Tomando un té con Elisabeth Kübler-Ross

Tomando un té con Elisabeth Kübler-Ross

Referencia: 9788415864325
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Ésta es una invitación a redescubrir a Elisabeth Kübler-Ross a través de 51 reflexiones sobre su vida y obra, a partir de los comentarios y recuerdos de sus amigos y de aquellos que trabajaron con ella. La obra presenta un nuevo enfoque de la vida y personalidad de la médico que cambió la forma en que el mundo percibe la muerte y la fu...

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Ésta es una invitación a redescubrir a Elisabeth Kübler-Ross a través de 51 reflexiones sobre su vida y obra, a partir de los comentarios y recuerdos de sus amigos y de aquellos que trabajaron con ella. La obra presenta un nuevo enfoque de la vida y personalidad de la médico que cambió la forma en que el mundo percibe la muerte y la fundadora del movimiento de los hospicios.

Presentamos este libro para conocer más de cerca a Elisabeth Kübler-Ross, una de las mayores expertas mundiales en el tratamiento de la muerte, con motivo del décimo aniversario
de su fallecimiento.
Gran parte del éxito de la doctora Elisabeth Kübler-Ross se debe a su notable capacidad para establecer un profundo vínculo con los demás, ya sea inspirando a millones de personas a través de sus libros, en una sala de conferencias a rebosar de público o sentada ante una taza de té con algún invitado querido. Tomar el té era la manera que ella tenía de conectar en un mundo tan inconexo. Simbólicamente, mediante su pionero trabajo, la doctora compartió y comparte un té con todo el mundo.
Entre los 51 autores que participan en esta obra hay celebridades —como Mohamed Alí o Sarah Ferguson—, escritores, figuras destacadas en cuidad% paliativos, colegas, familiares y amigos. Sus recuerdos reveladores, conmovedores y, en muchos casos, divertidos son una invitación a redescubrir a una de las mujeres más valientes e influyentes de todos los tiempos que, gracias á su trabajo con enfermos terminales, cambió la forma en la que percibimos la muerte.

«Efisabeth nos enseñó que la realización personal es una parte importante de entender el significado de la vida. [...] No es casualidad que la mujer que tanto nos enseñó sobre la muerte y el morir corno un proceso fuese la mayor campeona de la vida.»

Elizabeth Kübler-Ross nació en Zúrich, Suiza, en 1926 y murió en Scottsdale,
Arizona, en 2004. Cursó la carrera de medicina y psiquiatría y se especializó en estudios sobre la muerte y los cuidados paliativos.
La necesidad de abordar científicamente qué experimentaban los moribundos surgió, según su propio testimonio, en su juventud, cuando tomó la decisión de participar como voluntaria, junto a equipos norteamericanos,
en la recuperación del campo de concentración de Meidaneck, Polonia. Este aprendizaje
la llevó a investigar la experiencia final de la vida y a trabajar, durante más de veinticinco años, en las secciones de enfermos terminales de diversos hospitales de Estados Unidos.
Su infatigable labor ha sido reconocida y aclamada en todo el mundo, no sólo con veintitrés doctorados honoríficos, sino también con el beneplácito de millones de lectores.
Kübler-Ross fue nombrada una de las mentes más brillantes del siglo XX por la revista Time y muchos la consideran una de las mujeres más heroicas e influyentes de todos los tiempos. Es autora de una veintena de libros que han sido traducidos a veintisiete idiomas.

Introducción
Fern Stewart Welch

La idea de este libro tomó verdadera forma mientras redactaba un homenaje para el funeral de Elisabeth Kübler-Ross. De inmediato me resultó obvio que un proyecto así necesitaría de la colaboración de Kenneth Ross, el hijo de Elisabeth, y de Rose Winters, amiga y compañía de Elisabeth durante sus últimos años. Ambos se unieron a mí con entusiasmo para dar vida a este proyecto.
Al principio pensamos en un elegante libro de gran formato, con espectaculares fotografías en color y comentarios igualmente espectaculares de celebridades de todo el mundo. Pero a medida que empezaron a llegar las cartas de respuesta, entendimos que además de las nuestras había otras energías en juego, y que el libro estaba adquiriendo vida propia.
Casi todas las respuestas que recibimos eran de personas de todo el mundo que la habían conocido y habían trabajado con ella, no de los reyes y las reinas, ni de los ricos y famosos en los que en un principio habíamos pensado para que hablasen del trabajo de Elisabeth por el bien de la humanidad. Los comentarios y los recuerdos de sus amigos, colegas y colaboradores aumentaban la magnitud de la contribución de Elisabeth a las vidas de millones de personas de todo el planeta.
Sabíamos que Elisabeth consiguió sacar a la muerte de la Edad Media para iluminarla con la luz de la razón y la compasión, para que el ser humano muriese con dignidad y rodeado de los suyos. Y lo hizo prácticamente sola. También sabíamos que fue una impulsora de los derechos de los pacientes en Estados Unidos. Lo que entonces no podíamos saber era que el efecto de su revolucionario trabajo seguía vivo. En los años posteriores a su muerte, su influencia perdura a través del sólido movimiento internacional que trata de difundir cómo enfrentarse a las enfermedades largas y al propio proceso de la muerte.
A través de los ojos y las experiencias de cada uno de los colaboradores de este libro, incluso los que estábamos más cerca de ella empezamos a entender mejor la vida y la imagen pública de esta increíble mujer.
Nos sentimos profundamente conmovidos al darnos cuenta de que a pesar de compartir un tiempo muy breve con Elisabeth, su impacto había quedado grabado de manera poderosa e indeleble en la mente de aquellas personas de las que ella había estado muy cerca durante su extraordinaria vida. Empezamos a entender que aquellos comentarios serían la auténtica alma y supondrían el verdadero valor de Tomando un té con Elisabeth Kübler-Ross.
También descubrimos que la huella de Elisabeth no se limitaba a sus pacientes y a quienes habían llegado desde todos los rincones del mundo en busca de su ayuda, sino que también permanecía en todos los que habían estado cerca de ella, abiertos al crecimiento, al cambio y al avance para cumplir con su propia misión vital.
Muchas de las personalidades más importantes (en algunos casos se trata de autores de reconocido prestigio) en cuidados paliativos, así como de campos anexos,
se mostraron encantadas y ávidas de explicar sus encuentros con Elisabeth y cómo cambió sus vidas.
Leer los recuerdos personales y comprobar lo creativo que puede llegar a ser el universo al unir almas destinadas a encontrarse y a trabajar con ella se convirtió en una fascinante aventura diaria. En más de una ocasión se nos saltaron las lágrimas al leer los recuerdos anónimos que nos permitieron entender mejor el solitario camino que emprendió Elisabeth.
Resulta obvio que durante el proceso de perseguir su destino, ella sacrificó mucho. Se divorció de su querido marido, Manny, y apenas pudo dedicar tiempo a sus adorados hijos. Vivió momentos oscuros cuando tuvo que enfrentarse a la soledad del camino que había elegido, a las críticas generalizadas y a ser observada con lupa, además de hechos sobrenaturales que cualquier persona sin un mínimo de entereza no soportaría.
Como ocurre en el caso de las almas afines que están destinadas a un gran futuro, todo aquel que se sale de las filas para ayudar a la causa se convierte en cómplice. Por suerte, en el camino hubo personas que se dieron cuenta de que Elisabeth y su mensaje eran un regalo para la humanidad y supieron amarla de forma incondicional.
Su vida personal sale a la luz en los comentarios de los colaboradores, que también logran que mis recuerdos surjan como en cascada. Elisabeth era muy aficionada al ritual del té, y tomar el té era sinónimo de visitarla. Apenas habías entrado en su casa te pedía (o a alguna otra persona que estuviese con ella) que prepararas té. Era su manera de establecer un vínculo inmediato y de compartir en un mundo extremadamente inconexo. Esta capacidad innata para crear una comunión profunda con la gente llegaba con facilidad a los miles de asistentes fascinados a sus conferencias,
y al final llegó a una comunidad global de millones de personas unidas por la claridad de su mensaje y la valentía y el compromiso de servir a la humanidad.
También recordé una ocasión en que pedí a Elisabeth que se uniese a un grupo de amigas mías para tomar un té improvisado en el desierto. Era primavera, y el suelo del desierto estaba cubierto de un caos de colores. En aquel entonces Elisabeth necesitaba la ayuda ocasional de una silla de ruedas y aceptó la invitación, pero en otro lugar.
La recogimos en una pequeña furgoneta en la que pudiese viajar con la silla de ruedas. En un lugar encantador y elevado que nos ofrecía una vista panorámica de la zona, colocamos la mesa con su correspondiente mantel, nos entretuvimos recogiendo flores silvestres para un ramo, y dispusimos los dulces y las exquisiteces que tanto le gustaban a Elisabeth.
Casi ni me di cuenta de que Elisabeth estaba inusualmente callada y ensimismada, pero estaba tan entusiasmada por habernos reunido y por el día tan maravilloso que hacía que no pensé en ello hasta mucho más tarde.
Después de devolverla al tranquilo rincón de su casa y de que mis amigas saliesen en tropel hacia la furgoneta, me quedé unos minutos. Elisabeth me miró con lo que interpreté como una mezcla de sorpresa y plena conciencia, y me dijo: «Nunca había estado sola con un grupo de mujeres como este». En aquel momento no entendí la verdadera profundidad de su comentario.
Ahora sí lo entiendo. Después de leer lo que escribieron los colaboradores de este libro, me doy cuenta de que, probablemente, ella nunca había estado con un grupo de mujeres en una situación social informal, que no tuviese nada que ver con su misión vital, y que no la necesitaban o no requerían nada de su persona.
Los comentarios también confirmaron una intuición que tenía desde hacía mucho tiempo. Por mi propia experiencia y la de otros conocidos, creía que Elisabeth tenía una respuesta natural para todo el que se acercaba a ella. Sentía que era capaz de «leer» la esencia de la gente a través de su propio sistema energético. A menudo decía que era capaz de «oler a los hipócritas», y lo decía muy en serio. Creo que al conocer a alguien sabía de inmediato por qué esa persona había acudido a ella, cuál era su misión conjunta y cómo iban a interactuar. Por supuesto, esa misión no existía cuando alguien la buscaba con fines egoístas. Cuando eso ocurría, Elisabeth (que nunca ocultaba su desagrado) respondía con una actitud que transmitía un «apártate de mi vista».
Por mi experiencia con Elisabeth, creo que ella reconoció mi sensibilidad y mi capacidad para defender mis propias opiniones. Conmigo se comportaba con una gran ternura, amor y respeto. Sin duda me siento identificada con el comentario de Cheryl Shohan, que afirma que a Elisabeth le encantaba que expresase sus propios puntos de vista.
En mi primer encuentro con Elisabeth me enfrenté con firmeza, y con todo mi derecho, a algo que había dicho. Nuestras miradas se cruzaron y experimentamos un respeto mutuo y un contacto profundo que permanecieron intactos durante diez años. Me prometí a mí misma que en todos mis encuentros con ella siempre le diría la verdad, aunque pudiese no gustarle. Mantuvimos muchas conversaciones sobre la vida, la familia, los maridos y, en especial, los hijos y los nietos. Pude ofrecerle algunas verdades que había aprendido de los errores cometidos en el camino. Nunca le decía que hiciese esto o aquello, nunca la sermoneé, no era mi estilo. Simplemente, con tranquilidad y amor, compartía mis experiencias desde el corazón, y ella me escuchaba.
Ahora, años después de su muerte, me doy cuenta de que nuestra conexión continúa a través de la pasión y el compromiso que he sentido durante la creación de este libro. Como afirman también muchos de los participantes en esta obra, sin duda nuestras vidas están marcadas para siempre por nuestra relación con Elisabeth.
Creo que conocía con exactitud en qué situación estaba cada alma, y continuaba desde ahí. Si estabas abierto a vivir tus sueños y a seguir tu destino, ella estaba ahí para apoyarte y ayudarte. Si te encontrabas satisfecho en el punto en que estabas, también le parecía bien. Con ella, la única condición irrefutable que parecía unilateral e innegociable era que las personas tenían que ser absolutamente auténticas.
Al leer este libro, los que la conocieron descubrirán que algunos de los aspectos confusos de su vida empiezan a aclararse. Quienes no la conocieron descubrirán la cara privada de Elisabeth a través de los recuerdos de quienes compartieron su tiempo: familiares, amigos, colegas, pacientes o, simplemente, protagonistas de un breve encuentro.
Tomando un té con Elisabeth Kübler-Ross ofrece una visión reveladora de la vida heroica de una mujer que sólo era un ser humano, pero con un destino realmente singular. Elisabeth era una de esas escasas personas con un don extraordinario, que aceptó una misión mayor que sus propios deseos de compañía y amor, los que todos tenemos.
Tuvo que apoyarse en el coraje y el compromiso más absolutos, completamente decidida (a pesar de una oposición extrema y una hostilidad abierta) a hacer aquello para lo que estaba destinada (en muchas ocasiones, sola). Sufrió calumnias y fue objeto de malas interpretaciones, pero nunca se rindió. Siempre supo que el problema no era ella, sino el mensaje.
Cuando la fama eleva a una persona a la categoría de icono internacional, casi siempre el individuo es conocido por su cara pública, y en el proceso de idealización también acaba deshumanizado. Así le ocurrió a ella, puesto que muchas personas sólo la conocían como «la dama de la muerte y los moribundos».
Pero Elisabeth era mucho más. Creemos que así lo reflejan las poderosas, conmovedoras e inspiradoras historias explicadas por aquellos cuyas vidas fueron tocadas por una mujer imparable, que se convirtió en un motor global de cambio y que, no obstante, fue completa, maravillosa, hermosa y dolorosamente humana.

Sumario

Agradecimientos 9
Fern Stewart Welch:
Introducción 11
Balfour M. Mount:
Un encuentro casual con el destino 21
Gladys T. McGarey:
La luz interior de Elisabeth 27
Mohamed Alf:
Campeona de la vida 33
Dame Cicely Saunders:
Homenaje a nuestra humanidad común 35
Sarah Ferguson, duquesa de York:
Con corazón, alma y humor 41
Robert T. McCall:
Astronauta del espacio interior 43
Melina Kanakaredes:
Pasión compartida por el chocolate
y la conversación 45
Anneloes Eterman:
Emperatriz de la vida 157
Cheryl Shohan:
Aprender a vivir y a amar incondicionalmente 163
Joanne Cacciatore:
Vivir una vida con sentido 169
Amy Kuebelbeck:
Valorar la breve vida de un bebé 173
Carol Kearns:
El dolor y la curación del duelo 179
Hervé Mignot:
La relación de Elisabeth con Francia 185
Robert Singleton:
z Coincidencia o danza cósmica? 191
Tom Hockemeyer:
Cómo conocía Elisabeth 195
Ryoko Dozono:
La relación de Elisabeth con Japón 199
Gerald Jampolsky y Diane Cirincione:
Recordar la alegría de una vida bien vivida 203
Elayne Reyna:
El águila ha volado hacia las estrellas 207
Barbara Brennan:
Hermanas planetarias 215 Doreen Virtue:
Elisabeth, el ángel que me llevó a convertirme
en escritora 217
Marianne Williamson:
El consuelo de mi hermana 221
Juan Francisco Frank Aráuz:
Mi experiencia con Elisabeth Kübler-Ross 225
Elizabeth F. Bette Croce:
El tacto del amor 229
Rose Winters:
Todo es posible 233
Hope Sacharoff:
Como una buena vecina 237
Fern Stewart Welch:
Té con Elisabeth 241
Semblanza de la doctora Elisabeth Kübler-Ross 249
Galería de imágenes 251
La Fundación Elisabeth Kübler-Ross 257
In Memoriam 259
Semblanza de los colaboradores 261
Epílogo 289

Luciernaga
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