¿Y si esto ya es el Cielo? por Anita Moorjani. Ed. Gaia

¿Y si esto ya es el Cielo?

Referencia: 9788484456193
12,00 €
11,40 € 5% de descuento

Los diez mitos culturales que nos impiden experimentar el Cielo en la Tierra

Cantidad
- Envío en 24 - 48 horas

En su famosa obra Morir para ser yo, Anita Moorjani narraba su experiencia cercana a la muerte (ECM) y explicaba que, cuando en un determinado momento se le dio la opción de regresar al mundo, decidió volver porque se dio cuenta de que "el cielo es un estado, no un lugar".
A su regreso, Anita comenzó a integrar y encarnar las verdades que había aprendido durante su vivencia espiritual, y descubrió que para poder experimentar el cielo "aquí y ahora" era necesario desembarazarse de diez creencias que limitan la plenitud del ser humano.
En ¿Y si esto ya es el Cielo? Anita describe estos 10 mitos culturales mientras comparte anécdotas y ejemplos de su propia vida, revelando las mentiras que subyacen tras las creencias que nos han enseñado desde niños y ofreciéndonos pautas sobre cómo librarnos de ellas. Anita muestra que, al deshacernos de estas falsedades, dejamos atrás el miedo, las heridas emocionales y las barreras que nos hemos autoimpuesto desde la niñez, y entonces podemos comenzar a vivir por fin una vida llena de gozo, de sentido y de propósito.
«La sabiduría de Anita proporciona a sus lectores la fuerza para alcanzar un estado de salud y armonía mucho mejor».
Dr. Eben Alexander, neurocirujano y autor de La prueba del Cielo

«Son muchas las personas que, por temor a la muerte, no se atreven a vivir plenamente su vida. Anita Moorjani consigue desmitificar tanto la vida -como la muerte, rompiendo el hechizo de nuestras creencias condicionadas y ofreciéndonos herramientas prácticas para renacer en esta vida, la que estamos viviendo ahora. Esta obra liberará tu alma y te enseñará que no hace falta morir para llegar al cielo».
DR. JOE DISPENZA,
autor de El placebo eres tú

Anita Moorjani

nació en Singapur, hija de padres indios. Se mudó a Hong Kong cuando tenía dos años y desde entonces ha vivido toda su vida allí.
Anita estuvo trabajando en el mundo empresarial durante muchos años hasta que le diagnosticaron un cáncer en abril de 2002. Su fascinante y conmovedora experiencia cercana a la muerte que sucedió a principios de 2006 cambió radicalmente su perspectiva sobre la vida, y ahora su trabajo se centra en la comprensión y la transmisión de lo que aprendió mientras estaba en el otro ámbito.
Como resultado de su experiencia cercana a la muerte, Anita recibe invitaciones de todo el mundo para impartir conferencias y seminarios sobre su experiencia. La invitan habitualmente al departamento de Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Hong Kong para hablar de temas tales como las perspectivas ante la muerte, cómo enfrentarse a una enfermedad terminal o la psicología de las creencias espirituales.
Anita encarna la verdad de que todos tenemos un poder interno y una sabiduría que pueden superar incluso las circunstancias más adversas de la vida, y ella misma es la prueba viviente de que esa posibilidad existe.

  • Encuadernación: Rústica
  • Dimensiones: 14,5 x 21 cm
  • Nº Pág.: 224

 

 

Índice

Introducción      9
CAPÍTULO 1. Mito: Tienes lo que te mereces      18
CAPITULO 2. Mito: Quererse es egoísta      30
Capítulo 3. Mito: Amar incondicionalmente significa
aguantarlo todo     46
Capítulo 4. Mito: Si yo no estoy bien, tú tampoco     65
Capítulo 5. Mito: El sistema de salud se preocupa
por la salud de las personas      87
Capítulo 6. Mito: Solo es una coincidencia      112
Capítulo 7. Mito: Pagamos por nuestros pecados
a la hora de la muerte     131
Capítulo 8. Mito: La gente espiritual no tiene ego      151
Capítulo 9. Mito: Las mujeres son el sexo débil      175
Capítulo 10. Mito: Tenemos que ser positivos siempre      195
Epílogo      212
Agradecimientos      217
Biografía de la autora      220

Introducción
¿Y SI TE DIERAS CUENTA DE REPENTE de que esto, esta vida física

que estamos viviendo ahora mismo, es el cielo (o el nirvana)? Sé que suena a locura y que algunos estarán pensando: «Si esto es el cielo, ¿por qué a mí me parece más bien el infierno?». Entiendo a quien lo piensa, porque eso era lo que me parecía a mí también cuando me acosaban otras niñas en el colegio, se burlaban de mí y me discriminaban por el color de mi piel y por el origen de mi familia, cosas que yo no podía cambiar. Y sin duda me pareció que estaba en el infierno cuando tuve que sobrellevar un cáncer y soportar continuamente dolor y miedo durante varios años.
Pero demos por buena la hipótesis por ahora.
¿Y si mi vida parecía un infierno en esas épocas porque yo no era consciente del poder que tenía o de lo que era capaz de hacer? Hay que tener en cuenta que a ninguno de nosotros nos dan al nacer un manual de instrucciones y que a mí nunca nadie me había enseñado cómo funcionaba la vida. Para mí esta vida era una verdadera lucha, y viví llena de un miedo terrible toda mi infancia y hasta bien entrada la edad adulta. Creía que la vida nos pasaba y que yo era una víctima, así que solo reaccionaba ante las circunstancias de mi vida, no hacía nada por crearlas. ¿Quién se crearía una infancia de acoso escolar y discriminación que tendría como consecuencia una autoestima increíblemente baja con la que debería vivir el resto de mi vida? ¿Quién elegiría nacer mujer en una cultura que sigue creyendo que las mujeres son inferiores a los
hombres? ¿Quién se crearía un cáncer en el cuerpo, un cáncer que estuvo a punto de acabar con su vida? Yo, sin duda, era una víctima de mis circunstancias. O eso creía... hasta que morí.
La mayor parte de la historia de mi vida la conté en mi primer libro, Morir para ser yo. El famoso escritor y conferenciante
Wayne Dyer fue la persona que sacó mi historia a la luz pública
y quien me animó a escribir ese libro. Hasta su muerte hace solo unos meses, siguió recomendando mi libro a todos los que le leían o le escuchaban. Sé que su implicación en el propósito de
mi vida fue algo orquestado a nivel divino, parte de un enorme tapiz que se ha ido desvelando poco a poco. Me siento profundamente agradecida y muy honrada por todo lo que ha sucedido en mi vida como resultado de lo que hizo por mí este hombre tan maravilloso.
Cuando escribí mi primer libro, no creía que llegaría más adelante un segundo. Pensaba: «He escrito unas memorias en las que narro mi vida y especialmente mi convivencia con el cáncer, que culminó en una experiencia cercana a la muerte o ECM. Y también he contado la sabiduría que obtuve de esa experiencia. ¿Qué más podría escribir?». Creía sinceramente que todos los elementos interesantes de mi vida ya estaban en ese libro.
Pero una de las visiones más asombrosas que tuve de mi ECM fue que esta vida, la vida que estamos viviendo ahora en la tierra, podría convertirse en un cielo para nosotros si simplemente comprendiéramos cómo funciona y lo que necesitamos hacer para conseguir que nuestra realidad se convierta en ese cielo. Una de las principales razones por las que elegí regresar a esta vida durante mi ECM fue porque entendí que el cielo es un estado y no un lugar, y por eso quise experimentar de primera mano el cielo que esta vida podía llegar a ser. Tenía ganas de vivir la increíble verdad de esa realidad y transformar la vida de miedo, terror y dolor que había vivido hasta entonces. Quería vivir en el cielo aquí y ahora.
UNA REINCORPORACIÓN MUY ACCIDENTADA
Durante mi ECM, todo eso me pareció muy claro, muy fácil. Pero cuando intenté integrar y aplicar en mi vida esa visión que acababa de descubrir tras mi ECM, no me encontré más que obstáculos, sobre todo cada vez que intentaba conectar o interactuar con otras personas. Mi perspectiva de lo que era la realidad había cambiado drásticamente y ya no encajaba con lo que la mayoría de la gente consideraba una visión normal del mundo.
En un intento por sentir que pertenecía a la sociedad otra vez, me encontré intentando contentar a los que no me aprobaban y, si no era muy consciente y me esforzaba por evitarlo, también aceptando reprimir lo que soy o comprometiendo la mayor parte de lo que había aprendido durante mi estancia en el otro mundo por intentar ganarme su aprobación. Siempre que eso ocurría, lo que sentía era que perdía todo el poder que había encontrado en el otro mundo. Esas sensaciones magníficas de ser la creadora de mi vida y de sentirme invencible se iban erosionado, y los antiguos patrones de pensamiento y de conducta se colaban poco a poco y empañaban mi visión. Cuando yo elegía plegarme a las críticas y bailar al son de lo que decían los demás en vez de escuchar a mi corazón, resurgían el miedo a «no estar haciendo lo correcto» o la preocupación por si estaba decepcionando a los demás (estoy segura de que mucha gente se siente identificada con esto). Nuevas ansiedades se apoderaban de mí y pronto me sentía perdida y abandonada. Me daba la sensación de que tenía que elegir entre encajar aquí o crear un cielo.
Al mismo tiempo, y gracias a la notoriedad que me trajo Morir para ser yo, empecé a recibir una avalancha de cartas y correos electrónicos de gente que se había sentido conmovida por mi testimonio. Muchos de esos mensajes hacían que los ojos se me llenaran de lágrimas de felicidad y gratitud. Un montón de gente sentía que yo estaba contando su propia historia y que había leído en sus corazones, sus mentes y sus almas.
Y entonces oí un susurro que salía de la nada; no era una voz real, sino unas palabras que parecían confundirse entre el sonido
de las olas del mar, pero que resonaban en mi corazón. «¿Cuál fue el mensaje principal que aprendiste de tu experiencia cercana a la muerte? ¿El mensaje sobre el que escribiste en tu primer libro?», preguntó ese susurro.
«Que debía quererme incondicionalmente. Y ser tan yo como pudiera. Que tenía que hacer brillar mi luz interior con toda la fuerza posible», respondí.
«Y eso es todo lo que necesitas hacer o ser. Nada más. Solo quererte incondicionalmente, siempre, y ser quien eres».
«Pero vivimos en un mundo que no apoya a la gente que piensa o siente así. Es como si este mundo fuera más un infierno que un cielo», contesté, desafiando a la voz invisible, sin dejar de mirar las olas que rompían contra las rocas en el extremo de la playa. «La gente que me rodea se enfrenta a muchos problemas todos los días y no sé cómo puedo ayudarles solamente queriéndome».
«Cuando te amas y conoces tu verdadero valor, no hay nada que no puedas hacer o curar. Y aprendiste esto cuando desafiaste a toda la ciencia médica y te curaste de un cáncer terminal. El cáncer se curó cuando tú fuiste consciente de tu valor».
Eso era cierto. Hasta que me diagnosticaron el linfoma había vivido una vida llena de miedo, pero aprender a quererme me salvó la vida. Sonaba muy simple, pero ¿por qué era tan difícil trasmitirles eso a las otras personas que estaban sufriendo? ¿Y por qué había sido tan fácil para mí abandonar esa comprensión tras haberla alcanzado?
«Es fácil perder la consciencia de nuestro verdadero poder cuando estamos rodeados de gente que no cree en ese poder y que nunca lo ha experimentado (y muchas veces puede parecer que esa gente es la mayoría de la que hay este mundo)», oí que me respondía la voz, como si hubiera leído mis pensamientos. «Y si sigues centrada en cómo se siente o lo que quiere todo el mundo, te hundirás en el miedo una vez más. Y seguro que no quieres volver a pasar por eso.
»Recuerda que tu única tarea es quererte, valorarte y personificar la verdad de tu propio valor y tu amor hacia ti para que
puedas ser puro amor en acción. Ese es el verdadero servicio: un servicio para ti y para los que te rodean. Darte cuenta de lo ama-
da y valorada que te sentías te curó del cáncer. Y ese conocimien-
to es el que te ayudará a crear un cielo en la vida aquí en la tierra. Cuando te pierdes en los problemas del mundo, no le eres útil a
nadie. Así que la única pregunta que necesitas hacerte cuando te sientas derrotada o perdida es: "¿En qué aspecto no me estoy queriendo? ¿Cómo puedo valorarme más?"».
Aunque eso era exactamente lo que había aprendido en mi ECM y ciertamente fue lo que me curó, lo había olvidado. Me había perdido en el dolor de los demás.
Me quedé estupefacta por la intensidad de lo que acababa de ocurrir. En ese momento me pareció que tenía la respuesta a
todas las preguntas que alguna vez me había hecho. Lo que ese susurro de las olas había compartido conmigo era muy sencillo y a la vez muy profundo.
Esta experiencia también sirve para poner de manifiesto lo fácil que es para nosotros perder de vista nuestro verdadero pro-
pósito y quedarnos atrapados en la red de dramas que hemos tejido para justificar nuestra existencia. Y yo ahora entiendo que eso es lo que nos ocurre cuando nos dejamos llevar por las creencias dominantes de la cultura que nos rodea.
Noté un hormigueo que me recorría todo el cuerpo y un escalofrío que me subía por la espalda mientras seguía allí, sen-
tada en la arena, reproduciendo las palabras una y otra vez en mi mente: «Recuerda que tu única tarea es quererte, valorarte y personificar la verdad de tu propio valor y tu amor hacia ti para que puedas ser puro amor en acción. Ese es el verdadero servicio: un servicio para ti y para los que te rodean».
Miré al mar, cerré los ojos y uní las manos sobre el corazón en un gesto de gratitud a la vez que decía: «¡Gracias? Lo he entendido». Y después me levanté y empecé a caminar de vuelta a casa.
Estaba entusiasmada por esa renovada certeza de tener un objetivo y una dirección y por la gran confianza que ahora tenía en que mi vida se iba a desarrollar de la forma que tenía que hacerlo. Me sentí rejuvenecida y conectada con el universo una vez más y en ese momento supe que, siempre que permaneciera fiel a mí misma y recordara que para recargar las pilas debía ser consciente de mi infinita conexión con el universo y tenerla presente, todo se desarrollaría de forma sincronizada.
Lo QUE VOY A EXPLORAR EN ESTE LIBRO
Tras haber sentido todo el dolor que habita en tantos corazones de todo el mundo y como resultado del fuerte deseo que tengo de llevar felicidad a la vida de la gente, me sentí inspirada para escribir este libro, que es mi intento por demoler esos mitos brutales que hemos estado asumiendo hasta ahora; unos mitos que, simplemente porque son las creencias dominantes en la cultura que nos rodea, han impedido que vivamos plenamente nuestras vidas. E igual que tras hablar con el universo aquel día sentada en la playa, yo recordé la sencilla verdad de que debo liberar mi corazón, espero que cuando tú leas las palabras que he escrito aquí, en el tuyo resuene la verdad que está en el fondo y que siempre has sabido y que llegues de esa forma a sentir la misma libertad y felicidad que yo.
Creo que todos hemos nacido sabiendo quiénes somos, pero rechazamos ese conocimiento cuando vamos creciendo e intentamos encajar y cumplir con lo que nos exige la sociedad; en definitiva, nos vemos condicionados por sus normas. Aprendemos a buscar nuestra guía fuera de nosotros y, al hacerlo, asumimos las expectativas que los demás tienen de nosotros. Después, cuando no podemos vivir en consonancia con esas expectativas externas, nos sentimos incompetentes e imperfectos.
Eso significa que, en nuestra la vida, las creencias que suponen los cimientos de nuestros valores personales se basan en
cosas que no son ciertas. Así que no importa cuántos talleres de
desarrollo personal hagamos ni cuántos libros de autoayuda leamos, porque seguimos saliendo de nosotros para encontrar las
respuestas fuera. Y eso no solo no nos ayuda, sino que en realidad nos bloquea. No podremos cambiar esos patrones destructivos hasta que no rompamos con todos esos mitos y desenmascaremos las mentiras que han estado alimentando nuestros pensamientos y nuestras creencias.
En cada capítulo de este libro voy a analizar uno de esos mitos tan extendidos que la mayoría de nosotros hemos aceptado como
una verdad; esos mitos son invasivos y muchas veces para nosotros
resultan invisibles. Compartiré contigo historias y ejemplos extraídos de mi propia vida en los que esos mitos desempeñaron un
papel importante y explicaré, a partir de mi propia experiencia,
cómo descubrí que eran falsos y la verdad personal que extraje después. Al final de cada capítulo hay una sección que se llama
«Vivir el cielo aquí y ahora» en la que resumo algunas de las posibles verdades que hay tras el mito que acabo de analizar y sugiero métodos para superar ese condicionamiento y darle la vuelta al mito en tu vida para por fin vivir desde tu propia verdad.
Si los últimos años hubieran sido fáciles, probablemente no tendría en mi interior otro libro (o al menos todavía no). Así que
gracias a todos por el don de compartir vuestras vidas conmigo
y por abrirme vuestros corazones y vuestras almas. Todos y cada uno de los que os habéis comunicado conmigo me habéis inspi-
rado para escribir este libro. Todos estamos conectados y yo siento lo que vosotros sentís. Este libro es mi regalo para vosotros, de mi corazón directo al vuestro.
de que sufriera acoso escolar, porque eran otras niñas las que me acosaban, ese detalle servía para reforzar mi baja autoestima en otras situaciones en las que me sentía maltratada.
LA TRAICIÓN DE RIYANA
En cierto momento de ese curso, me hice amiga de otra niña india que se llamaba Riyana, que iba un curso por encima de mí. A ella también la acosaban y pronto nos hicimos íntimas amigas.
Me hacía sentir muy bien tener una amiga así; por primera vez podía compartir todo lo que me estaba pasando con otra persona. Nos unimos, creyendo que podríamos enfrentarnos a las abusonas de esa forma. Nos defenderíamos la una a la otra y nos cubriríamos las espaldas.
Encontramos escondites secretos en el gran laberinto que eran los pasillos y los terrenos del colegio, lugares donde nos sentíamos seguras. Nos llevábamos las chucherías y la comida a esos lugares secretos, porque sabíamos que allí no iba a ir nadie a quitárnoslas. También íbamos la una a casa de la otra después del colegio e incluso nos quedábamos a dormir los fines de semana. Además, las dos éramos niñas poco femeninas a las que nos gustaba montar en bici, en patinete o jugar al fútbol y al críquet.
Pero un día todo cambió. Aparentemente Lynette y su banda arrinconaron a Riyana en un recreo y la amenazaron con darle una paliza. Riyana, en un momento de debilidad, les dijo que, si la dejaban en paz, les diría dónde podían encontrarme y les ayudaría a hacerme una emboscada. Me ofreció como moneda de cambio (o como chivo expiatorio, por así decirlo) para librarse de una situación complicada para ella. Lynette y sus amigas accedieron.
Es fácil imaginar mi sorpresa cuando Lynette y su banda llegaron, canturreando esa cantinela que tenían: «iSambo, Sambo?», a uno de mis escondites favoritos y me encontraron allí. Pero la sorpresa fue aún mayor cuando vi que Riyana estaba con ellas. En vez de mi mejor amiga que venía a ponerse de mi lado y ayudarme, era ella quien las había llevado hasta el lugar donde yo me refugiaba. Me dolió mucho que se pusiera en mi contra y su traición me resultó mucho peor que el acoso. Fue eso, más que cualquier otra cosa, lo que me hizo sentir que realmente no valía nada.
Pensándolo ahora, reconozco que ese acoso me asustaba, me afectó emocionalmente y me cambió a un nivel profundo y fundamental. Me hizo querer volverme invisible para poder hacer lo que quisiera sin que nadie se fij ara en mí. Me volvió temerosa de los demás y consiguió que siempre buscara estar fuera del radar de la gente y que nunca participara en actividades que podían llamar la atención, como las obras de teatro o los órganos de gobierno estudiantil. Me vestía de forma muy poco llamativa en vez de seguir las tendencias de la moda que les gustaban a las demás. Odiaba los deportes de equipo y sabía que siempre me iba a quedar la última cuando llegara la hora de escoger. Tampoco me gustaba trabajar en grupo, porque sabía que nadie me quería en el suyo.
Aunque mi madre intentaba constantemente sacarme de mi caparazón, fui muy tímida y reservada durante la mayor parte de mi vida juvenil porque, esencialmente, sentía que nadie me podía querer y me sentía defectuosa, fea, repulsiva y despreciable. Más de una vez pensé que la única forma de salir de aquello era quitarme la vida. «LEso les serviría de lección?», recuerdo haber pensado cuando tenía unos trece años. La idea me parecía casi heroica, como si estuviera sacrificando mi vida por todos los niños que habían sufrido acoso alguna vez. Las autoridades seguro que responderían y tomarían cartas en el asunto, sobre todo si dejaba una nota explicando por qué había tomado esa horrible decisión. Incluso las abusonas se quedarían impresionadas, posiblemente hasta el punto de cambiar su conducta.
Pero al momento siguiente siempre pensaba en mi madre, que sabía que me quería con todo su corazón y que se quedaría
destrozada si me suicidaba. Pensar en ella en esos momentos desesperados era suficiente para hacer desaparecer de mi mente cualquier pensamiento sobre quitarme la vida. Solo imaginarme durante un momento cómo le afectaría a ella mi muerte me hacía llorar a raudales, disolviendo cualquier plan antes de que llegara a tomar forma siquiera.
Ya había visto a mi madre perder a un hijo y llorar su muerte. Cuando yo tenía ocho años perdimos a mi hermano de dos, que tenía síndrome de Down y que había nacido con un agujero en el corazón. Nunca olvidaré cómo esa muerte destrozó a mis padres y cuánto tiempo necesitó mi madre para superar ese dolor. Ese recuerdo es probablemente la principal razón por la que hoy estoy aquí.
ANGUSTIA ADOLESCENTE
Según fui creciendo y entrando en la pubertad, de repente empecé a querer esconder mi cuerpo en pleno cambio bajo ropa ancha y suelta para seguir sin llamar la atención. Me dejé el pelo largo porque desaparecer tras mi gruesa melena me daba sensación de seguridad y protección. Pasé por todos los años de instituto deseando principalmente que nadie se fijara nunca en mí porque creía que si no me veían, no se cebarían conmigo.
Mientras las demás salían por ahí, se apuntaban a un montón de actividades extraescolares (deportes, por ejemplo) o iban [os fines de semana a acontecimientos divertidos (como bailes en el colegio), yo me quedaba en casa. No quería ir y que me marginaran. Prefería irme a casa después del colegio y pasar tiempo con mi familia o estar sola, escuchando música y leyendo. A veces nuestra familia hacía excursiones con otras familias y eso me gustaba, pero nunca le conté a nadie lo que pasaba en el colegio. Era mi vergonzoso secreto.
Pero, bueno, no todo en mi infancia fue malo; de hecho, la mayor parte de mi vida fue increíble y muy mágica, sobre todo porque en Hong Kong vivía expuesta a muchas culturas e idiomas diferentes. No cambiaría la experiencia de crecer allí por nada. Pero el daño psicológico ya estaba hecho. El temporizador de la bomba ya había empezado su cuenta atrás y esperaba para explotar en un momento posterior de mi vida.
El acoso escolar, como cualquier otro maltrato sufrido en la infancia, nos cambia de una forma profunda y fundamental. Si empieza cuando somos muy pequeños y se mantiene durante el tiempo suficiente, puede afectar permanentemente a nuestra forma de ver el mundo y a la percepción que tenemos de nosotros mismos en nuestra relación con los demás incluso mucho después de que haya terminado. Cuando es una experiencia que se produce en la primera infancia, altera las expectativas sobre cómo va a ser el resto de la vida. No sorprende por eso que me pasara los primeros años de mi vida realmente esperando que me rechazaran. Que permitiera que eso se perpetuara en el tiempo solo refleja lo que yo sentía sobre mí. Y esos sentimientos se quedaron conmigo durante muchos, muchos años.
Como resultado, crecí pensando que necesitaba hacer muchos esfuerzos para demostrar cualquier cosa y probar mi valía en general y que tenía que probar de alguna forma que me merecía todo lo positivo que me ocurriera. La experiencia también me volvió extremadamente sensible a las críticas negativas, que se exageraban en mi cabeza. Pero posiblemente el mayor efecto que tuvo el acoso escolar en mí fue que cada vez que alguien me dedicaba su atención positiva, yo me sentía indigna de ella, pensaba que no me la merecía; entonces mi reacción era rechazar esa atención o mostrarme demasiado agradecida por ella. En consecuencia, siempre acababa haciendo demasiado para demostrar que realmente era merecedora de esa atención positiva (a veces hasta el punto de dejar que me pisotearan).
En pocas palabras, el acoso consiguió que nunca llegara a valorarme.
APRENDER LA VERDAD SOBRE EL AMOR
Sabiendo esto, es fácil imaginar mi total asombro cuando descubrí durante mi ECM que no solo me merecía que me quisieran incondicionalmente por ser yo, sino que yo era una pre-
ciosa, magnificente y poderosa creación del universo: alguien único, especial y valorado en todos sus aspectos. Y que no tenía que hacer nada para merecer eso. No tenía que sembrar ninguna semilla especial para cosechar el amor profundo y duradero que el universo me dedicaba; no necesitaba demostrar nada, conseguir nada, ni convertirme en nada. Simplemente eso era así, tan cierto como que el sol se pone al anochecer y sale de nuevo a la mañana siguiente.
Iluminada por la luz cristalina del reino cercano a la muerte, entendí que nada de lo que me había pasado en el colegio tenia que ver conmigo. Las niñas solo habían actuado obedeciendo a sus propias inseguridades, porque ellas también se sentían poco queridas e impotentes. Pero a ellas las amaba el universo tanto y tan profundamente como a mí. Ellas también eran preciosas e impresionantes, aunque, como yo, tampoco lo sabían. Habían proyectado en mí su propia infravaloración porque podían, no porque yo hubiera hecho nada para merecerlo.
Increíblemente también entendí que nada de lo que había hecho yo, ni lo que habían hecho ellas, necesitaba perdón: todas habíamos actuado por ignorancia y la culpa era de lo que nos había inculcado la sociedad, una sociedad que también había perdido la consciencia de su divinidad. Lo que experimentamos entonces, fuera bueno o malo, era parte del viaje que necesitábamos hacer para encontrar el camino de vuelta al amor incondicional.
Vivir el cielo aquí y ahora
Si «tienes lo que te mereces» es un mito, entonces ¿cuál es la verdad?
Posibles verdades que merece la pena considerar:
•    No importa lo que la gente dice o piensa de los demás; todos merecemos que nos quieran incondicionalmente solo por ser quienes somos. No tenemos que ganarnos el amor: es un derecho de nacimiento que tenemos.
•    En el otro reino cada uno de nosotros está reconocido como una preciosa, extraordinaria y poderosa creación del universo, como alguien único, especial y valorado en todos los aspectos.
•    No importa lo que hagamos o digamos (ni tampoco que nadie más en la tierra nos quiera, aunque eso fuera ver-
dad), porque el universo profesa un amor profundo y duradero a todos; al fin y al cabo todos estamos conectados y somos parte de un todo.
Consejos y ejercicios:
•    Cuando los demás te menosprecien por cualquier razón, entiende que sus acciones son proyecciones directas de su estado personal de dolor y confusión. Por eso, recuerda que abrir tu corazón y tener compasión de ellos en su dolor (algo que no significa ni mucho menos aprobar su conducta) te beneficia a ti y también a los demás.
•    Siempre que sientas que los demás te están haciendo la vida difícil, piensa en qué perspectiva o habilidad necesitas para llevar la situación de la mejor manera posible.
Además, debes entender que tú puedes con eso o si no el universo no te habría puesto en esa situación. Si consigues ver lo que está pasando como una oportunidad de crecimiento en vez de como una carga opresiva, lo que necesitas para superar ese obstáculo te llegará antes.
•    Imagínate a las personas que te atormentan como actores en una obra de teatro y después visualiza el momento de encontrarte con ellos en la fiesta de después de la representación, un lugar donde ya no son su personaje, e intenta verlos como personalidades totalmente diferentes y llenas de amor que te saludan con un cariño genuino y te felicitan por tu actuación. Repite esa visualización a menudo y eso te permitirá ir cambiando la perspectiva que tienes de esas personas poco a poco.
•    Visualízate repitiendo un incidente desagradable de tu pasado e imagínate gestionando esa situación de una forma muy diferente, desde una perspectiva más madura y más sabia, fruto de todo lo que has aprendido en tu vida y que ahora sabes. Intenta que la visualización sea lo más realista posible y asegúrate de que en ella el resultado les acabe otorgando poder a todos, no solo a ti.
•    Aprende técnicas de tapping (o técnica de liberación emocional), ejercicios de respiración o de meditación para ayudarte a alejar la ansiedad y las reacciones emocionales que te mantienen anclado en el pasado, con el fin de que puedas vivir en el momento presente.
Preguntas para uno mismo:
•    ¿Cuáles son los peores traumas o humillaciones que he sufrido en el pasado? ¿Qué elementos o temas tienen en común?
•    ¿Es posible que otros sientan que yo los he convertido en víctimas a ellos, aunque sea de forma insignificante y ac-
cidental? Con eso en mente, ¿puedo reconocer que algún incidente doloroso de mi pasado pudo suceder sin mala intención o sin querer o que yo pude malinterpretar lo que se dijo o se hizo?
•    ¿Qué necesitaría para aceptar que soy merecedor del amor incondicional del universo? ¿Qué cosa, por pequeña que sea, podría hacer para acercarme un poco más a aceptarme mejor?
Sé que soy lo que soy y está bien así y por tanto no es necesario que demuestre de ninguna forma mi propia valía cuando...
•    Puedo permanecer sereno y centrado cuando los demás intentan apretarme las clavijas y alterarme (o cuando se comportan de una forma que en otro momento me provocaba una fuerte reacción emocional).
•    No calculo mi valor a partir de factores externos, como por ejemplo mi apariencia o lo que he conseguido en la vida.
•    Pienso menos en «lo que merezco» y más en «lo que soy»: puro amor y pura consciencia.

Gaia Ediciones
9788484456193
Nuevo
Related Products ( 16 other products in the same category )

Nuevo registro de cuenta

¿Ya tienes una cuenta?
Inicia sesión o Restablece la contraseña