Cien técnicas de meditación, por Ramiro Calle. Editorial Kairós

Cien técnicas de meditación

Referencia: 9788499886244
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El maestro Ramiro Calle repasa exhaustivamente más de un centenar de técnicas de meditación pertenecientes a las distintas tradiciones (hinduismo, budismo –ya sea theravada, zen o tibetano–, cristianismo, islam, jainismo, taoísmo, etcétera).

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Cien técnicas de meditación, por Ramiro Calle. Editorial Kairós

  • ISBN: 9788499886244
  • Páginas: 248
  • Tamaño: 13 X 20

La meditación es como un gran árbol. Existe un tronco común y universal, con un sinfín de ramificaciones y frutos, que se ajustan a las sensibilidades y particularidades de las diferentes tradiciones espirituales. En este libro trabajado, conciso y didáctico, el maestro Ramiro Calle repasa exhaustivamente más de un centenar de técnicas de meditación pertenecientes a las distintas tradiciones (hinduismo, budismo –ya sea theravada, zen o tibetano–, cristianismo, islam, jainismo, taoísmo, etcétera). Todas estas técnicas poseen el potencial de transformarnos, situarnos en el momento presente o sosegar la mente. Y, aunque un libro nunca puede ser el sustituto del maestro o el instructor, esta obra sí puede aportar la visión panorámica necesaria para que cada uno aprenda de la tradición o la técnica que mejor se adapte a sus necesidades.

Ramiro Calle

Ramiro A. Calle es un maestro y escritor de yoga, pionero en introducir en España esta disciplina. Ha viajado en más de cincuenta ocasiones por los países de Asia y ha entrevistado a los más relevantes monjes y especialistas del budismo.
Ha escrito más de un centenar de libros de diversas temáticas, en su mayoría filosóficas o espirituales, aunque también recopilaciones de cuentos y guías de viajes.
Desde 1971 dirige el mayor centro de yoga en España, el Centro de Yoga Shadak, por el que han pasado más de trescientas mil personas. También ha impartido clases en la Universidad Autónoma de Madrid, y ha dado conferencias en otros lugares.

Sumario

Prólogo de Jesús Aguado 15
Introducción 19

1. La meditación 25

  • Preliminares 33
  • Por la mente más allá de la mente 37

2. Yoga 40

  • Raja-yoga o yoga psicomental 46
  • Técnicas de concentración 52
  • Técnicas de atención a la respiración 57
  • Técnicas de visualización 60
  • Pratyahara 62
  • Combatir los pensamientos negativos mediante sus opuestos 65
  • Jnana-yoga o yoga del discernimiento 66
  • La reflexión consciente y entrenar el discernimiento 68
  • De lo burdo a lo sutil; la visualización de los elementos 72
  • Mirar tras las apariencias (Vidya) 73
  • La sabiduría del espejo 73
  • ¿Quién soy yo? (Vichara) 74
  • La meditación en el ser 76
  • Bhakti-yoga o yoga devocional 78
  • El sentimiento de entrega incondicional al Absoluto 81
  • Plegaria consciente 81
  • La concentración en el Divino 82
  • La cueva del corazón 82
  • Introspección para ir a la fuente del pensamiento (Laya) 83
  • Mantra-yoga o yoga del sonido 84
  • El mantra «Om» 87
  • «Hamsa» 88
  • «Om Namah Shivaia» 89
  • Tantra-yoga o yoga de la canalización energética 89
  • La recitación de mantras 92
  • Los mudras 94
  • El nyasa 95
  • La concentración en yantras 96
  • El ritual místico-erótico 97
  • Kundalini-yoga 99
  • Visualización de la luz blanca 102
  • Concentración en el chakra manipura 102
  • Concentración en el chakra anahata 102
  • Concentración en el chakra ajna 103 Concentración sucesiva en los diferentes chakras 103
  • Saturación de prana 103
  • Técnicas de control de la energía 104
  • La recitación de mantras 104
  • Hatha-yoga o yoga psicofísico 104

3. Jainismo 109

  • Técnicas transformativas del jainismo 113

4. TaoÍsmo 117

  • Técnicas 121
  • La respiración embrionaria 123
  • La respiración desde los talones 124
  • La respiración de vaciamiento 125
  • Respiración para afirmar el centro de gravedad 126
  • Estableciéndose en la vacuidad 126
  • La vida como maestra para el despertar 127
  • Por lo suave se vence lo fuerte 128
  • El espíritu del valle 128
  • Ser fiel a la naturaleza del momento 129
  • Controlar y fluir 129
  • Flexibilidad psíquica 130
  • Paciencia infinita y diligencia presta 130
  • Esto-aquí-ahora 131
  • Canalizando la fuerza del Tao 132
  • El wu-wei o no-hacer. El esfuerzo sin esfuerzo 132

5. Budismo Theravada 134

  • El Despierto 134
  • Fundamentos básicos de la enseñanza del Buda 137
  • Objetivo último de la meditación budista 139
  • Meditación de tranquilidad
  • y abstracción (samatha) 142
  • Meditación de visión penetrativa (vipassana) 156

6. Budismo Zen 168

  • Las técnicas 173
  • Zazen shikan-taza 174
  • Zazen sobre la respiración 176
  • Zazen sobre un koan 177
  • Relación de koans y mondos 180
  • Consideraciones sobre el zazen 185

7. Budismo tibetano 187

  • La recitación de mantras 189
  • La meditación de mahamudra 193
  • La meditación dzogchen 197
  • Los seis yogas de Naropa 206
  • Hum-yoga 208
  • El yoga del vacÍo 209

8. Sufismo 211

  • Técnicas 214
  • El anhelo de lo divino 214
  • La presencia de Dios en nosotros 215
  • La persecución de la verdad 215
  • La reflexión consciente (Fekr) 217
  • La invocación del nombre divino
  • y el recordatorio de Dios (Zekr) 218
  • La meditación (Moraquebeh) 219
  • La autoevaluación (Mohasebeh) 221

9. La mÍstica cristiana 224

  • Cristianismo ortodoxo u oriental 235
  • Técnicas 238
  • Mirarse el ombligo 238
  • La oración incesante del corazón 239
  • La mente dirigida al corazón y la concentración en la luz 240

 

Prólogo: Ramiro Calle, domador de fieras

Borges, en El libro de los seres imaginarios, habla de un animal que pertenece a la mitología de Estados Unidos: el hidebehind. Su característica principal es que siempre está a la espalda de uno y, por eso, no importa lo rápido que uno se vuelva, porque nunca puedes verle. Los leñadores, a los que ataca cuando están cortando troncos o reponiendo fuerzas mientras comen pedazos de carne de ciervo salada sentados sobre un tocón, lo saben mejor que nadie, ya que son sus víc­timas preferidas. El hidebehind no es invisible, pero posee la habilidad de escamotearse a los ojos de los demás. Quizás uno pueda presentirlo si se concentra lo suficiente, si fija su atención, además de en las tareas que esté llevando a cabo (talar árboles, como en este caso, o pasear, conducir, escribir, cocinar, trabajar, hacer deporte, viajar), en su existencia me­rodeadora y emboscada, si lo tiene siempre presente, aunque aún no se haya presentado, si no se olvida de su posibilidad real o imaginaria (,hay alguna diferencia esencial entre estas dos categorías, por cierto?) ni un solo instante. Fijándolo en
su mente y usándola como espejo (no para mirar cara a cara a esa criatura escurridiza, ya que es imposible según relata la tradición a la que pertenece, sino para situarse uno a su pro­pia espalda y quedarse ahí en actitud vigilante), es probable que pueda anticiparse a su ataque mortal y ponerse a salvo en algún lugar seguro.
A ese lugar seguro se llega de muchas maneras: tantas como peligros hay, ya que cada uno de dichos peligros (por citar algunos de los que se enumeran en este libro: ofuscación, avidez, odio, sufrimiento inútil, desequilibrio, emociones tó­xicas, desorden, suciedad, dispersión, desasosiego, desgana, ansiedad, ruido) invita a descubrir un antídoto específico que sirva para desactivarlo o curarnos de él si la picadura, la dente­llada o el contagio ya se ha producido. Para unos ese antídoto estará en la punta de la nariz, en la llama de una vela o en la bóveda celeste y para otros en el talÓn, en una sílaba o en una pared. Ese lugar seguro es, además, diferente para cada uno porque nuestras características sociales, geográficas, tempora­les o personales lo diseñan según sus necesidades. Y por eso se llamará en unos casos disolución del yo, comunión con el Todo o sabiduría y en otros sencillamente serenidad, armonía o desapego. Lo importante es darse cuenta de que el hidebe­hind y sus hermanos (Borges habla de animales metafísicos y esféricos, de aves que vuelan al revés y hacen sus nidos bo­cabajo, de dragones y ninfas, de lamias y nagas, del uroboros y la mandrágora) aguardan pacientes a que nos descuidemos para devorarnos, es decir, para arrebatarnos el ser que somos a la fuerza y, como consecuencia, condenarnos a ese no-ser o infierno en el que tantos han caído en vida.
Meditar es un modo de reconocer que detrás de nosotros, en ese punto ciego de la conciencia donde se agrupan nues­tros enemigos interiores, hay algo que no quiere nuestro bien, y debemos hacer o intentar hacer algo para remediarlo. Con esfuerzo, con constancia, con amor, con desprendimiento, con sentido (y con los sentidos). Alertas, pero no en tensión. En estado de recepciÓn universal, pero discriminando lo que es beneficioso de lo que es nocivo. Encendiendo todas las luces que haya a nuestro alcance, pero procurando que un exceso de brillo no nos impida dialogar también con las profundas sombras. Practicando un silencio que no ahogue las palabras que nacen de él y pronunciando, cuando toque, palabras que sean respetuosas con ese silencio del que proceden. Cerrando los ojos para ver mejor y abriéndolos de par en par para que la oscuridad nos cuente sus secretos.
Ramiro Calle, histórico domador de fieras orientales y occi­dentales (en decenas de libros, en miles de horas de clases, en cientos de conferencias y talleres), ha resumido, en esta obra ya imprescindible, más de cien métodos para anticiparse a los innumerables hidebehinds que cada uno de nosotros, sea cual sea su edad o su cultura o su grado de formación espiritual, tiene a su espalda y ponerlos de nuestra parte. Porque de eso se trata: ya sea gracias al yoga, al budismo, al sufismo, al jai­nismo o a la mística cristiana, todos representados de manera exhaustiva aquí, lo que importa es que pactemos con ellos una
tregua para que, tarde o temprano, acaben usando sus grandes poderes ocultos a favor nuestro. Mientras ese momento de ilu­minación superior no se produzca, podemos invocarles, cada cual concentrado según el método que haya escogido (incluso alguno distinto y más personal de los expuestos por Ramiro Calle a continuación), con un cuenco de comida en una mano y un palo, por si acaso, en la otra. Porque hay que vivir con­fiados, pero no fiarse del todo ni de uno mismo.
JESÚS AGUADO
Introducción
A menudo, en mis seminarios y talleres, se ha comentado que el mejor de los consejos aprendidos en la India es «medita». De hecho, el mejor consejo que yo podría ofrecer a los demás no es sino el mismo, «medita». Y es que la meditación no es solo un lujo, sino una necesidad específica, y no únicamente para esta época «babélica», sino para todas. Seguramente, en todo periodo histórico han existido graves conflictos entre los seres humanos, ya que de la mente brota aquello que hay en ella, y la mente humana, en tanto que no se ordena ni sanea, tiene evidentes disfunciones y, en muchos sentidos, parece ha­ber sido diseñada para tender hacia lo pernicioso. Por ello el Buda insistía en la necesidad de ir debilitando las tendencias insanas de la mente —ofuscaciÓn, avidez y odio— e ir propi­ciando y desplegando las raíces sanas de la mente —lucidez, generosidad y compasión—. En este sentido, la meditación es de gran ayuda, y acompaña al meditador a superar modelos mentales y reacciones psíquicas que engendran dolor propio y ajeno. La meditación nos libera del sufrimiento inútil generado por la propia mente, causada por la ignorancia que tanto perju‑
dica al individuo, así como a otras criaturas. De este modo, la meditación es una verdadera medicina para la mente que, sin duda, beneficia al «cuerpo de la mente» (como lo denominan los sabios hindúes), que es el cerebro.
La meditación, además de su alcance transformativo y es­piritual, es una fuente de salud mental, en tanto que equilibra psíquicamente a la persona. Al estar más equilibrada, se des­envuelve mucho más armÓnicamente en las relaciones con los demás. Hace décadas, Hermann Hesse aseveró que «si algo le urge a Occidente es la práctica del yoga» y, sin duda, también la de la meditación, sin olvidar que desde hace milenios, el yoga ha sido la primera disciplina del mundo en aportar téc­nicas muy diversas de meditaciÓn para estabilizar la mente y poder extraer lo mejor de ella.
«Meditación» como tal, tan solo hay una, si entendemos que se trata de un sistema de entrenamiento y desarrollo mental. Sin embargo, esta es como un gran árbol con abundantes ramas y frutos que, en definitiva, son los diversos tipos de meditación, y sus múltiples técnicas.
Tras volver a reunirme gratamente con mi buen amigo Agustín Pániker, mientras disfrutábamos de una taza de té, coincidimos en lo conveniente que resultaría desarrollar una obra que recogiese un gran número de técnicas meditacionales; entre otras razones, porque no existe un libro como tal en nin­gún idioma y, en especial, por brindarle al lector, y más aún, al buscador espiritual y al meditador, un amplísimo repertorio de procedimientos para la elevación de la consciencia, la transformación interior y la realización de sí mismo. Aunque se trataba de una labor difícil, acogí el proyecto con todo entusiasmo y, de hecho, nada más partir Agustín, ya comencé a configurar el contenido de la obra. Afortunadamente, haber impartido clases de meditación durante medio siglo, haber dirigido un buen número de seminarios y talleres sobre el tema, y ser un meditador asiduo, han inspirado considerablemente mi trabajo. Hoy en día, sigo realizando dos sesiones de meditación al día en el centro de yoga Shadak, el cual dirijo, y por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Con el tiempo, en innumerables ocasiones he podido constatar de primera mano que, igual que a una persona le viene bien una talla de ropa y no otra —por poner un ejemplo intencionadamente burdo, aunque muy gráfico—, hay personas que se ven mucho más beneficiadas por unos métodos de meditación que por otros. Por esta razón, deberán tantear y probar con empeño, experi­mentar qué técnicas se avienen mejor con su naturaleza men­tal o, sobre todo, qué técnicas les resultan más provechosas para su bienestar psicomental y su evoluciÓn consciente; pues aquellas técnicas que, indudablemente, ayudan a unos podrían ser menos adecuadas para otros. Ahora bien, lo que sí puedo adelantar con toda seguridad es que hay un tipo de meditación que yo tildaría de «universal», y me refiero a aquellas variantes que utilizan la respiración como foco de atenciÓn. Estas téc­nicas son antiquísimas, anteriores, en miles de años, al Buda y Mahavira. El mismo Buda las utilizó a menudo tanto para estabilizar y serenar la mente como para desarrollar una vi‑
Sión más lúcida y penetrante. Se dice que, incluso después de su iluminación, las utilizó asiduamente, ya que le reportaban bienestar y mucho descanso. La ventaja de estas técnicas es que tienen una capacidad única para situarnos en el momento presente o realidad inmediata, y que pueden ser llevadas a cabo por todo tipo de personas, incluso por niños (véase mi obra Meditación para niños).
No me resisto a compartir una anécdota personal con el lector:
Allá por los años setenta, cuando el yoga era un gran desco­nocido, un periodista vino a entrevistarme. Tras confidenciarle cuánto meditaba, me dijo: «Tanto, tanto meditar..., a ver si te vas a volver loco». Yo le respondí con firmeza: «No, amigo mÍo, el que se va a volver loco por no meditar eres tú».
Afortunadamente, la meditación ya ha tomado carta de ciu­dadanía en Occidente, donde seguramente, se medita mucho más que en Oriente y, sin duda, que en la India. Otra cosa ya, es por qué muchas veces llaman meditaciÓn y yoga a lo que ni meditaciÓn ni yoga son. Sin duda, una de las razones prin­cipales se debe a los intereses espurios que hay detrás de los que aguan o tergiversan las genuinas enseñanzas. Pero real­mente, se agradece que la práctica de la meditación esté cada vez más extendida, y que se vaya introduciendo en tantísimos ámbitos, desde institutos, empresas, ambientes laborales e in­cluso cárceles.
Aunque lo idóneo es que el aprendizaje de la meditación se lleve a cabo con la guía de un instructor cualificado, un buen libro sobre el tema —como decía mi muy admirado amigo el venerable Nyanaponika— también puede ser un gran maestro. Y, aunque se disponga de ese instructor, esta obra será de inelu­dible consulta para todas las personas interesadas por el tema, y más aún para aquellas que sean practicantes de meditación. He pretendido que sea una obra didáctica y muy útil, que refleje, además, el amplísimo espectro de esta maravillosa herencia espiritual de la humanidad, que es la meditación. Incluso si un practicante no se propone obtener los logros más elevados de la meditación, a través de la misma podrá ir consiguiendo una buena mente, que otorgue serenidad y dicha, y la suya no sea una mente negativa, ladrona de la calma y la felicidad. No hay nada tan valioso y necesario como una buena mente.
Las diversas laderas de la montaña conducen a la cima. Cada aspirante tomará la que mejor se avenga con él y en la que más confíe. Al final, como me han dicho algunos mentores, «la senda sin senda es la senda», es decir, el camino interior que,
después de todo, se encuentra más allá que cualquier otro. Se nos procuran las enseñanzas y métodos para que al final cada uno despierte su mentor interior. Concluyo esta introducción
con una de las historias espirituales que durante años he ido incluyendo en diferentes volúmenes.
He aquí que un discípulo acude a su maestro:
—Señor, ¿cómo es posible que, siendo la Realidad una, haya tantas doctrinas, tantas vÍas? El mentor responde:
—No seas necio. Muchas más deberÍa haber, porque cada persona debe ser su doctrina, debe ser su vía.
 

Kairos
9788499886244

Ficha técnica

Autor/es:
Ramiro Calle
Editorial
Kairós
Formato
13 X 20 cm
Páginas
248
Encuadernación
Rústica con solapas (tapa blanda)
Prólogo
Jesús Aguado
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