La Enzima Para Rejuvenecer (BOLSILLO)

La Enzima Para Rejuvenecer (BOLSILLO)

Referencia: 9788490628232
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Combate el envejecimiento. Revitaliza tus células. Recupera tu energía Traducción: Raquel Rodríquez Una vez más el doctor Hirmi Shinya cambia por completo nuestra percepción de lo que es posible respecto a la sa

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Combate el envejecimiento. Revitaliza tus células. Recupera tu energía

Traducción: Raquel Rodríquez

Una vez más el doctor Hirmi Shinya cambia por completo nuestra percepción de lo que es posible respecto a la salud con su nuevo libro La enzima para rejuvenecer. En esta obra el doctor Shinya se centra en solucionar el problema de las células del envejecimiento y sus conclusiones resultan verdaderamente impactantes. De manera contundente nos demuestra cómo puedes crear tu plan de rejuvenecimiento personalizado utilizando el «Breve ayuno», el enema de café y el agua de Kangen.

Con La enzima para rejuvenecer aprenderás:

• Cómo las enzimas de rejuvenecimiento transforman las células zombi en células sanas.
• Cómo puedes recuperar la energía eliminando la basura que se acumula en tus células.
• Por qué los alimentos de color morado mejoran tu memoria.
• Cómo tomar agua de Kangen contribuye a mejorar tu salud y tu energía.
• Por qué la cúrcuma previene enfermedades como el alzhéimer.

Uno de los grandes deseos del ser humano es mantenerse joven, sano y lleno de energía. Gracias a los estudios del doctor Shinya este anhelo está muy cerca de convertirse en una realidad.

Recuerda las siete reglas de oro del doctor Shinya para la buena salud:

  1. Seguir una buena alimentación
  2. Beber agua de buena calidad
  3. Gozar de un buen tránsito intestinal
  4. Hacer ejercicio moderado
  5. Descansar de forma adecuada
  6. Respirar y meditar
  7. Ser feliz y tener amor

 

«El doctor Hiromi Shinya logró un avance impactante y vanguardista en el campo de la cirugía abdominal (fue uno de los inventores de la colonoscopia) que dio lugar a un cambio radical en el pensamiento médico».
The New York Times

El doctor Hiromi Shinya es conocido por sus avances en el campo de la cirugía colonoscópica. Realizó la primera cirugía de colon sin in-cisión abdominal. Atiende a los miembros de la familia real y a los altos funcionarios del gobierno japonés. Es jefe de la Unidad de Endoscopia Quirúrgica del Centro Médico Beth Israel en Nueva York y profesor de Cirugía Clínica del Colegio de Medicina Albert Einstein y tiene una gran demanda como conferencista internacional. A sus 73 años practica de forma activa la medicina en Estados Unidos y Japón.
ha vendido más de 2.000.000 de ejemplares.

Por qué he escrito este libro

Llevo muchos años hablando a mis pacientes y escribiendo en mis libros acerca de la importancia de alimentarse de forma correcta. Literalmente uno es lo que come y bebe. Sigo diciendo esto porque nadie ve más claro que yo los efectos que la dieta tiene sobre el cuerpo, pues lo hago cada vez que examino los intestinos de un paciente.
Cuando empecé a ejercer la medicina, no se sabía tanto como ahora sobre la relación entre nutrición y salud. Como soy gastroenterólogo (especialista en el aparato digestivo), es natural que empezara a pensar en la relación entre la dieta de mis pacientes y el estado del colon. Me interesé por lo que comían y cuánta agua bebían. Al mismo tiempo, empecé a detectar un patrón
en el estado de los intestinos de quienes consumían muchos lácteos y carne distinto al de los que comían principalmente verduras y cereales integrales. También llegué a entender que mucha gente —quizá la mayoría— está deshidratada por no beber agua suficiente.
Desde 1963 ejerzo la mitad del año en Estados Unidos y la otra mitad en Japón, lo que me ha llevado a apreciar una diferencia entre la salud intestinal de los japoneses y la de los estadounidenses. También he ad-vertido la diferencia entre los intestinos de japoneses que habían adoptado una dieta occidental, en especial los de aquellos que comían carne y bebían leche, y los de quienes seguían una dieta en la que predominaban el arroz y los pescados de pequeño tamaño.
Hasta después de la Segunda Guerra Mundial los japoneses no acostumbraban a beber demasiada leche de vaca y, por tanto, sus estómagos no habían evolucionado a lo largo de generaciones de manera que pu-dieran digerirla fácilmente. Mi historia personal sobre cómo descubrí esto es muy triste. En 1963 me vine a vivir a Nueva York con mi joven esposa para hacer la residencia de cirugía en el Centro Médico Beth Israel. Mi mujer no se encontraba bien, y como pasaba mucho tiempo enferma, no podía amamantar a nuestra hija recién nacida, así que empezamos a darle leche maternizada a base de leche de vaca. La niña lloraba mucho
y sus heces eran con frecuencia acuosas. Luego le salió una erupción en toda la piel. Le picaba y sufría. Mi esposa se quedó de nuevo embarazada y nació mi hijo. Estábamos felices, pero al poco tiempo el niño empezó a tener sangrados rectales. Por aquel entonces yo estaba ayudando a desarrollar el primer colonoscopio y, con mucho cuidado, utilicé una versión minúscula y rudimentaria del aparato para examinar a mi hijito. Tenía el colon inflamado y sufría lo que llamamos «colitis ulcerosa».
Empecé a investigar las posibles causas de estos problemas. Pensé que quizá era la leche de vaca en los biberones. Así que les retiramos esa leche y mis hijos experimentaron una rápida mejoría. De niña, mi mujer había estudiado en un colegio religioso occidental en Japón. Como gesto de buena voluntad, Estados Unidos donaba leche a la escuela para ayudar a los niños japoneses. Por desgracia en aquella época nadie sabía lo suficiente para detectar que muchos niños japoneses no podían digerir la leche, y empezaron los problemas estomacales e intestinales. Ahora sé que mi esposa era alérgica a la leche, al igual que lo fueron después nuestros dos hijos. La exposición en repetidas ocasiones a este alimento le desató una reacción alérgica y su sistema inmune se volvió excesivamente sensible. Luego se le diagnosticó lupus, una enfermedad autoinmune.
Para entonces yo ya era médico y trabajaba en un hospital muy conocido en Nueva York, pero nada de lo que mis colegas o yo probáramos ayudaba a mi bella y joven esposa. Cuando falleció, se me rompió el corazón por ella, por nuestra familia y por las limitaciones que percibía en mí mismo y en la profesión que había elegido, en la que me había adentrado con tanta fe, pasión y amor.
Decidí ir más allá de los tratamientos que en ese momento prescribíamos y que se enfocaban sobre todo en aliviar los síntomas de la enfermedad. Yo quería saber por qué algunas personas estaban enfermas mientras muchas estaban sanas, por lo que me propuse entender cómo un cuerpo sano se protege a sí mismo contra la enfermedad. Quería aprender cómo trabajar con el cuerpo para fomentar la salud y curar la enfermedad.
Las observaciones que hacía cada día al comparar dieta y salud intestinal me convencieron de que los alimentos que comemos y el agua que bebemos están directamente relacionados con nuestra salud. He dedicado más de cincuenta años a ampliar esta área del conocimiento. Muchos científicos excelentes están explorando ideas similares con resultados prometedores. De hecho, la medicina nutricional se está beneficiando de descubrimientos sobre lo que sucede en el cuerpo,
incluso a nivel celular. En la actualidad, éste es uno de los campos más fascinantes para los investigadores. A mí en concreto me interesan las nuevas investigaciones que demuestran que las células senescentes (yo las llamo «células zombi») pueden ser la causa de muchos de los efectos del envejecimiento. Numerosos investigadores habían pensado que estas células no eran más que desechos muertos inofensivos que flotaban en el organismo. Ahora empiezan a darse cuenta de que esas células dañadas y sucias no están muertas en absoluto, sino que, de hecho, pueden ser una de las razones por las que nuestro cuerpo envejece.
Mis observaciones me han convencido de que la eliminación de desechos en las células es tan importan-te como la eliminación de desechos del colon. He esta-do trabajando con una nueva clase de enzimas que llamo «nuevas enzimas» o «enzimas para rejuvenecer». Creo que estas enzimas rejuvenecedoras pueden ser ca-paces de desencadenar un proceso corporal que destruya las células zombi, y al mismo tiempo ayudar a tener una piel flexible, unos huesos fuertes, una circulación sanguínea y arterial sana y un colon limpio y de aspecto sonrosado.
Cuando era niño mis padres me pusieron a estudiar artes marciales. En Japón las artes marciales eran consideradas parte esencial de la educación de un joven.
Las habilidades que aprendí entonces me sirvieron de mucho en mi trayectoria posterior. Por ejemplo, aprendí a usar igual de bien las manos derecha e izquierda. Esto me permitió ser un cirujano muy hábil y, nada más empezar la carrera, fui nombrado asistente del famoso doctor Crohn en el servicio de cirugía del Centro Médico Beth Israel, y éste fue el inicio de mi carrera como gastroenterólogo.
Otra cosa de valor que aprendí en las artes marciales fue la importancia de fluir. Había que mantenerse en flujo constante. Si te bloqueabas o titubeabas, el oponente podía hacerte perder el equilibrio, derribarte y mantenerte inmovilizado en el suelo. Es algo que en mi consulta médica veo todos los días. Si el flujo intestinal está bloqueado, el cuerpo pierde el equilibrio y la enfermedad puede llegar a imponerse. Lo mismo ocurre con el flujo sanguíneo. Si la sangre es pegajosa y forma coágulos en vez de circular como debe, las arterias pueden endurecerse por la acumulación de placa. La consecuencia son enfermedades cardiovasculares e ictus.
En el aula de clases de artes marciales de mi infancia a ese flujo nuestro maestro lo llamaba qi. Qi es una palabra que puede traducirse como «fuerza vital». Suena bien, pero es una expresión demasiado ambigua como para ser útil. La fuerza vital da vida
a todo, de modo que todo tiene fuerza vital, ¿verdad? Sí, pero algunas cosas poseen una fuerza vital más intensa que otras.
Cuando hablo de la fuerza vital de los alimentos, inmediatamente se deduce que aquella de las plantas sanas, cultivadas en una tierra rica en minerales y libre de pesticidas será superior a la de las plantas cultiva-das con fertilizantes químicos, rociadas con insecticidas y trasladadas a miles de kilómetros de distancia unos días después de su recolección. Algunos «superalimentos» contienen una cantidad espectacular de fuerza vital concentrada en forma de bayas oscuras y ricas en antocianina. Por lo general, estos alimentos son especies que han logrado adaptarse a un entorno especialmente hostil protegiéndose mediante estrategias para alma-cenar su fuerza vital.
El maestro también nos enseñó que el qi era la autodefensa natural del cuerpo. Si en algún momento esperábamos llegar a dominar el arte de la autodefensa, necesitábamos aprender a trabajar con nuestro propio qi. Al investigar maneras de deshacernos de proteína dañina y defectuosa en nuestras células, recordé aquella enseñanza y primero revisé el sistema inmune natural del cuerpo para ver si poseía algún mecanismo natural de autodefensa que le permitiera hacer frente al problema. ;Y sí lo tenía! El cuerpo eliminará sus
propios desechos si lo ayudamos a activar su sistema inmune natural.
Escribo este libro porque estoy deseando compartir contigo lo que he aprendido acerca de cómo aumentar la asombrosa habilidad de nuestro cuerpo de prevenir y curar enfermedades. La desintoxicación intra-celular es una clave importante para el flujo del qi.


Cada vez son más las personas que sufren demencia, alzhéimer o las secuelas de un ictus. La basura puede acumularse en las células de tu cerebro y convertirse en una placa que interfiere en la activación de neuronas y propicia el inicio o la progresión de la demencia y el alzhéimer. Incluso ser causa de ictus. Las células en proceso de envejecimiento también pueden volvernos más propensos a contraer enfermedades infecciosas. Incluso pueden causar cáncer. El funcionamiento apropiado de las células que componen el cuerpo es la base de la vitalidad y la salud.

Índice

1. Por qué he escrito este libro     11
II. Recupera tu vigor de juventud     19
III. Las enzimas para rejuvenecer     27
IV. La planta de reciclaje de tu cuerpo     33
V. El breve ayuno de Shinya     43
VI. Obesos, pero malnutridos     55
VII. Obtén energía del poder de las plantas     61
VIII. Deficiencia de minerales     69
IX. La sabiduría curativa de las plantas    77
X. La dieta de Shinya     85
XI. El hambre es sana     91
XII. Haz un cambio sencillo y gradual    101
XIII. Los peligros de los lácteos     107
XIV. El cofre del tesoro de colágeno     111
XV. El ataque de las células zombi     115
XVI. El enema de café     119
XVII. Masaje de desintoxicación     131
XVIII. Agua Kangen     137
XIX. Poder inmune     143

Las siete reglas de oro del doctor Shinya
para la buena salud     153
Los dos primeros años de nuestros hijos     161
Glosario     165

 

 

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