Anticáncer: una nueva forma de vida (David Servan-Schreiber ) Ed. Espasa ISBN: 9788467035155

Anticancer: Una nueva forma de vida

Referencia: 9788467035155
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El autor sostiene la teoría de que la combinación de la práctica convencional de la medicina con una metodología natural, potenciadora de las capacidades del cuerpo y la mente, incide positivamente en el tratamiento y la superación del cáncer.

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David Servan-Schreiber relata en estas páginas el fruto de su experiencia (él mismo fue víctima de la enfermedad), algo que contribuye decisivamente a acercar el texto al lector.
Asimismo, analiza con rigor determinadas conductas y hábitos frecuentes de nuestra sociedad que pueden favorecer la aparición de la enfermedad, y recomienda prácticas y ejercicios destinados a frenar su avance y fortalecer la salud David Servan-Schreiber relata en estas páginas el fruto de su experiencia (él mismo fue víctima de la enfermedad), algo que contribuye decisivamente a acercar el texto al lector.
El tono del libro es enormemente positivo y esperanzador.
Su carácter práctico (el autor se refiere a su obra como una recopilación de consejos) es otro de los argumentos que permiten prever el éxito de ventas.
Incorpora esquemas e ilustraciones que avalan la intención didáctica y la voluntad de claridad del autor.

"Hace siete años que vivo sin cáncer. En este libro

quiero contarte todo lo que he aprendido sobre él"

Dr. Davic

Servan‑

Schreibcr

Esta obra es fruto de la experiencia que David Servan-Schreiber vivió hace quince años, cuando le diagnosticaron un tumor cerebral. Después de someterse a los tratamientos médicos convencionales, tuvo una recaída y decidió estudiar a fondo toda la información disponible relacionada con el cáncer. A partir de ahí, diseñó "una nueva forma de vida" basada en la potenciación de las capacidades del cuerpo y de la mente, y beneficiosa tanto para prevenir la aparición de esta enfermedad como para impedir su avance, sin prescindir de la medicina tradicional. Su propuesta es que todos deberíamos crear una "biología anticáncer", mediante una alimentación adecuada, ejercicio físico y bienestar psicológico, que refuerce las defensas naturales y nos permita afrontar esta enfermedad con éxito.

David Servan-Schreiber, psiquiatra y neurólogo de origen francés, es profesor clínico de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos) y cofundador del Centro de Medicina Integral del Centro Médico en dicha universidad.
Fue durante años responsable de uno de los laboratorios pertenecientes a la red de National Institutes of Health de Estados Unidos (centros de investigación médica de los más importantes del mundo), dedicado al estudio de neurociencia cognitiva clínica y neuroimágenes funcionales. Es autor de más de noventa monografías científicas y ha dado conferencias en centros académicos punteros del ámbito internacional, como Stanford, Columbia, Cornell y Cambridge. Fue uno de los siete miembros iniciales del equipo estadounidense de Médicos Sin Fronteras-EE UU. Además, ha participado en labores de ayuda médica y psiquiátrica en catástrofes sufridas en Kurdistán, Guatemala, la India (con los refugiados tibetanos), Tayikistán y Kosovo, y aún hoy sigue implicado en el desarrollo de intervenciones relacionadas con la salud mental de víctimas de crisis internacionales, mientras prepara igualmente a terapeutas especializados en áreas en conflicto.

  • © Traducción: Inés Belaustegui Trias
  • Nº de páginas: 360 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda

indice

ADVERTENCIA 17
INTRODUCCIÓN A LA NOVENA EDICIÓN 19
INTRODUCCIÓN 27

I. UNA HISTORIA 33
1. LIBRARSE DE LA ESTADÍSTICA 41
2. UN PELIGRO Y UNA OPORTUNIDAD 51
De médico a paciente 51
¿Morirme yo? Imposible 53
Abrir los ojos 54
Un gran cambio de rumbo 56
El milagro de la fragilidad 57
Salvar la vida, hasta el final 58
1. Los PUNTOS DÉBILES DEL CÁNCER 6i

PRIMERA PARTE. Los centinelas del cuerpo: las poderosas
células inmunitarias 6z
Los estragos de las células S180 6z
El ratón que resiste el cáncer 63
El mecanismo misterioso 65
Unos agentes muy especiales contra el cáncer 66
El cáncer, a raya 68
«La Naturaleza no ha leído nuestros libros de texto» 69

SEGUNDA PARTE. «El cáncer: una herida que no se cura».
Las dos caras de la inflamación 73
Un caballo de Troya para invadir el organismo 73
Heridas que no se curan 74
Un círculo vicioso en el corazón del cáncer 76
Cómo medir la inflamación 78
El caballero negro del cáncer 79
El estrés: echar leña al fuego 8o

TERCERA PARTE. Cortar las líneas de suministro del
cáncer
Como la victoria de Zukov en Stalingrado 82
La intuición de un cirujano de la Armada 83
La travesía del desierto 85
Una aguja en un pajar 87
Un descubrimiento extraordinario 88
Las defensas naturales que bloquean la angiogénesis 89
1. DAR LA NOTICIA 93
2. EL ENTORNO ANTICÁNCER 97

PRIMERA PARTE. Una epidemia de cáncer 97
La enfermedad de los ricos 100
Un punto de inflexión en el siglo XX 104
SEGUNDA PARTE. Recuperar la alimentación del pasado 104
El cáncer se alimenta del azúcar 106
La cadena alimentaria, en peligro 112.
Las vacas y los pollos comen comida basura 114
La margarina, mucho más peligrosa que la mante quilla 117
Alimentos procesados industrialmente: la aparición de las grasas trans 118
Una sencilla solución gastronómica 120
Desintoxicar lo que comemos 122

TERCERA PARTE. No se puede vivir sano en un planeta enfermo 125
Sustancias químicas en nuestros alimentos 129
¿Y los productos «ecológicos»? 135
Cuando los epidemiólogos estén «seguros» 138
Obstáculos al cambio 138
Teléfonos móviles: cuidado 140
Los tres principios de la desintoxicación 143
Lo que le pasa a la Tierra le pasa a los hijos de la tierra 144

1. LA LECCIÓN DE LA RECAÍDA 151
2. Los ALIMENTOS ANTICÁNCER 157
PRIMERA PARTE. La nueva medicina nutricional 157
Cincuenta investigadores y los «nutracéuticos» 158
Un cáncer sin enfermedad 160
La semilla y la tierra 163
Alimentos que actúan como medicinas 165
El té verde bloquea la invasión de los tejidos y la angio
génesis 166
¿El aceite de oliva es el té verde de la dieta mediterrá
nea? 167
La soja bloquea hormonas peligrosas 169
La cúrcuma es un potente antiinflamatorio 17o
Setas para estimular el sistema inmune 174
Los frutos rojos: moras, frambuesas, fresas, arándanos 175
Ciruelas, melocotones y nectarinas: llegó la hora de la
fruta de hueso grande 178
Especias y hierbas actúan con los mismos mecanismos
que las medicinas 178
La sinergia de los alimentos 179
Un cóctel de verduras para combatir el cáncer 184
Los alimentos, más importantes que la contaminación 186
¿Y el vino 186

SEGUNDA PARTE. ¿Por qué no se han incluido aún en el tratamiento convencional del cáncer las recomendaciones sobre nutrición? 188
«Si fuese cierto, lo sabríamos» 190
«¡Deja de dar la brasa con lo de tu dieta!» 192,
«Ni los expertos se ponen de acuerdo al respecto» 193
«La gente no quiere cambiar» 195

APÉNDICE I. Los alimentos anticáncer en el día a día 196
El nuevo plato estándar 196
Lista de alimentos recomendados 197
Té verde 197
Aceitunas y aceite de oliva 197
Cúrcuma y curry 198
Jengibre 198
Verduras crucíferas 199
Ajo, cebolla, puerro, chalota, cebolleta zoo
Verduras y frutas ricas en carotenoides 201
El tomate y la salsa de tomate 201
Soja zoz
Setas 202
Hierbas y especias 203
Algas 203
Las frutas rojas 204
Ciruelas, melocotones y nectarinas 205
Los cítricos 205
El zumo de granada 205
El vino tinto 2o6
El chocolate negro 2o6
La vitamina D 207
Los ácidos grasos .omega-3 209
Los probióticos 210
Alimentos ricos en selenio 211

9. LA MENTE ANTICÁNCER 213
PRIMERA PARTE. La relación cuerpo-mente 213
El nexo entre mente y cuerpo 213
Los sentimientos reprimidos 215
¿Una personalidad propensa al cáncer? 218
Los sentimientos de impotencia alimentan el cáncer 220
La gran calma de Ian Gawler 222
Las pruebas de la relación mente-cuerpo 223
¿En qué consiste el sentimiento de impotencia? 227
La psicología de la impotencia 228
El deseo de vivir y las células inmunitarias 230

SEGUNDA PARTE. Volver a conectar con la fuerza vital 233
Interiorizar el yo en el presente 235
Joel y la «mente de mono» 235
La respiración: puerta de la biología 237
El mantra y el rosario 239
La meditación, vista en el laboratorio 243
Joel se serena por primera vez 245
Todas las meditaciones convergen 249

TERCERA PARTE. Curar las heridas del pasado 250
El abandono de Mary 25i
El sentimiento de impotencia traumatiza 252
La sonrisa de Michael 25 5
Curar la impotencia 257
Lilian domina su miedo 258
10. APACIGUAR EL MIEDO 263
El miedo al sufrimiento. El miedo a la nada 264
El miedo a estar solo 268
El miedo a ser una carga 271
El miedo a abandonar a los hijos 272
El miedo a dejar historias sin terminar 273
Estar vivo 274
11. EL CUERPO ANTICÁNCER 277
Tocar como una madre tocaría a su hijo 277
El cuerpo en movimiento 279
Una energía.marcial 282
Cómo levanta la moral 286
Las claves del éxito 287
Empezar lenta y suavemente 287
Probar con actividades fáciles 288
En grupo 288
Pasarlo bien 288
Meternos en la historia 289
Calcular la dosis 289
La energía de la vida 290
1. APRENDER A CAMBIAR 2.93
La transformación del doctor Fair 293
¿Cambiar de personalidad? 296
1. CONCLUSIÓN 301
La importancia de nuestro «terreno» 301
La repercusión de la toma de conciencia 303
La sinergia de las fuerzas naturales 305
«Si fuera tan simple .» 3o6
¿Falsas esperanzas? 309
Regocijarse en la luz 310
DIEZ PRECAUCIONES PARA EL USO DE TELÉFONOS MÓVILES 313
AGRADECIMIENTOS 317
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 323

 

Advertencia

En este libro se describen métodos curativos naturales que contribuyen bien a prevenir el desarrollo del cáncer, bien a potenciar su tratamiento, y que se han de entender como un complemento de los métodos conven­cionales (cirugía, radioterapia, quimioterapia). El contenido de este libro de ningún modo podrá sustituir la opinión de un médico. La intención de este libro no es que se utilice para elaborar un diagnóstico ni para recomendar un tratamiento.
Todos los casos clínicos que recojo en las páginas siguientes están extraídos de mi propia experiencia (excepto unos cuantos casos descritos por otros médicos en textos y publicaciones médicas, y que así quedarán indicados). Por motivos obvios, se ha cambiado el nombre de los pacien­tes u otros rasgos que podrían identificarlos. En algunos casos he auna­do en una misma historia detalles clínicos de varios pacientes diferentes, en beneficio de la claridad expositiva.
He optado por exponer de manera sencilla nuestra forma actual de entender el cáncer y las defensas naturales. En determinados casos esto no me ha permitido describir en toda su complejidad los fenómenos biológicos, o entrar en detalles respecto de la polémica suscitada en re­lación con algunos estudios clínicos. Aunque creo haber sido fiel al es­píritu de sus investigaciones, pido disculpas a biólogos y oncólogos por haber simplificado de este modo lo que para muchos de ellos viene a representar el trabajo de toda una vida.

Introducción a la novena edición

Hace diecisiete años descubrí, en un experimento en el que tenía que escanear mi propia cabeza, que tenía un cáncer en el cerebro. Recuerdo haber mirado por la ventana de la sala de espera de la décima planta del edificio de oncología a la gente que pasaba por la calle, allá abajo, tan lejos, ajena a mi problema, ocupándose de su vida cotidiana. A mí la perspectiva de una probable muerte temprana me había expulsado de esa vida, me había dejado fuera tanto de su vorágine organizada como de su promesa de alegría. Despojado del agradable manto que me en­volvía como médico y científico, yo mismo había pasado a convertirme en paciente, en un enfermo de cáncer. Este libro recoge lo que pasó a partir de ese momento: el retorno a la vida y a la salud —de hecho, a un nivel de salud que no había experimentado jamás— mientras sabía que tenía cáncer. Es la historia de cómo aproveché mi experiencia de médico y científico para averiguar todo lo que pude a través de la literatura médica que pudiese ayudarme a cambiar mi suerte. Pero lo más impor­tante es que ofrece una perspectiva nueva sobre el cáncer, basada en datos científicos, que nos brinda a todos la oportunidad de protegernos mejor frente a esta enfermedad.
La publicación de Anticáncer hace dos años inauguró un nuevo capítulo de mi viaje. Después de haber mantenido en secreto mi enfer­medad durante catorce años, me sentí capaz de tomar todo lo que había aprendido y ofrecerlo a personas de todo el mundo que vivían asustadas, deprimidas o que habían perdido toda esperanza. Me sentí capaz de hablar de estas ideas con médicos, científicos, políticos y activistas y de comparar mis observaciones directamente con sus experiencias. Además, conocí a gran número de pacientes que habían modificado el curso de la enfermedad siguiendo los consejos que se recogen aquí. Después
de haber sido publicado en treinta y cinco idiomas, en casi cincuenta países, y después de haber vendido más de un millón de ejemplares, he visto confirmada mi convicción de que podemos fortalecer increíblemen­te las defensas naturales de nuestro organismo frente al cáncer, así como mi creencia de que este método debería formar parte de la prevención y tratamiento del cáncer. En los últimos dos años la investigación ha arro­jado nuevas pruebas, explicaciones y perspectivas sobre cómo podemos aprender todos a fortalecer nuestra salud y a mejorar nuestro «terreno», creando una biología anticáncer dentro de nuestro cuerpo, y ha confir­mado la importancia de prestar atención a cómo nuestros sentimientos afectan la evolución del cáncer.

¿Y qué tiene exactamente de nuevo esta edición revisada?

A raíz de mis numerosas discusiones con compañeros médicos (doc­tores, oncólogos, psiquiatras) y con el público en general, me di cuenta de que el mensaje sobre nutrición que contiene mi libro se había captado mucho mejor que el análisis de los factores mente/cuerpo y el papel crucial que desempeña el sentimiento de impotencia en la promoción del cáncer. Si hay un solo mensaje, claro y enfático, que quisiera transmitir con esta edición revisada, sería el de que debemos prestar mucha atención a la co­nexión entre la mente y el cuerpo, especialmente al impacto negativo de sentimientos prolongados de impotencia y desesperación. Cuando no les prestamos la debida atención, estos sentimientos (y no los estreses de la vida en sí) contribuyen a potenciar los procesos inflamatorios que pueden hacer que el cáncer crezca. Existen métodos verdaderamente eficaces y sencillos para domeñar dichos sentimientos, para experimentar la vida en un nivel más satisfactorio y para reducir al mismo tiempo la inflamación.
Para insistir en este aspecto, he revisado por completo el capítulo 9, «La mente anticáncer» y lo he provisto además de nuevos estudios que confirman lo importante que es ocuparse de los sentimientos de impo­tencia y de desesperación con el fin de luchar contra el avance del cáncer. He aprovechado la oportunidad para compartir con el lector la historia de Kelly, quien en su lucha contra el cáncer de mama supo confiar en sus amigos, que le dieron todo el apoyo y el amor que necesitaba para superar la terrible experiencia. De hecho, estudios recientes muestran que no solo el amor del marido, de la mujer o de los hijos contribuye a mantenerse fuerte de ánimos y a frenar el avance del cáncer, sino también el simple amor y la afectuosa atención de los amigos, viejos y nuevos.
En términos de nutrición, prometedores estudios recientes han de­mostrado la existencia de toda una serie de nuevos alimentos anticáncer. La fruta de verano de hueso grande, como las ciruelas o los melocotones, puede incluirse ya en esta categoría. Nuevos datos sobre el aceite de oliva, que ya en la primera edición recomendábamos encarecidamente, se considera hoy un alimento anticáncer con todas las de la ley, capaz de actuar contra toda una serie de diferentes tipos de cáncer.
Por otra parte, dos nuevos estudios han demostrado exactamente cuántas tazas de té verde hay que tomar al día para reducir en más del 50 por 100 el riesgo de recaída del cáncer de mama y del cáncer de próstata. Y nuevos edulcorantes naturales (miel de acacia y azúcar de coco, caracterizados por un bajo índice glucémico) han aparecido en el mercado, además del néctar de agave. Hablaremos de ellos en el capí­tulo 6.
Nuevas investigaciones han confirmado la importancia de la vita­mina D3 para la prevención del cáncer, especialmente en países en los que la falta de sol implica que la piel no puede sintetizar la suficiente cantidad de esta vitamina durante el invierno. Por este motivo, he dedi­cado más atención a este asunto y he añadido nuevas recomendaciones, más concretas.
Por último, ahora hay acceso a información sobre cómo los diferen­tes métodos de cocinado pueden conservar o, por el contrario, reducir los beneficios de los alimentos anticáncer.
Prácticamente cada vez que doy una conferencia, me preguntan si los teléfonos móviles pueden provocar cáncer. Con el fin de dar respues­ta a estas preguntas, en 2008 reuní a un grupo de especialistas en cáncer, toxicólogos y epidemiólogos, y a un físico. Publicamos un llamamiento en el que recomendábamos tomar una serie de precauciones para un uso mejor y más seguro de los teléfonos móviles, ya que actualmente cons­tituyen un elemento inevitable de nuestra vida cotidiana. Rápidamente, el llamamiento se extendió por todo el mundo e incluso dio pie a una sesión en la Cámara de Representantes de Estados Unidos en septiembre de 2008 y a una mesa redonda pública organizada por el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de Salud en Francia en abril de 2009. Esta edición recoge un resumen de la literatura científica publicada sobre este tema y reitera las precauciones que podemos adoptar para usar los teléfonos móviles de manera más segura.
Actualmente los estudios en animales establecen con toda claridad la relación entre una serie de productos químicos presentes en nuestro entorno diario y el progreso de tumores existentes. Entre otras sustancias, está el bisfenol A, presente en los plásticos de policarbono (un material presente en botellas reutilizables de plástico y en biberones infantiles, así como en recipientes de plástico para microondas y en todo un conjunto de recipientes con el interior forrado de plástico, como las latas de re­fresco). Calentada en el laboratorio, esta sustancia se difunde a los lí­quidos. Cuando las células del cáncer de mama humano están expuestas a dosis de bisfenol A (BPA) equivalentes a los niveles que suelen encon­trarse en la' sangre de las personas, las células dejan de responder a la quimioterapia. Se han obtenido datos comparables en estudios de aditi­vos alimentarios basados en fosfatos inorgánicos (presentes en los re­frescos edulcorados carbonatados, en alimentos precocinados procesa­dos, etc.), los cuales fomentan el avance de los cánceres de pulmón de células no pequeñas. Me pareció importante hablar de estos nuevos datos, de cara a aquellas personas que puedan estar sometiéndose a tratamientos para este tipo de cáncer.
A comienzos de 2009 una declaración del Instituto Nacional francés del Cáncer y un estudio de la Universidad de Oxford en Gran Bretaña con­cluyeron que el alcohol puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer, tomado en cualquier dosis, incluso un vaso de vino tinto. En colaboración con el profesor Béliveau de Montreal y del investigador Michel de Lor­geril (cardiólogo, nutricionista y precursor de la dieta mediterránea), publiqué mi desacuerdo con dichas conclusiones, y también aquí se recoge detalladamente nuestra postura.
Desde la publicación original de Anticáncer: Una nueva forma de vida, numerosos estudios han confirmado su mensaje principal acerca de la importancia del «terreno» en la prevención y el control del cáncer. He integrado la información procedente de estos estudios en diferentes capítulos de esta nueva edición. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Nature en 2007 concluía que el cáncer puede entenderse como un desequilibrio entre las células cancerosas que llevan toda la vida en estado «durmiente» en el organismo, y las defensas naturales que nor­malmente las mantienen a raya (véase el capítulo 4). Esta clase de estu­dio resalta la importancia de nutrir y fortalecer nuestro «terreno», un tema que Anticáncer trata una y otra vez. A mi modo de ver, las medidas tendentes a reforzar el terreno deberían acompañar siempre cualquier tratamiento convencional (el cual, por supuesto, sigue siendo indispen­sable).
Además, en 2007 la World Cancer Research Fund publicó un infor­me muy importante de 517 páginas en el que se sintetizaban varios
miles de estudios. Este informe concluía, coincidiendo con Anticáncer, que es posible prevenir al menos el 40 por 100 de los cánceres mediante sencillas modificaciones en la nutrición y en la actividad física (por no mencionar los factores medioambientales)'. Otro informe, publicado en 2009 por el Instituto Nacional francés del Cáncer, llegaba a estas mismas conclusiones'.
Dos importantes estudios epidemiológicos, uno de ellos llevado a cabo en once países europeos a lo largo de doce años (el estudio HALE)3
y el otro en una única región del Reino Unido (veinte mil personas, a las
que se hizo un seguimiento durante once años)4 arrojaron unos resultados aún más llamativos: una reducción de más del 60 por 100 en la morta‑
lidad por cáncer en el transcurso del estudio entre sujetos que habían
adoptado un estilo de vida más sano. Pero el aumento de las esperanzas de vida no era el único beneficio: los investigadores británicos conclu‑
yeron que a lo largo de todo el estudio las personas que practicaban un
modo de vida más sano eran catorce años más jóvenes en términos de su edad biológica. Eso se plasma en una mayor energía para dedicarla
al trabajo y a la familia, una capacidad mayor para concentrarse, una memoria mejorada y una reducción del malestar físico. En su conclusión, los investigadores de Cambridge explican: «La evidencia de que factores conductuales tales como la alimentación, el tabaquismo y la actividad física influyen en la salud es abrumadora».
La importancia de limitar el consumo de azúcares refinados y hari­na blanca ha quedado confirmada por un nuevo análisis de la impresio‑
nante American Women's Health Initiative (Iniciativa por la Salud de las Mujeres Estadounidenses). Este estudio demostraba que la relación entre obesidad y cáncer de mama depende del nivel de insulina en la sangre y, por ende, del nivel de azúcar de la alimentación. Este estudio mostraba también que el azúcar puede estar contribuyendo más a la expansión del cáncer que la terapia de sustitución hormonal.
En noviembre de 2008 un artículo de investigación publicado en Cancer exponía a la perfección los argumentos para legitimar los con‑
sejos que recogía el Anticáncer. Durante los once años siguientes a la administración del tratamiento convencional se hizo un seguimiento a mujeres cuyo cáncer de mama se había extendido a los nódulos linfáticos. A lo largo de los años aquellas mujeres que, además de su tratamiento médico, habían seguido un programa de educación alimentaria, de ac­tividad física y de mejor gestión del estrés vieron reducido en un 68 por 100 el riesgo de morir, frente a aquellas que solo habían recibido el tratamiento convencional (véase el capítulo 9).
En otro estudio primorosamente llevado a cabo en 2008, el profesor Dean Ornish de la Universidad de California en San Francisco demos­tró que las modificaciones del estilo de vida en la alimentación, el ejer­cicio y la reducción del estrés modificaban de hecho la expresión génica en lo más profundo de las células cancerosas (véase el capítulo 2).
Desde la publicación dé Anticáncer he ofrecido más de un centenar de conferencias en quince países. Al conversar con personas que habían acudido a oír mi conferencia, aprendí mucho acerca de cómo experimen­tamos el miedo al cáncer, y creo que he llegado a entender qué es lo que la gente encuentra valioso de este libro. Por decirlo sencillamente: estamos acostumbrados a que nos transmitan un mensaje de desesperación. El cáncer se percibe como una especie de número desafortunado de la in­mensa lotería de la genética, como una enfermedad que no responde bien a la mayoría de los tratamientos y para la cual todas las esperanzas se cifran en el advenimiento de una nueva cura milagrosa, una cura que solo los más grandes laboratorios de investigación pudieran llegar a desarrollar.
En este contexto, me doy cuenta de que cualquier enfoque que no se centre en el tratamiento convencional corre el riesgo de ser acusado de levantar «falsas esperanzas». Pero sé, por haberlo aprendido cuando yo mismo hube de enfrentarme al cáncer, que esta manera de pensar des­poja al paciente de su poder para actuar. Y lo digo en términos de poder real, no de una especie de ilusión. Promover esta mentalidad de la im­potencia resulta degradante psicológicamente, peligroso médicamente y, lo más importante de todo, no tiene ningún fundamento científico. A lo largo de los últimos treinta años la ciencia ha protagonizado unos avances prodigiosos y ha demostrado que todos nosotros tenemos la capacidad de protegernos frente al cáncer y de contribuir a su curación por nuestros propios medios. Negarse a explicar que gozamos de esta capacidad contribuye a generar un sentimiento de falsa desesperanza, y
si tantas personas han sentido que el Anticáncer les llamaba la atención ha sido porque han rechazado esa falsa desesperanza.
Me ha alentado mucho la reacción positiva al mensaje del libro de parte de numerosos especialistas institucionales del cáncer. En Europa, el profesor Jean-Marie Andrieu, que dirige el departamento de Oncolo­gía del Hospital Europeo Georges Pompidou, declaró al diario Le Mon­de: «He aprendido mucho con este libro. Y, ¿sabe una cosa?, he cam­biado mi alimentación. Ya he perdido seis kilos».
En Italia, la Lega Italiana per la Lotta Contro i Tumori (Liga italia­na para la lucha contra los tumores) dio su respaldo al Anticáncer, puso su logo en la tapa del libro y organizó la presentación ante la prensa en Roma en octubre de 2008. La Liga recalcó la importancia del mensaje del libro en términos de la mejor vía para prevenir el cáncer, para po­tenciar los beneficios del tratamiento convencional y para reducir al máximo las recaídas.
Y en Estados Unidos el profesor John Mendelsohn, presidente del M. D. Anderson Cancer Center (el mayor centro del país para el trata­miento y la investigación sobre el cáncer), escribió: « Anticáncer me pareció un libro sumamente ameno y bien documentado. Aporta los conocimientos necesarios para practicar una prevención del cáncer y una reducción de los riesgos, basadas en la evidencia. Además, viene a llenar una importante laguna en nuestra manera de entender cómo el paciente puede contribuir a su propio cuidado, completando el tratamiento mé­dico convencional».
Desde la publicación de este libro, he perdido a unos cuantos amigos. Algunos eran personas que aplicaron sus principios a su propia vida. Por desgracia, los métodos y los principios esbozados aquí no garantizan el éxito frente al cáncer. Sin embargo, me conmovió profundamente saber —bien por boca de ellos, bien por sus familiares— que en ningún momento lamentaron haber probado todas las propuestas que doy en el libro. Un familiar me escribió lo siguiente: «Hasta el último momento, le ha proporcionado la sensación de que seguía teniendo las riendas de su vida en sus manos». Para mí ha sido un alivio saber que no había alentado falsas esperanzas, y ha reafirmado mi convicción de que inclu­so si el programa Anticáncer no puede (ni pretende) atribuirse el mérito de mantener el cáncer a raya para todos los pacientes, al menos sí ayuda a sostener la vida, sea cual sea el resultado.
Una cantidad increíble de pacientes y sus familiares me han enviado mensajes (en persona, por correo electrónico o a través de mi blog) en los que me daban testimonio de los beneficios que habían obtenido gracias a la lectura del Anticáncer y de haber aplicado sus consejos. Un comercial de cincuenta años de edad que no tiene cáncer me contó cuán­to había cambiado su vida desde que había empezado a beber té verde, desde que había añadido cúrcuma a su alimentación diaria (¡con pimien­ta negra!) y desde que manejaba su estrés con ayuda de la coherencia cardíaca. Una mujer que padecía linfoma me escribió que ha leído y releído el Anticáncer a pequeños fragmentos antes de dormir, como un libro que uno leería a un niño para sosegarlo. Un ingeniero con cáncer de próstata me mandó un gráfico de sus análisis de sangre de los últimos tres años: su indicador sanguíneo de actividad cancerosa (PSA) lleva cayendo de manera regular desde que empezó a aplicar los principios del Anticáncer y su oncólogo se ha visto persuadido una y otra vez para posponer la intervención quirúrgica que estaba programada inicialmen­te para hace dos años. Una mujer de treinta y dos años que estaba so­metiéndose a un tratamiento de quimioterapia por una recaída en el cáncer de mama ( ¡tan joven!) me escribió para relatarme los efectos positivos de los ejercicios aeróbicos que estaba practicando desde que leyera la historia de Jacqueline, la cual empezó a practicar kárate duran­te su tratamiento (capítulo 11).
Por último, una fuente muy especial de satisfacción para mí es que dos de los oncólogos que consulté a lo largo de los años por mi propio tratamiento se pusieron en contacto conmigo después de leer Anticáncer. Me preguntaron cuál era la mejor manera de frenar el progreso de su propio cáncer mediante la mejora de su «terreno». Para mí fue un in­menso placer poder aprovechar mi propia investigación y devolver a estos doctores una parte de la compasión que en su día, cuando más lo necesitaba, me mostraron a mí.
Me llena de dicha y de orgullo presentar esta octava edición. La labor de releer el manuscrito y mejorarlo ha sido una gozada. Muchas veces me daba cuenta, con sorpresa, de que había olvidado los detalles de determinado estudio o de tal o cual historia después de haber escrito sobre ello. Al leer todo esto de nuevo me siento animado a mantenerme en la senda de lo que espero siga siendo una salud plena. Y lo mismo le deseo a usted.

Introducción

Hay un cáncer latente dentro de cada uno de nosotros. Al igual que todo organismo vivo, nuestro cuerpo genera células defectuosas constante­mente. Así nacen los tumores. Pero el cuerpo está equipado además con toda una serie de mecanismos para la detección y el bloqueo de ese tipo de células. En Occidente morirá de cáncer una persona de cada cuatro, pero las tres restantes no morirán por esa causa; lo impedirán sus me­canismos de defensa y esas personas morirán por otras causas".
Yo tuve cáncer. La primera vez que me lo diagnosticaron fue hace quince años. Me sometieron a un tratamiento convencional y el cáncer remitió, pero después tuve una recaída. Fue entonces cuando decidí aprender todo lo posible para ayudar a mi cuerpo a defenderse él solo frente a esta enfermedad. Gracias a mi condición de médico, investigador asentado y ex director del centro para la medicina integradora de la Universidad de Pittsburgh, tenía acceso a información inestimable sobre los enfoques naturales de prevención del cáncer y de ayuda en su trata­miento. Hace siete años ya que me liberé del cáncer. En este libro qui­siera contar las historias, tanto científicas como personales, que hay detrás de lo que aprendí.
Después de la operación quirúrgica y de la quimioterapia contra mi cáncer, pedí consejo a mi oncólogo. ¿Qué tenía que hacer si deseaba llevar una vida sana? ¿Qué precauciones debía tomar para evitar una recaída? La respuesta de aquella lumbrera de la medicina moderna fue: «Pues no hay nada especial que puedas hacer. Vive con toda normalidad. Haremos TAC cada equis tiempo y si vuelve a formarse un tumor, lo detectaremos antes de que sea tarde». Yo insistí: «Pero, ¿no hay algún ejercicio que pueda hacer, alimentos contraindicados, o bien un régimen alimenticio favorable? ¿No debería trabajar mi actitud mental?». La
respuesta que me dio mi compañero de profesión me dejó anonadado: «En este ámbito, haz lo que te parezca. Daño no te va a hacer. Pero no se ha demostrado científicamente que esos enfoques sirvan para prevenir una recaída».
En realidad, lo que mi médico quería decir era que la oncología es un campo extraordinariamente complejo, que está cambiando a veloci­dad de vértigo. Él mismo se veía sometido a una presión tremenda para conseguir mantenerse al corriente de las novedades en diagnosis y en procedimientos terapéuticos. Habíamos probado todos los medicamen­tos y todas las prácticas médicas reconocidas que eran de aplicación en mi caso, de modo que, para lo que se sabía en aquella época, habíamos tocado techo. En cuanto a los enfoques en que se tenía en cuenta la re­lación del cuerpo y la mente, o los enfoques que concedían importancia a la alimentación (ambos aún en fase más teórica), mi oncólogo eviden­temente no tenía ni tiempo ni ganas de explorar esas avenidas.
Este problema no me es desconocido, como médico que soy yo mismo. Cada cual en su especialidad, rara vez nos enteramos de descu­brimientos fundamentales publicados en los últimos números de revistas como Science o Nature; solo tomamos nota de ellos cuando ya se han realizado estudios en seres humanos a gran escala. Mas en ocasiones, estos importantes hallazgos pueden servirnos para protegernos mucho antes de que se haya obtenido un nuevo medicamento o se hayan dise­ñado nuevos protocolos a partir de ellos, y pasen a convertirse en los tratamientos más aplicados del mañana.
Investigué durante meses, hasta que por fin empecé a entender de qué modo podía ayudar a mi cuerpo a protegerse del cáncer. Participé en conferencias en Estados Unidos y en Europa que atraían a investiga­dores dedicados a explorar este tipo de medicina que, además de tratar enfermedades, trabaja con el «terreno». Analicé bases de datos y miré con lupa infinidad de publicaciones científicas. Y pronto me di cuenta de que muchas veces la información disponible estaba incompleta o demasiado desperdigada, que solo cobraba un sentido pleno cuando se reunían los trocitos sueltos.
En conjunto, todos esos datos científicos vienen a decir que nuestras defensas naturales desempeñan un papel esencial en la batalla contra el cáncer. Gracias a una serie de encuentros fundamentales con otros es­pecialistas y con médicos de medicina general que estaban ya trabajando en este campo, pude ir llevando a la práctica toda esta información junto con mi tratamiento.
Lo que aprendí fue que si todos tenemos un cáncer latente dentro de nuestro cuerpo, también todos contamos con un organismo o diseñado para combatir el proceso de desarrollo del tumor. Y que en nuestras manos está el utilizar las defensas naturales de nuestro organismo. Hay culturas .que lo hacen mejor que la nuestra.
Los cánceres que afligen a Occidente, como el cáncer de mama, el de colon o el de próstata, son entre siete y sesenta veces más frecuentes en esta parte del mundo que en Asia3. Sin embargo, las estadísticas re­velan que en los hombres asiáticos fallecidos antes de los cincuenta años de edad por causas diferentes del cáncer se han encontrado microtumo­res precancerosos en la próstata en igual proporción que entre los hom­bres occidentales'. Tiene que haber algo en su estilo de vida que impide el desarrollo de dichos microtumores. Por otra parte, la tasa de cáncer de la población de origen nipón establecida en Occidente ha alcanzado a la nuestra en cuestión de una o dos generaciones'. Tiene que haber algo en nuestra manera de vivir que debilita nuestras defensas contra esta enfermedad.
Vivimos rodeados de mitos que socavan nuestra capacidad de com­batir el cáncer. Por ejemplo, muchos estamos convencidos de que el cáncer está íntimamente vinculado a nuestra base genética, más que a nuestro estilo de vida. Pero si nos fijamos en los resultados de las inves­tigaciones, veremos que lo contrario es lo correcto.
Si el cáncer se transmitiese básicamente a través de los genes, la tasa de cáncer entre niños adoptados tendría que ser igual a la de sus padres biológicos, no a la de sus padres adoptivos. En Dinamarca, donde exis­te un detallado registro genético gracias al cual se puede conocer el origen de cada ciudadano, los investigadores han dado con el paradero de los padres de más de mil niños adoptados al nacer. Su conclusión, publicada en la prestigiosa New England Journal of Medicine, nos obli­ga a modificar todas nuestras suposiciones sobre el cáncer. Descubrieron que los genes de los padres biológicos muertos de cáncer antes de los cincuenta años de edad no influían en absoluto en el riesgo del niño adoptado de desarrollar un cáncer. Por el contrario, la muerte del padre adoptivo (que transmite hábitos, no genes) a causa del cáncer antes de cumplir cincuenta años multiplicaba por cinco la tasa de mortalidad
debida al cáncer entre los niños adoptados6. Este estudio demuestra que el estilo de vida está relacionado de manera significativa con la vulnera­bilidad al cáncer. Todas las investigaciones sobre el cáncer coinciden: los factores genéticos explican un máximo del 15 por 100 de la morta­lidad debida al cáncer. En pocas palabras, no hay una fatalidad de ín­dole genética; todos podemos aprender a protegernos*,7.
Es preciso señalar, de entrada, que a fecha de hoy no existe un en­foque alternativo que sirva para curar la enfermedad del cáncer. No tiene ningún sentido pretender curar el cáncer sin recurrir a la cirugía, a la quimioterapia, a la radioterapia, a la inmunoterapia o, en un futuro próximo, a la genética molecular; es decir, a la mejor medicina conven­cional occidental.
A la vez, no tiene ningún sentido depender solo de este enfoque puramente técnico y dejar de lado la capacidad natural de nuestro cuer­po para protegerse de los tumores. Podemos aprovechar esta protección natural tanto para prevenir la enfermedad como para potenciar los be­neficios de los tratamientos.
A lo largo de estas páginas le contaré mi historia: cómo pasé de ser un investigador científico con un desconocimiento absoluto sobre las defensas naturales del organismo, a utilizar en mi práctica médica estos mecanismos naturales por encima de cualquier otro elemento. El cáncer que tuve me sirvió para llevar a cabo ese cambio. Durante quince años guardé con uñas y dientes el secreto de mi enfermedad. Por un lado, me gusta mucho mi trabajo de psiquiatra y de ningún modo quería que mis pacientes tuviesen la sensación de que, en lugar de dejarse ayudar por mí, tenían que cuidarme ellos a mí. Por otro lado, como investigador y docente tampoco quería que mis ideas y opiniones, en vez de conside­rarse fruto del método científico —que siempre ha sido mi guía—, se interpretasen como resultado de una experiencia personal. Además,
desde el punto de vista personal, como sabrá todo aquel que haya pa­decido un cáncer, yo quería seguir viviendo a pleno rendimiento entre los vivos. Ahora he decidido hablar de ello, y no sin cierta aprehensión. Pero estoy convencido de que es importante dar a conocer la información de la que yo extraje beneficio y acercarla a todas las personas que deseen hacer uso de ella.
La primera parte del libro ofrece una panorámica diferente de los mecanismos del cáncer, confeccionada a partir de tres elementos: el funcionamiento (crucial, aunque todavía escasamente conocido) del sistema inmunológico, el descubrimiento de los mecanismos inflamato­rios que explican la aparición de los tumores y la posibilidad de detener su expansión si se consigue que los vasos sanguíneos no los alimenten.
Partiendo de esta nueva manera de ver la enfermedad, se presentan cuatro métodos novedosos. Cualquiera de nosotros está en condiciones de llevarlos a la práctica, de crear una biología anticáncer a nuestra me­dida, en la que intervendrán el cuerpo y también la mente. Dichos métodos consisten en: 1) aprender a protegernos de los desequilibrios medioam­bientales que están en marcha desde 1940 y que propician la actual epidemia de cáncer; 2) ajustar nuestra alimentación, con el fin de redu­cir el consumo de sustancias cancerígenas y añadir el mayor número posible de las sustancias fitoquímicas que combaten activamente contra los tumores; 3) comprender y sanar las heridas psicológicas que refuer­zan los mecanismos biológicos del cáncer; y 4) crear una nueva relación con nuestro propio cuerpo, una relación que estimula el sistema inmu­nológico y reduce la inflamación que hace que crezcan los tumores.
Pero este libro no es un manual de Biología. Hacer frente a una enfermedad constituye una experiencia íntima dolorosa. Yo nunca habría podido escribir este libro si no hubiese rememorado las penas y las ale­grías, los descubrimientos y los fracasos que me han convertido en un hombre mucho más lleno de vida que hace quince años. Espero que al compartirlos con el lector, halle este pistas que le ayuden en su aventura personal. Y que esta aventura se colme de belleza.

 

 

indice

ADVERTENCIA  17

INTRODUCCIÓN A LA NOVENA EDICIÓN 19

INTRODUCCIÓN  27

I. UNA HISTORIA  3 3

  1. LIBRARSE DE LA ESTADÍSTICA 41
  2. UN PELIGRO Y UNA OPORTUNIDAD 51

De médico a paciente 51

¿Morirme yo? Imposible 53

Abrir los ojos 54

Un gran cambio de rumbo 56

El milagro de la fragilidad 57

Salvar la vida, hasta el final 58

  1. Los PUNTOS DÉBILES DEL CÁNCER 6i
    PRIMERA PARTE. Los centinelas del cuerpo: las poderosas

células inmunitarias 6z

Los estragos de las células S180 6z

El ratón que resiste el cáncer 63

El mecanismo misterioso 65

Unos agentes muy especiales contra el cáncer 66

El cáncer, a raya 68

«La Naturaleza no ha leído nuestros libros de texto» 69

SEGUNDA PARTE. «El cáncer: una herida que no se cura».

Las dos caras de la inflamación 73

Un caballo de Troya para invadir el organismo 73

Heridas que no se curan 74

Un círculo vicioso en el corazón del cáncer 76

Cómo medir la inflamación 78

El caballero negro del cáncer 79

El estrés: echar leña al fuego 8o

TERCERA PARTE. Cortar las líneas de suministro del

cáncer

Como la victoria de Zukov en Stalingrado 82

La intuición de un cirujano de la Armada 83

La travesía del desierto 85

Una aguja en un pajar 87

Un descubrimiento extraordinario 88

Las defensas naturales que bloquean la angiogénesis 89

  1. DAR LA NOTICIA 93
  2. EL ENTORNO ANTICÁNCER 97

PRIMERA PARTE. Una epidemia de cáncer 97

La enfermedad de los ricos zoo

Un punto de inflexión en el siglo xx 104

SEGUNDA PARTE. Recuperar la alimentación del pasado 104

El cáncer se alimenta del azúcar io6

La cadena alimentaria, en peligro r 12.

Las vacas y los pollos comen comida basura 114

La margarina, mucho más peligrosa que la mante‑

quilla 117
Alimentos procesados industrialmente: la aparición de

las grasas trans 118

Una sencilla solución gastronómica 12o

Desintoxicar lo que comemos 122

TERCERA PARTE. No se puede vivir sano en un planeta en‑

fermo 12.5

Sustancias químicas en nuestros alimentos 12.9

¿Y los productos «ecológicos»? 135

Cuando los epidemiólogos estén «seguros» 138

Obstáculos al cambio 138

Teléfonos móviles: cuidado 140

Los tres principios de la desintoxicación 143

Lo que le pasa a la Tierra le pasa a los hijos de la -I ierra 144

  1. LA LECCIÓN DE LA RECAÍDA 151
  2.  Los ALIMENTOS ANTICÁNCER 157

PRIMERA PARTE. La nueva medicina nutricional 157

Cincuenta investigadores y los «nutracéuticos» 158

Un cáncer sin enfermedad 160

Espasa
9788467035155
Nuevo
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