendentes, desde las historias radica­les y a menudo desconcertantes relativas a la práctica monástica en Asia hasta anécdotas divertidas y reveladoras acerca de cen­tros de meditación estadounidenses.

En pocas palabras, quedé cautivado. Era exactamente el tipo de maestro que había estado buscando: brillante, diverti­do, culto y con toda una vida de práctica seria a sus espaldas. Me costó unas dos semanas de duro trabajo editar la serie de cintas hasta conseguir el resultado definitivo. La parte más difícil fue definir el límite del tamaño de nuestro conjunto de casetes, lo que quiere decir que tuve que dejar mucho material valioso en el suelo (virtual) del cuarto de edición.

Una década después, había dejado Sounds True, y esa caja de doce audiocasetes se había convertido en una especie de clásico de culto. Nunca había sido un éxito de ventas, pero no dejaba de ven­derse. La ciencia de la iluminación era uno de esos raros programas que hacían decir a la mayoría de las personas que los escuchaban: «Ha cambiado mi vida». Estaba resultando especialmente útil a meditadores que llevaban muchos años de práctica y que sentían que esta se había estancado o había perdido intensidad. Este mo­desto programa de un maestro de meditación que era un genio y de quien nadie había oído hablar contenía la salsa secreta que podía transformar una práctica de meditación sólida pero descolorida en algo realmente vivo, potente y capaz de cambiar la vida. En esos momentos, Tami se acercó a mí con una pregunta: «¿Estarías inte­resado en editar la serie de audios como libro para Sounds True?».

Mi respuesta fue instantánea e inequívoca: «Sí». Supusimos que se podría tardar unos cuantos meses en terminarlo. Shinzen, Tami y yo estábamos entusiasmados con las posibilidades del li­bro, y me puse en marcha.

Al principio, la idea había sido simplemente convertir la serie de cintas en un libro, pero pensé que era la oportunidad de rescatar todo ese excelente material que había tenido que re­cortar del audio. De modo que conseguí una transcripción de la grabación entera y trabajé a partir de eso. Convertir la palabra hablada en un texto para ser leído no es tan fácil como podría creerse. Hay muchas diferencias entre lo oral y lo escrito, y a veces expresiones que tienen sentido en el momento en que se dicen se vuelven ambiguas cuando el contexto, el tono y el én­fasis del orador se han perdido. Además, los giros espontáneos de las charlas habladas no se traducen bien en la lógica lineal que esperamos de los libros. Es un proceso arduo, pero para mí tam­bién es divertido y fascinante. En poco menos de dos meses, tal como habíamos previsto, había elaborado un borrador de una gran parte de la obra.

Era un primer paso aceptable, pero había varias cuestiones de las que no estaba satisfecho. Por ejemplo, durante los años transcurridos, había pasado muchas horas en retiros de medita­ción con Shinzen, y me daba cuenta de que aunque La ciencia de la iluminación era un programa amplio y abarcaba muchos puntos, en realidad faltaba mucho de todo el conocimiento que Shinzen tenía acumulado. Además, me di cuenta de que sus enseñanzas habían evolucionado y se habían ajustado desde que se grabó la serie. Es un maestro muy creativo y siempre está perfeccionando y reelaborando sus lecciones. Así pues, me sentí obligado a com­plementar el material original tanto añadiendo algunos elemen­tos como trabajándolo para que correspondiese con sus nuevas formulaciones.

Poco sabía hacia qué profundidades me conduciría eso. Shin­zen tenía muchas otras grabaciones, algunas de las cuales pensé que sería útil añadir, de modo que las transcribí debidamente.

También mantuve interminables entrevistas con él por teléfono, en las que le pedí que aclarara algunas cuestiones sobre multitud de temas. Esto dio lugar a muchas más horas de contenidos fas­cinantes, que también había qué transcribir. Luego estaban los cientos de horas de conversaciones sobre el dharma. Y al pasar los años, aparecieron también docenas de horas de filmaciónes en vídeo. Al proyecto le ocurría como al aprendiz de brujo: daba la impresión de que cuantas más preguntas hacía, más amplio y profundo se volvía el alcance de las respuestas de Shinzen y ma­yor era el trabajo que se requería. Siempre había otra faceta, otra historia y otra joya inesperada.

Finalmente, todo ese material en bruto llegó a ser tan enor­me y difícil de manejar que fue necesario dividir muchas horas de grabaciones de conversaciones sobre el dharma y repartir los fragmentos entre un verdadero ejército de transcriptores volun­tarios que las transformaron en documentos de texto. (¡Un sin­cero agradecimiento a todos vosotros!). Esa montaña de papel impreso alcanzaba unos noventa centímetros de altura. Todo eso lo leí, lo valoré, lo organicé, lo revisé, lo reestructuré, lo ordené y finalmente lo edité de manera que pudiese leerse en formato libro. Este proceso acabó por durar no meses, sino años.

Pero no eran solo las dimensiones del proyecto lo que re­sultaba un reto. Shinzen no se había quedado quieto mientras yo estaba intentando dar forma a este libro. Había seguido madu­rando, cambiando y mejorando sus enseñanzas. Sus frecuentes metáforas, los temas, los principios organizadores, las etiquetas e incluso su modo de hablar sobre los fundamentos de la me­ditación cambiaban, a veces poco, a veces mucho. Aunque esos cambios y añadidos fuesen útiles, hicieron que escribir el libro se convirtiese en lo que los programadores informáticos llaman feature creep, o invasión de características, lo cual significa que los rasgos de lo que se supone que se está haciendo cambian antes de que se haya terminado de hacerlo. Se escribían los capítulos, que enseguida quedaban obsoletos y había que escribirlos de nuevo á medida que se completaban los capítulos posteriores. Se vertieron lágrimas de frustración. Las fechas de entrega es­tablecidas pasaban de largo, y lo mismo ocurría con las nuevas. Lo dicho: en lugar de unos cuantos meses, llevó casi diez años completar la obra.

Pero con el paso del tiempo fue ocurriendo algo más. Yo asistía a largos retiros con Shinzen, uno tras otro; participé en docenas de ellos. Fueron muy positivos para mí; mi práctica ad­quirió profundidad y mi vida mejoró espectacularmente. Y mi comprensión de sus enseñanzas, así como las historias que le gustaba contar y las ideas que constituían la base más profunda de su obra, se fueron volviendo más claras y precisas. Durante las charlas sobre el dharma, en los retiros, yo tomaba notas so­bre los temas especialmente interesantes o esclarecedores, y a menudo observaba cómo encajaban entre sí de un modo que no era evidente si uno se quedaba en la superficie. Poco a poco, reuní una lista de lo que consideraba que eran los «grandes éxi­tos» de Shinzen: los temas, las historias y los conceptos a los que él volvía con mayor frecuencia, los que tenían mayor impacto y los que eran más específicamente suyos. Y eso se convirtió en la base y el principio organizativo del libro que ahora tienes en tus manos.

Este es un texto único en muchos sentidos. Debo señalar que no pretende ser una guía para principiantes. Probablemen­te es más significativo para quienes tienen al menos un cierto nivel de práctica y comprensión de la meditación. Shinzen es un maestro que podría trabajar bien incluso con niños, si fuera necesario, pero alcanza la máxima expresión (al menos en mi opinión) cuando está exponiendo los aspectos más profundos de la práctica seria.

Además, muchos de los capítulos de este libro son adapta­ciones de charlas, impartidas en el marco de un largo retiro, a estudiantes que habían estado sentándose en meditación con él durante años. Como editor, he dispuesto las charlas en un orden que permite que cada una se base en lo dicho en las anteriores, como si fuese una construcción en la que se va colocando un la­drillo sobre otro. Dado que él daba por supuesto que su público tenía conocimiento de muchos de los conceptos subyacentes, he insertado también, o a veces he ampliado, algunas de las ideas para facilitarte la comprensión.

Publicar este texto ha sido uno de los mayores retos y uno de los honores más grandes de mi vida. Me ha permitido ahondar en estas profundas enseñanzas de manera mucho más penetran­te de lo que de otro modo habría hecho. Shinzen ha mostrado ser infinitamente paciente, así como generoso y capaz de entre­garse más allá de todo límite. Cualquier error o distorsión que se encuentre en este libro es mío, no suyo. Por otra parte, toda la magia y el brillo son exclusivamente suyos. Deseo profunda­mente que el material de estas páginas en las que estás a punto de sumergirte te aporte tanta felicidad, profundidad y comprensión de la vida, de ti mismo, de las otras personas y del mundo como ha ocurrido en mi caso.

Berkeley (California), 2014

PREFACIO DEL AUTOR

Me costó mucho encontrar el momento de publicar este li­bro; en realidad, muchos años. Esto puede parecer una afirmación extraña. ¿Cómo puede alguien no encontrar el mo­mento de publicar algo que él mismo ha escrito? Permitid que me explique.

Una idea central del budismo es que no hay en nuestro in­terior una cosa llamadayo. Una manera de expresar esto es decir que hay una colonia de subpersonalidades y que cada una de ellas no es un sustantivo, sino un verbo; un hacer.

Uno de mis rostros es el de Shinzen el investigador. Shinzen el investigador tiene como misión disipar las brumas del misticismo. A diferencia de lo que a menudo se proclama, él cree que la ex­periencia mística puede describirse con el mismo rigor, la misma precisión y el mismo lenguaje cuantificable que se puede encon­trar en una teoría científica de éxito. En su opinión, formular una clara descripción de la experiencia mística es un requisito prenupcial para el matrimonio del siglo: la unión de la ciencia cuan­tificadora y la espiritualidad contemplativa. Él espera que final­mente esta extraña pareja hará el amor de manera exuberante y engendrará una generación de retoños que mejore rápidamente la condición humana.

Shinzen el investigador también cree que muchos maestros de meditación, de la actualidad y del pasado, han formulado sus enseñanzas «sin todo el rigor necesario»: han hecho afirmacio­nes filosóficas injustificadas y de gran alcance sobre la naturale­za de la realidad objetiva basadas en sus experiencias subjetivas, afirmaciones que tienden a ofender a los científicos y, por ello, a impedir el noviazgo entre ciencia y espiritualidad.

Shinzen el investigador tiene una voz natural. Es el estilo que hallaríamos en un texto académico sobre matemáticas: defini­ciones, lemas, teoremas, ejemplos, corolarios, postulados... He aquí un ejemplo de esa voz:

Es posible modelar algunos patrones globales de la fisiología del cerebro de modo que resulten familiares a cualquier científico experimentado, es decir, ecuaciones con operadores diferencia­les sobre campos escalares, vectoriales o de tensores cuyas varia­bles dependientes pueden cuantificarse en términos de unidades del sistema métrico internacional y cuyas variables independien­tes son el tiempo y el espacio (donde espacio equivale al espa­cio ordinario o a algún espacio multidimensional diferenciable, más esotérico). Quizá incluso es posible derivar esas ecuaciones de primeros principios, de la manera en que Navier-Stokes se deriva de la continuidad de Cauchy. En tales campos, distintos «regímenes de flujo» se asocian de manera típica con relacio­nes sobre los parámetros de las ecuaciones, esto es, F(Pi) —> Q, donde Q es el cambio cualitativo en la conducta del campo. Por cambio cualitativo en la conducta del campo quiero decir fenómenos como la aparición de solitones o la desaparición de turbulencias, etc. A través de métodos inversos, es posible establecer una co­rrespondencia entre la presencia de un cierto parámetro de re­lación en las ecuaciones que modelan un campo en un cerebro y la presencia de la iluminación clásica en el propietario de ese cerebro. Esto proporcionaría una manera de cuantificar física­mente y describir matemáticamente (o quizá incluso explicar) varias dimensiones de la iluminación espiritual de un modo con el que cualquier científico experimentado se sentiría cómodo.

Esta no es la voz que escucharás en este libro. Este libro re­fleja un Shinzen diferente, el Shinzen maestro del dharma que habla a estudiantes comprometidos con la práctica de la medi­tación. Shinzen el maestro del dharma no se resiste en absoluto a hablar con un rigor menor. Él se encuentra muy cómodo con palabras como Dios, Fuente o Espíritu, o con expresiones como la naturaleza de la naturaleza. En realidad, a su voz natural le encanta utilizar el tipo de material que hace que los científicos frunzan el ceño. He aquí un ejemplo de esta voz:

Las mismas fuerzas cósmicas que moldearon las galaxias, las es­trellas y los átomos moldearon también cada momento del yo y del mundo. El yo interior y el decorado exterior han nacido en la fisura existente entre la expansión y la contracción. Entregán­dose a esas fuerzas, uno se convierte en ellas, y a través de eso, se experimenta un tipo de inmortalidad: se vive en la respiración y el pulso de todo animal, en la polarización de los electrones y los protones, en la interacción de la expansión térmica y la auto-gravedad que moldea las estrellas, en la interacción de la materia oscura que mantiene unidas las galaxias y la energía oscura que estira el espacio. No temas dejar que la expansión y la contrac­ción te desgarren y te dispersen en muchas direcciones al mis­mo tiempo que destrozan el terreno sólido que hay bajo tus pies. Detrás de este desorden aparente hay un principio organizador tan primordial que nunca puede ser desordenado: Dios-Padre se expande sin esfuerzo, mientras Diosa-Madre se contrae sin esfuerzo. El acto de fe supremo es entregarse de nuevo a esas fuerzas y, a través de eso, convertirse en el tipo de persona que puede contribuir de manera óptima a la Sanación del mundo.

Shinzen el férreo investigador y Shinzen el poético maes­tro del dharma se llevan bien. Al fin y al cabo, ambos son ondas. Las partículas pueden chocar. Las ondas se integran espontánea­mente. Pero queda un problema. El investigador es un perfec­cionista quisquilloso. Se resiste a la idea de publicar algo que ca­rezca de un rigor total. Las palabras habladas vuelven al silencio del que proceden. El texto impreso permanece cruzado de bra­zos durante siglos esperando a que quede expuesta la más míni­ma imprecisión o cualquier aspecto incompleto.

De manera que me llevó un buen tiempo ver que tuviera sentido que mis charlas se publicaran de manera más o menos cercana a su forma hablada original.

Durante todo el tiempo conté con la inestimable colabo­ración y apoyo de un gran número de personas. Mi profundo agradecimiento a mi editor, Michael W Taft; a Tami Simon, fun­dadora y editora de Sounds True; a Todd Mertz, mi gerente de desarrollo empresarial, y a mi genial ayudante, Emily Barrett, por sus ánimos, su apoyo y su asombroso nivel de paciencia du­rante todos los años que ha tardado en ver la luz este libro. Me gustaría dar las gracias a Danny Cohen, Martin Hoy, Har-Prakash Khalsa, Don McCormick, Chade-Meng Tan, Chris Trani y Jeff Warren por sus comentarios y sugerencias. Espero sinceramente que tú, lector, encuentres divertida y útil esta obra.

Además, quiero expresar mi reconocimiento (sin ningún orden en especial) a Bill Koratos, amigo y socio empresarial, quien me ha apoyado de tantas maneras a través del largo pro­ceso de desarrollo de este material; a Ann Buck por su cálida amistad y su generosidad de espíritu; a Choshin Blackburn, por su impecable gracia en la organización de mis retiros y por crear una atmósfera tan acogedora; a Charley Tart, por sus constan­tes ánimos y su diálogo tan reflexivo como estimulante; a She­lly Young, Stephanie Nash, Soryu Forall, Julianna Raye y Peter Marks, entre otros, por ayudarme a crear mi sistema; a Magda­lena Naylor, Dave Vago, David Creswell y Emily Lindsay, por su interés en aplicar el rigor de la investigación científica a esta obra y a Markell Brooks, Bob Stiller, Christian Stiller, Greg Smith y Judith Smith, por todo lo que han hecho para apoyar mi trabajo. Si olvido mencionar a alguien, se debe a las limitaciones de mi memoria, no a la falta de reconocimiento.

Finalmente, me gustaría agradecer a todos mis estudiantes su entusiasta colaboración en todos los experimentos meditati­vos que he llevado a cabo a lo largo de los años.

Una última observación sobre la terminología de este libro. Me gusta experimentar con el lenguaje. A lo largo de los años, he creado una jerga personal para describir tanto la experien­cia sensorial ordinaria como algunos fenómenos especiales que pueden producirse durante la práctica. En ocasiones utilizaré la mayúscula o la cursiva* para avisarte de que estoy usando el len­guaje de una forma personal. Por ejemplo, lo que acaba de pasar hace referencia al instante en que una experiencia sensorial se desvanece, Fluir se refieren de manera genérica al cambio en una experiencia sensorial y Fuente se utiliza para expresar el nivel más profundo de la conciencia.

Debería añadir algo también sobre cómo utilizo el término espacio, ya que puede hacer referencia a varias realidades bastante distintas. Está el espacio físico, que Einstein mostró que se halla inextricablemente relacionado con el tiempo. Está también el espacio formal, que hace referencia a varias abstracciones ma­temáticas: espacios euclidianos, espacios proyectivos, espacios topológicos, etc. Y está el espacio de la experiencia sensorial.

Si te fijas, notarás que todo lo que ves, oyes y sientes tiene amplitud, profundidad y altura. Es espacial por naturaleza. In­cluso la mente es espacial. La mente tiene una parte delantera, a la que llamo el centro del espacio de imágenes (en muchas personas se sitúa delante de los ojos, detrás de ellos o en ambos lugares). Y la mente tiene una parte trasera, a la que llamo espacio del ha­bla mental (en muchas personas se sitúa en la cabeza y los oídos). Algunos se refieren al centro del espacio de imágenes como su pantalla mental, lo cual se corresponde con un paradigma bidi­mensional, pero para otros el centro del espacio de imágenes es más como un escenario; esto es, tiene anchura, alturay profun­didad. De manera similar, el espacio del habla mental tiene an­chura, altura y profundidad, aunque para la mayoría de la gente estos parámetros están poco definidos. De modo que la expe­riencia mental es espacial: espacio de imágenes + espacio del habla = espacio mental.

Las experiencias físicas y emocionales también son espacia­les. Las visiones físicas aparecen ante nuestros ojos, y obviamen­te tienen anchura, profundidad y altura. Los sonidos externos pueden localizarse a la derecha, a la izquierda, delante, detrás, arriba y abajo. Las sensaciones corporales de tipo físico ocupan regiones dentro del cuerpo o alrededor de él. Lo mismo vale en el caso de las sensaciones corporales de tipo emocional.

Ser consciente del tamaño, la forma y la ubicación de los sucesos sensoriales representa claridad respecto a la naturaleza espacial de la experiencia. A medida que crezca tu habilidad de enfocarte, apreciarás cada vez más la naturaleza espacial de la ex­periencia.

 Pero en algún momento puede ser que experimentes un cambio cualitativo y empieces a notar la naturaleza espaciosa de la experiencia sensorial. Los sucesos sensoriales parecen sur­gir en una vasta apertura y están impregnados de una sutil lige­reza. Es como si el yo interior y el mundo exterior estuvieran literalmente hechos de espacio.

Resumiendo, la palabra espacio puede tener distintos signifi­cados dependiendo del contexto. Está lo que el físico quiere de­cir por espacio, lo que quiere decir el matemático, está también la experiencia ordinaria del espacio (esto es, la espacialidad de los sentidos) y está la experiencia extraordinaria del espacio (es decir, la espaciosidad de los sentidos).

En este libro, la palabra espacio hace referencia generalmen­te al espacio experiencial, los significados tercero y cuarto an­tes descritos. No estoy afirmando que tengan necesariamente relación con lo que los físicos y los matemáticos entienden por espacio. Se trata de una cuestión filosófica que está más allá de mi alcance.

Apreciar la naturaleza espacial de la experiencia sensorial tie­ne un gran valor práctico. Hace que esta experiencia sea detectable y por tanto tratable. Apreciar la naturaleza espaciosa de la experiencia sensorial va más allá de eso. Llevada a su nivel más profundo, es sinónimo de la iluminación misma.

SHINZEN YOUNG Burlington (Vermont), 2015

Sirio
9788417030773

Ficha técnica

Autor/es:
Shinzen Young
Editorial
Sirio
Traducción
Merlo Lillo, Vicente
Formato
15 x 23 cm
Páginas
336
Encuadernación
Rústica con solapas (tapa blanda)
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