Tu mente es extraordinaria
Referencia: 9788466656177
Un viaje de lo posible a lo real
Tu mente es extraordinaria es un viaje tanto al exterior (desde Florencia hasta Alaska, pasando por Zaire y Dublín), como al interior (por los recientes descubrimientos de los mecanismos que gobiernan nuestro cerebro y nuestras decisiones), que desvela treinta y cinco posibles propuestas para alcanzar la excelencia y dejar un legado asombroso a nuestro alrededor.
Extrayendo las claves más relevantes de la neurociencia, la psicología, la antropología, la filosofía y el arte, este es un libro para quien está comprometido con escribir su propio destino en la historia de su vida: la historia de una vida con propósito.
«Cajina nos invita a descubrir los principios fundamentales para construir tu propia historia. Sencillamente extraordinario.» María Benjumea, presidente de Spain Startup.
Gregory Cajina
es licenciado en Ciencias Empresariales por ICADE en Madrid y Bachelor of Arts (con honores) en International Business Administration por MUBS, en Londres. Tras más de una década trabajando como directivo y consultor en multinacionales en tres continentes, Cajina es, desde 2006, emprendedor en serie (director de en-Cabeza tu Negocio; creador de una incubadora con más de cuatrocientos jóvenes emprendedores para el Ministerio de Educación alemán y fundador de KarmaShelf, asesor ejecutivo y personal orientado a resultados extraordinarios y con cero excusas; ponente internacional; coach master, mentor; [des] educador; miembro del think tank del Instituto Europeo de Resiliencia, miembro del Comité de Expertos de la Asociación Española de Coaching Educativo, y autor de Rompe con tu zona de confort, Coaching para emprender y De empleado a millonario. No le gusta el sushi.
- Páginas: 304 / Formato: 15 x 23 cm / Tapa dura
ÍNDICE
PRÓLOGO
Decidiendo el viaje 9
INTRODUCCIÓN
En el andén 15
UNO Alaska
Pensamiento: Osos blancos y vajillas de Ikea 23
Dos Corazón
Química: Estresándose bien 31
TRES Jamaica
Visualización: Memorizando el futuro 37
CUATRO Dublín
Hábitos: Cayendo en la tentación 45
CINCO Aula
Aprendizaje: Olvidando memorizar 53
SEIS Florencia
Engaño productivo: Equivocaciones acertadas 61
SIETE Cabina de mando
Materialización: Creando realidades 69
OCHO Málaga
Maestría: Arte que vale y cuesta 77
NUEVE Limbo
Ira: Retomando el control 83
DIEZ Suiza. Francia
Creatividad: Completando espacios en negro 87
ONCE Chipre
Metamorfosis: Cuando creer es increíble 93
DOCE Suecia
Posibilidad: Cuando los objetivos son magistrales . . 101
TRECE Cabo Verde Finlandia
Cooperación: El origen del éxito 109
CATORCE Cima
Independencia: El camino más corto 115
QUINCE Japón
Creer: Manipulación y persuasión 119
DIECISÉIS Berlín
Simplificación: El precio de la independencia 125
DIECISIETE Bélgica
Juicio: Por qué los hombres no conducen camiones . 131
DIECIOCHO Ošwiecim
Abundancia: Rehumanizando la tribu 143
DIECINUEVE Madrid
Mentalidad: No participe 149
VEINTE Filipinas
Rebelión: Desobediencia inteligente 153
VEINTIUNO Manada
Disociación: En el margen del pensamiento-grupo . 159
VEINTIDÓS Cuba
Iniciativa: La mayoría está equivocada 163
VEINTITRÉS Noruega
Firmeza: Siendo intolerante 171
VEINTICUATRO Wall Street
Perfección: ¿ Cuál es su arte? 179
VEINTICINCO Organigrama
Liderazgo: Caminando delante 185
VEINTISÉIS Portugal. Países Bajos
Atención activa: Quien no mira no ve 189
VEINTISIETE Big Bang
Imaginación: Eligiendo la percepción 197
VEINTIOCHO Alcoba
Juego: Cuando los sentidos son sentidos 203
VEINTINUEVE Alemania Oriental
Cuestionar: Cuando no sabíamos que no se podía hacer 211
TREINTA Reino Unido
Determinación: La roca ya no se burla de la gota . . 213
TREINTA Y UNO Iraq
Certeza: Cuestionando nuestra visión 219
TREINTA Y DOS Estados Unidos
Conexiones: Correlaciones sin causa 227
TREINTA Y TRES Canadá
Dinero: Vendiendo felicidad 233
TREINTA Y CUATRO Zaire
Autosuficiencia: Interfiriendo con el líder 245
TREINTA Y CINCO Baltimore
Miedo: Aprendiendo a temer con conciencia 253
EPÍLOGO
Regreso al hogar 263
REFERENCIAS 269
AGRADECIMIENTOS 279
La aventura continúa en Tu mente es extraordinaria . 285
PRÓLOGO
Decidiendo el viaje
Era de madrugada y acababa de aterrizar apenas unas horas antes, ya entrada la noche. De camino al hotel, miraba por las ventanillas del taxi el paisaje urbano de una ciudad que visitaba por primera vez, tratando de reconocer los diferentes monumentos y edificios que la búsqueda que hice en Google la semana anterior me propuso como más relevantes. Pensé que era una lástima tener que partir al día siguiente, pues era una ciudad lo bastante atractiva como para prometerme regresar con calma otra vez. Durante el camino decidí absorber las respuestas que mi paciente conductor me regalaba en mi esfuerzo por intentar completar la foto mental que me había hecho de aquel lugar antes de despegar de nuevo la tarde siguiente.
Al llegar al hotel, me despedí del conductor no sin antes acordar con él que vendría a recogerme pronto por la mañana. Apenas me quedaban un par de horas para un último repaso antes de intentar arrancar un tiempo siempre precioso de sueño antes de la cita. Tras el protocolario proceso de check-in en el hotel, subí a mi habitación rezando al santoral en pleno para que no me tocara otra pareja ve-
cina con el mismo ímpetu y fogosidad olímpicos como la del anterior viaje, que se encargó de demostrar a medio barrio que el mítico desenfreno de Genghis Khan era, en comparación, una vulgar fábula.
Después de cerciorarme de que las paredes tenían una composición sólida debajo del papel neokitsch y descifrar el funcionamiento de una ducha diseñada por un ingeniero de la NASA con una resaca épica, repetí las mismas rutinas que siempre había seguido en otros cientos de noches durmiendo fuera de casa: preparar la ropa del día siguiente, cenar algo ligero en la habitación, leer unas páginas de un libro y del periódico local, escribir unas líneas y responder a los mensajes que no soliciten donar dinero para rescatar un banco desvalido. Por fin, oficializando que el día se daba por bueno, apagué la luz y me dejé atrapar por las sábanas, profesionalmente almidonadas y compresivas, que más que arropar a los huéspedes los envasan al vacío.
Sin saber muy bien el motivo, desperté del sueño que me había vencido tras el viaje en una habitación que, según parpadeaba, representaba la más fidedigna definición de oscuridad absoluta. Desorientado, me di cuenta de que no tenía ni la más remota idea de dónde me encontraba: mis sentidos, habituados no a ver, sino a querer encontrar lo que debía estar ahí porque siempre estuvo ahí antes, no reconocían lo que me rodeaba. Mi mente tardó unos segundos de frenética actividad en un intercambio fulminante de preguntas y respuestas entre el subconsciente (la entidad que reconoce) y el consciente (la que ve lo nuevo) hasta que llegó por fin a una respuesta plausible para ambos: ¿dónde estoy?; ¿qué es esa luz del techo?; ¿qué es ese zumbido como de minibar?
Ahora recuerdo, concluyó el consciente, estoy en un, en este, hotel desde hace unas horas, en una ciudad diferente a la de esta mañana.
Y en la habitación de al lado, Genghis Khan cargando con toda su caballería.
Nuestro proceso perceptivo no se sustenta en ver entender, sino que se basa en ver reconocer entender. Únicamente cuando hallamos esa explicación por la que la lucecita roja del techo es el detector de incendios de la habitación, cuando recalculamos nuestras coordenadas en el planeta y nuestro propio GPS mental nos devuelve al hotel y al zumbido de su minibar, estamos en disposición de tomar una decisión efectiva ante el entorno que nos rodea (arrojar un zapato a la pared o vitorear a los contendientes de la habitación contigua).
Nuestro proceso perceptivo funciona de esta manera porque es la que menos energía emplea: nuestro cerebro, que apenas pesa un 2 % de nuestra masa corporal, consume sin embargo más del 20 % de las calorías que ingerimos cada día. Sería como si, por cada 80 litros de capacidad de combustible que tiene un Ferrari, 16 de ellos los consumiera el ordenador de a bordo. Nuestra maquinaria mental es rápida, pero también costosa, por lo que buscará. los modos de ahorrar lo máximo posible en cualquier proceso mental, comenzando por automatizar esos procesos hasta cerca del 95 %.
Así, quizá no nos movamos por la vida zombificados (al menos, no todos y no siempre), pero cerca del 95 % de las veces podría parecerlo:
Estamos permanentemente tomando decisiones que ni siquiera sabemos que, o por qué, estamos tomando.
No es de sorprender entonces que nuestra tendencia
natural y primaria, cuando nos enfrentamos a un obstáculo nuevo, sea intentar resolverlo con aquello que nos es conocido, independientemente de si funcionó o no en nuestro pasado.
Las respuestas para abordar un problema nuevo —ahí reside el reto— se hallan únicamente cuando planteamos preguntas, es decir, formulamos hipótesis que nos expulsan de un vergel lleno de ideas conocidas pero obsoletas hacia la incertidumbre de terrenos aún no cartografiados. Plantear, cuestionar, reenfocar, dinamitar lo que asumimos debe ser —es— una de las vías para continuar improvisando de modo efectivo en el camino siempre imprevisible de la vida.
Y una de las preguntas que antes o después preocupará a cada individuo en este planeta será:
¿Para qué estoy aquí?
El libro que tiene en sus manos plantea algunas respuestas que he tomado como reto proponerle.
Homero es, quizás, el poeta más importante que Grecia ha alumbrado al mundo. El autor de la Ilíada y la Odisea, en sus textos, nos revela el conocimiento de la areté, una noción que, traducida libremente, subsume las más nobles aspiraciones en la expansión de una vida humana y los caminos que nos guían hacia la mayor grandeza que podemos alcanzar en esta vida:
La excelencia, el coraje, la fortaleza, la capacidad de pensar, actuar, hablar y cooperar en nuestro entorno con efectividad para alcanzar nuestros objetivos.
Pero no para lograr cualquiera de esas toscas metas asociadas con el poder, como el prestigio, el dinero o la posición, que nos entretienen corriendo como ratas en la rueda de la rutina, sino la culminación de un —el— propósito de
nuestra existencia aquí:
Vivir acorde al desarrollo máximo posible de nuestro
potencial, de lo que somos capaces de conseguir.
Lograr la maestría.
La culminación de un arte.
Alcanzar lo extraordinario.
Requiere un coraje extraordinario revisar aquellas premisas que considerábamos inapelables: nuestras creencias arraigadas, los derechos adquiridos, las trampas del ego, que nos ciegan hasta creer que nos merecemos todo aun sin mover nada. Exige una fortaleza extraordinaria hallar modos diferentes de negociar los obstáculos fuera de los caminos que sigue la masa de individuos desorientados que creen aún que las pistas señalizadas por otros héroes los llevarán a los mismos destinos de gloria.
Al principio de este viaje, llenos de esperanza o quizá de incertidumbre, no tendremos la seguridad de cómo proceder, como aquel que despierta en la noche tanteando a ciegas lo que le rodea en una remota habitación que no acierta a reconocer, pues no es la suya.
Es buena señal: después de todo nadie más podrá cartografiar un destino que solo a nosotros pertenece.
Viajaremos ligero en nuestro ímpetu por cuestionar lo que hasta ahora era intocable. Perforaremos el invisible muro que nos recluye en nuestro desierto magníficamente decorado y elegiremos, antes que caminar amordazados por la rutina de lo seguro, el vértigo de explorar las nuevas sendas.
O de abrirlas ahí donde no haya ninguna.
Deseo que su viaje por estas páginas lo acerque a ese
Gran Destino, el más extraordinario que en su propia historia pueda escribir.
Gracias por leerlas.
Comencemos el viaje.
GREGORY CAJINA Febrero de 2015