Deseo Pasion Y Espiritualidad

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LA UNIDAD DEL SER
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LA UNIDAD DEL SER

El tantra shivaísta cachemir es una tradición milenaria que llega hasta la actualidad, con unas enseñanzas tan profundas como sencillas. Es una invitación a sumergirnos por completo en la vida, con conciencia en todos los aspectos del ser humano, incluidos los deseos, las pasiones y las emociones.
Daniel Odier propone prácticas concretas que podemos realizar en nuestra vida cotidiana, como llevar nuestra atención al cuerpo, la respiración y los sentidos. Dejar que emerja el formidable impulso vital que todos tenemos y experimentar nuestra unidad con la totalidad, un estado de espontaneidad y armonía.
«¡Adhiérete profundamente a la realidad, con el corazón de tu ser! ¡No hay nada más que buscar!»
LALITĀ DEVĪ
DANIEL ODIER, Maestro de la vía tántrica cachemir de la escuela spanda, recibió las enseñanzas de su maestra Lalitā Devī, quien a su vez las recibió de una cadena de maestro a discípulo ininterrumpida durante miles de años. También es maestro de chan del linaje Xu Yun. Ahora Odier enseña este arte de vivir en todo el mundo a través de sus libros y seminarios.

Introducción
¿Búsqueda hedonista o búsqueda espiritual?

Durante las últimas décadas hemos intentado liberarnos, por todos los medios, tanto del materialismo desenfrenado como de las caducas tradiciones religiosas. Nos llegó la ola de la liberación sexual, y ahora lo espiritual regresa con fuerza y en las formas más variopintas. En la actualidad proliferan hasta la saciedad las propuestas de «desarrollo personal». Hoy casi todo el mundo tiene un chamán, un maestro espiritual, un terapeuta, un lector del tarot de cristal, un vidente o un experto en medicina china o tibetana..., como antaño se tenía un médico de cabecera y algunos un psicoanalista. El new age ha generado unos collages intertradicionales y ha conseguido transformar corrientes místicas auténticas en unas mezclas insípidas e ilusorias. Sin embargo, por suerte los tibetanos han desembarcado con su sonrisa, su sentido del humor, su rigor y su profunda sabiduría, y también lo han hecho maestros sufíes, maestros zen, maestros de distintas doctrinas del budismo o maestros indios o amerindios, que hacen cuanto pueden para ue e conozcan sus maravillosas tradiciones sin que se altere su autenticidad. Han llegado hasta nosotros las escuelas más secretas. Los practicantes del dzog-
chen, los bön-po, los nath, los advaita y los aghori están entre nosotros. Los maestros auténticos y los charlatanes se codean tranquilamente, los talleres y los retiros se suceden por todo el mundo. Se nos enseña a ca-minar sobre el fuego o a entrar en comunicación con los espíritus, a meditar inmóviles hasta doce horas por día, a entrar en trance, a respirar como yogi, a adoptar posturas, a descubrir nuestro cuerpo y nuestros sentidos, a gozar de forma «tántrica», a recitar mantras..., o tal vez caigamos en las redes cada vez más invisibles de las sectas, presentes por doquier para canalizar nuestros sueños de absoluto en una triste alienación de nuestra libertad fundamental. Recibimos iniciaciones, nos «abren» los chakras, titilamos la kundalini, repetimos fórmulas cabalísticas, veneramos a todas las divinidades de la Tierra, conversamos con los ángeles, reinventamos lo poco que conocemos de las tradiciones convirtiéndolas en un producto comercial cualquiera, pero lo que funda-mentalmente buscamos es siempre lo mismo: la forma de integrar la experiencia de la vida social occidental en una conciencia más profunda capaz de proporcionarnos la felicidad y reconciliarnos con nuestras emociones y nuestra sensorialidad.
Deseamos una vía que no se oponga a la vida, una vida que no se oponga a la vía; en una palabra deseamos la integración armoniosa de lo espiritual y lo material en una vía accesible y no demasiado extraña desde un punto de vista cultural. Queremos alcanzar la plenitud sin negar la maravillosa efervescencia de la vida, queremos una felicidad ligera y móvil que nos conduzca hacia una experiencia global de la realidad.
Si miramos a nuestro alrededor, lo que vemos son seres que se lanzan a la búsqueda hedonista del placer. Intentan vivir sus pasiones y a veces lo logran. Se apegan locamente al mundo material y acaban por toparse con una insatisfacción crónica que los conduce a una búsqueda cada vez más neurótica. En general, estos seres son egoístas, hacen estragos en su entorno, pero solemos envidiarlos en secreto porque imaginamos que son libres. Hacen resonar en nosotros una aspiración natural y funda-mental al placer. Su vitalidad desbordante nos toca por mucho que finjamos condenarlos. Algunos están tocados por la armonía y hallan una fuerza vital sutil en el gozo hedonista. Otros son profundos filósofos.
Por otro lado descubrimos a seres fascinados con una búsqueda espiritual mediante la que intentan depurarse de los deseos y las pasiones reduciendo el impacto que tienen en su vida cotidiana. Se les considera sabios, o en camino hacia la sabiduría. Reivindican con orgullo una escuela espiritual. Observándolos, a veces entrevemos algo que va a la par con la austeridad: un corazón y un cuerpo bastante secos. Vemos cierta falta de espontaneidad en ellos. Un halo de temor en relación con la mujer envuelve su ser. Es como si estuvieran sometidos a unas tensiones demasiado fuertes, como si su virtud fuera un tanto artificial. Su tolerancia tiene límites, a me-nudo son ligeramente fanáticos y todo hace pensar que su equilibrio es precario, que bastaría una buena tentación para que se volcaran en la búsqueda neurótica del mismo placer que condenan en los demás. Algunos logran atajar las pasiones; ellos también encuentran lo que podría ser una especie de estado de gracia y alcanzan lo que las enseñanzas les prometían.
Nuestra herencia cultural y religiosa parece decirnos que hay que elegir: lo espiritual contra el cuerpo o el cuerpo contra lo espiritual. En una ocasión, D.T. Suzuki, eminente erudito del budismo zen, hizo este comentario sarcástico acerca de la tradición cristiana a sus amigos, el mitólogo estadounidense Joseph Campbell y el psicoanalista Carl Gustav Jung: «La naturaleza contra el hombre, el hombre contra la naturaleza; dios contra el hombre, el hombre contra dios; dios contra la naturaleza, la naturaleza contra dios. ¡Vaya religión!».´
La búsqueda hedonista por sí sola o la búsqueda espiritual abandonando el cuerpo no suelen aportarnos la felicidad, la armonía o la alegría. El lenguaje de los místicos casi siempre tiende a emplear el vocabulario apasionado y amoroso en lo espiritual, lo que resulta chocante para los
puritanos. Nuestras tradiciones occidentales han condenado a muchas personas apasionadas, religiosos o científicos, filósofos o artistas.
El divorcio contra natura de lo sensorial y lo espiritual genera pro-fundas confusiones en los adeptos de las dos vías. Tradicionalmente, asignamos un periodo de nuestra vida para probar ambas vías, una tras otra. Permitimos, con una sonrisa condescendiente, que los más jóvenes prueben la pasión, el deseo, la sensorialidad, a sabiendas de que, forzosamente, un día serán como nosotros, seres necesariamente cansados y sensatos.
Algunos se ensañan con esta búsqueda, y son condenados sin piedad por quienes esperan que se unan a sus filas. Pasados los cuarenta años, los seres tienen un breve sobresalto de pasión, aunque vuelven a caer, agotados y víctimas de la desaprobación general. A veces, esta pasión los hace resucitar y los conduce hacia la felicidad.
Mucho se ha hablado de la revolución sexual de los años sesenta. Dejó unas huellas profundas en nuestra sociedad, sirvió a la causa de las mujeres, permitió que nos abriéramos al cuerpo, que lo hiciéramos salir del secreto. Hoy se habla abiertamente de unos temas que ninguna re-vista se hubiera atrevido a abordar hace unas décadas.
En una era en que la comunicación es la palabra clave, en la que se puede acceder en un par de segundos a una cantidad de información ilimitada, nos quejamos de haber perdido el contacto con nuestro cuerpo y con los demás seres humanos. Sufrimos de una soledad extrema, sufrimos porque hemos dejado de tocarnos, sufrimos una virtualización de los sentimientos, de la expresión de las emociones y la sensorialidad. El sida nos ha incitado a una prudencia sexual tal que las relaciones llevan en ellas el germen del temor y nos imponen un contacto superficial en el que los cuerpos apenas tienen la posibilidad de entrar en la gran área del juego cósmico con entrega y creatividad.
Llegará un día, sin duda, en el que este fantasma será superado y conoceremos un nuevo periodo de euforia sexual, frenesí, alegría, placer...
pero esta ola impetuosa remitirá a causa de un acontecimiento cual-quiera o simplemente por agotamiento propio.
¿Estamos condenados a oscilar sin cesar entre una de estas vías y la otra? Casi todos los seres con los que me encuentro tienen la intuición profunda de que existe una tercera vía. Hemos sufrido demasiado el fanatismo, la violencia y la exclusión, nos hemos abierto progresivamente al mundo y a su diversidad. Lo que las mujeres y los hombres de hoy buscan es una vía en la que los contrarios estén reintegrados en el amor verdadero y en la aceptación de toda la riqueza que cada ser humano posee en él.

ÍNDICE

I
¿Búsqueda hedonista o búsqueda espiritual?  15
Una tercera vía  21
La nostalgia de la unidad  25

II
La fuerza de la mujer  31
Somos lo que buscamos  35
La respiración, puerta de la sensorialidad  39
La experiencia de la totalidad: ¿primera experiencia?  43
Tocar el mundo  45
El corazón de la realidad  49
La fuente de la conciencia  53
El sabor del mundo  57
El deseo y su objeto  59
La realidad suprema  63
La atención desnuda  67
Las sonoridades de la vida  71
La esencia de la satisfacción  73
Sensorialidad y conciencia  77
La interacción de las ocho conciencias  81
El poder de los sentidos  83
Una pregunta: ¿liberarse del pasado?  87
Los aromas del mundo  89
Afinar el instrumento del cuerpo con el amor absoluto  93
Preguntas sobre el amor, la sexualidad y la fidelidad  97
Los cantos de las dâkini: el gran secreto  101
Mirar el mundo  105
La pasión  109
Preguntas sobre la pasión, el ego y la libertad  113
La entrada en el reino de la realidad: una sensualidad cósmica 119
El ritual sexual, maîthuna, y la vía de la mano izquierda 123
El orgasmo tántrico de las mujeres  127
El orgasmo tántrico de los hombres  131
El ritual sexual de grupo  135
¿Una vía tántrica para los occidentales?  139

III
Preguntas sobre la sexualidad, el deseo, las pasiones, el yoga, el éxtasis, el amor, la alegría, el placer, el espacio, la belleza y la paz del corazón  149

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